OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III

 

       

LA RESACA FASCISTA EN AUSTRIA*

 

Viena tiene, desde hace tiempo, una tempe­ratura de excepción en las estaciones políticas de Europa. Hace dos años, cuando la marejada revolucionaria parecía apaciguada completamen­te en la Europa occidental, Viena sorprendió a los observadores de la estabilización capitalista con las jornadas insurrecciónales de Julio. Hoy, cuando es la marejada fascista la que declina, los equipos de la Heimwehr se aprestan fanfa­rronamente para la marcha sobre Viena. La ciu­dad de monseñor Seipel y de Fritz Adler, guarda de sus fastuosas épocas de capital del imperio austro-húngaro, el gusto de un gran rol espec­tacular y la ambición de gran escenario europeo.

Se diría que Viena no ha tenido tiempo de habituarse a su modesto destino de capital de un pequeño estado, tutelado por la Sociedad de las Naciones. A la incorporación de este peque­ño estado en el Imperio alemán se opone terminantemente una cláusula del tratado de paz que ni Francia ni Italia se avendrían a revisar, Fran­cia temerosa de una Alemania demasiado grande, Italia de una Alemania que asumiría el acti­vo y pasivo de esta Austria demasiado chica. Pero Viena, con su sentimiento de gran ciudad in­ternacional, resiste también, aunque no lo quie­ra, a la absorción espiritual y material del estado austriaco por la gran patria germana. Los partidos y las instituciones de Austria ostentan un estilo autónomo, frente a los partidos y a las instituciones de Alemania. La democracia cristiana de monseñor Seipel no es exactamente lo mismo que el centro católico de Wirth y de Marx, tal como el austro-marxismo no se iden­tifica exactamente con la social-democracia alemana. El fascismo austriaco no podía renunciar, por su parte, a distinguirse del alemán, bastante disminuido, a pesar de las periódicas paradas de los "cascos de acero", desde que los na­cionalistas redujeron a su más exigua expresión su monarquismo para acomodarse a las exigen­cias de su situación parlamentaria.

Es difícil pronosticar hasta qué punto la Heimwehr llevará adelante su ofensiva. El fas­cismo, en todas las latitudes, recurre excesivamente al alarde y la amenaza. En la propia Ita­lia, en 1922, si el Estado hubiese querido y sabi­do resistirle seriamente, con cualquiera que no hubiese sido el pobre señor Facta en la presiden­cia del Consejo, el ejército y la policía habrían dado cuenta fácilmente de las brigadas de "camisas negras" lanzadas por Mussolini sobre Ro­ma. El jefe de estas fuerzas en Austria asegura que está en grado de mantener a raya a la Heim­wehr. Aunque adormecido por el pacifismo gra­so de su burocracia y sus parlamentarios de la social-democracia, el proletariado no debe haber perdido, en todo caso, el ímpetu combativo que mostró en las jornadas de Julio de 1929. A él le tocará decir la última palabra.

 

 


NOTA:

 

* Publicado en Mundial, Lima, 27 de Setiembre de 1929, en la sección "Lo que el cable no dice".