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Pronunciado: En charla con los funcionarios responsables del Comité por la Reunificación Pacífica de la Patria y los miembros de la Dirección del Norte de la Alianza Pannacional por la Reunificación de la Patria, 1° de agosto de 1991.
Publicado: Pyongang, s/f.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, diciembre de
2009.
El año pasado, con motivo del 45 aniversario de la liberación del país, se efectuó la Conferencia Pannacional para la Paz y Reunificación de la Patria, y en el presente año va a realizarse otra, la segunda, en saludo a la misma fecha, el 15 de agosto. Consideramos positivo que con motivo del significativo día de la liberación de la Patria se organicen la Conferencia Pannacional y diversas festividades conjuntas en aras de la reunificación. Nos incumbe procurar que las actividades previstas se realicen con éxito y así constituyan una importante oportunidad para alcanzar la gran unidad de la nación y acelerar el proceso de la reunificación de la Patria.
La reunificación de nuestro país es una tarea encaminada a recuperar los vínculos de la nación cortados artificialmente y lograr su reconciliación, así como implantar la independencia a escala de todo el país. En otras palabras, se trata de un asunto relacionado con el destino y la existencia de nuestra nación.
Como sabe todo el mundo la división de nuestra nación no fue originada por sus contradicciones internas, sino impuesta, enteramente, por las fuerzas extranjeras. Se produjo, después de la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de la decisión, según los intereses de las potencias extranjeras, del problema de Corea en contra de las exigencias y de la voluntad de independencia de nuestra nación. Esto también se debe a la ocupación del Sur de Corea por los Estados Unidos. Si esta situación se mantiene hasta hoy, se debe a que las fuerzas foráneas continúan las intervenciones y los actos para obstruir nuestra reunificación.
A lo largo del casi medio siglo transcurrido desde cuando se dividiera el país hasta hoy, no ha habido ni un solo día en que yo me haya olvidado de las desgracias e infortunios que padece nuestra nación ni haya dejado de pensar en la reunificación de la Patria. Esta tarea no debemos legársela a las posteridades. Debemos cumplirla en nuestra generación cueste lo que cueste. Es el supremo anhelo de toda la nación coreana y para ésta no hay tarea más apremiante.
Nuestro país ha de reunificarse de manera independiente y por la vía pacífica, para lo cual es preciso alcanzar la gran unidad de la nación. Al margen de esta unidad es inconcebible que la Patria se reunifique porque ésta constituye la premisa fundamental y el contenido esencial de esta tarea. Lograrla es la primera, la segunda, la tercera tarea en importancia para realizar la causa de la reunificación de la Patria.
En cualquier movimiento es posible obtener la victoria cuando se fortalece el sujeto y se eleva su papel. Esta es la más importante verdad de la revolución y es la filosofía en la que fundamentamos nuestro credo en el largo proceso de la lucha revolucionaria.
Toda la nación coreana constituye el sujeto de la reunificación del país. Esta es su obra de independencia y únicamente con sus propias fuerzas podrá llevarla a cabo. Siendo artífices de esta obra, todos los coreanos, sin excepción, tienen que asumir su responsabilidad y papel que les corresponden en la lucha por hacerla realidad. Para hacerlo así deben unirse con firmeza como si fueran un solo hombre. El poderío del sujeto radica precisamente en la unidad. La garantía decisiva para lograr la reunificación independiente y pacífica de la Patria radica en el fortalecimiento de su sujeto mediante la unidad compacta de toda la nación.
Esta tiene que aglutinarse de modo sólido bajo la bandera de la gran unidad nacional y sobre la base del patriotismo y el espíritu de independencia nacional.
La nación es una sólida colectividad y unidad de vida social de las personas que se formó y desarrolló a lo largo de la historia. Históricamente los hombres vivieron y forjaron juntos sus destinos dividiéndose en países y naciones. El asunto de la nación es, en esencia, el de defender y llevar a vías de hecho su independencia, la cual significa su vida y a la vez la del ser humano. De la misma forma que el hombre privado de la independencia es como un ser sin vida, así también es inconcebible la existencia y progreso de una nación al margen de su independencia.
