El influjo de las clases explotadoras y de la pequeña burguesía, la existencia de capas diferentes en el seno de la clase obrera y las diferencias de origen de clase de nuestros miembros engendran entre ellos ideas diferentes, ciertas diferencias en sus puntos de vista, en sus costumbres y en sus sentimientos, en sus concepciones del mundo y de la moral, y diferencias en su manera de considerar y de pensar las cosas y los fenómenos en general, y los problemas de la revolución en concreto.
En nuestro Partido, algunos son capaces de observar las cosas y los fenómenos en su desarrollo y en su interrelación; otros están acostumbrados a considerarlos como si estuvieran aislados y estáticos.
Los primeros están dispuestos a considerarlos en su conjunto y de una manera objetiva y, consecuentemente, a sacar de ahí conclusiones correctas que puedan guiarnos adecuadamente en la acción. Entre los últimos, unos destacan solamente o exageran tal aspecto de las cosas, mientras que otros ven o exageran otro aspecto; de modo que ni los unos ni los otros consideran las cosas en su conjunto y de una manera objetiva, de acuerdo con las leyes del desarrollo y de la interconexión de los fenómenos objetivos, sino tan sólo de una manera unilateral y subjetiva, por lo que ni pueden sacar conclusiones correctas ni pueden dar una buena dirección a nuestras acciones.
Sus modos diferentes de considerar los problemas conducen a los miembros del Partido a resolverlos según métodos diferentes y hacen surgir en el seno del Partido divergencias en las concepciones y en las opiniones, controversias y luchas. Bajo el influjo de las clases explotadoras y de su ideología, es inevitable que estas divergencias y controversias se conviertan en algo cada vez más agudo con cada momento crítico de la revolución, como consecuencia de la intensificación de la lucha y el acrecentamiento de nuestras dificultades.
El nudo de la cuestión no es el de saber si hay divergencias de ideas y de opiniones, pues existen siempre; se trata de saber cómo resolver las contradicciones en el seno del Partido, cómo allanar estas divergencias, cómo triunfar de las ideas erróneas no proletarias. Evidentemente, sólo la lucha en el interior del Partido nos permitirá resolver estas contradicciones, allanar estas divergencias y triunfar de las ideas erróneas. Como dijo Engels: “Las contradicciones no se pueden difuminar por mucho tiempo. Ellas se regulan por la lucha.”[36]
Con respecto a las insuficiencias, a los errores y a todo lo que es indeseable en el Partido, diferentes categorías de camaradas profesan opiniones diferentes y adoptan actitudes diferentes.
Hay una primera categoría de camaradas que no ven o no quieren ver que hay en el Partido insuficiencias, errores y otros fenómenos indeseables; creen ciegamente que no se encuentra en él nada así, porque ellos aflojan en su vigilancia y dejan debilitar su lucha contra estos fenómenos. Una segunda categoría entre ellos no ve más que, o nada más que, las insuficiencias, los errores y las cosas indeseables. No ven lo que hay correcto y luminoso en el Partido; por eso se abandonan al pesimismo, se encuentran decepcionados, pierden su confianza; o bien, la vista de estos fenómenos indeseables los deja atónitos y desconcertados. Estos modos de ver las cosas son, todos ellos, incorrectos y unilaterales.
Nuestra manera de ver propia difiere de la una y de la otra. Por una parte, sabemos que nuestro Partido es el partido del proletariado, el partido más progresista y el más revolucionario que existe en China. Por otra parte, sabemos bien que, en nuestro Partido, existen todavía, en grados diferentes, insuficiencias, errores, cosas indeseables. Al mismo tiempo, conocemos claramente su origen, el camino a seguir para corregirlos y eliminarlos progresivamente y nos aplicamos sin descanso a formarnos, redoblamos los esfuerzos en el trabajo y llevamos a cabo las luchas necesarias para hacer progresar nuestro Partido y la revolución.
Puesto que los hombres difieren por su posición de clase y sus puntos de vista, adoptan actitudes diferentes con respecto a lo que es indeseable en el Partido. La primera actitud es la de los elementos extraños a la clase obrera y la de los elementos hostiles que se han introducido en el Partido. La segunda es la de nuestros partidarios que no tienen una posición proletaria firme y cuyo modo de pensares erróneo. La tercera es la de los miembros del Partido que se mantienen firmemente en los principios del marxismo-leninismo.
