Karl Korsch

Introducción a la Crítica del Programa Gotha

  

 


Historial de publicación: Se publicó por vez primera como la introducción a: Karl Marx, Randglossen zum Program der Deutschen Arbeitpartei, Berlin : Vereinung Internationaler Verlags-Anstalton, 1922. Ver págs. 5-21.
Versión castellana: Traducido desde el inglés por Luis Salvatierra, en 2020.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, agosto de 2012.


  

 

1. La historia externa de la Carta sobre el Programa Gotha

Junto con el Manifiesto Comunista de 1847-8 y la ‘Introducción general’ a la Crítica de la Economía Política de 1857, la Crítica al Programa Gotha [Randglossen zum Programm der deutschen Arbeiterpartei] de 1875 es, entre todos los trabajos más cortos, la más completa, lúcida y poderosa expresión de las bases y consecuencias de su teoría económica y social. Pero por esta mismísima razón tal como las otras dos es que no se ha presentado entre los trabajos más fácilmente comprensibles del maestro. Una de las razones obvias es que no está escrita como presentación unitaria, sino que armadas libremente como ‘anotaciones marginales’ paralelos al borrador del programa que tampoco estaba estructurado de manera rigurosamente lógica.

Para entender el contenido de las secciones específicas mismas, el lector debe saber ciertas cosas antes para poder entender los contenidos ricos y profundos del trabajo entero. Debe saber algo sobre algunos hechos históricos y su contexto general además del significado teórico de ciertos conceptos dentro del sistema marxista. De otra manera lo que puede ocurrir es lo que pasó con aquellos a los que Marx originalmente les envió esta carta en 1875. No pudieron entender la importancia teórica y práctica de la crítica de Marx y, sobre esa base, consecuentemente no estuvieron en posición para hacer ningún cambio esencial al borrador del Programa. Como resultado, la versión definitiva del Programa adoptado por el Congreso del Partido en Gotha en el mismo mes, mayo de 1875, tuvo tan pocas variaciones del programa que criticó Marx que todas sus críticas siguieron siendo válidas.

Quienes recibieron la carta ni siquiera entendieron los puntos secundarios que hizo. Esto se demuestra, por ejemplo, en el hecho que hasta no tacharon ‘la reglamentación del trabajo prisionero’, a pesar que Marx lo criticó al final de s texto como una ‘demanda mínima en un programa obrero general’. Ni siquiera lo mejoraron de la forma en que Marx lo sugirió. A pesar de ello, tal como Marx lo comentara, era ‘uno de lo menos que se pudiera esperar de socialistas’. Esta demanda quedó en el Programa como una de las ‘ocho’ demandas inmediatas de la clase obrera alemana unida, que sería lo mismo que si un partido revolucionario recientemente fundado llamara a la ‘abolición del impuesto al perro’.

La carta de Marx no se entendió mucho entre los mejores representantes del marxismo en la misma Alemania y quien hubiese querido obtener una idea más clara de esto solamente necesita leer el recuento alargado de los hechos que rodearon el Programa que hizo August Bebel en sus memorias. La auto-satisfacientes conclusiones de Bebel son las siguientes; ‘Se puede ver que no fue cosa fácil lograr acuerdos con los dos viejos [Marx y Engels] en Londres. Lo que para nosotros era un cálculo inteligente y una táctica hábil ellos la veían como una debilidad y complacencia irresponsable. A fin de cuentas, el punto principal se logró: la unidad. Esto lógicamente contuvo en sí su propio desarrollo posterior. Antes y después, aquellos amigos nuestros, nuestros enemigos, se aseguraron que así ocurriera’. Lo único correcto en estas reconfortantes reflexiones del antiguo dirigente partidario está en su última sentencia; tal como ha pasado tantas veces en la historia del movimiento socialista, fueron los enemigos del socialismo los que hicieron todo lo que pudieron para resarcirse de la falta de principios de sus amigos. A fin de cuentas, esta compensación histórica reconcilió hasta a Marx y Engels, hasta cierto punto, con su ‘Programa extremadamente desorganizado, confuso, fragmentado, ilógico y desacreditado’. Esto se declara explícitamente en una ‘Carta final sobre el Programa’ escrita a Bebel por Engels el 12 de octubre de 1875 a nombre propio y de Marx. En esta carta, Engels comienza por reestablecer la condenación teórica que él y Marx ya habían expresado. El Programa sin duda se habría transformado en el ‘hazmerreír’ del partido ‘si hubiese habido al menos una mente crítica en la prensa burguesa’ capaz de indicar las ‘contradicciones y metidas de pata económicas’ que contenía. Engels pasa a decir ‘a pesar de esto, los burros de la prensa burguesa entendieron este programa bastante seriamente y leyeron en él lo que no contiene. Lo interpretaron en una forma comunista y los trabajadores parecían hacer lo mismo. Es solamente en esta circunstancia que se le hizo posible a Marx y a mí mismo no desasociarnos públicamente de este programa. Mientras nuestros oponentes, y asimismo los trabajadores, vieran el programa como una incorporación de nuestras intenciones nosotros deberíamos silenciarnos.’

Fue de esta forma que la crítica de Marx al Programa redactado para Gotha, sin desearlo, una crítica del Programa adoptado por Gotha. Por tanto, el lector que desee obtener una visión general de la meta de la crítica de Marx para entender las anotaciones de Marx, lo puede hacer solamente leyendo la versión final que se adoptó para el Programa criticado por Marx mismo. Ambos tienen el mismo contenido profundo y doquiera existe una referencia a las palabras del borrador, Marx mismo los cita en la Crítica.