Sólo cuando se obtenga la independencia de la nación pueden ser independientes las personas individuales que la habitan y si aquella se subyuga a otra, ninguno de sus integrantes, por permitirlo, podrá quedar exento de ser considerado como un apátrida. Esto es porque dentro de la vida de la nación está la de cada uno de sus miembros. Precisamente por esta razón, aunque la nación está integrada por personas de diferentes clases y sectores, éstas aman a su patria y aprecian la independencia nacional y luchan unidas por defenderla. Su amor a la patria y su aprecio por la soberanía nacional son una manifestación de las ideas y los sentimientos que tienen en común como integrantes de una misma nación.
Originalmente el nacionalismo surgió como una corriente ideológica progresista para defender los intereses de la nación. Es cierto que los burgueses encabezaron en los primeros años de su aparición el movimiento nacional bajo la bandera del nacionalismo, pero no por eso se debe considerar que éste fuera desde el comienzo una ideología de la clase capitalista. En el período del movimiento nacional burgués contra el feudalismo los intereses de las masas populares coincidían en lo fundamental con los de la incipiente burguesía y, por consiguiente, el nacionalismo reflejaba los intereses comunes de la nación. Posteriormente, con el desarrollo del capitalismo la burguesía se convirtió en la clase dominante reaccionaria y el nacionalismo en un instrumento ideológico para la protección de los intereses de la clase capitalista. El nacionalismo burgués es una ideología contraria al genuino nacionalismo que defiende verdaderamente los intereses de la nación. La autodenominación de “nacionalistas” que los ociosos, que pueden considerarse como parásitos de la nación, se hacen pronunciándose por el nacionalismo, no pasa de ser un fraude. Sólo quien se consagra a su nación realizando trabajos útiles, ya sean intelectuales o físicos, puede ser catalogado como un verdadero nacionalista.
En nuestro país donde la nacionalidad es homogénea el verdadero nacionalismo se identifica con el patriotismo. Nuestra nación, que por milenios ha venido desarrollando una cultura brillante con un mismo idioma y una misma sangre en un mismo territorio, tiene un elevado espíritu patriótico y de independencia. Siempre ha profesado un ferviente amor a su Patria y luchado con tesón para salvaguardar su soberanía. Esto constituye una tradición, la que la llena de orgullo.
Mi padre enunció temprano el concepto de “gran propósito” y nos educó en el patriotismo y la idea de independencia nacional. De ahí que yo tomara el camino de la lucha, determinado desde el comienzo a consagrar mi vida para salvar al país y a la nación. Mis actividades revolucionarias se iniciaron por la lucha de liberación nacional, y en el curso de mis esfuerzos por hacer resaltar la idiosincrasia de la nación y formar el sujeto de la revolución concebí la idea Juche, ideología directiva de nuestro proceso revolucionario. A lo largo de toda mi vida he luchado por la soberanía, la autonomía y la prosperidad de nuestra nación y la independencia de las masas populares. Des- de luego, defiendo tanto la autodeterminación de nuestro pueblo como la de otros y luché y lucho por acabar con la explotación y la opresión del hombre por el hombre no sólo en nuestro país sino también en el resto del mundo. De la misma manera que es inimaginable que quien no quiera a sus padres y hermanos pueda amar a su país y a su nación, así también ilógico es que una persona indiferente al destino de su nación sea fiel a la revolución mundial. Como digo siempre, sólo un genuino patriota puede ser un verdadero internacionalista fiel a la revolución mundial. En este sentido puedo decir que yo, a la vez que soy comunista, soy patriota e internacionalista.
En la actual etapa de desarrollo de la historia en que el destino de las masas populares se forja en cada país o nación como su unidad básica, lo lógico es que toda la nación luche unida por su prosperidad y por sus intereses comunes, preservando con firmeza su idiosincrasia. No sólo debemos realizar la reunificación de la Patria sobre la base de la gran unidad nacional, sino también, después de alcanzada esta causa, esforzarnos por construir una sociedad ideal para el pueblo y lograr que todo éste disfrute por igual de una inmensa felicidad, apoyándonos en la fuerza unida de toda la nación.
Puede decirse que nuestro concepto de la nación, basado en la idea Juche, es que todos sus integrantes consigan y salvaguarden unidos su independencia, considerándola como su vida, y logren su prosperidad común.
