Archivo Marx/Engels | Indice de la Correspondencia |
Primera edición: La colección de la correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934 a cargo del
Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición, ampliada, se realizó en inglés en
1936.
Fuente de la versión castellana de la presente carta: C. Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana, s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2010.
Londres, 14 de julio de 1893[1]
USTED ha descrito[2] en forma excelente los puntos capitales, y de manera convincente para cualquier persona sin prejuicios. Si encuentro algo que objetar es que usted me atribuye más crédito del que merezco, aun si tengo en cuenta todo lo que —con el tiempo— posiblemente podría haber descubierto por mí mismo, pero que Marx, con su cop d'oeil[3] más rápido, y su visión más amplia, descubrió mucho más rápidamente. Cuando se tiene la suerte de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, generalmente no se le reconoce a uno en vida lo que se cree merecer. Si muere el gran hombre, al menor fácilmente se le sobreestima, y este parece ser justamente mi caso en la actualidad; la historia terminará por poner las cosas en su lugar; y para entonces uno estará a salvo del otro lado de la esquina sin saber más nada de nada.
Por lo demás sólo falta un punto, que Marx y yo nunca subrayamos bastante en nuestros escritos, y respecto del cual somos todos igualmente culpables. Todos nosotros pusimos el acento —y estábamos obligados a hacerlo— en el origen de los conceptos políticos, jurídicos y demás conceptos ideológicos, y de los actos provenientes de esas nociones, de los hechos económicos básicos. Pero de este modo descuidamos el aspecto formal —el modo en que surgen esos conceptos— por tener en cuenta el contenido. Esto les ha dado a nuestros adversarios una magnífica oportunidad para los equívocos, entre los cuales Paul Barth es un ejemplo notable.
La ideología es un proceso que el llamado pensador cumple conscientemente, es cierto, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas motrices que lo impulsan le permanecen desconocidas, pues de lo contrario no sería un proceso ideológico. De aquí que imagine motivos falsos o aparentes. Porque es un proceso mental, deriva su forma y su contenido del pensamiento puro, sea el suyo propio o el de sus predecesores. Trabaja con material meramente intelectual, que acepta sin examen como producto del pensamiento, no investiga buscando un proceso más lejano, independiente del pensamiento; su origen le parece evidente, porque como todo acto se verifica por intermedio del pensamiento, también le parece estar basado en última instancia sobre el pensamiento. El ideólogo que trata de historia (entiendo aquí por historia simplemente todas las esferas —la política, la jurídica, la filosófica, la teológica— pertenecientes a la sociedad y no sólo a la naturaleza) posee en cada dominio científico una documentación formada independientemente en el pensamiento de generaciones anteriores y que ha atravesado una serie independiente de desarrollos en los cerebros de esas generaciones sucesivas. Es verdad que los hechos exteriores pertenecientes a su esfera propia o a otras pueden haber ejercido una influencia codeterminante sobre este desarrollo, pero se presupone tácitamente que esos hechos son a su vez solamente frutos de un proceso intelectual, de modo que seguimos estando dentro de ese reino del pensamiento puro, que ha digerido con éxito los hechos más tercos.
Es, sobre todo, esta apariencia de historia independiente de las instituciones de los sistemas jurídicos, de las concepciones ideológicas en cada uno de los dominios, lo que encandila a la mayoría de la gente. Si Lutero y Calvino “superan” a la religión católica oficial, o si Hegel “supera” a Fichte y Kant, o si el constitucionalista Montesquieu es indirectamente “superado” por el Contrato Social de Rousseau, cada uno de esos hechos se queda en la esfera de la teología, de la filosofía o de la ciencia política respectivamente, constituye una etapa en la historia de esos dominios particulares del pensamiento y nunca trasciende la esfera intelectual. Y puesto que también se ha agregado la ilusión burguesa de la eternidad y de la finalidad de la producción capitalista, incluso la victoria de los fisiócratas y de Adam Smith sobre los mercantilistas se cuenta como pura victoria del pensamiento; no como reflejo intelectual de hechos económicos modificados, sino como la comprensión correcta, finalmente adquirida, de las condiciones actuales, que subsisten siempre y en todas partes. Si Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto hubiesen instaurado el libre-cambio en lugar de enredarse en las cruzadas, nos habríamos evitado quinientos años de miseria y estupidez.
Este aspecto de la cuestión, que aquí sólo puedo señalar, creo lo hemos descuidado todos más de lo que merece. Es la vieja historia: al comienzo se descuida siempre la forma por causa del contenido. Como dije, también yo lo he hecho, y el error siempre se me presentó después. De modo que no sólo estoy lejos de reprocharle a usted, por esto de modo alguno, sino que como más viejo de los culpables no tengo derecho de hacerlo, sino todo lo contrario; pero de todos modos desearía llamar su atención sobre este punto para el futuro. A esto se une también la fatua noción de los ideólogos, de que porque les negamos un desarrollo histórico independiente a las diversas esferas de la cultura que desempeñan un papel en la historia, también les negamos todo efecto sobre la historia. El fundamento de esto es la concepción corriente, no dialéctica de causa y efecto como polos opuestos rígidos, desatendiendo totalmente a su interacción; esos señores olvidan con frecuencia y casi deliberadamente que una vez que un elemento histórico ha sido traído al mundo por otros elementos, en última instancia por hechos económicos, reactúa también a su vez y puede reactuar sobre su medio e incluso sobre sus propias causas. Por ejemplo, Barth, escribiendo sobre la casta sacerdotal y la religión, página 475.[4]
_____________
[1] Esta es una versión abreviada del texto. En la Marx and Engels Correspondence de International Publishers (1968) la carta continúa con 5 parrafos adicionales. (Nota de marxists.org)
[2] En el apéndice de su libro Die Lessinglengende (La leyenda de Lessing).
[3] golpe de vista. (N. de marxists.org)
[4] En la edición de la Correspodencia de Ediciones Política (p. 556) se nos provee de una traducción de la cita de Barth:
En Oriente, la religión creó en todas partes una casta sacerdotal particularmente privilegiada, exenta de trabajo físico por la obligación impuesta a las demás castas de pagar tributo, y destinada a la actividad intelectual; así, la utilización de una parte del producto económico fue determinada por la religión. En cambio, en la civilización grecorromana, la actividad sacerdotal raras veces recayó sobre organismos especiales; el cristianismo retornó a la diferenciación oriental, creó una orden especial de sacerdotes ricamente dotada, y apartó así una porción de los bienes económicos como fundamento material de la actividad religiosa, que pronto tornóse actividad intelectual en general.
(N. de marxists.org)