 

2. La reanimación del Movimiento de los Trabajadores, 1849-75

En la década de 1860, tras un largo período en que la emancipación de los trabajadores de 1848-9 hubo primeramente sido suprimido a sangre y luego adormecido, hubo finalmente signos de un ‘despertar de las clases trabajadoras en la mayoría de los países industrializados de Europa’. Como resultado, la International Workingmen’s Association (la Primera Internacional) se fundó en Londres un 28 de septiembre de 1864 con Karl Marx como uno de sus dirigentes principales; duró hasta 1874-6. En el Discurso Inaugural, Marx preparó para la fundación de la I.W.A. He aquí la siguiente imagen, concisa y rica, del carecer revolucionario de la época ‘post-revolucionaria’ entre 1848 y la formación de la Primera Internacional.

Tras el fracaso de las revoluciones de 1848, todas las organizaciones partidarias y periódicos partidarios, fueron, en el continente, aplastados con mano de hierro de la fuerza y ‘los más avanzados hijos de la fuerza obrera escaparon desesperadamente hacia la República Transatlántica’ y los sueños de emancipación de vida corta se disiparon ante una época de fiebre industrial de regeneramiento moral y reacción política. La derrota de las clases trabajadoras parcialmente debido a la diplomacia del gobierno británico entonces y ahora en solidaridad fraternal con el gabinete de San Petersburgo se expandió tempranamente sus efectos contagiosos hacia este lado del canal. Mientras la ruta de sus correligionarios continentales desguarneció a las clases trabajadoras inglesas y quebró su fe en sus propias causas, reestableció en los arrendadores y los capitalistas su confianza debilitada. Insolentemente retiraron las concesiones que ya habían divulgado. El descubrimiento de nuevos terrenos auríferos llevó a éxodos inmensos dejando un vacío irrevocable en los rangos del proletariado británico. Otros entre sus miembros antiguamente activos se vieron engatusados por una mayor cantidad de trabajo y salarios y se transformaron en trabajadores leales. Todos los esfuerzos que se hicieron para remodelar el Chartist Movement con bastante claridad. Los órganos de prensa de la clase obrera murieron uno tras otro por la apatía de las masas y, claramente, nunca antes la clase obrera inglesa parecían tan profundamente reconciliados con un estado de nulidad política. Si por ese entonces no hubiese habido acciones de solidaridad entre las clases obreras británicas y continentales, hubo, de todas maneras, una solidaridad de la derrota.

Cuando tras tal período de derrota, las primeras esperanzas se alzaron nuevamente, Marx y Engels impacientemente se hicieron de la ocasión ‘para hacer trabajo práctico y teórico importante’ una vez más a gran escala desde dentro del movimiento de emancipación proletaria. A pesar de ello estaban claros que en esta etapa no era posible usar la ‘vieja audacia del lenguaje’ usado en el Manifiesto Comunista de 1847-8. La tarea era más bien de tomar una posición que fuera firme, sustantiva y no pactara asuntos de principio, sino que fuera políticamente efectiva en una forma que fuese amplia y cauta y que no excluyera colaboradores políticos. Teniendo esto n mente, Marx escribió el Discurso Inaugural y los Estatutos Provisorios de la A.I.T., que serían adoptados luego en el Congreso de Génova con pocas alteraciones. El lector se dará cuenta que, sin tomar en cuanta los vacua sección final que Marx solamente agregó a contra de su voluntad ante la presión de la necesidad, esta declaración de principios en el fondo expresaba las ideas básicas y las conclusiones del comunismo tan ajustadamente como el verbalmente y bulliciosamente más apasionado Manifiesto de la Liga Comunista.

En cuanto a la década entre 1864 y 1874, Marx y Engels se dieron cuenta que las masas trabajadoras de Europa habían adquirido una mayor ‘conciencia de las precondiciones de la emancipación de los trabajadores’. Engels dio la siguiente imagen de la importancia de este período en su prefacio al Manifiesto Comunista de 1890: Cuando la clase trabajadora de Europa haya ganado nuevamente la suficiente fuerza para un nuevo asalto hacia el poder de las clases dominantes, la Asociación Internacional de Trabajadores había nacido. Su objetivo era de fusionar en un solo ejército a todas las clases militantes de Europa y América. Por tanto, no podía exponer todos los principios presentados en el Manifiesto. Se encontraba atada a tener un programa que no le cerrara las puertas a los sindicatos, a los proudhonistas franceses, belgas, italianos y españoles y a los lassalleanos alemanes. Este Programa – el preámbulo a los Estatutos de la Internacional los redactó Marx con maestría que hasta Bakunin y los anarquistas reconocieron. Para el triunfo final de las ideas adelantadas en el Manifiesto, Marx se basó sola y exclusivamente en los desarrollos intelectuales de la clase trabajadora ya que necesariamente tenía que surgir de la acción y discusión unitaria. Los acontecimientos y vicisitudes en la lucha en contra el capital ‘las derrotas más que los éxitos’ no podían demostrar hasta ahora a los luchadores más que la insuficiencia de sus panaceas universales y hacer que sus mentes sean más receptivas a la comprensión profunda de las verdaderas condiciones de la emancipación de los trabajadores. Y Marx estaba en lo correcto. La case trabajadora de 1874, ante la disolución de la Internacional fue totalmente diferente a la de 1864 en sus bases. El proudhonismo en los países latinos y el lassalleanismo en Alemania estaban muriéndose y hasta los extremadamente conservadores sindicatos ingleses gradualmente llegaban al punto en que en 1887 el presidente del Swansea Congress (Congreso de Swansea) podía decir en su nombre: ‘El Socialismo Continental ha perdido el terror hacia nosotros’. A pesar de ello hacia 1887 la teoría del Socialismo Continental era casi exclusivamente la avanzada en el Manifiesto.