Tanto en la lucha contra el imperialismo como en los esfuerzos para construir el socialismo hemos mantenido siempre con firmeza el principio de confiar y apoyarnos en la fuerza unida del pueblo. Puede decirse que el secreto de las victorias que hemos logrado hasta ahora en la revolución y la construcción reside precisamente en el hecho de que hemos luchado preferentemente en defensa de los intereses de la nación, apoyándonos en su poderío aunado.
Si triunfamos en la Lucha Revolucionaria Antijaponesa por la restauración de la Patria, fue porque la Guerrilla Antijaponesa y el pueblo estuvieron estrechamente vinculados, y todas las fuerzas patrióticas antijaponesas se mantuvieron unidas como un sólido bloque. En aquella época combatimos al imperialismo japonés con la fuerza mancomunada de la nación agrupando a todas las clases y capas de la población patriótica en el frente unido nacional antijaponés. La Asociación para la Restauración de la Patria, fundada en 1936, fue una organización de este tipo que abarcaba a los amplios sectores del pueblo patriótico que se oponían al imperialismo nipón y que aspiraban a la independencia del país. En ella se alistaron las fuerzas patrióticas antijaponesas pertenecientes a todas las clases y sectores: comunistas, nacionalistas, obreros, campesinos, intelectuales, estudiantes y otros jóvenes, incluso capitalistas nacionales y creyentes religiosos de conciencia. En el curso de la Lucha Revolucionaria Antijaponesa que se libraba sustentándose en el amplio frente unido nacional antijaponés se creó y forjó la tradición de la unidad de la nación.
También en los trabajos por construir una nueva sociedad después de la liberación dirigimos la fuerza primordial a lograr la gran unidad nacional. En un discurso pronunciado ante el pueblo después de liberar a la Patria lancé un llamamiento para que todos los que amaban al país y a la nación y apreciaban la democracia se aunaran con firmeza como un solo hombre y así contribuyeran activamente a la construcción del país, con su fuerza, con sus conocimientos o con el dinero que tuvieran. Apoyándonos en la fuerza unida de todas las clases y sectores del pueblo aceleramos con energía la construcción de una nueva Patria democrática y del socialismo. El objetivo que perseguimos en la construcción del socialismo consiste en lograr que todo el pueblo goce por igual de una existencia feliz y digna en una sociedad libre de explotación y opresión. La que estamos levantando es una sociedad socialista centrada, en el verdadero sentido de la palabra, en las masas populares. Es decir, una sociedad genuinamente popular en la que todas ellas son dueñas del país y todas las cosas que éste tiene están a su servicio. No es necesario construir un socialismo que no le sirva a las masas populares, y a menos que se logre su cohesión es imposible edificar el referido socialismo.
El objetivo que perseguimos con la reunificación de la Patria es conseguir la independencia de nuestra nación, lograr su progreso y prosperidad comunes y hacer que toda ella viva por igual feliz y dignamente en una Patria reintegrada. Por eso es lógico que toda la nación se identifique con una misma voluntad y se una como un solo hombre en la lucha por la reunificación de la Patria, y es del todo posible lograrlo.
En 1948 convocamos en Pyongyang la Conferencia Con- junta de los Representantes de los Partidos Políticos y las Organizaciones Sociales de Corea del Norte y el Sur para discutir el problema de la reunificación del país y las medidas de salvación nacional de carácter inmediato que en aquel entonces se habían presentado urgentemente ante la nación. En ella participaron los delegados de casi todos los partidos políticos y las organizaciones sociales, con excepción de los del partido que dependía directamente de Syngman Rhee en Corea del Sur. Asistió también Kim Gu, entonces líder del Partido por la Independencia de Hanguk. Se trataba de un hombre que antes de la liberación, cuando presidía el “gobierno provisional en Shanghai”, consideraba a los comunistas como enemigos. Pero participó en la Conferencia mostrando su simpatía con nuestra justa proposición de que nos reuniéramos en un lugar y discutiéramos franca y sinceramente, como miembros de la misma nación, los importantes problemas relacionados con el destino de la nación, y así decidió aliarse y colaborar con los comunistas. Aunque no tenía una correcta comprensión de qué tipo de hombres éramos los comunistas genuinos, fue un patriota. En la mencionada reunión pronunció un discurso positivo y después de regresar al Sur de Corea fue asesinado por los norteamericanos y sus lacayos mientras luchaba por la unidad nacional y la reunificación de la Patria. La histórica Conferencia Conjunta del Norte y del Sur celebrada en el mes de abril mostró claramente que todos podían sumarse a la lucha por la causa común de la nación aunque tuvieran diferencias ideológicas y diferentes ideales y puntos de vista políticos y religiosos.