Los elementos extraños a la clase obrera y los elementos hostiles que se han introducido en el Partido se alegran con las insuficiencias, con los errores y con otras cosas indeseables que ven en nuestro Partido. Sacan de ahí un goce maligno, explotan nuestras lagunas y tratan por todos los medios de utilizar y de agrandar tales o cuales insuficiencias, errores y otras cosas indeseables, a fin de poder minar nuestro Partido. A veces, incluso aparentan luchar contra algunos errores y mantener la línea del Partido, con el fin de extremar las cosas hasta hacer cometer los errores opuestos.
En la primera categoría se encuentran los casos siguientes:
1. Ciertos miembros del Partido aprueban y comparten ideas erróneas y siguen los malos ejemplos de otros afiliados para satisfacer sus ambiciones y deseos personales. Consideran que la existencia de ciertas insuficiencias y errores en el Partido es provechoso para ellos, y por eso favorecen consciente o inconscientemente su desarrollo, para aprovecharse de ellas a continuación. Es la actitud que adoptan en el Partido los arribistas y los afiliados de un natural muy maleado.
2. Ciertos miembros del Partido cierran los ojos ante las insuficiencias, los errores, las cosas indeseables, y las abandonan a su curso. Se acomodan a todo, eluden la lucha contra estos defectos. Temen la lucha y la autocrítica en el interior del Partido, las consideran como perjudiciales, como algo que de ninguna manera favorece al Partido; o bien permanecen insensibles a estos fenómenos indeseables y no quieren reconocerlos; o también, no los combaten más que formalmente y están dispuestos al compromiso. Esa es la actitud de los miembros que no tienen más que un sentido débil de su deber para con el Partido, que se encuentran imbuidos de liberalismo o que son culpables de burocratismo.
3. Ciertos miembros del Partido “se horrorizan” ante las insuficiencias y los errores, y también ante los camaradas cuyas ideas no son siempre muy correctas. Rompen a la ligera con los camaradas que han cometido una falta y tratan de golpe y porrazo de obtener su exclusión. Si no lo consiguen al primer intento, sufren un desaire, arrojan el mango detrás del hacha, caen en el pesimismo y en el abatimiento; o bien, “permanecen en su pureza”, se mantienen aparte y se separan incluso de manera clara del Partido. Esta actitud exagerada se traduce también en la manera mecánica que tienen algunos de comprender la lucha y la autocrítica en el seno del Partido. Los que la adoptan piensan que la lucha interior debe ser desarrollada en no importa qué condiciones, y que cuanto más frecuente y encarnizada sea, tanto mas vale. Consideran la menor baratera como una cuestión “de principio”, y califican de “oportunismo” político a las faltas más pequeñas. No llevan a cabo la lucha en el interior del Partido de una manera apropiada y concreta, según las necesidades de la realidad y las leyes objetivas del desarrollo de las cosas, sino que “luchan” de una manera mecánica, subjetivamente, violentamente, sin preocuparse de las consecuencias. Es la actitud adoptada por los miembros del Partido que no comprenden el origen de las contradicciones en el seno del Partido, que no saben cómo hacer frente a las divergencias en el Partido o que no tienen más que una concepción mecánica de la lucha en el interior del Partido. Durante un cierto tiempo, esta actitud exagerada con respecto a la lucha interna ha sido explotada por los oportunistas “de izquierda”. Estos últimos han promovido esta lucha mecánica y excesiva hasta buscar deliberadamente “blancos de lucha” en el seno del Partido, hasta suscitar deliberadamente luchas internas y castigar a camaradas abusando de las medidas disciplinarias previstas por el Partido, es decir, recurriendo contra ellos a medidas destinadas a las luchas exteriores; mediante tales “luchas” y mediante tales “medidas disciplinarias” es como intentaban hacer avanzar el trabajo.
La actitud que debemos adoptar es la del proletariado, la del marxismo-leninismo. En contra de las actitudes erróneas mencionadas anteriormente, preconizamos lo que sigue:
1. Entre los diversos fenómenos, ideas, opiniones y puntos de vista aparecidos en el Partido, reconocer y distinguir ante todo lo que es correcto y provechoso para el Partido y para la revolución y lo que no lo es, o bien ver si las partes en litigio no se encuentran, ambas, en el error y si la verdad no se encuentra en una tercera opinión. Después de haber analizado y considerado todo con serenidad, tomar una actitud neta y ponerse del lado correcto. No seguir ciegamente a los demás ni dejarse arrastrar por la corriente.
