F. ENGELS

CARTA A FLORENCE KELLY WISCHNEWETSKY



Escrita: El 27 de enero de 1887, en idioma inglés.
Primera edición: La colección de la correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934 a cargo del Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición, ampliada, se realizó en inglés en 1936.
Fuente  de la versión castellana de la presente carta: C. Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana, s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2010.


 

 

27 de enero de 1887

CREO que el movimiento norteamericano, precisamente en este momento, se ve mejor desde el otro lado del océano. En el lugar, las rencillas personales y disputas locales deben oscurecer gran parte de su grandeza. Y lo único que realmente podría retardar su marcha sería que se consolidasen esas diferencias. En cierta medida esto será inevitable, pero cuanto menos ocurra tanto mejor. Y los alemanes son quienes más deben precaverse contra esto. Nuestra teoría es una teoría de desarrollo, no un dogma a aprender de memoria y a repetir mecánicamente. Cuanto menos se les machaque a los norteamericanos desde afuera y cuanto más la pongan a prueba con su propia experiencia —con ayuda de los alemanes— tanto más profundamente se incorporará a su carne y su sangre. Cuando nosotros volvimos a Alemania en la primavera de 1848, nos unimos al Partido Democrático por ser este el único medio posible de llegar a la clase obrera; fuimos el ala más avanzada de ese partido, pero al fin y al cabo un ala. Cuando Marx fundó la Internacional, redactó las reglas generales de manera que pudieran ingresar todos los socialistas obreros de esa época: proudhonistas, lerouxistas e incluso el sector más avanzado de las trade unions inglesas; y fue sólo gracias a esta amplitud que la Internacional llegó a ser lo que fue: el medio para disolver y absorber gradualmente a todas estas sectas secundarias, con excepción de los anarquistas, cuya repentina aparición en varios países no fue sino el efecto de la violenta reacción burguesa que sucedió a la Comuna y que por ello podíamos dejar que se marchitasen solos, como ocurrió. Si de 1864 a 1873 hubiéramos insistido en trabajar sólo con quienes adoptan ampliamente nuestra plataforma, ¿dónde estaríamos hoy? Creo que toda nuestra experiencia ha mostrado que es posible trabajar junto con el movimiento general de la clase obrera en cada una de sus etapas sin ceder u ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra organización, y temo que si los germanoamericanos eligen una línea distinta cometerán un grave error.