Si todos los compatriotas luchan en armonía y unidos, siguiendo la tradición y basándose en las experiencias que sobre la integración nacional se obtuvieron en la realización de la causa de la independencia de nuestra nación, es posible que alcancen sin falta la reunificación de la Patria, que es la suprema tarea nacional.
La reconciliación y unidad de toda la nación conllevaría precisamente a la reunificación de la Patria que deseamos. Lo fundamental en ésta no reside en algún problema de procedimiento o método sino en la auténtica reconciliación y unidad de toda la nación. Si todo el pueblo del Norte y del Sur y los compatriotas residentes en ultramar hacen coincidir sus voluntades y, sobre esta base, logran la gran unidad nacional se resolverá este problema fundamental, y consecutivamente, será fácil solucionar otros asuntos.
En los últimos tiempos se está notando un progreso considerable en la obra por lograr la unidad nacional. El año pasado se efectuó la Conferencia Pannacional del 15 de Agosto, a la que siguieron el Concierto Pannacional por la Reunificación, la Competencia de Fútbol del Norte y el Sur por la Reunificación y el Festival Artístico y este año ambas partes participaron conjuntamente, en un equipo único, en el Campeonato Mundial de Tenis de Mesa y el Campeonato Mundial de Fútbol de Jóvenes.
Todo esto fue resultado de que se han elevado como nunca la aspiración de nuestra nación a la reunificación y el ambiente de reconciliación y unidad nacionales, por lo que todos los compatriotas del Norte y del Sur y los residentes en ultramar sintieron alegría, orgullo y dignidad nacionales. Si todos los compatriotas se entienden así gradualmente, se podrán lograr, al fin, la gran unidad de la nación y la reunificación de la Patria. En este sentido, creo, el pastor sudcoreano Mun Ik Hwan dijo que nuestra nación se ha aunado, que la reunificación ya es completa.
Nos pronunciamos por reunificar la Patria mediante la confederación basada en la fórmula de una nación y un Estado con dos sistemas y dos gobiernos, para conseguir la verdadera concordancia y unidad de la nación. Se trata de la única vía para lograr este objetivo en las actuales condiciones en que en el Norte y el Sur del país existen ideologías y regímenes distintos. En la actual situación no es justo intentar reunificar el país con el método de someter una parte a la otra. La ideología y el régimen no se imponen sino el pueblo los escoge por sí mismo. El método de obligarlos una parte a la otra no dará resultado para lograr la unidad de la nación, sino que por el contrario, traerá como consecuencia agravar el antagonismo interno de la nación y causarle a ésta mayores calamidades. Las diferencias de ideología y régimen existentes en el seno de la nación han de suprimirse de modo gradual y no por la vía coercitiva sino por la de estrechar su unidad, a favor de sus intereses comunes. Hoy el más urgente interés nacional común es liberarse completamente de la dominación e injerencia de las fuerzas foráneas y lograr la unidad nacional. Los connacionales, aunque se rijan por distintas ideologías y regímenes, pueden unirse como miembros de la misma nación y colaborar unos con otros para su prosperidad común.
Todos los coreanos, no importa dónde radiquen, ya sea en el Norte, en el Sur o en ultramar, y sin distinción entre obreros, campesinos, intelectuales, jóvenes estudiantes, políticos, economistas, religiosos y militares, deben luchar unidos para reunificar la Patria, tarea común para toda la nación. Tienen que contribuir a la realización de esta causa aportando su fuerza los que la poseen, sus conocimientos los que los tienen y su dinero los que disponen de él, como lo hizo nuestro pueblo en el pasado para lograr la construcción de una nueva Patria.