2. Inspirarse en todos los buenos ejemplos y en todos los actos de honradez en el Partido para estimularlos y multiplicarlos; sostener activamente todos los puntos de vista y todas las opiniones correctas; no seguir los malos ejemplos ni dejarse influir por ideas erróneas, sean las que fueren.
3. No adoptar una actitud liberal, ni temer la lucha necesaria en el interior del Partido. Llevar adelante una lucha intransigente contra todas las ideas u opiniones que constituyen errores de principios, contra todos los fenómenos indeseables en el Partido, de manera que podamos siempre triunfar de ellos; no dejarlos nunca desarrollarse en detrimento del Partido y de la revolución.
4. No adoptar una actitud mecánica y exagerada. Combinar como hace falta el rigor y la claridad en materia de principios con la flexibilidad y la persuasión paciente en los métodos de lucha, para educar, criticar, templar y transformar, en el curso de un período de lucha prolongado, a los camaradas que han cometido faltas, pero que no son incorregibles. Entablar, de una manera concreta y apropiada, las luchas ideológicas indispensables en los diversos momentos, referentes a las diversas cuestiones de principio, pero no comprometerse de una manera subjetiva, mecánica y gratuita en una lucha sin discriminación en el interior del Partido; no convertirse en un maníaco de la “lucha”,
5. Consolidar la unidad del Partido, reforzar su disciplina y elevar su prestigio en el curso de la lucha en el interior del Partido. Infringir sanciones de acuerdo con los estatutos a los elementos incorregibles, o incluso excluirlos del Partido. Considerar como nuestro deber supremo el defender la unidad del Partido, preservar la pureza de su ideología y reforzar su organización.
Tal es la actitud que adoptan todos los buenos comunistas. Es la única actitud marxista-leninista correcta.
No hay nada extraño en que nuestros enemigos se sirvan de todas nuestras insuficiencias y de todos nuestros errores para minar a nuestro Partido. Además de ser nuestro deber el aguzar constantemente nuestra vigilancia, debemos dar la menor ocasión posible al enemigo cada vez que surjan insuficiencias y errores en el seno del Partido. Ese es el deber de todo camarada ligado al Partido.
Si, en el curso de la lucha en el interior del Partido, un miembro descuida este punto, si sólo sigue su capricho, si llega hasta unirse a malos elementos en lugar de rechazar su asistencia, o recurre incluso a la ayuda de fuerzas exteriores para alcanzar un cierto fin en el interior del Partido, cometerá una falta política imperdonable, una infracción imperdonable a la disciplina del Partido.
Nuestros miembros deben reflejar la ideología correcta en el Partido y ajustarse a los buenos ejemplos: las ideas erróneas y los malos ejemplos, deben combatirlos y no seguirlos. Pero lo que ocurre de hecho en el Partido es que algunos camaradas que, en general, tienen ideas correctas y siguen los buenos ejemplos, reflejan a veces ideas erróneas, siguen a veces malos ejemplos. En cuanto a otros, parece que les es fácil aprender lo que es malo, pero les resulta difícil aprender lo que es bueno. Esto merece por nuestra parte una seria atención. Estos camaradas, cuando se han cometido ciertos errores en el Partido, se inclinan frecuentemente a fomentarlos o a agravarlos, con intención o sin ella. En las luchas internas del Partido, se colocan con frecuencia del lado de los que están en el error o bien se unen con los que lo arrastran, sin preocuparse de lo que es verdadero o falso. Estos camaradas no harán ningún progreso si no se someten a una crítica severa y a una formación rigurosa.
