Primera edición: La colección de la
correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934
a cargo del Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición,
ampliada, se realizó en inglés en 1936.
Fuente de la versión castellana de la presente carta: C.
Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana,
s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2011.
Londres, 19 de diciembre de 1882
MI opinión sobre el asunto Podolinsky[1] es la siguiente. Su verdadero descubrimiento es que el trabajo humano tiene el poder de fijar la energía solar sobre la superficie de la tierra permitiendo que su acción dure más de lo que duraría sin él. Todas las conclusiones económicas que deduce de esto son equivocadas. No conseguí el trabajo original, pero lo leí recientemente en italiano en la Plebe.[2] El problema es este: ¿cómo una cantidad dada de energía radicada en una cantidad dada de alimento puede dejar tras de sí una cantidad de energía mayor? Lo resuelvo así: supongamos que la ración alimenticia diaria que necesita una persona representa una cantidad de energía expresada en 10 000 calorías. Estas 10 000 calorías siguen siendo siempre 10 000 calorías, y en la práctica, como se sabe, pierden, en el curso de su transformación en otras formas de la energía —por fricción, etc.—, una parte de su total. Esta pérdida es considerable en el cuerpo humano. El trabajo físico aplicado al trabajo económico nunca puede ser, en consecuencia, = 10 000 calorías, sino siempre menor.
Pero esto no significa que el trabajo físico sea trabajo económico; lejos de esto. El trabajo económico realizado por las 10 000 calorías no consiste en modo alguno en la reproducción de las mismas 10 000 calorías, total o parcialmente, en esta forma o aquella. Por el contrario, la mayor parte de esta se pierde en el creciente calor y radiación del cuerpo etc., y lo que de ellas queda son las potencialidades fertilizantes de los excrementos. El trabajo económico que ejecuta un hombre al emplear estas 10 000 unidades de calor consiste más bien en la fijación, durante un tiempo más o menos largo, de nuevas unidades de calor que le irradia el sol, y que tienen únicamente esta conexión de trabajo con las primeras 10 000 unidades de calor. Pero el que la nueva cantidad de calor fijada por aplicación de las 10 000 unidades de calor de la alimentación diaria lleguen a alcanzar 5 000, 10 000, 20 000 ó 1 000 000 de unidades, únicamente depende del grado de desarrollo alcanzado por los medios de producción.
Aritméticamente, esto sólo puede representarse en las ramas más primitivas de la producción: la caza, la pesca, la ganadería, la agricultura. En la caza y en la pesca ni siquiera se fija nueva energía solar: únicamente se emplea la ya fijada. Al mismo tiempo, es evidente que, suponiendo que el pescador o el cazador estén normalmente alimentados, la cantidad de proteína o de grasa que obtiene cazando o pescando es independiente de la cantidad de estos elementos alimenticios que consume.
En la ganadería, la energía se fija en el sentido de que la materia vegetal, que de otro modo disminuiría, decaería y se descompondría rápidamente es sistemáticamente transformada en proteína animal, grasa, piel, huesos, etc., y con ello se fija por largo tiempo. Ya aquí es complicado el cálculo.
Tanto más en la agricultura, en la que también interviene en el cálculo, el valor energético de los materiales auxiliares, abonos, etcétera.
En la industria se acaba todo cálculo: en la mayor parte de los casos, el trabajo aplicado al producto ya no puede expresarse en unidades de calor. Si, por ejemplo, esto sigue siendo posible en el caso de una libra de hilo, debido a que su tesura y resistencia pueden reducirse, con mucho trabajo, a una fórmula mecánica, ya aquí esto se manifiesta como una pedantería totalmente inútil; y en el caso de una pieza de género en bruto, y tanto más en el caso del género teñido y estampado, se vuelve absurdo. El valor energético de un martillo, de un tornillo o de una aguja, calculado de acuerdo al costo de producción, es una cantidad carente de sentido. En mi opinión, es absolutamente imposible tratar de expresar las relaciones económicas en magnitudes físicas.
Lo que Podolinsky ha olvidado por completo es que el hombre, en cuanto obrero, no es simplemente un fijador del calor solar actual, sino un derrochador muchísimo mayor del calor solar del pasado. Las reservas de energía, carbón, minas, bosques, etcétera, que hemos logrado despilfarrar, las conoces mejor que yo. Desde este punto de vista, incluso la pesca y la caza no se manifiestan como fijación de nuevo calor solar, sino como gasto e incipiente derroche, de la energía solar ya acumulada.
Más: lo que el hombre realiza deliberadamente con el trabajo, lo hace en forma inconsciente la planta. Las plantas —y esto también es cuento viejo— son los mayores absorbentes y depósitos de calor en forma transformada. Por consiguiente, mediante el trabajo, en cuanto fija calor solar (lo que no ocurre en la industria y otras ramas de la producción), el hombre logra unir las funciones naturales del animal consumidor de energía con las de la planta, coleccionista de energía.
Podolinsky, partiendo de este descubrimiento muy valioso, se ha extraviado por caminos equivocados porque estuvo tratando de encontrar en la ciencia de la naturaleza una nueva demostración de la verdad del socialismo, y con ello ha confundido la economía con la física.
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[1] Serger Podolinsky, un socialista ucraniano.
[2] Organo oficial de la sección italiana de la Primera Internacional.