OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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CARTAS DE ITALIA |
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BENEDETTO CROCE Y EL DANTE1
Al margen del centenario del Dante, se ha producido un incidente en torno del cual se hace mucha política literaria y mucha literatura política. Benedetto Croce, el Ministro de Instrucción, se ha negado a dar los dos millones de liras solicitados para la celebración de ese centenario. Y tal negativa ha causado la renuncia del comité organizador de las fiestas de Florencia. La mayoría de la prensa vitupera bulliciosamente, con periodística teatralidad, la conducta gubernamental. La declara irreverente y descomedida con el autor de la Divina Comedia. Presenta a Benedetto Croce como taimado enemigo de la gloria del Dante, es decir, de una de las más altísimas glorias nacionales. Quiere que el país entero ponga el grito en el cielo. Naturalmente, en esta campaña entra mucho la política periodística, Benedetto Croce, cuya fama de filósofo y literato es enorme, mundial y legítima, es uno de los hombres que han inoculado vitalidad y que han aportado prestigio al gabinete Giolitti. Debilitar a Benedetto Croce, como ministro es, pues, una manera de debilitar al gabinete. Las necesidades exigen que se diga de Benedetto Croce que es un Ministro de Instrucción fracasado, que debe volver sin tardanza a su cátedra y a sus libros y que no es más que un didáctico, un dialéctico, un erudito. Y exigen, también, a juicio de algunos, que se aproveche la ocasión para arremeter, además, contra su personalidad literaria, Benedetto Croce, reporteado por un diario, ha defendido su procedimiento con gran franqueza y sinceridad. Ha demostrado, en primer lugar, que sea cierto que él niega arbitrariamente dos millones para festejar el centenario del Dante. Esos dos millones no han sido votados hasta ahora por el Parlamento. Claro está que esto podría ser remediado fácilmente. Bastaría que el gobierno presentase al parlamento el proyecto de ley respectivo. Pero es el caso que Benedetto Croce no encuentra conveniente que el gobierno presente el proyecto. Y no lo encuentra conveniente porque no le parece que Italia, en esta hora de estrechez, deba gastar dos millones en conmemorar farandulescamente al Dan-te. En su concepto, hay que rendir al Dante un homenaje, sobre todo, espiritual. No un homenaje de discurso, de fanfarrias y de películas cinematográficas. El mejor homenaje sería, sin duda, aprender a ser austero como el Dante. Mostrar que se le admira inspirándose en su ejemplo. Ha dicho Benedetto Croce que uno de los números del programa del centenario era el de emplear el cinematógrafo como un medio de divulgación popular del Dante. Y ha preguntado cómo es posible asociar, hermanar y juntar al Dante y al cinematógrafo. Ha dicho, luego, que otro de los números del programa era invitar a los más célebres hombres de letras contemporáneos, a Rudyard Kipling, a Anatole France, a Henri Barbusse, a venir a Italia a participar en la conmemoración del Dante. Y ha expresado su duda de que esos hombres de letras conozcan siquiera, efectivamente, la Divina Comedia. No es serio que el Estado patrocine mascara-das, ha agregado Benedetto Croce. Y mucho menos en la celebración del centenario del Dante. Que la patrocinen, las paguen y las organicen, en buena hora, los particulares. El Estado de-be honrar a Dante de otra suerte. La defensa de Benedetto Croce no ha calmado ni ha convencido por supuesto a la prensa oposicionista. Por el contrario, la ha soliviantado más. Sostiene esta prensa que Benedetto Croce no sólo no ha disminuido ni atenuado su desacierto contra el Dante, sino que lo ha agravado osadamente. Y usa la más dramática de sus entonaciones para convencer a la opinión pública. Pero la opinión pública no se conmueve absolutamente. Y es que no es tiempo de conmoverla en el nombre del Dante, ni de la Divina Comedia. Son mucho menos inmateriales las cosas que actualmente pueden apasionarla. Está demasiado preocupada por la carestía de la vida, para que la preocupe también el centenario de un poeta, aunque este poeta sea un gran poeta y aunque este gran poeta sea el Dante. Y a las muchedumbres no les importa que se conmemore o no se conmemore al Dante. Les importa, tal vez, en el caso de que la conmemoración del Dante debiese constituir una grande y bonita fiesta, capaz de divertirlas de ve-ras. Lo que prueba que Benedetto Croce tiene razón en oponerse a que se celebre al Dante en la forma que querían los comités y los periódicos. Escritores de mentalidad burguesa podrían encontrar en tan tristes constataciones copioso motivo para dolerse plañideramente de que las muchedumbres carezcan cada día más de idealismo y de espiritualismo. De que sean tan materialistas en sus preocupaciones. De que no amen al Dante ni piensen en Beatriz. Habría que recordarles entonces que cuando se tiene hambre no es posible ocuparse de la Divina Comedia. Y habría que recordarles, en particular, que las muchedumbres no han leído la Divina Comedia, entre otras cosas porque han debido trabajar mucho, muy crudamente, muy pesadamente, para que una pequeña parte de la humanidad pudiese darse el lujo de leerla.
NOTA: 1 Fechado en Génova, 14 de agosto de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 9 de diciembre de 1920.
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