En cuanto a los camaradas que adoptan en el Partido una actitud liberal o burocrática con respecto a las insuficiencias, errores y a otros fenómenos indeseables, tienen, por supuesto, una actitud igualmente errónea. Pienso que esto está muy claro para vosotros, estudiantes del Instituto de marxismo-leninismo. En efecto, en el curso sobre la Edificación del Partido, que habéis estudiado, la necesidad de la autocrítica y de la lucha ideológica en el seno del Partido es explicada claramente y a fondo; podéis consultar con lo dicho allí, yo no me extenderé en ese punto. Sin embargo, lo que pretendo resaltar es que los camaradas del Partido que adoptan esta actitud liberal son todavía bastante numerosos. Con frecuencia, nos falta esta crítica y esta autocrítica, hechas con un sentido real de la responsabilidad, con toda sinceridad y de acuerdo con los principios de organización del Partido, que se dirigen a denunciar, corregir y eliminar las insuficiencias, los errores y los otros fenómenos indeseables; en particular, la crítica desde abajo hacia arriba y la autocrítica faltan todavía con bastante frecuencia y deben ser desarrolladas grandemente. Por el contrario, hay en el Partido, a propósito de tal persona o de tal cuestión, cantidad de críticas irresponsables y contrarias a nuestros principios de organización, lo mismo que murmuraciones y habladurías a espalda de los interesados. Esas son las dos formas de expresión del liberalismo en el Partido. Eso demuestra que ciertos camaradas no son lo bastante maduros políticamente, que les falta valor en la lucha revolucionaria y que la democracia en el interior del Partido no ha alcanzado todavía un desarrollo conveniente. Ciertos camaradas no se atreven a desafiar las conveniencias ni a ofender a la gente, por miedo de incurrir en su animosidad o en sus contra críticas: prefieren dejar subsistir las insuficiencias y los errores; su actitud es la de acomodarse a todo, tener los menores contratiempos posibles y arreglar las cosas por pura fórmula. Y, sin embargo, critican a los demás a sus espaldas. Todo esto hace daño al Partido, en lugar de aprovecharle. Las críticas y los dichos irresponsables pueden provocar en el Partido diferencias sin principios y disensiones, pero no servirán nunca a corregir en él las insuficiencias y los errores. Estamos en favor de una crítica y una autocrítica responsables, provechosas para el Partido y conformes a sus principios de organización.
Puesto que existen insuficiencias y faltas en el Partido, al mismo tiempo que ideas erróneas no proletarias, cada una de las cuales se puede convertir, en ciertos momentos, en una tendencia y dar nacimiento a divergencias de principio y afectar la unidad de acción del Partido, no seremos capaces de educar correctamente al Partido, al proletariado y a las masas, si, en lugar de desarrollar la crítica y la autocrítica, de denunciar y de corregir constantemente las insuficiencias y los errores, de triunfar sobre todas las ideas erróneas y de entablar una lucha en el interior del Partido para allanar allí las divergencias, nosotros adoptamos una actitud conciliadora y una línea “media”, si nos acomodamos en todo y si sólo intentamos salir del asunto como sea.
El liberalismo en la lucha interior del Partido se manifiesta, además, de otra forma. Cuando una controversia estalla en el Partido, numerosos camaradas abandonan su trabajo para pasar días y meses en vanas discusiones, o no conocen limites en esas discusiones, de manera que la unidad del Partido se encuentra relajada, su disciplina debilitada y su prestigio comprometido, y las organizaciones y organismos militantes del Partido se convierten en lugares de chismorreo. Estas cosas se han producido más de una vez en ciertas organizaciones de nuestro Partido. No tienen nada en común con la crítica y la autocrítica que preconizamos. Si recurrimos a la crítica y a la autocrítica, no es para mermar el prestigio del Partido, minar su disciplina y debilitar su dirección, sino para realzar el prestigio del Partido, consolidar su disciplina y reforzar su dirección.
Se equivocan, pues, adoptando una actitud liberal o burocrática con respecto a las insuficiencias, errores y fenómenos indeseables. Debemos desarrollar la crítica y la autocrítica y llevar a cabo correctamente la lucha en el interior del Partido, a fin de combatir todos los fenómenos indeseables y allanar las divergencias. Sólo así podrá consolidarse, desarrollarse y progresar el Partido.
Los camaradas que adopten una actitud exagerada en la lucha dentro del Partido están igualmente en el error.
La actitud extrema es la antítesis exacta del liberalismo. Los que la adoptan lo hacen porque no comprenden que las ideas erróneas en el Partido tienen raíces profundas en la sociedad y no podrían de ninguna manera ser eliminadas de un solo golpe. Muchos camaradas nuestros pueden, en diferentes momentos y en grados diversos, reflejar ideas erróneas que existen en la sociedad y, bajo el influjo de ideas no proletarias, cometer algunos errores en su trabajo; esto no lo puede evitar por completo ningún camarada. Si hay que rehusar el admitir o el tolerar, si hay que rechazar absolutamente o incluso excluir del Partido a todos los camaradas que reflejan, en grados diversos, ideas no proletarias o que han cometido errores pero que no son incorregibles, entonces la tarea de nuestro Partido, que consiste en educar a sus miembros y en consolidar sus organizaciones, quedará vacía de todo objetivo. Si nuestro Partido siguiese esa política exagerada, los camaradas que la adoptan terminarían ellos mismos por ser excluidos. En particular, esos camaradas no comprenden que la realización del comunismo lleva consigo la inmensa y difícil tarea de transformar a todos los hombres en ciudadanos desinteresados de la sociedad comunista, transformar, mediante un largo proceso de formación y de educación en el curso de la lucha misma, a todos los hombres, con todas sus debilidades, en comunistas altamente cultivados. Sise dan cuenta de esto, deben comprender que nuestro Partido tiene la importante y constante tarea de educar y de reformar a los que son ya sus miembros, pero que tienen todavía, en mayor o menor grado, ideas no proletarias.
