Escrito: Por M. Uliánova.
Publicado por primera vez: Prologo para la
recopilación Cartas a los familiares, ediciones de 1931 y 1934.
Fuente de esta edicion: V. I. Lenin, Obras
Completas, Tomo 41, Editorial Akal.
Html: Rodrigo Cisterna, 2014
Las cartas de esta recopilación fueron dirigidas por V. I. Lenin principalmente a su madre María Alexándrovna[1] , ya mí[2] , y abarcan de 1894 a 1917[3] , es decir, comienzan desde los primeros años de la actividad revolucionaria de Vladímir Ilich, y continúan hasta su regreso a Rusia, después de la revolución de febrero. Durante este período-casi un cuarto de siglo-- nació y se forjó nuestro partido. Durante este notable período de veinticinco años, Vladímir Ilich estuvo al frente del partido, lo dirigió y lo formó. Toda su vida fue de lucha revolucionaria y su vida personal fue parte de esa lucha, parte de su labor para la causa del proletariado.
Tenemos una edición completa de sus obras y una literatura bastante amplia sobre el leninismo (obras de investigación científica y escritos populares), pero a Lenin, el hombre, con su brillante y multifacética personalidad, se lo ha descrito poco, o casi no se lo ha descrito.
Las cartas que aquí ofrecemos a los lectores llenan, hasta cierto punto ese vacío. Permiten que el lector se forme hasta cierto punto un cuadro de la vida de Vladímir Ilich, de sus costumbres, inclinaciones, su actitud hacia la gente, etc. Decimos aquí "hasta cierto punto", principalmente porque la recopilación de las cartas a sus familiares en este período dista mucho de ser completa. Durante los frecuentes traslados de una ciudad a otra, y en los numerosos allanamientos y arrestos que sufrieron, primero uno, y luego otros miembros de nuestra familia, muchas de las cartas cayeron en manos de la policía y no se recuperaron[4], o se perdieron por otras causas. Con frecuencia las cartas se extraviaban en el correo, en particular durante la guerra imperialista. Esto explica que se repita la misma pregunta en una cantidad de cartas consecutivas. Por otro lado, estas cartas llevan el sello de las condiciones policíacas de la época zarista. Es cierto que toda nuestra correspondencia oficial (todas las comunicaciones sobre acontecimientos revolucionarios, la vida partidaria, etc.) se hacía en forma secreta, con tinta simpática, por lo general en libros y revistas, que enviábamos a direcciones., "limpias" [5]. Nuestra vida personal estaba tan estrechamente vinculada con la labor revolucionaria, que nuestra correspondencia personal, legal, también sufría mucho, sin duda alguna, y la limitábamos, a causa de las condiciones policíacas. Y no sin razón Vladímir Ilich me escribió en una de sus cartas, cuando yo estaba desterrada en Vólogda: "es muy difícil, en nuestra situación (en la tuya y en la mía, especialmente), mantener correspondencia como uno quisiera..." [6]
Esto se aplicaba no sólo a mí, sino también a toda nuestra familia, pues nos unían a Vladímir Ilich, no sólo vínculos de sangre, sino también sus opiniones y convicciones. Toda la familia (incluido el marido de Ana Ilínichna, M. T. Elizárov) era entonces socialdemócrata, apoyaba al ala revolucionaria del partido; en mayor o menor grado participaba en la actividad revolucionaria y se interesaba profundamente por la vida del partido, se alegraba de sus éxitos y sufría con sus fracasos. Hasta nuestra madre, nacida en 1835, y que tenía más de 60 años a fines del siglo, cuando los allanamientos y arrestos se hicieron especialmente frecuentes, mostró plena simpatía por nuestra actividad revolucionaria.
Toda la correspondencia legal de los revolucionarios era violada por la policía y se hacía necesario recurrir a alusiones, designaciones convencionales, etc., a fin de referirse de alguna manera a los problemas que nos interesaban, confirmar que había sido recibida alguna carta ilegal, informarse sobre los conocidos y así sucesivamente.
El lector notará que las cartas enviadas por Vladímir Ilich a su madre, hermanas o hermano, apenas contienen nombres y apellidos, pues el uso de nombres podía traer inconvenientes a quienes fueran mencionados. Está claro que no teníamos el menor deseo de hacer algo que pudiera, en el mejor de los casos, traer disgustos a alguien. Los nombres y apellidos que, rara vez aparecen en las cartas de Vladímir Ilich, son los de camaradas y amigos cuya vinculación con nosotros era, de cualquier modo, conocida por la policía por diferentes circunstancias (destierro juntos por el mismo juicio, haber estudiado en el mismo establecimiento de enseñanza, etc.), o tenía que ver con asuntos puramente comerciales (nombres de editores, libreros, etc.). Para evitar la mención del nombre y apellido de alguien que vivía en condiciones más o menos legales, a quien Vladímir Ilich quería que nosotros le trasmitiéramos algo, a quien quería enviar saludos, etc., recurría con frecuencia en sus cartas a apodos o explicaciones vinculadas con hechos o sucesos conocidos por nosotros. Vladímir Ilich llamaba, por ejemplo, "Historiador" (por sus trabajos sobre historia) a I. I. Skvorstsov-Stepánov; en una época mantuvo con él-por intermedio mío y de mi hermana-- animada correspondencia . [7]
En un saludo que envió a V. V. Vorovski, desterrado en Vólodga en la misma época que yo, Vladímir Ilich escribió: " saludos a los amigos polacos, y espero que te ayuden en todas las formas posibles"[8]. El "viajero chino" es A. P. Skliarenko, que entonces trabajaba en el ferrocarril de Manchuria; "el señor con quien anduvimos en bote el año pasado"[9] era V. A. Levitski, etcétera.
