OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

     

AMENDOLA Y LA BATALLA LIBERAL EN ITALIA

 

 

La personalidad de Giovanni Amendola nos interesa, no sólo por la notoriedad mundial que debe este líder del Aventino a las cachiporras fascistas, sino, sobre todo, por su original relieve en el mundo del liberalismo italiano. En Amendola la democracia no es una fórmula retórica, co­rno en la mayoría de los políticos transformis­tas1 de la Terza Italia. En Amendola la demo­cracia es una idea dinámica que, contrastada y perseguida encarnizadamente por el fascismo, readquiere un poco de su primitiva beligerancia y de, su decaída combatividad. Amendola pertenece al reducido sector de demo-liberales italianos que no renegaron de su liberalismo, ante el fascio littorio2 cuándo Mussolini y sus camisas negras conquistaron la Ciudad Eterna. Mientras Giolitti, Orlando y todos los políticos del transformismo, que ahora parlamentaria y tardíamente insurgen en defensa de la libertad, se enrolaban en el séquito del fascismo, olvidando la acérrima requisitoria fascista contra la vieja política y sus decrépitos especimenes, Amendola prefirió obstinarse en la asercion intransigente de sus principios democráticos.

Su historia política corresponde enteramente a la post-guerra. Amendola no se ha formado políticamente en la clientela de Giolitti, ni de ningún otro líder clásico de la democracia; pre-bélica. Procede de un núcleo y de un hogar de intelectuales que han dado a Italia varias de sus figuras contemporáneas. "En 1904  —escribe Girolamo Lazzeri, en el prefacio de un libro de Amendola; La democracia después del 6 de abril de 1924— apenas cumplidos los veinte años, participaba en el movimiento renovador del florentino Leonardo; luego, cuatro años después, era del grupo de la Voce,3 en el cual, emergía por un equilibrio más sólido frente a los otros amigos, muchos de quienes estaban destinados a caer de lleno en el error del fascismo o a vivir en sus márgenes en una situación de complicidad moral. La posición de Amendola en el grupo de la Voce era, en el fondo, la posición de un solitario: entre la inquietud y las contradicciones de Papini, la superficial divulgación de Prezzolini, el impresionismo lírico de Soffici, actitudes todas meramente literarias, Amendola se muestra casi aparte por sí mismo, por la seriedad y la solidez de la indagación filosófica, por la constante preocupación de la realidad, vista con límpida pupila, no de literato sino de hombre. Así, .mientras que la rabia de renovación a la cual tendía el movimiento de la Voce, era desenfrenada inquietud literaria entre sus amigos, en Amendola era problema espiritualmente sentido, tanto en línea filosófica como en línea histórica. Su obra de filósofo y particularmente los lineamientos de su sistema ético, como resultan de la serie de estudios publicados en 1911 en Anima —la revista que dirigió con Papini— están ahí para demostrarlo, ofreciendo al crítico la clave de toda la personalidad del futuro hombre político”.

Amendola, después de una actividad destacada de periodista político, que lo incorporó oficialmente en los rangos de la democracia, entró en el parlamento en 1919. Empezó entonces la carrera de político, que en dos ocasiones las cachiporras fascistas han querido cortar trágicamente. El parlamento, del cual le tocó a Amendola formar parte, fue la tempestuosa asamblea a la que el sufragio italiano envió 156 diputados socialistas y 101 diputados populares.4 Amendola ocupó desde el primer momento un puesto de combate en el grupo nittiano, esto es en el sector reformista y radical de la burguesía italiana. Fue, pues, uno de los colaboradores de esa política de transacciones y de compromisos, actuada por Nitti para detener la revolución, que debía parecer después, a la misma burguesía salvada de esta suerte, demagógica y derrotista.

En la evolución de la burguesía hacia el fascismo, que comenzó con el gobierno de Giolitti, Amendola se mantuvo hostil al fascio littorio. Tuvo, no obstante, que formar parte, cómo Ministro de las colonias, del desdichado ministerio de Pacta, último esfuerzo gubernamental de los grupos constitucionales. No se le puede, sin embargo, hacer por esto ningún cargo. Preveía Amendola la conquista ineluctable e inexorable del poder por los fascistas, si los fautores de la democracia no concertaban y concentraban sus fuerzas en el parlamento y en el gobierno. El fracaso de esta postrera tentativa no es culpa suya.