Hacia mediados de la década de 1870 Marx y Engels pensaban que los socialistas y comunistas tenían mucha más posibilidad que la que habían tenido ellos en los países avanzados para regresar a la ‘vieja audacia’ del Manifiesto de 1847-8 exhibiendo una ‘declaración de principios’. Cualquier fuera el caso, pensaron que el movimiento se había desarrollado a tal punto que cualquier retirada de lo que se había dicho en 1864 habría sido un crimen en contra del futuro del movimiento de los trabajadores. Por tanto, en una nota que acompañaba su Crítica al Programa Gotha él mismo Marx dice que no había necesidad de hacer una declaración de principios cuando las condiciones no lo permitían, pero ya que las condiciones habían progresado tanto desde 1864, se hacía absolutamente imperdonable ‘desmoralizar’ al partido con un programa superficial y sin principios.

Esto ilustra algunas de las preocupaciones de Marx al escribir al Crítica al Programa Gotha. Exigió que la ‘Declaración de Principios’ del partido Socialista Democrático como un mínimo al mismo nivel de principios y exigencias concretas que él mismo había podido insertar en otra declaración de principios hacía ya diez años. Este había sido redactado bajo circunstancias mucho menos favorables y diseñado para el programa común de la variedad de tendencias socialistas, medianamente socialistas, socialistas en cuarta parte en Europa y América. Donde el Programa Gotha fallara en lograr esta mínima condición, Marx lo consideraba como haber caído bajo el nivel ya logrado por el movimiento. Por tanto, si parecía haber calzado con la situación del Partido en Alemania, estaba forzado a perjudicar el desarrollo histórico futuro del movimiento.

 

3. Marx y Lassalle

Se puede adquirir una comprensión más profunda de las propuestas básicas de la Crítica al estudiar las relaciones históricas e intelectuales y los conflictos entre aquellas dos personalidades de altura mundial, Marx y Lassalle. El lector debe aprender a entender la carta de Marx en cuanto a la gran disputa entre Lassalle y Marx; es decir, entre un ya formado y filosóficamente idealista socialista alemán y el marxismo comunista internacional que aún estaba en los procesos iniciales del desarrollo a una escaladucho más poderoso. Fueron las circunstancias que rodearon el Gotha Unification Congress que sirvió como la razón exógena para que Marx se convenciera que no era necesario tener esta disputa en ese momento. Sabemos que en Gotha los exlassalleanos (los Allgemeine Deutsche Arbeiterverein) y los ex Eisenachers (los Sozialistische Arbeiterpartei Deutschlands) se unieron para formar la unidad Sozialistische Arbeiterpartei Deutschlands. Hasta ese momento, la tendencia Eisenacher parecía ser marxista en base a factores parcialmente personales y contingentes que se pueden estudiar en la biografía de Marx por Mehring o en su historia de la social democracia alemana. Paralelamente debe ser algo sorprendente ver lo partidario que es en su Crítica al Programa Gotha donde atribuye casa uno de los defectos y errores en el Partido Alemán unificado a la tendencia lassalleanista. Es especialmente sorprendente y se recuerda su tolerancia y paciencia hacia los principios totalmente anticomunistas de varas secciones de la International Workingmen’s Association, que él formó y dirigió. Por lo demás, Lassalle ya había muerto ya hacía más de una década. No había estado vivota no estaba vivo cuando se formó la I.W.A. en 1864. También es evidente en sus escritos teóricos y en sus posiciones prácticas en cuanto a varios problemas y emerge de manera especialmente clara en los recuentos neutrales de Mehring que los seguidores de Lassalle eran en muchas maneras mejores ‘marxistas’ que los eisenacher. En algunas de sus formulaciones de principios, el Programa Eisenacher de 1869 había seguido los Estatutos de la Internacional tanto como lo hizo el Programa Gotha. Marx parece llegar demasiado lejos en su crítica a la influencia corrupta y desmoralizadora del lassalleanismo en el borrador del Programa. Para obtener un entendimiento completo del significado real de las justificaciones para ello, se debe ir más profundo y darse cuenta que Marx fue un pensador y político altamente conciente de sus responsabilidades históricas y que ‘trabajaba para el mundo’. Al ocuparse en el Programa no respaldaba a la tendencia ‘Eisenach’ de la social democracia y en contra de los ‘Lassalleanos’. En cambio, estaba tratando de luchar contra y demoler el espíritu lassalleano que era mucho más influyente que el marxista entre ambos eisenacheros y lassalleaneros. Kart Marx escribió la mayor parte de su carta en contra del ‘Lassalle vivo’. Trataba, retrospectiva y definitivamente, de demoler la concepción de la sociedad de Lassalle, que estaba basada en la filosofía del derecho y del estado y por tanto en el ‘idealismo’. Su objetivo era reemplazarlo, teórica y prácticamente, con la concepción ‘materialista’ de la historia fundada en la economía. Esta fue la visión que, por más de treinta años, en alianza con quienes realmente le entendieron, había luchado y trabajado por presentar. Se puede decir que desde 1843 (cuando logró su visión decisivamente ‘materialista’ en la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel) todos los escritos y acciones de Marx eran fundamentalmente contribuciones a la presentación de esta visión y práctica materialista, en contra del siempre creciente ejército de sus oponentes tanto dentro como fuera de las paredes del campo proletario. Ahora sabemos demasiado bien que esta lucha es necesaria hoy tanto como lo fue hace cincuenta años atrás. La ironía de la historia ha querido que la tendencia socialista más numerosa en Alemania, el Partido Socialista democrático Alemán (SPD) ha formalmente abandonado el marxismo recientemente, en su nuevo Görlitz Programme del 23 de septiembre de 1921. En su reemplazo, en sus pancartas el SPD nuevamente ha escrito las consignas de Lassalle que Marx trató de aniquilar en su crítica del Programa Gotha. No cabe duda todo lo que repiten son las palabras de Lassalle ya que el Partido Social Demócrata Alemán de 1921, que rechaza al marxismo, tiene poco que ver con el espíritu de Lassalle tanto como con el de Marx. En el gran discurso de Lassalle de 1862 (lo que se da por llamar ‘Programa de los Trabajadores) On the Especial Connection of the Present Historical Period with the Idea of the Working Class hay muchas formulaciones que entran en conflicto con el Görlitz Programme de 1921. Entre estos está la afirmación clara que ‘El período de la historia que comenzó en la primavera de 1848 no creará un estado, tenga forma monárquica o republicana, que expresa o mantiene la dominación política del Tercer Estado’. Al mismo tiempo, la referencia a Lassalle que hacen los defensores del Programa Görlitz tiene una cierta importancia. Si decimos que fue 1962 y no 1923, seguiríamos viendo este programa como el de un ‘partido de la gente trabajadora’ como un producto de la doctrina lassalleana. Más o menos en el mismo momento, describe la lucha de clases para liberar al proletariado como una ‘necesidad histórica’ y como una ‘demanda ética’; y declara su intención de luchar por ‘el deseo popular organizado como un estado popular libre’ que domine la economía y la sociedad. Tal programa apropiadamente solamente podría ser llamado lassalleano a pesar que sería algo totalmente diferente se dijera ‘en privado’. Porque todo lo que Lassalle escribiera o dijera sobre el ‘sufragio universal’ y temas afines se debe ver bajo una lupa diferente por lo que dijo en un momento en un estilo verdaderamente burgués a un círculo cerrado de confidentes. ‘Cuando digo “sufragio universal” ustedes deben entender ‘revolución” y solamente “revolución”. Si esto es verdad, desafortunadamente, no tenemos al ‘Lasalle vivo’ entre nosotros para contradecir a los muertos Braun, Cunow, Kampffmeyer y sus compañeros. Las consignas revolucionarias de Lassalle de 1862 han sido criminalmente mal usadas para justificar y embellecer un programa de reforma utópica completamente no-revolucionario y anti-revolucionario, pequeño burgués y absolutamente imposible.