Al envío de publicaciones ilegales, correspondencia secreta, libros que contenían cartas escritas con tinta simpática, etc., había que referirse en sentido figurado. A fines de diciembre de 1900, para que se lo llevara a Vladímir Ilich, entregué a G. B. Krasin, que viajaba al extranjero el Manifiesto del partido de los socialistas revolucionarios y por razones conspirativas, lo oculté en un álbum de fotografías. Ese paquete alegró mucho a Vladímir Ilich, quien escribió en su carta del 16 de enero de 1901: ".. .y muchas gracias a Maniasha por los libros que envió, y especialmente por las fotografías desacostumbradamente hermosas e interesantes de nuestro primo de Viena; me agradaría mucho recibir con mayor frecuencia regalos como estos". [10]
Iskra y otras publicaciones ilegales eran enviadas a Rusia en sobres, a direcciones "limpias", legales. También usábamos estas direcciones para recibir literatura. A veces, las cartas legales contenían información sobre esos paquetes a fin de que pudiéramos pedirlos oportunamente a los destinatarios.' Al parecer, las siguientes palabras de Vladímir Ilich (carta del 14.XII. 1910) contienen información de este tipo: "recuerdo que el nueve te envié las cosas que te interesaban". "Tu larga carta alegró mucho a Volodia", escribe Nadiezhda Konstantínovna en su carta del 8.II. 1916. "Espero que escribas de nuevo"[11]. Como nuestras cartas legales nunca eran demasiado largas, y como durante la guerra imperialista, época en que fue escrita dicha carta, nos escribíamos principalmente tarjetas postales y además certificadas, y como muchas cartas se perdían, las palabras citadas al parecer se refieren a una carta ilegal oculta en un libro.
En 1900, cuando Vladímir Ilich vivió por primera vez en el extranjero y aún no sabía si su estadía sería más o menos permanente, por razones conspirativas no nos dio su dirección personal, y cuando vivió en Suiza o en Munich le escribíamos a París o a Praga. Así, en su carta del 2. III. 1901 nos envía su nueva dirección y agrega: "me mudé junto con el dueño del apartamento"[12]. Franz Modrácek, a cuya dirección enviábamos nuestras cartas, se había mudado realmente en esa época a un nuevo apartamento, pero Vladímir Ilich seguía viviendo en el viejo, en Munich.
Una gran puntualidad y minuciosidad caracterizaban a Vladímir Ilich, así como una estricta economía en los gastos, sobre todo cuando se trataba de sus propias necesidades. Probablemente Vladímir Ilich heredó estas cualidades de nuestra madre, a quien se parecía en muchos rasgos. Nuestra madre-por línea materna- era de origen alemán, y estas cualidades estaban profundamente arraigadas en su carácter.
Su carta del 5 de octubre de 1895[13] evidencia hasta qué grado Vladímir Ilich era cuidadoso con el dinero y mesurado en sus gastos personales.
"Por primera vez en San Petersburgo llevo ahora un libro de entradas y salidas para ver cuánto gasto en verdad. Resulta que en un mes, desde el 28/VIII al 27/IX, gasté en total 54 rublos 30 kopeks, sin contar el equipaje (cerca de 10 rublos), y los gastos por un asunto judicial (también unos 10 rublos), que puede ser que tenga que afrontar. Es cierto que una parte de estos 54 14rublos se gastó en cosas que no tendrán que comprarse todos los meses (calzado, ropa, libros, un abaco, etc.); pero aun descontando esto (16 rublos), el desembolso sigue siendo excesivo: 38 rublos por mes. Por lo visto no he vivido con prudencia: en un viaje en coche de caballo, por ejemplo, gasté un rublo 36 kopeks. Cuando me adapte al lugar es posible que gaste menos". [14]
Y realmente economizaba, especialmente cuando no ganaba nada y tenía que recurrir al "auxilio" como él llamaba a la ayuda económica que le prestaba su madre. Economizaba hasta tal punto, que ni siquiera se suscribió a Rússkie Viédomosti [15] en 1893, cuando vivía en Petersburgo; leía el periódico en la biblioteca pública "(con dos semanas de atraso)". "Es posible que me suscriba cuando consiga un empleo"[16], me escribió.
Vladímir Ilich conservó este rasgo toda su vida, que se manifestó no sólo en Rusia, cuando no ganaba nada, o cuando, en el extranjero, no podía encontrar quién editara sus trabajos literarios (basta recordar que El problema agrario estuvo encarpetado 10 largos años y vio la luz sólo en 1917) y por eso estaba en una situación crítica (ver, por ejemplo, su carta al camarada Shliápnikov de setiembre de 1916[17], sino también cuando tenía aseguradas sus necesidades materiales, es decir, después de la revolución de 1917.
No obstante, había algo en que a Vladímir Ilich le era difícil economizar: los libros. Los necesitaba para su trabajo, para estar al corriente de la política rusa y extranjera, de los problemas económicos, etc.
"Lo que me horroriza-escribe en una carta a su madre del 29.VIII. 1895 desde Berlín-es ver que de nuevo estoy en ' dificultades' financieras: la 'tentación', de comprar libros, etc., es tan grande, que el dinero va a parar el diablo sabe adonde." [18] Pero incluso en este aspecto trataba de imponerse restricciones, y principalmente iba a trabajar a las bibliotecas, en especial porque éstas le ofrecían una atmósfera de trabajo más tranquila cuando estaba en el extranjero. No había el alboroto y las interminables y cansadoras charlas tan típicas de los emigrados, aburridos por un ambiente desacostumbrado y extraño, y que gustaban distraerse en la conversación.
Vladímir Ilich no utilizaba las bibliotecas sólo cuando vivía en el extranjero, sino también en Rusia. En una carta a su madre desde Petersburgo le escribió que estaba satisfecho con su nueva habitación, que "no está lejos del centro (sólo a unos 15 minutos de marcha de la biblioteca)" [19]. De paso por Moscú, camino del destierro, aprovechó incluso los pocos días que estuvo en la ciudad para trabajar en la biblioteca del Museo Rumiántsev. Mientras vivió en Krasnoiarsk y tenía que esperar que se iniciara la temporada de navegación para continuar su viaje al distrito de Minusinsk, trabajó en la biblioteca ludin, y debía caminar cerca de 5 verstas cada día.
Durante el período de deportación, cuando no había posibilidad de utilizar una biblioteca, Vladímir Ilich trató de compensar esto con los libros de las bibliotecas, que nos pedía que le enviáramos por correo. Se hicieron algunos intentos de este tipo, pero se perdía demasiado tiempo (cerca de un mes entre ida y vuelta), y las bibliotecas entregaban los libros por un plazo restringido.
Años más tarde, Vladímir Ilich recurrió otra vez a este método, como se ve por una carta escrita a su hermana Ania, el 11.11.1914[20]: "En lo que respecta a la recopilación de datos estadísticos sobre casos criminales de 1905-1908, te pediría que no la compres (no vale la pena, porque es cara), sino que la pidas en una biblioteca (la del Colegio de Abogados o la de la Duma del Estado) y que me la envíes por un mes".