En la presente batalla liberal, Amendola tiene una función principal. Es el líder de la oposición del Aventino. De la variopinta oposición del Aventino, como en su lenguaje polémico la llama Mussolini. El episodio del Aventino está en liquidación. La secesión parlamentaria se ha revelado impotente para traer abajo la dictadura fascista. Y a los parlamentarios del bloque del Aventino no se les ocurre, de acuerdo con sus hábitos, que se pueda combatir aun gobierno sino parlamentariamente. El experimento les parece, pues, terminado. El camino revolucionario no es de su gusto. Tampoco es del gusto de Amendola. Pero entre la gente del Aventino, Amendola tiene al menos el mérito de una consistencia ideológica y de una arrogancia personal, muy poco frecuentes en la desvaída fauna liberal. Amendola ha sido uno de los condottieri de la batalla del Aventino. Hasta el último momento ha resistido con energía la vuelta al parlamento.

Lo que distingue a Amendola del resto de los demo-liberales de todos los climas es, como resulta de todos estos episodios de su carrera política, la vehemencia y la beligerancia que tiene en su teoría y en su práctica la vieja idea liberal. El líder del Aventino cree de veras en la democracia, con ese inquebrantable empecinamiento de los pequeños burgueses, nutridos de la filosofía de dos siglos de apogeo de la civilización occidental. Y, como Wilson hablaba de una nueva libertad, este discípulo y lugarteniente de Nitti habla de una nueva democracia.

Su ilusión reside justamente en este concepto. La nueva democracia de Amendola es tan quimérica como la nueva libertad de Wilson. Es siempre, en la forma y en el fondo, a pesar de cualquier superficial apariencia, la misma democracia capitalista y burguesa que se siente crujir, envejecida, en nuestra época. Amendola dice preferir el futuro al pasado. Pero se niega a imaginar que el futuro de la humanidad y de Italia no sea democrático. El pensamiento de Amendola es la expresión de la recalcitrante mentalidad de una pequeña burguesía, sorda a todas las notificaciones de la historia.

El fracasado experimento del Aventino podría, sin embargo, haber sido una lección más eficaz para este rígido y honesto liberal. Contra el mé­todo reaccionario, como ese experimento lo ha demostrado, el método democrático no puede na­da. Mussolini se ríe de las maniobras parlamentarias. Para los diputados demasiado molestos, co­mo Matteotti o como Amendola, los camisas ne­gras tienen armas bien tundentes. Amendola, agredido y apaleado dos veces, lo sabe personal y eficientemente.

Instintivamente, Amendola ha sentido muchas de estas cosas. El retiro de la oposición del par­lamento fue un gesto de entonación y virtualidad revolucionarias. Constituía la declaración de que contra Mussolini no era ya posible batirse parla­mentaria y legalmente. El Aventino representaba la vía de la insurrección. Mas los diputados del Aventino no tenían nada de revolucionarios. Su objetivo no era sino la normalización. Su actitud secesionista se nutría de la esperanza de que, a la simple maniobra de abandono del parlamen­to, la minoría bastase para obligar a Mussolini a la rendición. Una vez desvanecida esta esperanza, a toda esta gente no le ha quedado más remedio que decidirse a reingresar melancólicamente en su Cámara.

No existe otro camino para los partidarios de la reforma y del compromiso. A Amendola le cuesta un poco de trabajo explicárselo, porque en él chocan su psicología de hombre de combate y su ideario de fautor del parlamento. La impoten­cia en que se debate en Italia su partido es la im­potencia en que se debate, en todo el mundo, la vieja democracia. En Amendola, es cierto, la de­mocracia enseña el puño apretado y enérgico, Pero no por eso es menos impotente.


NOTAS:

 

1 Se llamó transformismo al fenómeno aparecido bajo el gobierno post-resurgimiento de Agustino Depretis, caracteriza­do por el camaleonismo político parlamentario.

2 El fascio represento una organización de ex-combatientes que constituyo el núcleo básico del fascismo. Al mismo tiempo el fascio ("haz") era un símbolo procedente de la antigua Roma, adoptado por el movimiento. Los lictores eran los funcionarios encargados de preceder a los magistrados de la antigua Roma.

3 Ver I. O.

4 Populares: pertenecientes al Partido del Centro o católico de Don Sturzo. (Ver el ensayo de J. C. Mariátegui acerca de "La Democracia Católica", pág. 87).