Lassalle solamente sobrevive en forma impresa y en la literatura, pero se le hace menos posible combatir estas caricaturas que a cualquier otro oponente más poderoso que sobrevive en la misma forma, Marx.

 

4. Las concepciones materialistas e ideológicas de la historia

El objetivo central de todas las críticas de Marx al Programa Gotha es la concepción lassalleana y social demócrata del estado y de la sociedad que es profundamente ideológica. En esa época la mayoría de los social-demócratas alemanes aún mantenían y lo articularon claramente en el borrador del Programa. Era una época lamentable para el movimiento socialista. El parido de trabajadores socialistas más numeroso que el mundo haya visto hasta ahora comenzaba a formarse. A Marx nuevamente se le hacía necesario protestar – de manera vigorosamente inequívoca en contra del oportunismo – en un borrador de Programa que tenía los errores ideológicos característicos del socialismo lassalleano, ya obsoleto hacía mucho tiempo y nuevamente recalentado recientemente. Al hacerlo, Marx tuvo que asegurar la validez en todo su rigor y resultados del principio básico ‘materialista’ que había resumido hacía ya unas décadas en el significativo párrafo siguiente: ‘Las relaciones legales tanto como las formas de estado no se deben entender en sí mismas ni desde el mal llamado desarrollo general de la humanidad, sino que tiene sus raíces en las condiciones materiales de la vida, la suma total de lo que Hegel, siguiendo el ejemplo de los ingleses y franceses del siglo dieciocho, se combina bajo el nombre de “sociedad civil”. Sin embargo, se debe buscar la anatomía de la sociedad civil en la economía política. En contradicción directa con este concepto materialista y económico de Marx, en su primera oración el Programa Gotha acepta la profundamente ideológica posición de Lassalle, que según la afirmación que el que todos los miembros de la sociedad reciban el producto de su trabajo debería estar basado en la idea del ‘igualdad del derecho’. Basado en este principio dignificado, en la sección 11 procede a exigir un ‘estado libre’ donde ‘toda desigualdad social y política’ está sobreseída y termina haciendo una solamente una petición –el establecimiento de cooperativas de productores con ‘asistencia del estado’. El borrador 8y la versión definitiva del Programa) añade a esto no menos de siete peticiones que son puramente democrático burguesas. Según Engels, cada una de estas ‘directa y literariamente coincide con el Programa del People’s Party y la democracia pequeñoburguesa’. La única instancia de ‘internacionalismo’ es un intangible, una profesión ideológico-política de la idea ‘hermandad internacional de los pueblos’ (que en la versión final se cambió a la ‘hermandad de hombres’).

Kart Marx ha dedicado toda su vida a transformar el socialismo de una ideología teórica y una utopía práctica a una ciencia y práctica realista y material. No sorprende que un programa como éste le desilusionó y afligió profundamente. Esta es la razón por la que la carta completa sobre el Programa pasó a ser una acusación intensa de lo que él explícitamente declaró ser un ‘programa completamente objecionable que desmoralizaría al partido’ en cuanto a todo lo que expresaba. La teoría y práctica del socialismo científico es materialista. El borrador del Programa es lassalleano –es decir, ideología y utopía. Aún si se pudiese y quisiera ignorar esto, ‘el programa no vale nada’ si se lo toma en sí y para sí. Por tanto, Marx sabe que es su ‘tarea’ ‘no aceptar’ un Programa tan sin principios tanto teórica como prácticamente por medio de ‘un silencio diplomático. Lo ‘comnta’ y lo ‘critica’ con gran detallismo.