Cuando Vladímir Ilich vivía en el extranjero también utilizaba constantemente las bibliotecas. En Berlín trabajaba en la Biblioteca Imperial. En Ginebra tenía su "club" predilecto (la "Societé de Lecture"), en el cual tuvo que inscribirse y pagar una cuota, muy pequeña por cierto, para trabajar en la biblioteca del "club". En París, aunque se quejaba de que estaba "mal organizada", trabajó en la Biblioteca Nacional, y en Londres en la del Museo Británico. Sólo cuando vivía en Munich se quejaba de que "no hay bibliotecas aquí", y en Cracovia las utilizó poco. En la carta que me envió el 22.IV. 1914 escribió: "aquí [en Cracovia. M. U.] ... la biblioteca es mala y superincómoda, pero raramente voy allí..." Su trabajo en el periódico (en Pravda), las incontables vinculaciones con los camaradas que llegaban en número mucho mayor a Cracovia que a Francia o a Suiza, la dirección de la actividad del grupo socialdemócrata de la Duma del Estado, las conferencias y reuniones de partido, etc., le exigían tantas energías que le quedaba poco tiempo para los estudios científicos. Pero aun entonces "más de una vez recordábamos Ginebra-escribió Vladímir Ilich-, donde el trabajo marchaba mejor; la biblioteca era más cómoda y la vida menos nerviosa y embrollada". [21]
Después de su arresto en Galitzia, al comienzo de la guerra imperialista, Vladímir Ilich fue de nuevo a Suiza, y escribió: "Hay buenas bibliotecas y me he organizado bastante bien en lo que se refiere a la utilización de los libros. Incluso es agradable leer un poco, después de mi trabajo periodístico diario"[22]. Luego se trasladó con Nadiezhda Konstantínovna de Berna a Zurich, para -entre otras cosas-"trabajar en las bibliotecas de este lugar" (aunque continuó, de todos modos, su intensa labor política partidaria, como lo demuestra con claridad su correspondencia de ese período con los camaradas Karpinski y Rávich, que acaba de aparecer en Léninski Sbórnik, XI, y que se refiere a ese período)[23], las cuales-según sus palabras-eran "mucho mejores que las de Berna". Pero si bien en el extranjero tenía la posibilidad de leer libros y hojear periódicos y revistas extranjeros (para lo cual visitaba las bibliotecas), sentía agudamente la falta de libros rusos. "... aquí puedo conseguir fácilmente libros alemanes', no faltan. Pero faltan libros rusos.", escribió en una carta del 2.IV. 1902 [24]. "Veo muy pocos libros nuevos", escribió el 6 de abril de 1900. No hay duda de que el trabajo de Vladímir Ilich se veía muy obstaculizado porque frecuentemente no tenía a mano el libro necesario cuando vivía en el extranjero. Por esta razón, las cartas a sus familiares contenían con frecuencia pedidos de que se le 17enviaran ciertos libros (de estadística, libros sobre el problema agrario, sobre filosofía, etc.) que necesitaba para su trabajo, así como nuevas publicaciones, revistas y obras literarias. Y una vez más, es posible juzgar, hasta cierto punto, en qué ramas del conocimiento se interesaba y qué publicaciones necesitaba en un período dado, y para cuáles de sus trabajos las utilizó.
Entre estas publicaciones presta considerable atención a diversas recopilaciones estadísticas.
Por sus trabajos, así como por los borradores, notas y cálculos que precedían a esos trabajos podemos ver claramente la gran importancia que Vladímir Ilich asignaba a la estadística, a los "hechos exactos, hechos indiscutibles". En este aspecto es característico su trabajo inconcluso, y aún inédito, Estadística y sociología [25], que firma P. Piriuchev (nuevo seudónimo que Vladímir Ilich adoptó para facilitar la edición de ese trabajo), que está dedicado al problema del "significado y papel de los movimientos nacionales, la relación entre los movimientos nacionales e internacionales". [26]
"En el ámbito de los fenómenos sociales, el método más difundido y más falaz consiste en desprender hechos secundarios aislados y hacer malabarismos con ejemplos. Escoger ejemplos casuales no presenta ninguna dificultad, pero eso no tiene valor o tiene un valor puramente negativo, pues en cada caso aislado todo depende de la situación histórica concreta. Los hechos, si los tomamos en su totalidad, en su interconexión, no sólo son obstinados, sino absolutamente demostrativos. En cambio, los hechos secundarios, fuera de su totalidad, fuera de su interconexión, si se los selecciona arbitrariamente y separa del contexto, son simplemente cosas para malabarismos, o algo peor. [... ] debemos procurar establecer una base segura de hechos exactos e indiscutibles que puedan ser comparados con cualesquiera de las argumentaciones 'generales' o 'basadas en ejemplos', de las que ahora tan groseramente se abusa en ciertos países. Y para que sea una base verdadera, debemos tomar no hechos aislados, sino el total de los hechos, sin una sola excepción, que se refieren al problema en discusión. De otra manera inevitablemente nacerá la sospecha, muy legítima, de que los hechos fueron escogidos o recopilados arbitrariamente^ que, en lugar de presentar los fenómenos históricos en su interconexión e interdependencia objetivas, y tratarlos en su conjunto, presentamos una mezcla 'subjetiva' para justificar lo que podría ser un asunto sucio. Esto ocurre... y con más frecuencia de lo que se cree". [27]
En 1902 Vladímir Ilich pidió que, de los libros que tenía en Siberia, se le mandaran al extranjero "todos los que se refieren a estadísticas" [28] , pues (según dice en su carta del 2.IV. 1902) " comienzo a extrañar estas cosas". Más tarde, para recibir materiales estadísticos de diferentes ciudades, y en forma más regular, Vladímir Ilich escribió una solicitud[29] especial a los estadígrafos que participaban en el Congreso de médicos y naturalistas (en ese Congreso había una subsección de estadígrafos) que se había realizado en Moscú en el invierno de 1909. Varios de los estados provinciales respondieron a su pedido, y en su carta del .1.1910, Vladímir Ilich escribió: "De Riazán también me llegó una carta sobre estadística; es magnífico el hecho de que, probablemente tendré ayuda de mucha gente [30]
En 1908, cuando Vladímir Ilich trabajaba en su libro Materialismo y empiriocriticismo, encargó un libro del profesor Chelpánov sobre Avenarius y su escuela, el libro Filosofía inmanente, y otros. Acerca de su trabajo, me escribió: "He trabajado mucho acerca de los machistas, y creo haber desentrañado toda su indecible trivialidad (y también la del 'empiriomonismo')" . [31] Cuando Vladímir Ilich pregunta si se ha recibido el manuscrito sobre la última forma del capitalismo (El imperialismo, etapa superior del capitalismo) , [32] escribe: "Considero que este trabajo sobre economía tiene una importancia particularmente grande y quisiera verlo impreso completo lo antes posible" (su carta del 22.X. 1916) [33]. Como es sabido, este deseo no se cumplió ("he hecho todo lo posible por adaptarme a las "restricciones'", como escribe Vladímir Ilich en su carta a M. N. Pokrovski, del 2.VII. 1916) [34]. El trabajo de Vladímir Ilich sufrió una gran cantidad de modificaciones y se hicieron muchos cortes, y sólo al cabo de diez años fue publicado en su forma original.
