De las
Obras Escogidas de Mao Tse-tung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1976
Primera edición 1968
(3a impresión 1976)
Tomo II, págs. 461-70.
Digitalizado y preparado para el internet: Por el Movimiento
Popular Perú de Alemania, 1993.
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2001.
A PROPOSITO DE NUESTRA POLITICA[*]
25 de diciembre de 1940
Ante la presente campaña anticomunista, tiene importancia decisiva la política que adoptemos. Sin embargo, muchos de nuestros cuadros aún no comprenden que la política del Partido para el período actual debe ser muy diferente de la aplicada durante la Revolución Agraria. Es preciso comprender que, a lo largo de todo el período de la Guerra de Resistencia contra el Japón, el Partido no cambiará, en ninguna circunstancia, su política de frente único nacional antijaponés, y que hoy no puede simplemente repetirse la política seguida en muchos aspectos durante los diez años de la Revolución Agraria. En particular, la política ultraizquierdista que se siguió en muchos aspectos en los últimos tiempos de la Revolución Agraria, no sólo es totalmente inaplicable hoy, en la Guerra de Resistencia, sino que ya entonces era errónea, pues surgió de la incomprensión de dos características fundamentales de la revolución china: revolución democrático-burguesa en un país semicolonial y revolución prolongada. Manifestaciones de esa política fueron, por ejemplo, la apreciación de la quinta campaña de "cerco y aniquilamiento" y nuestra correspondiente contracampaña como la batalla decisiva entre el camino revolucionario y el contrarrevolucionario; la eliminación económica de la burguesía (ultraizquierdismo en los terrenos laboral y tributario) y de los campesinos ricos (adjudicándoles malas tierras); la eliminación física de los terratenientes (no dándoles tierras); el ataque a los intelectuales; la desviación de "izquierda" en la liquidación de los contrarrevolucionarios; la monopolización de los órganos del Poder por los comunistas; el establecimiento de objetivos comunistas para la instrucción pública; el ultraizquierdismo en lo militar (ataque a las grandes ciudades y nega-
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ción del papel de la guerra de guerrillas); el putchismo en el trabajo en las zonas blancas, y el abuso de medidas disciplinarias dentro del Partido. Esta política ultraizquierdista era expresión del error de oportunismo de "izquierda", era exactamente lo contrario del oportunismo de derecha de Chen Tu-siu en los últimos tiempos de la Primera Gran Revolución. En ese lapso, la alianza lo era todo y la lucha no significaba nada, mientras que en los últimos tiempos de la Revolución Agraria la lucha lo era todo y la alianza no significaba nada (excepto la alianza con las masas básicas del campesinado): manifestaciones bien claras de las dos políticas extremistas. Ambas políticas causaron enormes pérdidas al Partido y a la revolución.
Hoy, nuestra política de frente único nacional antijaponés no es ni de mera alianza sin lucha, ni de mera lucha sin alianza, sino que combina la alianza y la lucha. Esto significa concretamente:
1. Unir en el frente único nacional antijaponés a todos los que participen en la Resistencia (es decir, a todos los obreros, campesinos, soldados, intelectuales y hombres de negocios que luchen contra el invasor japonés).
2. Seguir una política de independencia y autodecisión dentro del frente único, manteniendo tanto la unidad como la independencia.
3. En materia de estrategia militar, sostener con independencia e iniciativa una guerra de guerrillas dentro de una estrategia unificada, y tomar la guerra de guerrillas como lo fundamental, pero no perder oportunidad alguna para realizar la guerra de movimientos cuando las condiciones sean favorables.
4. En la lucha contra los recalcitrantes anticomunistas, explotar las contradicciones, ganarse a la mayoría, combatir a una minoría y aplastar a los enemigos uno por uno; luchar con razón, con ventaja y sin sobrepasarse.
5. En las zonas ocupadas por el enemigo o dominadas por el Kuomintang, seguir la política de, por una parte, desarrollar al máximo el frente único y, por la otra, mantener clandestina la organización del Partido y hacerla compacta, selecta y eficaz. En cuanto a las formas de organización y de lucha, seguir la política de mantener clandestina la organización del Partido y hacerla compacta, selecta y eficaz, permanecer a cubierto por largo tiempo, acumular fuerzas y esperar el momento propicio.
6. En las relaciones con las distintas clases del país, aplicar la política fundamental de desarrollar las fuerzas progresistas, ganarse a las intermedias y aislar a las recalcitrantes anticomunistas.
