F. ENGELS

CARTA A H. SCHLÜTER



Primera edición: La colección de la correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934 a cargo del Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición, ampliada, se realizó en inglés en 1936.
Fuente  de la versión castellana de la presente carta: C. Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana, s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2010.


 

 

Londres, 11 de enero de 1890

LA tormentosa marea del movimiento del verano pasado ha decaído algo. Y lo mejor es que la irreflexiva simpatía de la banda burguesa por el movimiento obrero, que estalló en la huelga portuaria, también ha decaído y está empezando a ceder el paso al sentimiento, muchísimo más natural, de sospecha y nerviosidad. En la huelga del sur de Londres, que les fue impuesta a la fuerza a los obreros por la compañía de gas, los obreros han sido una vez más abandonados por todos los filisteos. Esto está muy bien, y espero que Burns tenga alguna vez esta experiencia en una huelga conducida por él mismo (a este respecto toda clase de ilusiones).

Mientras tanto, hay toda clase de fricciones —lo que era de esperar— por ejemplo entre los obreros del gas y los portuarios. Pero a pesar de ello las masas están en movimiento y no hay nada que las detenga. Cuanto más tiempo se mantenga a la corriente en la presa, tanto más poderosamente la hará estallar llegado el momento. Y estos obreros no calificados son tipos muy diferentes de sus fosilizados hermanos de las viejas trade unions; ni huellas del viejo espíritu formalista, de la exclusividad artesanal de los mecánicos, por ejemplo; por el contrario, una demanda clamorosa por la organización de todos los sindicatos en una spla fraternidad y por una lucha directa contra el capital. En la huelga portuaria, por ejemplo, había tres mecánicos del muelle comercial que mantenían la máquina en funcionamiento. A Burns y Mann, ambos mecánicos, y el primero del Ejecutivo de la Amalgamated Eng., Trade Union [Sindicato Unido de Mecánicos], se les encomendó que persuadiesen a esos hombres a que abandonasen el trabajo, pues entonces no trabajaría ninguna de las grúas y la compañía del dock tendría que ceder. Los tres mecánicos rehusaron, el Ejecutivo de los mecánicos no intervino, ¡y de ahí la duración de la huelga! Más aún: en las Silvertown Rubber Works hubo una huelga de doce semanas, huelga rota por los mecánicos, quienes no se plegaron a ella e incluso ejecutaron trabajos contra sus propias reglas sindicales. ¿Y por qué? Esos tontos, para mantener en bajo nivel el número de obreros, tienen una regla según la cual nadie que no haya pasado por el período correcto de aprendizaje para ingresar en su unión. Por este medio han creado un ejército de rivales, los llamados blacklegs [obreros no agremiados, literalmente tramposos], tan calificados como ellos y que ingresarían encantados en la unión, pero que son obligados a seguir siendo blacklegs porque son dejados fuera debido a esa pedantería que en la actualidad no tiene sentido alguno. Y porque saben que tanto en el dock comercial como en Silvertown esos blacklegs habrían ocupado de inmediato su lugar, se quedaron, volviéndose así, ellos mismos, blacklegs contra los huelguistas. Usted ve la diferencia: las nuevas uniones permanecen unidas; en la actual huelga del gas, marineros (de los vapores) y foguistas, lanzeros y acarreadores de carbón están todos unidos, pero ¡desde luego que no ocurre lo mismo con los mecánicos, quienes otra vez siguen trabajando!

Sin embargo, pronto tendrán que bajar la cabeza estas arrogantes, viejas y grandes trade unions; su principal apoyo, el London Trades Council [Consejo Gremial de Londres] está siendo cada vez más subyugado por los nuevos, y a lo sumo dentro de dos o tres años, también el Congreso de las Trade Unions será revolucionado. Incluso en el próximo congreso los Broadhurst merecerán la paliza de su vida.

El hecho de que ustedes se hayan librado de Rosenberg y Cía., es el principal de la tormenta producida en vuestro vaso de agua del socialismo norteamericano. El partido alemán de allá debe ser aplastado como tal: es el peor obstáculo. Los obreros norteamericanos ya están andando, pero, al igual que los ingleses, a su manera propia. No se les puede enjaretar de antemano la teoría, pero su propia experiencia y sus propios desatinos y las perjudiciales consecuencias de estos, pronto harán que se den de narices contra la teoría, y entonces todo marchará bien. Las naciones independientes van por su camino propio, y de entre ellas las inglesas y sus descendientes son con seguridad las más independientes. Su obstinación le molesta a uno demasiado a menudo, pero es también una garantía de que una vez que una cosa ha empezado ha de llevarse a término.