OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II |
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LA CRISIS MINISTERIAL FRANCESA*
Los radicales socialistas franceses no han podido conciliar su posibilismo y su programa hasta el punto de renegar toda la tradición laicista de su partido —y con ella toda la política de y Combes— acompañando a Poincaré en el restablecimiento de las congregaciones religiosas. Un vivo clamor se alzó en los rangos radicales socialistas contra esta medida del gobierno de Poincaré aconsejada por razones de prestigio y expansión internacionales, a las cuales se habrían rendido seguramente los propios ministros radicales socialistas Herriot, Sarraut, etc., sin la agitación culminada con el voto del partido adverso a este capítulo de la política poincarista. Poincaré ha reorganizado el gabinete con una numerosa participación de los republicano-socialistas —Briand, Painlevé, Hennessy, etc.—; pero la presencia de este grupo no confiere absolutamente a su gobierno el carácter con el cual apareció, en el período agudo de la crisis del franco, y con el cual se confirmó en la campaña eleccionaria. Los radicales-socialistas, aunque sus jefes no sean en verdad muy proclives a una duradera beligerancia, —Herriot tiene una perfecta psicología de pacifista burgués y Sarraut es, ante todo, orgánicamente, un prefecto—, han pasado a la oposición, después de tres años de renuncia a actuar su propia política. La gran coalición burguesa, presidida por Poincaré para hacer frente a la crisis del franco, ha terminado. No tiene mucha importancia el hecho de que uno de los grupos que constituyeron el 11 de Mayo de 1924 el bloque de izquierdas, —los republicanos socialistas— permanezca al lado de Poincaré, que le ha acordado una representación excesiva en el poder: cinco portafolios. Los republicanos socialistas componen un grupo parlamentario —más propiamente que un partido— numéricamente débil, cuya fuerza reside en la habilidad estratégica de Briand y otros de sus diputados para maniobrar en el Parlamento. Briand y los republicanos socialistas, lo mismo que Loucheur y sus "radicales de izquierda" acompañaron al bloque nacional hasta la víspera de su derrota del 11 de Mayo. Loucheur, magnate de la industria, tiene intereses económicos incompatibles con la oposición. Pero Briand y Loucheur en el ministerio son el signo de que Poincaré es aún la carta más fuerte. Las últimas elecciones han servido a Poincaré para quebrantar y disminuir la posición de los radicales socialistas. Bajo el estandarte ministerial, los radicales socialistas no pudieron esta vez presentarse al país con un programa de izquierda. Tuvieron que contentarse con un desteñido rol subsidiario. Poincaré les escamoteó diestramente la estrecha mayoría que le quitaron en 1924. Para rehacer el bloque de izquierda, hace falta tiempo. Los radicales socialistas reanudarán necesariamente su inteligencia con los socialistas; pero reconstituirán el bloque con una autoridad disminuida por el fracaso de su política de coalición. Si en 1924 se acusaba a Herriot de obedecer a las sugestiones de León Blum, ahora en el poder de los socialistas, dentro de nuevo bloque de izquierdas, se mostrará lógicamente acrecentado. La oposición acechará la primera fisura en el gabinete, para traer abajo a Poincaré. La cuestión de la participación en el poder volverá a plantearse entonces a los socialistas. La última crisis, la ha puesto de nuevo en debate. Un período de graves deliberaciones comienza para el partido socialista que, siendo de hecho un partido de gobierno, no se resuelve todavía a aceptar los riesgos y los honores de la participación directa en el poder. Quienes pueden regocijarse del sentido de la crisis son los elementos clericales. El gobierno de la Tercera República, después de varios lustros de política anticlerical, reconoce necesarias a la expansión de Francia en el extranjero las congregaciones religiosas. Lo que antes se canceló; en nombre de la laicidad, ahora es restablecido en nombre de conveniencias nacionales. Se descubre que las congregaciones, intolerables como agentes de la Iglesia en el interior, son buenos instrumentos de la política internacional del Estado. El partido radical-socialista no ha podido suscribir esta política. Mas en esto hay que ver, sobre todo, una consecuencia de su rol gubernamental secundario. Es probable que, con la jefatura y las responsabilidades del gobierno en sus manos, le hubiera sido menos inconcebible rectificarse. Herriot y Sarraut habrían encontrado entonces argumentos persuasivos para aplacar la excitada asamblea de sus correligionarios. En una condición de inferioridad y obediencia, la abdicación se agravaba extremamente. Tardieu, en el Ministerio del Interior, en reemplazo de Sarraut, imprime un fuerte color derechista al programa interno del nuevo gobierno. León Blum ha dicho que Tardieu es un hombre de izquierda por su temperamento; pero que las circunstancias lo han llamado a jugar la función de hombre de derecha. El interés de apelar al instinto de conservación y defensa de las clases conservadoras para mantener en el poder a Poincaré y su coalición, obligará a Tardieu, en este caso, a acentuar su tendencia reaccionaria. Sarraut, como Ministro del Interior, resultó un típico prefecto de policía. Tardieu, conservador de gran estilo, tratará de hacer sentir más su fuerza personal. Es, entre los nuevos ministros, el que más evidentemente se entrena para suceder a Poincaré en el puesto de condottiero de las fuerzas conservadoras.
NOTA: * Publicado en Variedades, Lima, 17 de Noviembre de 1928.
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