7. Frente a los recalcitrantes anticomunistas, seguir una doble política revolucionaria: aliarnos con ellos en la medida en que estén en favor de la resistencia al Japón, y aislarlos en la medida en que se obstinen en combatir al Partido Comunista. En cuanto a la resistencia al Japón, los recalcitrantes tienen también doble carácter, y nuestra política es aliarnos con ellos en la medida en que estén en favor de la resistencia al Japón, y combatirlos y aislarlos en la medida en que vacilen (por ejemplo, se confabulan con los invasores japoneses y no combaten activamente a Wang Ching-wei y otros colaboracionistas). En cuanto a la oposición al Partido Comunista, tienen igualmente doble carácter, de suerte que para con ellos debemos seguir también una doble política: aliarnos con ellos, mientras no estén dispuestos a romper definitivamente la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista, pero combatirlos y aislarlos en la medida en que sigan una política de represión y lancen ataques armados contra nuestro Partido y el pueblo. Hay que distinguir a tales individuos de doble carácter de los colaboracionistas y projaponeses.
8. Aun entre los colaboracionistas y projaponeses hay quienes tienen doble carácter, y respecto a ellos debemos igualmente emplear una doble política revolucionaria: golpearlos y aislarlos en la medida en que sean projaponeses, pero atraerlos a nuestro lado y ganarlos en la medida en que vacilen. Hay que hacer una distinción entre tales individuos de doble carácter y los colaboracionistas empedernidos como Wang Ching-wei, Wang Yi-tang[1] y Shi You-san[2].
9. Entre los grandes terratenientes y la gran burguesía, hay que distinguir al sector projaponés, que se opone a la resistencia al Japón, del sector probritánico y pronorteamericano, partidario de ella; de igual modo, los grandes terratenientes y la gran burguesía que tienen doble carácter -- están en favor de la resistencia pero vacilan, están por la unidad pero combaten al Partido Comunista --, deben ser distinguidos de la burguesía nacional, los terratenientes medios y pequeños y los shenshi sensatos, cuyo doble carácter es menos pronunciado. Nuestra política está basada en estas distinciones. El que nuestra política sea diferenciada obedece a estas distinciones en las relaciones de clases.
10. Nuestra actitud frente a los imperialistas debemos determinarla de esta misma manera. Si bien el Partido Comunista se opone a todos los imperialistas, debemos distinguir entre el imperialismo japonés, que invade a China, y las otras potencias imperialistas, que actualmente no lo hacen; entre los imperialistas alemanes e italianos,
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que se han aliado con el Japón y han reconocido al "Manchukuo", y los imperialistas ingleses y norteamericanos, que se oponen al Japón; y también entre la Inglaterra y los Estados Unidos del tiempo en que seguían la política de un Munich del Extremo Oriente y socavaban nuestra resistencia al Japón, y la Inglaterra y los Estados Unidos de hoy, que han renunciado a esa política y se pronuncian en favor de nuestra resistencia. Nuestro principio táctico continúa siendo explotar las contradicciones, ganarnos a la mayoría, combatir a una minoría y aplastar a los enemigos uno por uno. Nuestra política exterior difiere de la del Kuomintang. Este declara que "el enemigo es uno solo y todos los demás son amigos"; en apariencia, trata de igual manera a todos los países, excepto al Japón, pero en realidad, es probritánico y pronorteamericano. Por nuestra parte, debemos distinguir: primero, entre la Unión Soviética y los países capitalistas; segundo, entre Inglaterra y Estados Unidos por un lado, y Alemania e Italia, por el otro; tercero, entre los pueblos de Inglaterra y Estados Unidos y los gobiernos imperialistas de estos países, y cuarto, entre la política de Inglaterra y Estados Unidos de un Munich del Extremo Oriente y su política actual. Nuestra política está basada en estas distinciones. Nuestra línea básica, diametralmente opuesta a la del Kuomintang, es aprovechar toda la ayuda extranjera posible con sujeción al principio de hacer la guerra independientemente y apoyarnos en nuestros propios esfuerzos, y no, como hace el Kuomintang, depender de la ayuda extranjera ni acogernos a uno u otro bloque imperialista, abandonando este principio.