 

5. El método dialéctico

La manera en que Marx lleva a cabo llevó a cabo su decisión de criticar el programa es extremadamente sugiriente de toda su formación intelectual. Muestra en forma especialmente clara la enorme superioridad del método ‘materialista’. Marx también aplicó este método a la producción de ideas teóricas y se refiere generalmente a ella como el método ‘dialéctico’, una formulación que Marx y Engels retienen. Según la concepción básica materialista de Marx, como cualquier otra producción la producción intelectual necesita que una materia prima específica, concreta se transforme en pensamiento. El pensar que solamente produce pensamientos abstractos ‘en general’ es bastante infructuoso. Aún pensando, la única manera de producir un producto ‘material’ real del pensamiento es aplicar el poder del pensamiento a un material del pensamiento que puede trabajarlo. Esto significa que Marx no procedió a criticar el Programa Gotha revelando el principio general falso y superficial que claramente sirve de base a todas sus oraciones y peticiones especiales para luego contraponer a aquel el más verdadero y profundo de su materialismo de una manera igualmente general.

El procede de manera inversa cuando critica en gran detalle cada pasaje individual del Programa. Este es un trabajo altamente habilidoso de producción intelectual. Sus propuestas individuales pueden aparecer en principio arbitrarias o de nimios detalles; pero en un examen más profundo siempre son pasos importantes y necesarios dentro de todo el proceso argumentativo. Marx toma lo que a primera instancia parecen ser pasajes bastante inofensivos del borrador y saca de él toda la vaguedad fundamental, las indecisiones tímidas, palabrería nula y fútil contenida en ellas. Esto revela lo más claramente, pero en forma indirecta, la falsedad abismal del principio básico subyacente en todos estos pasajes. Esto significa que el conflicto fundamental entre las concepciones ideológicas marxistas – materialistas y lassaellanos – de la historia nunca se expresa en una forma general en ninguna parte de la carta, aunque desde un principio comanda cada declaración específica en él. Se transforma en una ilación colorada a lo largo de las ‘anotaciones marginales’ específicas que las unen en una concisa unidad y que es claramente visible a quienes están familiarizados con él. No cabe duda que Karl Marx fue un dialéctico positivo y revolucionario y el carácter magnífico de su espíritu es muy evidente en la Crítica: nunca permite que su trabajo crítico llega a ser una mera negación de los errores y superficialidades analizados en su carta, siempre adelanta explayarse o indicar brevemente los conceptos positivos y verdaderos que deberían reemplazar los errores e ilusiones que critica. No queda satisfecho cuando critica y refuta las partes del Programa que son resultado de principios falsos y superficiales. La refutación siempre entrega un desarrollo positivo de las conclusiones obtenidas de la posición más verdaderamente materialista que propone en su lugar. Es por medio de ese desarrollo positivo que los procesos llegan a su objetivo de manera que el ‘materialista dialéctico’ lo encuentre realmente satisfactorio.

 

6. De Marx a Lenin

No cabe duda que son estos desarrollos positivos son las partes más importantes y concretamente significativas de la Crítica a la teoría y práctica del marxismo contemporáneo. Porque la Crítica no solamente incluye un conjunto de descubrimientos de Marx articulados en formulas altamente concisas y convincentes, sino que están disponibles en todas partes. Aquí encontramos la aplicación sistemática de sus principios materialistas básicos a un conjunto mayor de problemas sociales de los cuales no habló nunca con igual claridad y ten extendidamente. Sobre todo, aquí clarifica fundamentalmente la relación teórica y práctica entre la ‘sociedad’ presente y futura y el ‘Estado’ (presente y futuro) n contradicción con la ideología del Derecho y del Estado de Lassalle. No se necesita indicar lo enormemente importante hoy del Programa Gotha en este aspecto. El lector puede encontrar una evaluación crítica y elaboración en el más fino espíritu marxista de todos los pasajes importantes de la Crítica del Programa Gotha en el quinto capítulo de aquella obra clásica de la teoría y la práctica del concepto marxista del Estado, El Estado y la Revolución de Lenin. En veinte páginas altamente concentradas, Lenin analiza el problema de las relaciones de la sociedad y el estado y las cuestiones relacionadas con la transición del capitalismo al comunismo, las diferentes formas de democracia y dictadura y su sobreseimiento por la aparición gradual de una sociedad comunista futura. Esta sociedad comunista se desarrolla desde la sociedad capitalista y será, por largo tiempo, definida y su ‘desarrollo libre’ obstaculizado por las tradiciones y formas del posterior. Todo lo que Lenin expresó en cuanto a esto aparece bien explícitamente como un consistente desarrollo de las sagacidades básicas de Marx que desarrolló primeramente sobre estos temas en su carta sobre el Programa Gotha en 1875. Marx, en la cima de sus poderes, escribió, en oposición directa a las concepciones de ideológicas y utópicas de Lassalle y de la Social Democracia Alemana sobre ese Estado, que ha predominado en los movimientos obreros europeos y estadounidenses hasta el día de hoy. Las políticas prácticas de un marxista real es la única continuación por otros medios de su trabajo teórico en la ciencia y la propaganda. Por tanto, en un cierto sentido, todo el acontecimiento mundial-histórico de la revolución proletaria en Rusia tras 1917 no es sino la continuación en la realidad práctica de la realidad del principio materialista fundamental del desarrollo de la historia y la sociedad. . Fue la realización teórica de este principio por el que luchó y trabajó Marx en todos sus escritos, pero más decididamente que en todos en la Crítica del Programa Gotha.

 

7. La estructura de la carta

Correspondiendo a las divisiones en el borrador del Programa bajo crítica (que solamente difiere de la versión final en pocos detalles), la crítica de Marx cae en cuatro secciones ó, si se toman las formulaciones iniciales de la cuarta sección sobre el concepto del ‘estado libre’ como una parte independiente, las secciones son cinco. Sección IV.B consiste en el borrador exigencias políticas y culturales inmediatas. La crítica de Marx a estas demandas es extremadamente clara y detallada; aquí no se necesita elaboración porque al lector se le hace inmediatamente comprensible. Un estudio más a fondo de esta parte de la crítica marxista-comunista del Programa del Partido Social Demócrata incluiría, antes que nada, la carta de Engels ‘Sobre la crítica del borrador de programa Social Demócrata de 1891 (el Erfurt Programme)’, que se publicó primeramente en Neue Zeit (1901) y en cierto sentido continúa la crítica con junta de Marx y Engels al borrador del Programa Gotha. Lo que Marx y Engels hubiesen dicho sobre el Programa Görlitz de los Social Demócratas Alemanes se puede dejar a la imaginación del lector ya alertado por este texto. Quien desee una guía más precisa puede leer los escritos pertinentes de Rosa Luxemburg, Lenin, Trostky y Radek.