La clase obrera, el campesinado y la intelectualidad for- man la fuerza principal de la nación. Si éstos se ayudan entre sí y se unen, poniendo de manifiesto cada cual sus peculiaridades, pueden constituir una poderosa fuerza que juegue un papel protagónico en la nación y llevar a feliz término la causa de la reunificación de la Patria. Deben cumplir su misión como sujeto en la reunificación de la Patria aliándose los dos primeros con el tercero y vinculando éste su destino con el de aquéllos. Es injusto menospreciar el papel del intelectual y verlo con una estrecha visión. Al fundar el Partido definimos al intelectual como una parte integrante de esta organización política, junto con la clase obrera y el campesinado. El emblema de nuestro Partido está constituido de martillo, hoz y pincel que simbolizan, respectivamente, a la clase obrera, al campesinado y al intelectual que lo integran. En la postliberación, al emprender la edificación de una nueva sociedad no rechazamos a los intelectuales por haber servido al imperialismo japonés, sino que les abrimos plenamente los brazos confiando en su patriotismo y propensión a la independencia nacional. Considerando como un tesoro del país a los intelectuales dispersos a lo largo y ancho del país, los buscamos uno por uno y los guiamos con tino a desempeñar un papel importante en la construcción de una nueva Patria. Ellos depositaron su confianza en el Partido y lo apoyaron compartiendo con él un mismo destino. No solamente consagraron toda su fuerza y talento a la edificación de una Corea nueva y democrática sino que también participaron con toda su dedicación en la Guerra de Liberación de la Patria contra la agresión de los imperialistas norteamericanos y desempeñaron un gran papel en la revolución y construcción socialistas de la postguerra.
En la actualidad los intelectuales sudcoreanos también luchan con energía por la reunificación de la Patria. Los jóvenes estudiantes, poseedores de un vehemente espíritu patriótico y una firme conciencia de independencia y antiyanqui, desempeñan un papel medular y vanguardista en la lucha por hacer independiente y democrática a la sociedad y lograr la reintegración nacional. Los estudiantes sudcoreanos que pelean de manera heroica ofrendando sin vacilación su preciosa juventud para dicha causa son orgullo de nuestra nación.
En el Sur, además de los obreros, los campesinos y los intelectuales hay otras personas en número no despreciable con distintos antecedentes y condiciones de vida a las que también debemos prestar atención. Hemos de lograr la unidad nacional ateniéndonos al principio de atraer a todas las personas salvo aquellos que sean traidores a la nación.
Es de suma importancia realizar con tacto la labor para con las personas religiosas a partir de un correcto concepto sobre la religión. Si los religiosos la profesan es, en su mayoría, con el deseo de disfrutar de la felicidad en el otro mundo aceptando los actuales sufrimientos y desgracias como si éstos les estuvieran predestinados. Así pues no hay por qué considerar esta actitud como negativa. Lo malo es la política antipopular que los desilusiona de la realidad, y también lo son los gobernantes reaccionarios que abusan de la religión para paralizar la conciencia de independencia del pueblo y hacerlo obediente a su dominación. Los religiosos progresistas desean que los seres humanos se amen unos a otros y vivan en armonía. En la actualidad, los religiosos sudcoreanos se oponen a la división artificial de nuestra nación por los agresores extranjeros y a la represión contra los partidarios de su reunificación a fuerza de bayonetas. Debemos valorarlos altamente por sus esfuerzos y su abnegación por conseguir la reunificación del país y unirnos a ellos.
Es doloroso que una parte de los jóvenes sudcoreanos, hijos de la nación alistados en el “ejército de defensa nacional” ofrecen sus servicios bajo el mando de los norteamericanos a favor del dominio neocolonialista de Estados Unidos y de su política de escisión nacional. Tenemos que dar a conocer correctamente a los soldados y oficiales del “ejército de defensa nacional” la naturaleza antinacional y antipopular de los imperialistas y sus lacayos nativos, para que se mantengan con firmeza del lado de su pueblo y se comprometan con sus padres y hermanos en la empresa por la independencia, la democracia y la reunificación de la Patria.