Para corregir los puntos de vista unilaterales de muchos cuadros del Partido en los problemas tácticos y sus consiguientes desviaciones a "izquierda" o derecha debemos ayudarlos a adquirir una comprensión completa e integral de los cambios y el desarrollo de la política del Partido, tanto del pasado como del presente. Los puntos de vista ultraizquierdistas aún están causando trastornos y siguen siendo el principal peligro en el Partido. En las zonas dominadas por el Kuomintang, muchos camaradas no pueden aplicar seriamente la política de mantener clandestina la organización del Partido y hacerla compacta, selecta y eficaz, permanecer a cubierto por largo tiempo, acumular fuerzas y esperar el momento propicio, porque subestiman la gravedad de la política anticomunista del Kuomintang; al mismo tiempo, muchos otros no pueden poner en práctica la política de desarrollar el frente único, porque consideran de manera simplista que todo el Kuomintang está podrido, y, por lo tanto, no saben cómo actuar.
En las zonas dominadas por el Kuomintang y en las bases de apoyo antijaponesas, hubo quienes se preocuparon sólo de la alianza y no de la lucha y sobrestimaron uno de los aspectos del Kuomintang, el relacionado con la resistencia al Japón, y, de esta manera, hicieron borrosas las diferencias de principio entre el Kuomintang y el Partido Comunista, negaron la política de independencia y autodecisión dentro del frente único, contemporizaron con los grandes terratenientes, la gran burguesía y el Kuomintang, se ataron de pies y manos y no se atrevieron a desarrollar con audacia las fuerzas revolucionarias antijaponesas ni a luchar resueltamente contra la política del Kuomintang de combatir y restringir al Partido Comunista. Estos puntos de vista derechistas, que en una época representaban un grave peligro, están hoy básicamente superados. Pero, desde el invierno de 1939, ha aparecido en muchas partes una desviación ultraizquierdista, resultante de los "roces" anticomunistas provocados por el Kuomintang y de nuestras luchas de autodefensa. Aunque rectificada hasta cierto punto, esta desviación no ha sido eliminada por completo y, en numerosos lugares, aún se manifiesta en muchos aspectos de nuestra política concreta. Por lo tanto, es absolutamente necesario en la actualidad examinar y definir nuestra política concreta en sus distintos aspectos.
En vista de que el Comité Central ha dado ya una serie de instrucciones a este respecto, nos limitaremos aquí a señalar en forma resumida algunos puntos.
Organos del Poder. Hay que practicar resueltamente el "sistema de los tres tercios", en virtud del cual a los comunistas corresponde sólo un tercio de los puestos en los órganos del Poder y se atrae a un gran número de personas no afiliadas al Partido para que participen en ellos. En zonas tales como el Norte de Chiangsú, donde hemos comenzado apenas a establecer el Poder democrático antijapones, la proporción de comunistas puede ser hasta inferior al tercio. Es necesario atraer a representantes de la pequeña burguesía, la burguesía nacional y los shenshi sensatos que no sean anticomunistas activos, para que participen tanto en los organismos gubernamentales como en los cuerpos representativos populares; igualmente, debe admitirse la participación de los miembros del Kuomintang que no se opongan al Partido Comunista. Asimismo, puede permitirse que un pequeño número de derechistas participe en los cuerpos representativos populares. En ningún caso nuestro Partido debe monopolizarlo todo. No
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estamos destruyendo la dictadura de la gran burguesía compradora y la clase de los grandes terratenientes para reemplazarla por la dictadura unipartidista del Partido Comunista.
Política laboral. Hay que mejorar las condiciones de vida de los obreros; sólo así será posible elevar su entusiasmo en la resistencia al Japón. Pero debe evitarse por todos los medios las desviaciones ultraizquierdistas, y no excederse en el aumento de salarios ni en la reducción de la jornada de trabajo. En las condiciones actuales de China, resulta aún difícil aplicar en todo el país la jornada de ocho horas y es preciso permitir todavía la jornada de diez horas en ciertos sectores de la producción. En otros debe fijarse la jornada de acuerdo con las circunstancias. Los obreros tienen que observar la disciplina laboral una vez concluido un contrato entre el trabajo y el capital; se debe permitir que los capitalistas obtengan ciertos beneficios. De otra manera, las fábricas cerrarían, lo que perjudicaría tanto a la Resistencia como a los propios obreros. Particularmente en las zonas rurales, el nivel de vida y los salarios de los obreros no deben ser elevados en demasía, pues esto podría traer objeciones de los campesinos, el desempleo entre los obreros y la disminución de la producción.