La sección de la carta que es básica para todas las otras es la comprensiva primera sección. Los números 1 y 2 con la pequeña sección II, contienen un recuento altamente concentrado de economía política marxista. El número 3 y la sección III sirven para preparar las importantes afirmaciones de la sección IV de las relaciones entre la sociedad y el estado actual y futuras. En nuestra propia época Lenin ha desarrollado estas ideas tanto en teoría como en la práctica. Finalmente, en los números 4 y 5 hay varias observaciones importantes, especialmente pertinentes en la actualidad, sobre la relación histórica entre el proletariado y otras clases en las fases diferentes del desarrollo de la sociedad capitalista, sobre la necesidad del contenido internacional del movimiento de los trabajadores y, por sobre todo, en cuanto a las tareas internacionales de la clase obrera alemana. Esto crea un desarrollo de los análisis en el Manifiesto Comunista.

Las secciones I y II de la Crítica son una contribución pequeña pero importante para clarificar los conceptos básicos y las tesis marxistas de la economía política y naturalmente se hace imposible e innecesario discutirlas una vez más en este tratado corto. El lector que todavía tenga dificultades con estas secciones de la Crítica puede leer mi recientemente publicada Quintessenz des Marxismus. Allí encontrará, en forma corta y precisa, treinta y siete preguntas y respuestas que explican todos los conceptos básicos y teorías de la economía marxista tanto como otras tesis esenciales de la teoría marxista de la sociedad. Si hace esto, estará listo para entender aquellas partes de la Crítica que son difíciles de entender sin algún conocimiento de los conceptos marxistas y su lugar en toda la teoría económica y social del marxismo. Hasta la actualidad estos son catastróficamente mal entendidos aún por buenos seguidores de Marx.

 

8. Dos problemas difíciles: La ley de hierro de salarios y las cooperativas de productores que reciben ayuda del Estado

De todos los pasajes difíciles en la Crítica que pueden crear malos entendimientos, hay solamente dos que necesitan un análisis ulterior porque creo que son las más difíciles para los principiantes. Son las afirmaciones de las secciones II y III sobre las llamadas ‘leyes de hierro de los salarios’ y cooperativas de ‘productores’ que reciben ayuda del Estado. Es en estos puntos donde ha habido grandes equivocaciones de la fuerte crítica de Marx del Programa Gotha y una tendencia a ver en ella una expresión persona ‘excesiva’ de Marx, específicamente animosa en contra de Lasalle. No puede haber ninguna disputa sobre el tono amargo con que Marx y Engels atacaron a Lassalle, pero sus expresiones fueron resultado de una necesidad ineluctable y concreta. Porque es precisamente donde las formulaciones y exigencias del marxismo materialista-comunista y el lassalleanismo ideológicamente socialista están tan extremadamente cerca que su contradicción interna es mucho mayor. El ignorar esta contradicción es muy peligrosa si los hallazgos científicos de Marx no se resguardan y desarrollan.

Comenzamos con la ley de salarios. Primero debemos mencionar la afirmación crítica de Marx en su carta que ‘los ingresos del trabajo’ es una idea ‘suelta’ (es decir imprecisa) que ‘Lassalle puso a cambio de conceptos económicos precisos’. Los ‘conceptos económico definitivos’ de los que habla Marx son obviamente aquellos de su teoría del valor y plusvalía, y especialmente el descubrimiento científico que es básico para cualquier comprensión del comunismo marxista, pero que hoy todos sus oponentes y algunos de sus seguidores lo entienden como “sin sentido”. Este descubrimiento es que los salarios no son, como dicen los economistas burgueses, el valor o precio del trabajo, sino solamente una ‘forma enmascarada del valor o precio del poder de trabajo’ que se vende en el mercado como mercancía antes que se use productivamente (como trabajo) en la empresa capitalista [nótese. El obrero vende sus horas de vida por el dinero que necesita para seguir viviendo y el patrón compra la energía obrera para crear cosas que el obrero tiene que comprar para seguir viviendo. El círculo se cierra cuando el patrón recibe el dinero gastado. Es uno de los puntos centrales tratados en la crítica además de ser uno de los grandes descubrimientos de Marx: el subjetivo energía obrera se objetiva en cosa/salario que se subjetiva nuevamente en energía que le sirve al obrero para sobrevivir]. He explicado las bases teóricas de estos conceptos y frases en otras partes, en mi Quintessenz des Marxismus. Pero lo único que se analiza teóricamente se puede ver aplicado en una forma práctica e inmensamente importante en la Crítica misma. No es sin justificación ni tampoco ciega hostilidad hacia Lassalle y sus seguidores que Marx pone tanta presión enfática sobre estos aspectos claves de su teoría de la plusvalía y lucha en contra de la consigna de Lassalle ‘la ley de hierro de los salarios’ con tal vigor despiadado. A primera vista puede parecer que no hay contradicción entre lo que dicen Marx y Lassalle. Hasta en el Manifiesto Comunista se declara que los ‘costes’ que el trabajador causa a los capitalistas ‘están casi totalmente confinados a los medios de subsistencia que necesita para su mantenimiento y para la propagación de su raza’. Obviamente esto nombra lo que lo que los economistas burgueses Malthus y Ricardo expresaron primeramente y que luego se llamó ‘la ley de hierro de los salarios’. He ahí el por qué la Crítica al Programa Gotha ataca vigorosamente la ‘ley de hierro del salario’ de Lassalle es la comprensión más profundo que el marxismo científico saca de sus propios conceptos de toda la estructura de la sociedad capitalista y de las leyes del desarrollo histórico que el marxismo científico saca de su concepto clave, la plusvalía. La idea que los salarios son el valor del poder de trabajo y no del trabajo no intenta meramente (como alguna gente ha creído) permitir a la teoría económica y la ciencia marxista a tener una más clara y simple estructura conceptual. Por el contrario, este descubrimiento contiene el núcleo de la verdadera esencia de las contradicciones de clase dentro de la sociedad capitalista. Da una explicación sistemática de las razones materiales del por qué estas contradicciones de clase nacieron y por qué se han desarrollado y agudizado a pesar de un sostenido crecimiento en el poder productivo del trabajo social. También explica por qué esta verdadera alza en la productividad eventualmente crea la posibilidad ‘material’ y la necesidad de una abolición completa de las contradicciones de clase en una sociedad comunista. Por contraste, la teoría de las ‘leyes de hierro del salario’ está basada parcialmente en la ciencia natural y parcialmente en la Filosofía del Derecho. No puede explicar el origen real de las contradicciones de clase ni tampoco, excepto en base a posiciones éticas o idealistas, proponer por la necesidad de un ‘sobreseimiento’ de esta ley y con ello la ‘maldición’ que impone sobre la clase obrera. (Esto es por qué el dogma de Lassalle, ahora adoptado por los economistas de la burguesía, significa tal peligro a la lucha del proletariado para su emancipación). Ya hecha esta importante conexión, el significado completo de esta asombrosa comparación que se hace al final de la sección III se hace inmediatamente comprensible. Ahí Marx dice que apoyar la lucha obrera hacia la emancipación en la ‘ley de hierro del salario’ sería como basar una rebelión de esclavos en la desnutrición existente el sistema de esclavitud.