Naturalmente, educar a estos camaradas y reformar su ideología es una tarea ardua que exige largos y pacientes esfuerzos. Sin embargo, si nos repugna afrontar esta tarea, si retrocedemos ya ante estas dificultades, ¿cómo podemos hablar de transformar el mundo y el género humano? Y puesto que estamos decididos a emprender esta ardua tarea, sin procedente, que es la transformación del mundo y del género humano, sin retroceder ante las dificultades, ¿qué otra tarea en el mundo nos podría asustar? Los miembros del Partido que tienen la concepción comunista del mundo son hombres sin temor, que no retroceden ante ninguna tarea, por difícil y ardua que sea, y ellos comprenden que el desarrollo de las cosas sigue un curso sinuoso. Los camaradas que adoptan una actitud exagerada no comprenden que es necesario recorrer un camino penoso y sinuoso para llegar al comunismo, temen las dificultades, desean seguir un camino derecho, quieren eliminar de un solo golpe todo lo que les contraria y saltar inmediatamente a su universo ideal. Con esta manera de pensar y de actuar, se golpearán con seguridad la cabeza contra el muro. Y frecuentemente, después de haberse roto las narices, se convertirán en pesimistas, se desanimarán, perderán su confianza en el futuro del comunismo. Pasarán así de la extrema “izquierda” a la extrema derecha, desvelando completamente el fondo de su ideología no proletaria. Es lamentable que haya todavía en nuestro Partido tantos camaradas que vienen a caer más o menos en esta actitud exagerada y errónea con respecto a las insuficiencias y a los errores en el Partido, a pesar de que esa actitud es extremadamente dañosa al Partido, a sus camaradas y a ellos mismos.
Si la lucha interior es necesaria, no es que subjetivamente nos agrade luchar o meternos en controversias, sino porque en el curso del desarrollo del Partido y de la lucha del proletariado han surgido divergencias de principio en el Partido. En tales momentos, “no se puede eliminar las contradicciones más que luchando por tales o cuales principios, portales o cuales objetivos de la lucha, por tales o cuales métodos de lucha conducentes al objetivo”[37]. Ningún compromiso sirve de nada. Esto significa que, cuando una controversia recae sobre una cuestión de principio, a la que sólo la lucha puede poner término, debemos, para llegar ahí, llevar a cabo la lucha en el interior del Partido, sin tratar nunca de eludirla; y esto no quiere decir que en todos los asuntos corrientes, en todos los problemas de orden puramente práctico, tengamos que entablar, con rostro severo, una lucha en el interior del Partido y rechazar todo compromiso, de modo que se suscite una tempestad en un vaso de agua. “Se puede y se debe aceptar toda clase de acuerdos con los que, en el interior del Partido, piensan de modo diferente en cuanto a los problemas de política corriente, en cuanto a los problemas de orden puramente práctico.”[38]
Cuando aparezcan ideas oportunistas y divergencias de principios en el Partido, debemos, por supuesto, luchar contra esas ideas y esos errores de principio para triunfar sobre ellos. Esto no significa de ninguna manera que, cuando no existan divergencias de principio e ideas oportunistas, debamos todavía intentar agrandar las divergencias de opinión entre los camaradas respecto a los problemas de orden puramente práctico, hasta el punto de hacer de ellos “divergencias de principio”.
El camarada Mao Tse-tung dijo:
“...el partido debe llevar a cabo, por un lado, una seria lucha contra las ideas erróneas y, por otro, dar a los camaradas que han cometido errores plena oportunidad para que adquieran conciencia. En estas circunstancias, una lucha excesiva es obviamente inadecuada.”[39]
Es necesario dirigir críticas severas o incluso infligir sanciones de acuerdo con los estatutos a los camaradas que, habiendo cometido errores de principio o habiendo manifestado ideas oportunistas, se hacen sordos a la persuasión y a las críticas, persisten en sus errores, se atrincheran en una obstinación irreductible, saltan contra la política del Partido o mantienen una actitud llena de duplicidad. Pero si estos camaradas no persisten en sus errores, si están dispuestos, después de una discusión, de tentativas de persuasión y de críticas en una atmósfera de calma, a corregir sus errores, a renunciar a sus puntos de vista anteriores, o bien si reflexionan con calma en sus errores y los discuten sin pasión con otros camaradas, nosotros debemos alegrarnos del menor progreso que hayan hecho y no infligirles sanciones sin discernimiento. Al preconizar la crítica y la lucha en el interior del Partido, no queremos decir que cuanto más severos sean nuestros rostros y cuanto más castiguemos a nuestros camaradas, tanto mejor resultará; nuestro objetivo más elevado es el de llegar verdaderamente a educar a los camaradas que han cometido errores, ayudarlos a corregirse de ellos, educar a todos los miembros y reforzar el Partido.