Por las cartas de Vladímir Ilich a sus familiares vemos por qué empezó a escribir su trabajo (aún no publicado en esa época) El sistema capitalista en la agricultura moderna [35]. En su carta del 22.X. 1916 me escribió: "Me escribes que el editor quiere publicar El problema agrario como libro y no en folleto. Entiendo esto como que debo enviar la continuación (es decir, añadir a lo que escribí sobre Norteamérica lo que prometí sobre Alemania). Empezaré a escribir este trabajo en cuanto termine con el que debo escribir en pago por el anticipo que me hizo mi antiguo editor" [36]. El manuscrito de este trabajo-que se halla ahora en poder del Instituto-quedó inconcluso; aparentemente la revolución "impidió" a Vladímir Ilich terminarlo.
Las cartas de Vladímir Ilich que presentamos a los lectores proporcionarán un cuadro más o menos completo de las condiciones en que realizó su labor literaria, y también las pruebas que tuvo que pasar para publicar los resultados de esa labor. Me refiero a lo que publicó legalmente. Durante todo el período prerrevolucionario (excepto el período de la primera revolución y el período de Zvezdá y Pravda-1912 a 1914-, en que pudo colaborar en periódicos legales, cuando por poco tiempo, al menos disponíamos de nuestros editores legales) Vladímir Ilich trabajó en condiciones desfavorables; esto fue mientras estaba en el extranjero y sufría, por ejemplo, una gran falta de libros rusos y de otros materiales necesarios para su trabajo.
Las condiciones que imponía la censura creaban también considerables dificultades: los artículos de Vladímir Ilich eran mutilados y tergiversados (como, por ejemplo, su artículo Una crítica no crítica); otras veces se confiscaban sus libros, como el tomo II de El problema agrario, etc., etc. Causaban también grandes dificultades la falta de contacto con Rusia, a causa de lo cual era muchas veces imposible establecer vínculos directos con los editores, etc. Sus frecuentes intentos de obtener trabajo para el Diccionario Enciclopédico Granat son típicos de la situación. "Sería bueno tener algún trabajo para el Diccionario Enciclopédico-me escribe en su carta del 22. XII. 1914-, pero eso probablemente es difícil de arreglar si no tienes una oportunidad de vincularte con el secretario del Consejo de Redacción"[37]. Vladímir Ilich no tenía esa oportunidad, y cuando lo solicitaba directamente a la oficina de Granat no recibía respuesta, o la recibía con mucho atraso. En febrero de 1915 me escribió: "...si es posible obtener algún trabajo más para el Diccionario Enciclopédico ya escribí sobre eso al secretario, pero no me ha contestado"[38]. Lamentablemente aquí estoy completamente desvinculado de los editores"[39], escribe en 1912.
Si no hubiera sido por la gran ayuda que le prestaban sus camaradas y familiares en sus búsquedas de editores, en la corrección dé las pruebas de sus obras, etc., la publicación de sus escritos habría sido aun más difícil. Por otra parte, nosotros, sus hermanas y su hermano, no siempre estábamos en condiciones de ayudarlo en estos asuntos, en especial cuando nos encontrábamos en la cárcel o en el destierro. En 1904, por ejemplo, escribió a nuestra madre para pedirle la dirección del esposo de Ania, Mark Timoféievich, para quien tenía un "asunto relacionado con las publicaciones" (carta del 20.1.1904). [40]
Empero, Vladímir Ilich no sólo sabía trabajar en forma sistemática, asidua y fructífera, sino que también sabía descansar cuando se le presentaba la ocasión. La mejor forma de descanso para él era estar al aire libre, cerca de la naturaleza y lejos de la gente. "Aquí [en Stjernsund, Finlandia, donde descansaba después de regresar, terriblemente agotado, del V Congreso del partido. M. U.] se puede descansar magníficamente: baños, caminatas, sin gente y sin trabajo: esto es lo mejor para mí"[41] [21o* . Disfrutaba de un descanso verdaderamente magnífico en ese lugar, donde Lidia Mijáilovna Knipóvich lo rodeaba de una singular atención y cuidados, y lo recuerda en una carta que me escribió cuando acababa de restablecerme de la fiebre tifoidea: "Ahora sería el momento de mandarte a St jernsund".[42]
Vladímir Ilich amaba extraordinariamente la naturaleza, y en sus cartas uno se encuentra constantemente con referencias a las bellezas de la naturaleza de los lugares donde le tocaba en suerte estar. "La naturaleza es aquí magnífica-escribe a nuestra madre camino de Suiza, en 1895-, y paso el tiempo admirándola. Apenas dejamos atrás la pequeña estación alemana desde la que te escribí, comenzaron los Alpes, luego aparecieron los lagos, y era imposible apartarse de la ventanilla del tren." "Camino; caminar aquí es ahora agradable-escribe de nuevo a nuestra madre-, y parece, que hay muchos lugares lindos en Pskov (y sus alrededores)". "Hace unos días estuve con Aniuta: hice con ella un paseo por un hermoso lago y disfruté de la magnífica vista y del buen tiempo", escribe en una de sus cartas desde el extranjero. "Hace unos días, con Nadia y un amigo, hicimos un magnífico paseo hasta el Saléve. Abajo, en Ginebra todo era oscuridad y niebla, pero sobre la montaña (cerca de 1.200 metros sobre e! nivel del mar) un sol magnífico, nieve, esquíes, igual que un buen día de invierno en Rusia. Y al pie de la montaña la mer dv brouillard, un verdadero mar de niebla y nubes, a través de las cuales no se veía nada; sólo se dibujaban las montañas, y aun eso únicamente las más altas. Hasta el pequeño Saléve (900 metros) estaba envuelto en niebla." "Nadia y yo hemos viajado y caminado ya mucho por los alrededores y hemos encontrado hermosos lugares", leemos en la carta del 27. IX. 1902. Probablemente tenía razón Vladímir Ilich cuando escribía: "somos los únicos de todos los camaradas que están aquí, que exploramos todos los alrededores de la ciudad. Hemos descubierto varios 'lugarcitos' en el campo, y conocemos los que están cerca y nos proponemos llegar hasta los más alejados". [43]
