OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II |
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EL MINISTERIO BRIAND-CAILLAUX*
No ha tramontado aún, —como sus adversarios suponían o, más bien, anhelaban—, la estrella de Joseph Caillaux. Cuando menos próximo parecía Caillaux al poder, la marea política lo ha colocado de nuevo en el ministerio de finanzas, esto es en el ministerio del cual dependen ahora los destinos de Francia. En este ministerio Caillaux no se siente un ministro; se siente un cónsul que "comparte el poder" con otro cónsul, Briand. El trabajo de constituir un gabinete, ha sido esta vez demasiado arduo para el experimentado y cazurro Briand. Fracasada su primera tentativa, el encargo de formar el gobierno pasó a Herriot que representa una fórmula neta: el cartel de izquierdas. Pero el cartel de izquierdas está prácticamente liquidado y deshecho y no es ya tiempo de galvanizarlo. Herriot no podía tener esta vez mejor suerte que hace algunos meses cuando hasta el grupo comunista, con el objeto de cerrar el camino a los reaccionarios, se declaró pronto a apoyar en el parlamento un programa de izquierda. Como no es posible, dentro de la actual situación parlamentaria, organizar un gabinete sin el concurso de una parte de las izquierdas, Briand recibió de nuevo el encargo. La fórmula de Briand es la de una segunda "unión sagrada". Por el momento Herriot y el partido radical-socialista muéstranse reacios a aceptarla. Mas Briand sabe que puede contar de toda suerte con su participación en un ministerio centrista más o menos interino. Un gabinete de este tipo es el que acaba de presentarse a la cámara. Pero este mismo gobierno no habría podido ser puesto a flote sobre la sola base del nombre de Briand. La base debía ser por fuerza un binomio, si no un trinomio. Briand necesitaba condividir el poder con un líder. Lo hemos visto, por eso, solicitar a Poincaré primero y a Caillaux después. Y, en la imposibilidad de conseguir la colaboración de los dos, decidirse por la de Caillaux. Briand es un líder, un jefe; pero no el líder ni el jefe de la derecha, de la izquierda o del centro. Su grupo no pasa del rango de una modesta patrulla parlamentaria. Y, justamente, por esto, Briand preside todavía el gobierno. Tiene su política la ventaja de no resultar comprometida ni embarazada por ninguna doctrina, por ningún partido, por ningún programa. Oportunamente orgánico, Briand está dispuesto a actuar cualquier política y a ponerse a la cabeza de cualquier coalición. Su fuerza reside en su virtud de combinar y amalgamar a grupos aparentemente heterogéneos y antagónicos pero en el fondo conciliables. Es el político de las fórmulas compuestas y de los programas mixtos. Su fortuna procede ahora del fracaso del cartel de izquierdas. El cartel es la mayoría; pero como el cartel no existe, la mayoría tampoco existe. Por consiguiente se impone el sistema de las mayorías artificiales y provisorias. Y para obtener estas mayorías aleatorias, Briand tiene la ciencia de la dosis. Lo hemos visto hoy abandonar a Poincaré —dosis prematura de derecha— por Caillaux —dosis moderada de izquierda—, después de constatar que todavía no es tiempo de asociar ambas dosis. Caillaux es en cierto modo un líder de género análogo al de Briand. Tampoco es Caillaux el líder de un bloque ni de un partido. Sus relaciones con el partido al cual está afiliado —el radical-socialista— no son las de un militante ortodoxo. Pero los dos hombres son diferentes. Caillaux tiene, en todo caso, una filiación. Enemistado personalmente con la derecha, juega un rol demasiado vivo de hombre de izquierda. Briand, en cambio, no tiene filiación ninguna. No se considera sino republicano, lo que, prácticamente, no lo obliga a nada, puesto que el régimen republicano no es repudiado en Francia sino por la fauna orleanista. El binomio Briand-Caillaux constituye, pues, un nuevo intermezzo centrista. Este binomio se propone nada menos que la solución del problema hacendario y financiero de Francia. Pero una cosa son las promesas de un gobierno y otra cosa son sus posibilidades. Si se examina sus bases parlamentarias, se observa que el binomio Briand-Caillaux reposa sobre una inestable combinación de fuerzas mal avenidas aún. Su equilibrio, por consiguiente, es muy difícil, muy incierto. Si Caillaux lograse aplicar con éxito sus planes financieros, tal vez mucha gente de izquierda, de centro y de derecha sensaría seriamente en su "consulado". Los recursos del nuevo gabinete son la audacia de Caillaux y la astucia de Briand. Pero, —aparte de que la solidaridad de los dos cónsules es relativa y contingente—, no es probable que un ministerio y un programa puedan mantenerse a flote en el tempestuoso mar de esta cámara. A la disolución de la cámara tendrá que apelarse inevitablemente después de uno o más nuevos naufragios ministeriales. Fracasado el bloque de izquierdas, tiene que reconstituirse un gran haz de fuerzas burguesas. Y esta nueva concentración no puede cumplirse sino electoralmente. Si las elecciones demoran, se debe sin duda a que todavía la clarificación política no es completa. Se correría aún el riesgo de un nuevo experimento del bloque de izquierdas. Y si se repitiese, aunque fuese atenuada, la situación de mayo de 1924, el desequilibrio actual se repetiría en la cámara próxima. En cuanto al fascismo, casi todos convienen en que, por el momento, no inspira en Francia serios temores. Hace cuatro meses en las elecciones de dos diputados por París, los candidatos comunistas, en torno de los cuales se concentraron. todas las fuerzas de izquierda, barrieron sensacionalmente a los candidatos fascistas. París en esta elección no votó, claro está, por la dictadura bolchevique. Pero sí voto, categóricamente, contra la dictadura fascista.
NOTA: * Publicado en Variedades, Lima, 3 de julio de 1926.
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