La actitud de los oportunistas “de izquierda” con respecto a la lucha en el interior del Partido era manifiestamente errónea. Según esa gente, que se diría que están dementes, toda paz en el interior del Partido sería algo condenable, incluso la que resultase del acuerdo unánime en los principios y en la línea política. A falta de divergencias de principio en el Partido, ellos se dedican deliberadamente a “la caza” de blancos, calificando de “oportunistas” a ciertos camaradas y tomándolos por “maniquíes de paja” en su lucha en el interior del Partido. Veían en estas luchas erróneas, en estos tiros contra “maniquíes de paja” las fórmulas mágicas para desarrollar al Partido y para conseguir la victoria en la lucha revolucionaria del proletariado. Creían que el único medio para merecer el calificativo de “bolchevique” era el de “levantar tempestades en un mar tranquilo” y provocar intencionadamente la lucha en el interior del Partido. Con toda seguridad, no es esa la forma de llevar a cabo esa lucha de modo serio, eso es burlarse del Partido y transformar en un juego esta lucha que tiene un carácter extremadamente serio. Los que preconizan este modo de actuar no son “bolcheviques”, sino elementos cuasi incorregibles o arribistas que usurpan el nombre de “bolchevique”.
Lo que se acaba de decir se refiere a la actitud que debemos adoptar con respecto a las insuficiencias, errores y otros fenómenos indeseables en el Partido. Mediante la lucha contra las tinieblas en el interior y en el exterior del Partido es como transformamos al mundo y al género humano, lo mismo que a nuestro Partido y a nosotros mismos. La lucha interna es el reflejo en el seno del Partido de las contradicciones que existen en la sociedad entre las clases y entre lo antiguo y lo nuevo. En el curso de la lucha de clases en el exterior del Partido -de la lucha revolucionaria de las masas- el Partido se acostumbra a la pelea, se desarrolla y se refuerza y, al mismo tiempo, mediante la lucha en el interior del Partido, realiza su consolidación y su unidad, que le permiten asegurarse una dirección más sistemática, más adecuada y más enérgica en la lucha revolucionaria de las masas. Por esa razón adoptar una actitud liberal con respecto a las insuficiencias, errores y otros fenómenos indeseables que existen en el Partido, tratar de ignorar las divergencias de principio, disimular las contradicciones en el seno del Partido, eludir la lucha en el interior del Partido y arreglar las cosas sólo en cuanto a la forma y como por compromiso, sería algo enteramente erróneo, provechoso para el enemigo, contrario a las leyes del desarrollo de la lucha de clases e incompatible con nuestro punto de vista fundamental: transformar el mundo y el género humano mediante la lucha. Es igualmente erróneo separar la lucha en el interior del Partido de la lucha de clases en el exterior del Partido o del movimiento revolucionario de masas y transformar la lucha en el interior del Partido en vanas habladurías. Pues el Partido no podría aguerrirse en modo alguno ni desarrollarse ni reforzarse, si estuviera cortado de la lucha revolucionaria de las masas. Sin embargo, sería igualmente erróneo y contrario a las leyes del desarrollo del Partido el que pasáramos de un extremo a otro y que adoptáramos una actitud exagerado con respecto a todos los camaradas que presentan insuficiencias y que cometen errores, pero que no son incorregibles, o que no hagamos distinción alguna entre ellos y los enemigos, llevando a cabo de una manera mecánica y exagerada la lucha en el interior del Partido o incluso suscitándola de un modo deliberado. No debemos romper con los camaradas que han cometido errores, pero que son leales; debemos, al mismo tiempo que les testimoniamos afecto y simpatía, persuadirlos, educarlos, ayudarlos a fortalecerse y a transformarse a sí mismos en la lucha. Si no persisten en sus errores, si no son incorregibles, no debemos castigarlos o excluirlos del Partido.