Igualmente complejo y a primera vista obscura los motivos que yacen tras el furioso e incansable ataque en la sección III sobre las exigencias socioeconómicas que hace el Programa Gotha –la exigencia de ‘establecer cooperativas de productores’ con ayuda del Estado. Aquí, tal como en la ley de salarios, el furioso ataque de Marx no es realmente en contra del llamado a crear cooperativas de productores como tal, sino en contra de la función especial que ellas hacen en el sistema lassaellano. Cierto es, diez años antes, Marx había incluido ‘el establecimiento de asociaciones de productores y otras instituciones de uso a la clase obrera’ entre sus demandas prácticas en los estatutos de la A.I.T. [Asociación internacional de trabajadores] y en su Discurso Inaugural enalteció al movimiento cooperativo junto con el día de 10 horas [laborales], por ser ‘hasta ahora la más grande de las victorias de la política económica de los trabajadores sobre la economía política de los poseedores de la propiedad’. En aquel entonces él hasta exigió el ‘desarrollo del trabajo cooperativo a escala nacional’ ayudados ‘por los recursos del Estado’. Aquí, también, parecería que superficialmente no habría un conflicto real entre la posición de Marx y las demandas hechas en el borrador del Programa Gotha. Ciertamente, sin embargo, este ejemplo del enojo de Marx es una vívida expresión de una profunda y sustantiva diferencia entre sumisión del mundo y la de Lassalle. Porque Marx sabía muy bien la naturaleza de su esquema (en cualquier caso, ampliamente demostrado a lo largo del resto del Programa). El plan para las asociaciones de cooperativas concebido en la década de 1860 paralelamente a las líneas ‘lassalleanas’ (lo que Lassalle originalmente pueda haber dicho al presentar sus primeras demandas) descansaban mucho más en la ayuda del Estado que en la creación de la economía cooperativa misma. SU finalidad real fue la de usar la ayuda de las asociaciones de productores para cambiar ‘el estado burgués limitado’ a un ‘estado socialista que cumpliría con la idea ética de la libertad’ –a cambio de crear las precondiciones materiales para lograr una sociedad socialista en la predominancia de la política económica de la clase obrera por sobre la economía política de la propiedad (que avanzaría, entre otras cosas, por las cooperativas de productores). Se trataba de una violación flagrante del principio más importante de la Declaración de Principios de la I.W.A. que sostenía que ‘la emancipación económica de la clase obrera es el objetivo principal, que cada movimiento político debe desempeñar para avanzar’ [nótese. no habla de ‘meta’ sino de ‘objetivo’ que llevaría a una sociedad basada en la solidaridad]. En la sección III de la Crítica, Marx busca demoler el concepto clave de las ‘cooperativas basadas en el crédito estatal’ como una regresión hacia los errores ideológicos y utópicos burdos. (Esta idea ha encontrado recientemente a sus sucesores ejemplares en las igualmente vacías nociones de muchos socialistas alemanes sobre la ‘socialización’ o ‘apropiarse de valores reales’). Marx pone en contra de estas ilusiones el verdadero significado materialista de las palabras asociación de ‘productores’ en una escala nacional en su propio país al decir: ‘Que los trabajadores deseen establecer las condiciones para la producción cooperativa en una escala social y primeramente en una escala nacional, en su propio país, solamente significa que trabajan para revolucionar las condiciones presentes de producción y esto no tiene nada en común con la fundación de sociedades cooperativas con ayuda del Estado’.