Política agraria. Hay que explicar a los militantes del Partido y a los campesinos que ahora no es el momento para una revolución agraria radical, y que la serie de medidas adoptadas durante el período de la Revolución Agraria son hoy inaplicables. En la actualidad, nuestra política debe establecer, por un lado, que los terratenientes reduzcan los arriendos y los intereses, pues esto elevará entre las masas básicas del campesinado el entusiasmo en la resistencia al Japón, pero no conviene que tales reducciones sean excesivas. Como principio general, los arriendos tienen que rebajarse en un 25 por ciento; cuando las masas campesinas reclaman una mayor reducción, pueden quedarse con un 60 ó 70 por ciento de la cosecha, pero no más. Los intereses no deben disminuirse más de lo que admiten las condiciones de crédito correspondientes a la economía del país. Por otro lado, hay que estipular que los campesinos deberán continuar pagando arriendos e intereses y que los terratenientes podrán conservar la propiedad de sus tierras y bienes. Es preciso no reducir los intereses al punto de hacer imposible que los campesinos obtengan préstamos, y al ajustar las cuentas antiguas, éstos no deben recuperar sin pago las tierras hipotecadas.
Política tributaria. Deben fijarse los impuestos según los ingresos. Excepto los más pobres, quienes serán eximidos, todos los que tengan
Política de contraespionaje. Es necesario aplastar resueltamente a los colaboracionistas y anticomunistas empedernidos, sin lo cual sería imposible defender a las fuerzas revolucionarias antijaponesas. Pero en ningún caso se puede ajusticiar en exceso ni incriminar a inocentes. En cuanto a los reaccionarios, debe tratarse con clemencia a aquellos que vacilen o hayan obrado bajo coacción. Hay que proscribir estrictamente la violencia física contra los presos, conceder importancia a las pruebas y no fiarse a la ligera de las declaraciones. Nuestra política con respecto a los prisioneros capturados a las tropas japonesas, títeres o anticomunistas, es ponerlos a todos en libertad, excepto a quienes hayan incurrido en el profundo odio de las masas y no merezcan sino la pena capital, cuya sentencia a muerte está sujeta a la ratificación de las autoridades superiores. Debemos ganar para el servicio de nuestro ejército a gran número de los que hayan sido obligados a incorporarse a las fuerzas reaccionarias y que, en mayor o menor grado, se sientan inclinados hacia la revolución, y dejar en libertad al resto de los prisioneros; si éstos vuelven a combatir contra nosotros y son capturados de nuevo, hay que volver a ponerlos en libertad. No debemos insultarlos, despojarlos de sus efectos personales ni arrancarles confesiones, sino tratarlos a todos con sinceridad y benevolencia. Esta tiene que ser nuestra política respecto a ellos sin excepción, por reaccionarios que fueren. Esta política es muy eficaz para aislar al campo reaccionario. Debe darse a los renegados, salvo aquellos que han cometido crímenes monstruosos, la oportunidad de enmendares, siempre que cesen en sus actividades anticomunistas; si desean volver al camino de la revolución podrá aceptárselos, pero no se los puede readmitir en el Partido. No debemos identificar a los agentes ordinarios del servicio secreto del Kuomintang con los espías y colaboracionistas al servicio del Japón, sino hacer una distinción clara entre unos y otros y tratarlos de manera diferenciada. Hay que terminar con la situación caótica en que cualquier institución u organización se permite practicar detenciones, y, a fin de establecer el orden
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revolucionario en interés de la Resistencia, se debe estipular que, a excepción de las unidades armadas durante las operaciones militares, únicamente los organismos judiciales o de seguridad pública tendrán autoridad para efectuar detenciones.
Derechos del pueblo. Es preciso dejar establecido que todos los terratenientes y capitalistas que no se opongan a la resistencia al Japón gozarán de los mismos derechos que los obreros y campesinos: inviolabilidad de la persona, propiedad y voto, y de las mismas libertades de palabra, de reunión, de asociación, de pensamiento y fe. El gobierno sólo intervendrá contra aquellos que organicen sabotajes o rebeliones en nuestras bases de apoyo, pero protegerá a todos los demás y no los molestará.
Política económica. Debemos desarrollar activamente la industria, la agricultura y la circulación de mercancías. Es preciso atraer a los capitalistas de otras regiones que deseen instalar empresas en nuestras bases de apoyo antijaponesas. Hay que estimular a las empresas privadas y comprender que las estatales sólo constituyen una parte de las empresas. Todo esto tiene por objeto lograr el autoabastecimiento. Hay que evitar que sean perjudicadas las empresas útiles. La política aduanera y la monetaria deben responder a nuestra política básica de desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio, y no ir contra ella. El factor esencial para mantener por largo tiempo nuestras bases de apoyo es lograr su autoabastecimiento, organizando su economía concienzuda y escrupulosamente sin permitir ningún descuido.