Si no podían salir de la ciudad en el verano y dedicarse directamente a la "vida aldeana" ("nos levantamos temprano y nos acostamos casi con las gallinas"[44]), mientras vivieron en Suiza, Vladímir Ilich y Nadiezhda Krúpskaia hacían a veces excursiones a las montañas. En una carta que ella escribió a mi madre el 2.VII. 1904, hay una descripción de uno de estos paseos. " Salimos de Ginebra hace siete días, y literalmente dedicamos todo el tiempo al descanso. Dejamos el trabajo y las preocupaciones en Ginebra; dormimos 10 horas diarias, nos bañamos, paseamos. Volodia echa sólo un vistazo a los periódicos; nos trajimos la menor cantidad posible de libros, y hasta devolveremos mañana a Ginebra los que no hemos leído, porque pensamos levantarnos a las cuatro de la mañana, ponernos la mochila en la espalda e irnos a la montaña por unas dos semanas. Iremos a Interlaken y de allí a Lucerna. Leímos la Baedecker y planeamos todos los detalles de nuestro viaje... Volodia y yo hemos hecho un trato: no hablar de ningún asunto serio; él dice que el trabajo no es un oso, que se puede escapar al bosque; hemos decidido no hablar y en lo posible ni siquiera pensar". [45]
Pero esos paseos eran ocasionales y los emprendían sólo cuando el trabajo o la lucha fraccionista influían negativamente en la salud o en los nervios, como por ejemplo en el invierno de 1903-1904, después del II Congreso del partido y de la escisión. Por lo general, si Vladímir Ilich iba al campo en el verano, continuaba su trabajo allí, cuando era posible, después de algunos días de completo reposo. Si era imposible salir de la ciudad, o si esos viajes eran demasiado breves, los domingos habitualmente hacían excursiones al campo, a veces a las montañas, a pie o en bicicleta. "Quieras que no, acabas por hacerte a las costumbres del país; los domingos paseamos, aunque resulta bastante incómodo, pues todo está colmado de gente", escribe Vladímir Ilich a su madre el 29.III. 1903[46] . Cuando emprendían tales paseos llevaban habitualmente emparedados, en vez de almorzar, y partían para todo el día. No es extraño que Vladímir Ilich y Nadiezhda Krúpskaia pertenecieran al partido de los "excursionistas", mientras que otros camaradas formaban el partido de los "cinemistas" (los que gustaban del cine), como se llamaban en broma entre ellos.
Vladímir Ilich no gustaba mucho, en efecto, de las diferentes diversiones en las cuales otros camaradas hallaban descanso del duro trabajo que realizaban. Creo que casi nunca fue al cinematógrafo, en especial mientras vivió en el extranjero; y sólo rara vez fue al teatro. En su primer viaje al extranjero, mientras estaba en Berlín, fue a ver Los tejedores y mientras vivió en la emigración, sobre todo cuando vivía "un tanto solo" (es decir, sin su familia), o cuando, después de un período de trabajo intenso se encontraba por cualquier motivo en una gran ciudad, aprovechaba el viaje para frecuentar el teatro, según decía para "distraerse un poco". Los teatros extranjeros le brindaban escasa satisfacción a Vladímir Ilich (a veces él y Nadiezhda Konstantínovna abandonaban el teatro después del primer acto, por lo cual sus camaradas los acusaban en broma de dilapidar el dinero), y de las obras que vio en el período posterior, sólo El cadáver viviente lo conmovió. Sin embargo, le gustaba muchísimo el Teatro de Arte de Moscú; había ido a él con Laláiants (Kolumb) antes de partir para el extranjero, cuando se encontraba en Moscú; en una de sus cartas a nuestra madre, de febrero de 1901, decía: "Recuerdo todavía con placer la vez que estuve allí..." "Me gustaría mucho ir al Teatro de Arte Ruso, para ver Los bajos fondos" dice en su carta del 4.II. 1903[47]. No logró ver Los bajos fondos hasta muchos años más tarde, cuando vivía en Moscú, después de la revolución.
También iba relativamente poco a los conciertos, aunque amaba la música. "Hace poco, por primera vez en todo este invierno, Nadia y yo estuvimos en un buen concierto-dice en la misma carta-y quedamos muy satisfechos, en particular nos gustó la última sinfonía de Chaikovski (Sinfonía patética)". "Fui a la ópera hace algunos días, donde escuché con verdadero agrado La Zhidovka; la había oído ya en Kazan (cuando cantaba Zakrzhevski), hará unos trece años, y muchos pasajes me quedaron en la memoria" [48] , escribe a nuestra madre el 9.II. 1901. Después de ello silbaba a menudo esas melodías (con su manera especial de silbar, entre dientes). Más tarde, en el extranjero, rara vez fue al teatro o a ver óperas. La música le producía un fuerte efecto sobre los nervios, y cuando estaban alterados, lo que ocurría con frecuencia en la agitada vida de la emigración, le afectaba muchísimo. Vladímir Ilich estaba siempre muy ocupado, y su presupuesto era modesto, lo cual tenía su influencia en esa forma recluida de vida (en lo que se refiere a distracciones).
Prestaba relativamente poca atención a los lugares dignos de verse: "En general me atraen poco-escribe desde Berlín en 1895-, y la mayor parte de las veces los veo por pura casualidad. En general prefiero mucho más las fiestas y entretenimientos populares, que visitar los museos, teatros, galerías, etc." [49] Mientras vivió en Berlín, en 1895, habitualmente "vagabundeaba" por las tardes, lo que le permitía estudiar "las costumbres" de Berlín y prestar atención al idioma alemán" [50]. No obstante, no sólo en su primer viaje al extranjero, en Berlín, hizo un estudio de los hábitos de la gente; en las cartas a sus familiares hay toda una serie de pasajes que muestran que mientras vivió en París, o durante sus cortas visitas a la ciudad, se complacía en observar el modo de vida local y señalaba la manera de ser libre y desenvuelta de la gente en las calles y en los bulevares. "París es una ciudad inadecuada para vivir cuando se tienen recursos modestos, y además, muy cansadora", escribe después de un viaje de pocos días a esa ciudad. "Pero para estar allí poco tiempo, visitarla, pasear, no hay ciudad mejor ni más alegre." [51] Vladímir Ilich estudió también la vida checa cuando pasó por Checoslovaquia y lamentó no haber aprendido el idioma checo; describió con vivacidad la vida y las costumbres de los campesinos de Galitzia, que había tenido oportunidad de observar cuando vivió en ese lugar, y el carnaval en las calles de Munich, con sus batallas de confeti y serpentinas, etc. Amaba la vida en todas sus manifestaciones y era capaz, como pocos, de observarla y estudiarla en todas sus formas.
