Escrito: 1913.
Publicado por vez primera: La Protesta, año
III, No 21, Lima, Mayo de 1913.
Versión digital:
Partido Comunista Peruano, 2006.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de
2010. El título con el que aparece aquí es nuestro.
La aurora de este día con sus resplandores fortalecientes,
nos saluda cariñosamente y besa con sus labios de fuego nuestras frentes
erguidas ante el común enemigo, como un reto de desafío a los prepotentes que
ultrajan nuestros derechos y escarnecen la dignidad humana.
Cuando los obreros de Estados Unidos, el 1º de mayo de 1886, se lanzaron a la
huelga nada menos de ocho horas, no fueron a festejar días de paz y de
fraternidad con sus explotadores, sino a luchar varonilmente afirmando como
clase desheredada el derecho a una mejor vida y enfrentando a los favorecidos
por el oro y el poder su pujante fuerza dispuesta a implantar la resolución
aprobada por el congreso de la Federación de trabajadores en 1884.
Consecuencia de esta lucha fue que el 14 de mayo, mientras la política cargaba contra una indefensa multitud de huelguistas, estallara una bomba en las filas de los legales asesinos de casaca. ¿Se trató de buscar el autor de este hecho premeditado por capitalistas y autoridades, y ejecutado por una mano mercenaria? No- Estaba demás y era peligrosa toda investigación. Se quería sofocar el despertar proletario, y la autoridad se concentró a apresar a los que por su valentía, inteligencia y entusiasmo en la lucha se habían distinguido entre sus compañeros. La rabia patronal se ensañó contra ocho obreros que, por su verbo candente de luz y de verdad, habían sido el alma del colosal movimiento de reivindicación. Spies, Fischer, Engel, Parsons y Lingg fueron condenados a muerte y el 11 de noviembre de 1887 los cuatro primeros subían al patíbulo, siempre altivos, desafiantes y temibles hasta el ultimo momento de sus heroicas vidas. Lingg se suicidó en la prisión mordiendo un cartucho de dinamita. Fue rebelde al extremo, pues no permitió que sus verdugos saciaran sus cobardes venganzas, Viéndolo pender de la horca Schwab, Neebe y Fieldens fueron condenados a prisión perpetua.
Que los detenidos eran inocentes lo demostraron los trámites del proceso; lo dijo la prensa obrera del mundo entero; lo confirmó más tarde la investigación y revisión del proceso abierta por un gobernador integérrimo que puso en libertad a los que vivían en prisión, publicando además una memoria donde se probaba con miles de detalles y de pruebas que los ahorcados eran inocentes del delito que se les imputó por los que creyeron matar al anarquismo suprimiendo a sus pregoneros.
Todo este cúmulo de intrigas, componendas y soborno con que se fraguó este asesinato jurídico, tamaño crimen perpetrado por jueces venales, que procesaron y condenaron las ideas de los acusados, inspirados por el temor y el miedo, los discursos solemnes de los presos y la valentía y serenidad con que se subieron al patíbulo, produjeron una gran conmoción en el mundo obreros, y el 1 de mayo tomo cuerpo en el espíritu de las masas como fecha de lucha y rebeldía.
Desde entonces, cada mayo significa el comienzo de una nueva jornada hacia la sociedad ideal que forjaran las mentes robustas de los mártires por su amor infinito a la universal familia del dolor. Las horcas de Chicago son lumbreras que nos guían en el laberinto social y nos instan a seguir nuestra peregrinación de rebeldes voceros del rojo evangelio de la humana redención.
¡Mayo! Encarnación del entusiasmo y del coraje de la indómita e inmensa columna del trabajo, anhelante de renovar este armatoste social cimentado sobre la mentira y la ignorancia elevadas a virtudes y la explotación y la tiranía endiosadas como derecho indiscutible e inolvidable.
¡Mayo! Reconcentración de fuerza y revista de la falange proletaria que afirma el mismo derecho a la equidad económica social para todos los seres humanos.
¡Trabajadores! Afirmemos en este día nuestro pacto de solidaridad internacional, sin importarnos los límites de una patria que nos aniquila lentamente, y de un Estado que sienta sobre nuestras espaldas el peso de su brutal y represiva mano.
¡Adelante la columna de trabajo! Que no se detenga la marcha arrolladora de los que piensan y sienten el calor vivificante del ácrata ideal. El progreso está con nosotros. El porvenir nos pertenece. Somos los más, y el triunfo es de los fuertes y los rebeldes que no transigen con el Mal.
Escuche en este día, la casta parasitaria de curas, militares, patrones y gobernantes, el chirrido de cadenas que se rompen, el anatema del esclavo, la imprecación del luchador y el crujir de esta vieja sociedad que se derrumba.
¡Salve, Oh Mayo! ¡Salud proletarios de la Tierra!
La Protesta une su voz de lucha y rebelión al himno universal que hoy entornan los Gladiadores libertarios que apresuran la Revolución Social.”
Amador Gómez