La reunificación significa, como siempre yo afirmo, el patriotismo mientras la división significa la traición. Así pues, los integrantes de la nación coreana que desean su reunificación territorial y luchan por alcanzarla son patriotas, mientras los que en confabulación con las fuerzas foráneas se oponen a ella para mantener dividido el país son vendepatrias. Debemos respetar esta parábola para unirnos con todos los que alzan su voz para pronunciarse por la reunificación y marchar juntos con el mismo fin. En lo que se refiere a los que en otro tiempo se opusieron a la reintegración de la Patria y cometieron delitos ante la comunidad nacional y el país, si se arrepienten de su comportamiento anterior y emprenden el camino del patriotismo en apoyo a la reunificación, debemos pasar la página y considerar su pasado como algo que ha quedado atrás y unirnos a ellos.
No pocos de aquellos que en otra época realizaron actos vergonzosos ante la nación, han cambiado su posición para integrarse a la empresa patriótica a favor de la unidad nacional y la reunificación territorial, entre los cuales figura el señor Choe Tok Sin. Como saben ustedes, éste se desempeñó en cierto tiempo como jefe de cuerpo de ejército del “ejército de defensa nacional” y “ministro de Asuntos Exteriores” en Corea del Sur. Como alto funcionario en los círculos militar y político sudcoreanos se mostró incondicional a Estados Unidos y opuesto al comunismo, pero posteriormente decepcionado con la posición vendepatria y contraria a la reunificación de los gobernantes, emigró a otro país con el propósito de incorporarse al auténtico camino en bien de la nación. Durante su permanencia en ultramar desarrolló actividades patrióticas encaminadas a lograr la independencia y la democracia de la sociedad sudcoreana y la reunificación del país; visitó en varias ocasiones nuestra República, lo cual lo llevó a discernir claramente el verdadero camino patriótico. Al ver que nuestra República, soberana, autofinanciada y autodefendida, revestía a la nación coreana con gran orgullo y dignidad, quedó admirado y sintió simpatía por nuestra justa e inmutable política y línea de gran unidad nacional que le tiende la mano a todos los amantes de la nación, independientemente de sus antecedentes, su ideal político, su criterio y su creencia religiosa. Con la decisión de dedicar el resto de su vida a la justa causa por la Patria y la nación, pidió que le permitiéramos establecerse en nuestra República agregando que había encontrado aquí el paraíso terrestre que como nacionalista y chondoísta soñaba hasta entonces. Aunque el señor Choe Tok Sin había tomado un sendero opuesto al nuestro, valoramos su deseo y decidimos trabajar junto con él para alcanzar la gran unidad nacional y la reunificación de la Patria, ya que nos aseguró que abandonaría su antigua posición e iniciaría un nuevo camino para la Patria y la nación. Después de regresar a la Patria fue promovido como presidente del Comité Central del Partido Chondoísta Chong-u y vicepresidente del Comité por la Reunificación Pacífica de la Patria y trabajó con abnegación hasta el último momento de su vida por la prosperidad de la Patria, por la gran unidad nacional y por la reintegración territorial. El murió sin ver realizado su sueño de la reunificación del país, algo que él anhelaba tanto, pero al colaborar en sus últimos años de existencia con los compatriotas en el movimiento proreunificación, llegó a disfrutar de una vida eterna siendo considerado como un mártir patriótico en medio del cariño del pueblo e hizo comprender a los connacionales de dentro y fuera del país el verdadero significado de la reconciliación y la gran unidad de la nación.
Para alcanzar la gran unidad nacional, los compatriotas de todos los sectores del Norte, el Sur y el extranjero, por encima de las diferencias de ideología, régimen y creencia religiosa, deben anteponer los intereses comunes de la nación a los suyos propios y supeditarlo todo a la causa de la reunificación de la Patria. Debemos considerar esto como el principio fundamental para lograr la gran unidad nacional y mantenerlo firmemente.
La comunidad de la nación, formada y consolidada a lo largo de su milenaria historia, es más fuerte que la diferencia de régimen o de ideología e ideal creada temporalmente por su divisón. La exigencia común de la nación por lograr su reintegración es incomparablemente más imperiosa que los intereses de las clases y capas particulares. Si bien es importante defender las ideologías e ideales de las clases y capas particulares y asegurar sus intereses, es más importante llevar a cabo la empresa común de la nación. Las clases y capas son partes de la nación y por tanto ninguna de ellas puede realizar sus intereses particulares al margen de los intereses comunes de la nación. Sólo cuando exista la nación pueden existir las clases, y sólo asegurando los intereses de aquélla es posible asegurar los de éstas.