Las cartas que se publican en el presente tomo dan una imagen de la actitud de Vladímir Ilich hacia sus familiares y, hasta cierto punto de sus sentimientos hacia la gente en general. Cuanta atención y solicitud por ellos revelan sus cartas! Sentía gran cariño por toda su familia, en especial por su madre, y su preocupación por que viviera lo mejor posible, gozara de la mayor tranquilidad y comodidades, está impresa en todas las cartas que le dirige a ella y a otros miembros de nuestra familia. Sus cartas están llenas de preguntas acerca de la salud, si se han instalado bien en el apartamento, si no es frío. "Me intranquiliza-escribe a su madre en 1909-que el apartamento de ustedes sea frío [...] No sea que te resfríes [...] ¿No podrían tomar algunas medidas, como poner, tal vez una pequeña estufa de hierro?..." [52] Estas cartas contienen muchos consejos sobre la necesidad de " descansar bien en verano", "trajinar menos y descansar más, cuidar la salud", etc.
Vladímir Ilich era particularmente solícito con su madre, cuando sufría alguna desgracia y las desgracias eran muchas en su vida. Primero uno, después otro miembro de nuestra familia era detenido y desterrado; a veces éramos detenidos varios al mismo tiempo y ella, aunque de avanzada edad, debía ir día tras día a las cárceles para ver a su familia, para llevarle cosas y estar horas en las salas de espera de la gendarmería y de la policía secreta, y con frecuencia quedaba completamente sola, con el corazón dolorido por sus hijos privados de libertad. Por su carta del 1.IX. 1901 se puede comprobar cómo se inquietaba Vladímir Ilich en esos momentos, y cómo le pesaba la falta de contacto personal con su madre. En esa época, mi cuñado, Mark Elizárov y yo estábamos en la cárcel, mi hermana Ania se encontraba en el extranjero y no podía volver a Rusia, pues hubiera sido arrestada por la misma acusación, y nuestro hermano Dmitri no podía permanecer con nuestra madre, ya que tenía que graduarse en la Universidad de lúriev. De la misma manera quedó sola en 1904, en una ciudad extraña, cuando fuimos detenidos en Kíev, mi hermana, mi hermano Dmitri y yo por una acusación contra el comité del partido de Kíev y el Comité Central.
Vladímir Ilich siempre deseaba que nuestra madre viviera con él, y más de una vez la llamó a su lado. Pero esto era difícil de llevar a la práctica, porque nuestra madre vivió siempre con los hijos que necesitaban más de su ayuda, y en Rusia esa ayuda era tanto más necesaria para aquellos que habían caído en manos de la policía. Y resultaba que cada vez que Vladímir Ilich vivió en la emigración tanto la primera vez como la segunda, ella sólo pudo pasar breves temporadas en el extranjero para verlo. En 1902 vivió un mes con él y con nuestra hermana Ania en Loguivy, en el norte de Francia. La segunda vez, la última, pudo ver a Vladímir Ilich en Estocolmo, a donde ella y yo viajamos en 1910, especialmente para visitarlo. Vladírnir Ilich siempre le proporcionaba itinerarios detallados para esos viajes y le aconsejaba pasar la noche en hoteles a fin de que no la cansara el viaje. Fue también en Estocolmo donde nuestra madre escuchó por primera y última vez un discurso de Vladímir Ilich; fue en una reunión de obreros desterrados. Cuando partimos, él nos acompañó hasta el barco: no pudo subir a bordo porque pertenecía a una compañía rusa, y podía ser arrestado. Recuerdo aún la expresión de su rostro mientras permanecía allí, mirando a nuestra madre. ¡ Cuánto dolor había en su rostro! Parecía sentir que era la última vez que la vería. Y así fue. Vladímir Ilich no volvió a ver a ninguno de sus familiares hasta que regresó a Rusia, después de la revolución de febrero, y nuestra madre había muerto poco tiempo antes, en julio de 1916. No recibimos la primera carta que Vladímir Ilich nos escribió cuando conoció la noticia de la muerte de nuestra madre. Tampoco se ha conservado la siguiente carta, pero recuerdo que demostraba qué dura pérdida fue para él, cuánto dolor le causó, y qué ternura manifestaba hacia todos nosotros, que también sufríamos angustiados por nuestra pérdida.
Vladímir Ilich también fue muy solícito con nosotros, sus hermanas y su hermano, así como con M. T. Elizárov; se interesaba siempre por saber cómo nos iba, si ganábamos algún dinero, si habíamos pasado bien las vacaciones, etc. Se esforzó por obtener traducciones para nosotros, y a veces nos enviaba libros desde el extranjero con ese fin; mostraba interés por nuestras lecturas y estudios, nos invitó a vivir con él, etc. También revelaba un gran interés por sus camaradas, averiguaba cómo les iba y se esforzaba por prestarles ayuda material. Escribió prólogos para las traducciones que hacían sus camaradas, a fin de hacer más fácil la publicación de los libros y permitirles ganar algún dinero.
A los camaradas que no conocen las condiciones de vida en la emigración y la forma en que se mantenía la correspondencia legal bajo el zarismo, podrá parecerles extraño la frecuencia con que Vlad.ímir Ilich dice en sus cartas que "vive con mucha tranquilidad", "en forma modesta" y "pacífica", etc., en períodos --como por ejemplo durante la guerra imperialista-, en que tanto por las publicaciones como por la correspondencia clandestina era evidente que desplegaba extraordinaria energía en la lucha contra el chovinismo, que influía a la mayoría de los partidos socialdemócratas. No debe olvidarse que entonces sólo podía hacer oír su voz en la prensa, y además en un periódico que aparecía una vez cada varias semanas, e incluso varios meses, y que su envío, así como el de los folletos, era en extremo difícil; sólo podía hablar en pequeñas reuniones de emigrados o en reducidos círculos de obreros extranjeros. Como es lógico, esas oportunidades eran demasiado pocas para Vladímir Ilich; Nadiezhda Krúpskaia decía que al comienzo de la revolución en Rusia daba la impresión de un león que pujaba por salir de la jaula; ¿acaso su anterior exilio y su aislamiento de Rusia-en especial durante la guerra imperialista-, no fueron para él una jaula que lo oprimía enormemente, que no le permitía manifestarse en toda su plenitud, que no satisfacía a su naturaleza "de jefe, vocero y representante del pueblo? Ansiaba trabajar en escala más amplia; las suyas eran realmente las ansias de un león enjaulado, pero tuvo que trabajar intensamente para formar a dos o tres camaradas y por intermedio de ellos llegar a las masas más amplias. ¿Y acaso para un hombre de su naturaleza no era la "soñolienta Berna", en verdad demasiado "tranquila", y el movimiento allí demasiado "gradual"?...