Aunque existan todavía ciertas, insuficiencia y errores, ciertos fenómenos indeseables, aislados y parciales, en nuestro Partido, tenernos la firme convicción de que podremos eliminarlos y que los eliminaremos de hecho en el curso del desarrollo del movimiento obrero y en la gran lucha revolucionaria de las masas. La historia de la lucha emprendida por el Partido Comunista chino desde hace casi veinte años, los grandes progresos que ha realizado y la historia del desarrollo del movimiento obrero en los diferentes países del mundo son a este respecto absolutamente convincentes.
La lucha en el interior del Partido es un componente esencial, indispensable de la lucha revolucionaria en su conjunto. Por eso nuestros camaradas deben aguerrirse y educarse tanto en la lucha en el exterior del Partido como en la lucha en dos frentes en el seno del Partido. Sin embargo, buen número de nuestros camaradas no comprenden todavía perfectamente esta lucha interior y carecen de la formación y de la educación de sí mismos necesarias para eso. Se manifiesta no sólo en las luchas incesantes y sin principios entabladas por algunos camaradas del Partido, sino también por el hecho de que algunos de nuestros camaradas, incluso los que tienen un largo pasado de lucha militante, no soportan ser criticados o ser juzgados desfavorablemente. En el combate librado contra la contrarrevolución, no han vacilado nunca, no se han quejado nunca, no se han desanimado nunca, por muy cruel y ardua que fuese la lucha, por muy severos que fuesen los golpes que tuvieron que soportar. Pero en la lucha en el interior del Partido, estos camaradas no pueden soportar la menor crítica, el menor ataque, la menor injusticia, ni siquiera una palabra desagradable. O bien sospechan que los demás hacen alusiones malévolas con respecto a ellos, se quejan por esa razón y se deprimen por completo. Este es un hecho que debe retener nuestra atención.
Hay que decir que se trata en esos casos, por lo general, de camaradas muy buenos, que han combatido resueltamente la contrarrevolución y que consideran al Partido como una madre llena de efecto. Cuando vuelven a los brazos de su tierna madre, después de duros combates, esperan encontrar no ataques e injusticias, sino el aliento, los consuelos y el afecto que merecen. Tales esperanzas son por completa naturales. Sin embargo, hay algo que no tienen en cuenta, al menos plenamente, y es que existen todavía en el Partido insuficiencias, errores y luchas internas, y todo camarada debe pasar por estas luchas. Si el Partido critica y combate las insuficiencias y los errores, no es en modo alguno porque el Partido sea despiadado, sino porque no puede dejar de hacerlo en el curso de su lucha revolucionaria. Es indispensable que en la lucha en el interior del Partido cada uno reciba críticas bien fundadas: esto es provechoso para él mismo, para los demás camaradas y para todo el Partido. Por otra parte, es inevitable que ciertos camaradas reciban, en determinados momentos y en determinados asuntos, críticas mal fundadas, que soporten ataques, e incluso vejaciones e injusticias. Por no tener todo esto en cuenta, los camaradas de los que hemos hablado caen de las nubes, cuando les ocurren tales cosas inesperadamente y se sienten muy desgraciados y abatidos por ello.
A este respecto, pienso que nuestros camaradas deben, por una parte, velar por la unión con los otros camaradas, tratarlos con franqueza y sinceridad, procurar no herirlos con observaciones hechas a la ligera o con dichos sarcásticos y mordaces, y, sobre todo, no criticarlos de modo irresponsable a sus espaldas. Con respecto a los errores del camarada que sea, la actitud que conviene adoptar es la de darle consejos con sinceridad y criticarlo en su presencia, con un espíritu preventivo y servicial. Todos debemos estar atentos a eso, y en particular los camaradas que tienen una cierta responsabilidad.
Por otra parte, pienso que nuestros camaradas deben siempre estar preparados moralmente para la lucha en el interior del Partido, deben aceptar sinceramente todas las críticas bien fundadas y deben tener, al mismo tiempo, el coraje de soportar los malentendidos, los ataques, e incluso las vejaciones y las injusticias; sobre todo, no deben encolerizarse por las críticas irresponsables, injustificadas, por falsos ruidos. Aparte de la crítica practicada correctamente entre camaradas por el camino de la organización del Partido, se puede, si es necesario, dar una explicación completa o proporcionar algunas explicaciones en respuesta a los menosprecios o a las críticas irresponsables; pero si estas explicaciones permanecen sin efecto, no queda otra solución que dejar que hable la gente, desde el momento en que se tiene una ideología correcta y un comportamiento sin reproche. Recordemos estos dos dichos chinos. “¿Sobre qué cosa no se hacen habladurías a su espalda y quién no cae en habladurías sobre los demás?” “¡Qué importa la tempestad! ¡Siéntate tranquilamente en tu barca de pesca!” Nadie en este mundo puede evitar enteramente el ser mal comprendido; tarde o temprano, se disiparán los malentendidos. Debemos ser capaces de soportar un malentendido sin comprometemos nunca en luchas sin principios. Al mismo tiempo, debemos mantenemos constantemente alerta y vigilar nuestros pensamientos y nuestro comportamiento.