 

9. La médula de la crítica

En este pasaje, Karl Marx desarrolló las implicaciones de esta estrictamente materialista posición en cuanto solamente a las asociaciones de ‘productores’ con ayuda estatal. Pero estas no son solamente de una pura importancia histórica. Por el contrario, su principio se puede aplicar a los más recientes esfuerzos obreros en su lucha por la emancipación –por ejemplo, las socializaciones de 1918-20 y a la ‘adquisición de valores reales’ de 1921-22. El principio que Marx establece puede por tanto puede ser útil aún como marca para distinguir las diferentes posiciones que se adopten en cuanto a esto. Ciertamente, llegará a ser aún más importante a lo largo de los desarrollos futuros a manera de los puntos tácticos de la revolución social y más aún de las tareas prácticas del largo período transitorio entre el capitalismo y el comunismo, metodología gradual más cerca de la realidad. Este es el punto más sobresaliente de la Crítica hoy: más que cualquier otro escrito de Marx y Engels nos da una clave confiable para resolver los grandes problemas políticos y sociales que la clase trabajadora está llamada a manipular. Este es, simultáneamente, el período más difícil y más bello de su desarrollo histórico. La gran transición del orden capitalista al comunista ya no se lograría solamente en la imaginación, sino en la dura realidad de la visa. Hasta el Manifiesto Comunista, que sería la fuente más rica de la posición Marxista en todos los aspectos allende los asuntos puramente económicos, es en este aspecto sería algo inadecuado.

Existe la bien conocida lista de las diez demandas transitorias que tienen como objetivo el período más inicial de la revolución y una definición de los objetivos finales del comunismo escrito en forma muy abstracta y filosófica. Fuera de esto, existe solamente el enunciado repetido que en todos los movimientos comunistas revolucionarios han enfatizado sobre el ‘asunto de la propiedad’ como el ‘punto fundamental’ (esto naturalmente incluye un largo período tras el establecimiento de la dictadura del proletariado). Este énfasis sobre el ‘asunto de la propiedad’ se puede interpretar de dos maneras. Se puede entender tanto como un problema jurídico de la distribución que es capaz de solucionar por medio de cambios en la forma del Estado, o ‘materialistamente’ como un asunto social de la producción que solamente se puede solucionar al desplazar la estructura económica de la sociedad. Es precisamente por medio de una profunda clarificación de estas dos interpretaciones que Marx en la Crítica al Programa Gotha, se pone en total contradicción entre el ideológico estado socialista de Lassalle y su comunismo materialista propio. Como nunca se cansa de decir, los lassalleanos no tienen una sociedad comunista como su objetivo final, sino una triste posición intermedia. Verdad es que la posterior habrá de sobreseer la propiedad privada de los medios de producción y las ‘inequidades’ e injusticias’ relacionadas en la distribución de bienes. Pero en todos los otros aspectos –económicos, éticos y espirituales- seguirán mostrando la cara de la vieja sociedad capitalista de hoy. Específicamente la ley y el Estado burgués no son totalmente sobreseídos [nótese que no se refiere a la destrucción del estado como acusan los momios sino su sobreseimiento] como ideas olvidadas de una prehistoria bárbara. Por supuesto, Marx mismo estaba plenamente conciente del hecho que el establecer una dictadura del proletariado y la abolición de la propiedad privada capitalista de los medios de producción no serían suficientes por sí mismas para crear una sociedad comunista madura ‘que se desarrolle libremente’ hacia alturas inimaginables por medio de sus leyes inherentes. Indudablemente, de manera conciente demostró su ‘visión materialista’ en su carta al Programa Gotha. Porque ‘entre la sociedad capitalista y comunista hay un período de transformación revolucionaria de la una a la otra’. El orden socioeconómico comunal creado tras el establecimiento de la dictadura del proletariado será ‘una sociedad comunista que no se ha desarrollado en sus mismas fundaciones, sino por el contrario ha emergido desde la sociedad capitalista’.

Consecuentemente, por mucho tiempo después sigue siendo tema a las leyes naturales de la sociedad capitalista, que son extrañas y contrarias a su novedoso carácter y limitan y ponen en peligro su libre movimiento.

Este es inevitable en una sociedad comunista que ha ‘emergido de a sociedad capitalista tras un esfuerzo prolongado’. Desde una perspectiva superior de comunismo marxista, el socialismo lassaellano derivó de las filosofías de la derecha y el Estado –y la práctica del Estado socialdemócrata actual con sus Programa Görlitz derivado del lassallaenismo- por tanto, debe ser juzgado cruelmente por su locura criminal. El período de transición es necesario e inevitable por razones históricas –el socialismo lassallaenista lo toma como un estado ideal y final. La razón de ello es obvia –nunca ha sobrepasado el ‘horizonte estrecho’ de los conceptos burgueses del derecho, la ética y el Estado. Divaga de una manera ideológica y utópica sobre el ideal de una ‘distribución justa’ y una ‘igualdad social y política’ completa en un ‘estado libre’. La idea primitiva de libertades esencialmente garantizada por la Ley y el Estado queda anulada precisamente por la meta final grandiosa del comunismo ahora visible a nosotros. Será reemplazado por formas de conciencia futuras en la ‘nueva vida’ de la ‘fase alta de la sociedad comunista’. Nosotros, que estamos viviendo en la prehistoria de la sociedad humana difícilmente podemos tener una imagen real de lo que será eso.

Marx y Lenin insisten que esas altas miras no se pueden lograr con el pensamiento puro o por algún poder de la imaginación que se impregne en un etéreo mundo ensoñado del espíritu. Solamente se pueden conseguir sobre la base del desarrollo material de las fuerzas de producción, en la realidad terrenal e intramundana de la vida social concreta por medio de acciones terrenales e intramundanas. Por esta razón la gente las llama ‘materialistas’ y creen que han dicho algo en contra de ellos. La burguesía tiene buenas razones materiales para hacerlo, que no pueden sacar de ellos por medios teóricos e inmateriales tampoco. La situación de los trabajadores es una muy diferente. Sufren las condiciones ‘materiales’ del presente tanto como los efectos ‘ideales’ de estas condiciones. Solamente se les puede ayudar ‘ideal y materialmente’ si se eliminan completamente estas condiciones. Nadie les puede o podrá entregar esta ayuda ‘material’ excepto ellos mismos. Esta es la razón por la que cada trabajador debe concluyentemente convertirse en un materialista.