En su correspondencia legal, sólo raras veces deja traslucir su ira contra los "peores oportunistas del tipo más peligroso", contra la "extrema trivialidad demostrada al votar en favor de los créditos", etc. Al respecto se veía impedido por la censura y basta con fijarse cuáles son las frases de sus cartas (véase Apéndice [53] ), que 'llamaron la atención" de la policía secreta y de los gendarmes y se convirtieron en "pruebas materiales", para comprender que tanto él como sus familiares se hallaban entonces en una situación tal que era "muy difícil [...] mantener correspondencia como uno quisiera". [54]
Por ello señalamos al comienzo de este prólogo que las cartas de Vladímir Ilich a sus familiares son de significación e interés sobre todo porque dan una imagen de él como hombre (es claro que esa imagen está lejos de ser completa, y que, debido a las condiciones cíe la vigilancia policíaca, es un tanto unilateral). Al respecto, me parece, las cartas constituyen un valioso aporte a todo lo que sobre Vladímir Ilich se ha publicado, y sólo es de lamentar que se hayan perdido tantas cartas dirigidas a sus familiares y a los camaradas. Hay otros documentos, en especial su rica herencia literaria, que hablan de Lenin como jefe, como político, como científico.
El segundo período de emigración fue para él particularmente duro. Cuando llegó a Ginebra, después de vivir en Petersburgo y en sus alrededores, le resultó especialmente penoso regresar al viejo montón de ruinas. "Hace ya varios días que estamos anclados en esta maldita Ginebra [... ]-me escribe en una carta del 14.1.1908-. Es un agujero infecto, pero ¡qué le vamos a hacer! Ya nos acostumbraremos" [55]. Y con su tenacidad y energía habituales retomó su trabajo, pues era capaz de "acostumbrarse" a cualquier situación. "Lo único desagradable fue el período del traslado, porque era un cambio de mejor a peor. Pero eso era inevitable" [56], escribió en la carta siguiente dirigida a nuestra madre. Este cambio de lo mejor a lo peor, esta falta de las publicaciones necesarias para trabajar, de nuevos libros y periódicos, se hizo sentir particularmente entonces, porque en Petersburgo había podido leer todos los diarios y revistas y estar al día en cuanto a libros. Y nos pidió que le "consiguiéramos" las actas de la III Duma (edición oficial de las versiones taquigráficas, así como las declaraciones, interpelaciones y proyectos de ley presentados a la Duma)", y que le enviáramos "todo, sin omitir uno solo". Se interesaba también por los "programas, declaraciones y volantes dé los octubristas, de los. derechistas y de los grupos cosacos, etc.". Se vio privado de los documentos necesarios, en tanto que en la Duma "todos estos 'papeles' con seguridad andan por el suelo y nadie los recoge". Pidió que le enviaran también "todas las nuevas publicaciones de los mencheviques"[57] , las revistas sindicales que se habían salvado de la persecución policial, etc.
Durante su vida en la emigración Vladímir Ilich no sólo sentía la falta de libros (aunque nosotros nos esforzábamos por proveerlo, por lo menos de los libros más interesantes que aparecían), sino también de periódicos rusos. Las cosas eran particularmente malas en este aspecto durante la guerra imperialista, cuando a veces Vladímir Ilich carecía totalmente de diarios rusos. "Si pueden, envíenme una vez por semana los periódicos rusos que ya hayan leído, porque si no, no tengo ninguno", escribió en una carta del 20.IX. 1916. [58]
Vladímir Ilich también tenía gran necesidad de tener un ingreso en dinero, en especial en los últimos años de su vida en el extranjero. "Muy pronto no tendremos más nuestros viejos medios de subsistencia, y el problema de ganar dinero será bastante serio para nosotros", escribe Nadiezhda Krúpskaia el 14. XII. 1915. Ella decía que Vladímir Ilich estaba "seriamente preocupado", pues era muy escrupuloso en lo que se refería al dinero, o a aceptar ayuda de alguien, quienquiera que fuese. "Me pondré a escribir cualquier cosa-escribió el 20. IX. 1916-porque la carestía es tremenda y es endiabladamente difícil vivir." [59]
Apenas unos meses antes de la revolución de febrero, en el otoño de 1916, Vladímir Ilich tuvo que buscar libros para traducir y entablar correspondencia con los editores para su publicación. ¡Qué improductiva habría sido la utilización de su trabajo si se hubiera visto obligado a invertir su tiempo en traducciones! Pero la revolución, en fin de cuentas, también "impidió" esto.
Tales eran las condiciones en que tuvo que vivir en el extranjero, poco antes de la revolución: falta de vinculación con Rusia, con las masas obreras, sobre las cuales tanto se esforzó siempre por ejercer una influencia directa, las difíciles condiciones de la vida en la emigración-aunque nunca le faltaron energía ni tenacidad-, de manera que no es extraño que "sus nervios estuvieran alterados" y que todo su organismo se hallara seriamente minado.
Su carta del 15. II. 1917, trasunta amargura cuando cuenta la broma de Nadiezhda Konstantínovna de-que "Has comenzado a recibir una pensión. [60]
Después de esta carta, donde tras las bromas puede advertirse las difíciles condiciones en que Vladímir Ilich se vio obligado a vivir antes de la revolución, llegó por telégrafo la alegre noticia: "Llegamos lunes 11, noche. Avisen Pravda".
Era el fin de su período de exilio y también de su correspondencia con los familiares.
Durante su existencia clandestina en Finlandia, en los días de Kérenski y Kornílov, en vísperas de la gran victoria de Octubre, recibí de Vladímir Ilich sólo dos pequeñas notas. [61]
M. Uliánova
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NOTAS
[1] Véase V. I. Lenin, Obras completas. Buenos Aires, Ed. Cartago,. 1971, 2. ed., "Biografías", tomo complementario 4.(Ed.)
[2] No obstante, el texto de las cartas estaba dirigido, por lo general a toda la familia, o por lo menos a los miembros que vivían juntos entonces, "a fin de no repetirme", como lo expresó Lenin.