Política cultural y educacional. Hay que concentrar la atención en la promoción y difusión entre las masas populares de las técnicas y conocimientos necesarios para la Guerra de Resistencia, así corno en la exaltación del sentimiento de dignidad nacional. Debemos permitir que los elementos liberales burgueses entre los pedagogos, hombres de letras, periodistas, sabios y técnicos, vengan a nuestras bases de apoyo para cooperar con nosotros en la instrucción pública, la edición de periódicos y otras actividades. Debemos aceptar en nuestras escuelas a cuantos intelectuales se muestren relativamente activos en la resistencia al Japón, y, tras un breve período de entrenamiento, darles trabajo en el ejército, en los organismos gubernamentales o en las organizaciones de masas; debemos ser audaces al integrarlos en nuestras filas, emplearlos y promoverlos. No debemos exagerar la cautela por temor a la infiltración de reaccionarios. Inevitablemente, algunos de esos elementos se infiltrarán, pero habrá tiempo para deshacernos de ellos en el transcurso del estudio y el trabajo. Cada base de apoyo
Política militar. Es imperativo ampliar al máximo el VIII Ejército y el Nuevo 4.ƒ Cuerpo de Ejército, ya que son las fuerzas armadas más confiables del pueblo chino para llevar adelante la resistencia nacional al Japón. Respecto a las tropas del Kuomintang, debemos continuar la política de no atacarlas a menos que ellas nos ataquen, y hacer todo lo posible por trabar amistad con ellas. A fin de contribuir a la construcción de nuestro ejército desde el punto de vista militar, debemos admitir en el VIII Ejército y en el Nuevo 4.ƒ Cuerpo de Ejército, siempre que sea posible, a aquellos oficiales, miembros del Kuomintang o sin partido, que simpaticen con nosotros. También hay que modificar la situación actual en que los comunistas lo dominan todo numéricamente en nuestro ejército. Por supuesto, no se debe introducir el "sistema de los tres tercios" en el ejército regular, pero, siempre que el Partido mantenga la hegemonía en el ejército (principio indispensable e inviolable), no hay que temer que un gran número de simpatizantes participen en el trabajo de los departamentos militares y técnicos de nuestro ejército. Ahora que ya han sido firmemente establecidos los fundamentos ideológicos y organizativos de nuestro Partido y nuestro ejército, incorporar a gran número de simpatizantes (excluyendo, claro está, a los saboteadores), lejos de constituir un peligro, es una política necesaria, pues sin ella sería imposible ganar la simpatía de todo el pueblo y ampliar las fuerzas revolucionarias.
El Partido entero debe aplicar firmemente todos estos
principios tácticos relativos al frente único, y llevar a
la práctica, en sus diversos aspectos, la política concreta
que emana de dichos principios. En momentos en que los invasores japoneses
intensifican su agresión contra China y los grandes terratenientes
y la gran burguesía del país practican una política
de represión y ataques armados contra nuestro Partido y el pueblo,
sólo aplicando estos principios tácticos y esta política
concreta en sus diversos aspectos podremos perseverar en la Guerra de Resistencia,
desarrollar el frente único, ganar la simpatía de todo el
pueblo y conseguir un cambio favorable en la situación. Sin embargo,
al corregir los errores, debemos proceder metódicamente y guardarnos
de toda precipitación, que podría provocar descontento entre
nuestros cuadros, desconfianza entre las masas, contraataques de los terratenientes
y otros fenómenos negativos.
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[1]Gran burócrata del período de los caudillos militares del Norte y colaboracionista projapones. Después de los acontecimientos del Norte de China en 1935, Chiang Kai-shek lo tomó a su servicio. Finalmente, actuó como títere de los invasores japoneses en el Norte de China y en 1938 fue nombrado presidente del espurio Consejo Político del Norte de China. [pág. 463]
[2]Tornadizo caudillo militar del Kuomintang. Nombrado comandante en jefe del X grupo de Ejércitos del Kuomintang después del estallido de la Guerra de Resistencia contra el Japón, no hizo más que colaborar con las Fuerzas armadas japonesas en el Sur de Jopei para atacar al VIII Ejército, destruir el Poder democrático antijaponés y asesinar a comunistas y elementos progresistas. [pág. 463]