Dicho de otra manera: si hay que evitar el herir a los camaradas con observaciones descorteses, hay que ser capaces, por su parte, de soportar los dichos ofensivos de los demás.
Nos oponemos absolutamente a las controversias sin principios en el Partido. Puesto que son sin principios, son inútiles y perjudiciales al Partido, y no es posible, en general, distinguir en ellas lo correcto y lo falso, lo bueno y lo malo. No intentemos, pues, descubrir en una lucha sin principios quién se equivoca y quién tiene razón, quién es el bueno y quién es el malo; esto es un asunto que no se podría aclarar. Lo que podemos hacer es oponemos absolutamente a este género de lucha y pedir a los camaradas que se han comprometido en ella que la dejen incondicionalmente y que vuelvan a las cuestiones de principio. Esa es la regla que debemos observar con respecto a las controversias y a las luchas sin principios. Pero, ¿qué haremos si surgen estas controversias, si un gran número de ellas se encuentran implicadas con ciertas luchas de principio? ¿O qué haremos si estas controversias vienen a nuestro encuentro y nos encontramos mezclados en ellas? También en este caso, todo lo que podemos hacer es poner el acento en cuestiones de principio, evitando ponerlo en cuestiones que no comprometen principio alguno. Como lo exige la línea de conducta definida más arriba, debemos tratar estas controversias sin principios con el rigor necesario, sin dejarnos arrastrar a ellas y permanecer siempre firmes en nuestra posición de principio. Cuando alguien sea injusto con vosotros, no respondáis haciéndole injusticia. Estad siempre del lado de lo que es justo y oponeos a la injusticia que os hacen. No es fácil a ciertos camaradas comportarse de este modo, lo que demuestra que hay que vigilar particularmente en la formación y en la educación de uno mismo.
Al emprender la educación ideológica, los comunistas tienen por objetivo el aguerrirse, a fin de convertirse en miembros y en cuadros modelos del Partido, fieles y puros, siempre en continuo progreso. Este objetivo nos impone los deberes siguientes:
1. Adquirir la concepción comunista del mundo y la firme posición del Partido y del proletariado mediante el estudio del marxismo-leninismo y mediante la participación en la lucha revolucionaria.
2. Examinar nuestro pensamiento y nuestro comportamiento, corregir todas nuestras ideas erróneas y, al mismo tiempo, juzgar las cuestiones y los camaradas bajo el ángulo de la concepción comunista del mundo y bajo el ángulo de la firme posición del Partido y del proletariado.
3. Adoptar constantemente una actitud correcta y métodos apropiados en la lucha contra las ideas erróneas en el Partido, especialmente contra aquellas ideas que afectan la lucha revolucionaria de los momentos actuales.
4. Dominarse rigurosamente en sus pensamientos, en sus palabras y en sus acciones, sobre todo cuando ellos revisten un carácter político y se refieren a la lucha revolucionaria presente, tomando una posición firme y adhiriéndose a los principios correctos. Además, es bueno el ser escrupuloso para consigo mismo hasta en las “menudencias” (vida privada, comportamiento, etc.). Pero con los otros camaradas, salvo en las cuestiones de principio y en las cuestiones políticas importantes, no hay que mostrarse demasiado exigente ni molestarles por “menudencias”.
Así es como, a mi modo de ver, hay que entender esencialmente la educación ideológica de los comunistas mediante sus propios esfuerzos.
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[36] Citado en J. Stalin: Obras, t. IX. Véanse: Archivos de Marx y Engels, t. I. (Nota del autor.)
[37 ]J. Stalin: “Una vez más a propósito de la desviación socialdemócrata en nuestro Partido” (Nota del autor.)
[38] Ibíd. (Nota del autor.)
[39] Mao Tse-tung: “Sobre la contradicción”, Obras escogidas, t. l. página 368, Madrid, Fundamentos.