[3] La Recopilación no incluye la correspondencia que mantuvo Vladímir Ilich con sus familiares durante su período de destierro (publicada en Próletárskaia Revdiutsia, núms. 2-3, 4, 5, 6 y 8, de 1929), y la de 1896, cuando cumplía prisión preventiva en Petersburgo (desde el 9/XII. 1895 hasta el 29/1.1897 del viejo calendario), pues su madre y hermanas lo visitaban con frecuencia, de modo que su correspondencia personal con ellas era escasa. (Véase el artículo de A. I. Uliánova-Elizárova "Vladímir Ilich en la cárcel" en Proletárskaia Revoliutsia, núm. 3, de 1924, y las dos cartas de Lenin escritas en 1896, que están agregadas al artículo.) Desde noviembre de 1905 hasta diciembre de 1907, Vladímir Ilich vivió en Petersburgo o en Finlandia, y como se veía a menudo con sus familiares, casi no les escribía. Existen, además, muchas cartas dirigidas a su hermana Ana Ilínichna y a su madre, María Alexándrovna, en especial de la época en que yo vivía en el extranjero. Estas cartas se publicarán en volumen aparte. (Todas las cartas de Lenin que señala María Uliánova se incluyen en el presente tomo. Ed.)
[4] En el Archivo Central, por ejemplo, encontramos extractos de seis cartas de Vladímir Ilich, agregados al legajo de la dirección de gendarmería moscovita como "pruebas". Estos extractos se incluyen en el Apéndice (véase el presente tomo, págs. 485-486). (Ed.)
[5] Era imposible, por supuesto, conservar las cartas en Rusia, y sólo algunas se han conservado en copias que se hicieron en el extranjero.
[6] Véase el presente tomo, carta 251. (Ed.)
[7] De esta correspondencia sólo se conserva, lamentablemente, una carta del 16.XII. 1909, que se incluyó en Obras de Lenin, 2a. ed. rusa, t. XIV. (De la correspondencia de Lenin con Skvortsov-Stepánov se conservan dos cartas, del 2 y 16 de diciembre de 1909. Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXXVIII, cartas 116 y 117. Ed.)
[8] Véase el presente tomo, carta 236. (Ed.)
[9] ídem, cartas 114 y 130. (Ed.)
[10] ídem, carta 120. (Ed.)
[11] Véase el presente tomo, carta 117 y "Cartas escritas por N. K. Krúpskaia", carta 55. (Ed.)
[12] Véase el presenté tomo, carta 125. (Ed.)
[13] Se trata de la carta del 5 de octubre de 1893. Véase el presente tomo, carta 1. (Ed.)
[14] Véase el presente tomo, carta 1. (Ed.)
[15] Rússkie Viédomosti era en esta época, el periódico más decoroso e interesante de todos los periódicos burgueses. (Sobre dicho periódico véase V. I. Lenin, ob. cit., t. II, nota 32. Ed.)
[16] Véase el presente tomo, carta 2. (Ed.)
[17] Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXXIX, carta 178. (Ed.)
[18] Véase el presente tomo, carta 10. (Ed.)
[19] Véase el presente tomo, carta 1. (Ed.)
[20] Esta carta se ha perdido, y el pasaje que se cita aquí fue tomado de los archivos policiales. Véase el presente tomo, carta 246. (Ed.)
[21] Véase el presente tomo, carta 251. (Ed.)
[22] Ídem, carta 253. (Ed.)
[23] Parte de esta correspondencia está incluida en V. I. Lenin, ob. cit., t. XXXIX. (Ed.)
[24] Véase el presente tomo, carta 137. (Ed.)
[25] Véase V. I. Lenin, ob. cit,, t. XXIV. Este trabajo se publicó por primera vez en ruso en 1935. (Ed.)
[27] Id., ibíd., t. XXIV, pág. 302. (Ed.)
[26] Véase V. I. Lenin, ob. cií., t. XXIV, págs. 303-304. (Ed.)
[28] Los datos estadísticos que utilizó Vladímir Ilich para su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, fueron recibidos del extranjero en 1929, en el Instituto Lenin, junto con otros de sus libros; por las anotaciones y observaciones hechas en esos libros se pueden hacer valiosas conclusiones sobre la forma en que trabajaba Vladímir Ilich.
[29] Nuevamente debemos agradecer a la Dirección de policía de Moscú la posibilidad de publicar esta solicitud conservada en sus archivos.
[30] Véase el presente tomo, carta 200. (Ed.)
[31] Ídem, carta 166. (Ed.)
[32] Véase Lenin ob cit; t xxii (Ed)
[33] Véase el presente tomo, carta 259. (Ed.)
[34] Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXXIX, carta 172. (Ed.)
[35] Id., ibíd., t. XVI. (Ed.)
[36] Véase el presente tomo, carta 259. (Ed.)
[37] Véase el presente tomo, carta 253. (Ed.)
[38] No estaban mejor las cosas para Vladímir Ilich en ese tiempo en cuanto a las respuestas de otros editores a sus cartas. Sobre este tema véase la carta 3 (del 27.XI. 1901) de Lenin a L. I. Axelrod, en Léninski Sbórntk XI, pág. 326. (Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXXVII, carta 63. (Ed.)
[39] Véase el presente tomo, carta 254 y carta 230. (Ed.)
[40] ídem, carta 150. (Ed.)
[41] Véase el presente tomo, carta 155. (Ed.)
[42] ídem, carta 164. (Ed.)
[43] ídem, cartas 6, 103, 110, 149, 142 y 148. (Ed.)
[44] Véase el presente tomo, carta 236. (Ed.)
[45] Ídem, carta 151. (Ed.)
[46] Ídem, carta 148. (Ed.)
[47] Véase el presente tomo, carta 146. (Ed.)
[48] ídem, carta 122. (Ed.)
[49] Véase el presente tomo, carta 10. (Ed.)
[50] ídem, carta 10. (Ed.)
[51] Ídem, carta 248. (Ed.)
[52] Véase el presente tomo, carta 198. (Ed.)
[53] Véase el presente tomo, págs. 485-486. (Ed.)
[54] Ídem, carta 251. (Ed.)
[55] Véase el presente tomo, carta 158. (Ed.)
[56] ídem, carta 159. (Ed.)
[57] ídem, carta 158. (Ed.)
[58] Véase el presente tomo, carta 258. (Ed.)
[59] Véase el presente tomo, "Cartas escritas por N. K. Krúpskaia", carta 54 y carta 258 de V. I. Lenin, respectivamente. (Ed.)
[60] ídem, carta 261. (Ed.)
[61] Véase el presente tomo, cartas 263 y 264. (Ed.)