Hoy, cuando la independencia de nuestra nación está siendo violada por las fuerzas extranj eras, ninguna clase y capa que la integra, debe priorizar sus intereses obstaculizando con esto el logro de la reunificación de la Patria, empresa común de la nación. No debe ocurrir que cegados por la mezquindad egoísta y por los prejuicios algunos pongan los intereses de su clase por encima de los nacionales y que antepongan su lucha por realizar sus exigencias clasistas a la batalla por la reunificación de la Patria. Ni mucho menos debe tolerarse que se repudie o reprima con las fuerzas del poder a los connacionales por tener diferentes criterios políticos y otros planteamientos ni que se conviertan en enemigos sólo por la diferencia de ideología y de régimen, porque ello se opone radicalmente al principio de la gran unidad nacional acordado entre el Norte y el Sur. Si nuestra nación no se une sobre la base de su comunidad como una nación homogénea, sino que se repudia y se enemista una parte con la otra poniendo la diferencia en primer plano, jamás llegará a reintegrarse.
Para lograr la gran unidad nacional es preciso intensificar los contactos y visitas y activar las conversaciones entre los compatriotas del Norte, del Sur y del extranjero.
A fin de unir la voluntad y las fuerzas de toda la nación para favorecer el logro de los objetivos comunes hay que crear en su seno un ambiente de comprensión y de confianza. Como por la división territorial el Norte y el Sur se encuentran desde hace mucho tiempo en estado de separación total, algunas personas consideran enemigos a compatriotas de la misma sangre, y otras, aunque desean la unidad nacional, vacilan en tomarles de la mano por falta de confianza. Para disipar este malentendido y desconfianza en el seno de la nación y alcanzar su reconciliación y unidad es necesario promover la realización de los viajes libres para tener contactos y realizar muchos diálogos.
A fin de efectuar estos viajes y contactos libres y amplios diálogos es importante derribar la muralla que nos divide y eliminar todos los obstáculos políticos y jurídicos. Ya hemos presentado el proyecto de destruir esa barrera y realizar el viaje libre y la apertura total entre el Norte y el Sur y estamos esforzándonos incansablemente por ponerlo en práctica. Lo que hace falta es que las autoridades sudcoreanas derriben la muralla de división nacional y retiren todos los obstáculos que han puesto para impedir el libre viaje, contactos y diálogos entre los compatriotas del Norte, del Sur y del extranjero. La “Ley de Seguridad Estatal” en el Sur de Corea constituye hoy un gran impedimento para realizar libres viajes y contactos y desarrollar las conversaciones entre el Norte y el Sur. En virtud de esa ley se castiga allí a los que visitan al Norte o se encuentran con norcoreanos en el extranjero para discutir problemas relacionados con la reunificación. Víctimas de esa ley, están encarcelados los que visitaron al Norte, incluyendo al pastor septuagenario Mun Ik Hwan, y la joven estudiante Rim Su Gyong y también muchos partidarios del movimiento por la reunificación. Mientras rijan tales leyes infames no se podrá realizar libremente ni viajes, ni establecer contactos, ni diálogos entre ambas partes. Por eso hay que abolir cuanto antes la “Ley de Seguridad Estatal”.
Con miras a alcanzar la gran unidad nacional se debe fortalecer la solidaridad a escala nacional en la lucha por la reunificación de la Patria.
Con palabras no se logra esa unidad. Se conquista y se consolida a través del despliegue de acciones conjuntas con la voluntad y las fuerzas aunadas en la lucha por reunificar a la Patria. En esta batalla todos los partidos y organizaciones del Norte, del Sur y del extranjero y todos los compatriotas deben hacer causa común apoyándose y solidarizándose mutuamente.
Una tarea que se presenta con primordial importancia en este aspecto es detener y frustrar las maquinaciones de las fuerzas que se oponen a la reunificación para perpetuar la división de la nación y provocar una nueva guerra. Los compatriotas del Norte, del Sur y del extranjero deben desarrollar enérgicamente diversas formas de lucha conjunta para aislar y debilitar a esas fuerzas y destruir sus conjuras escisionistas. Decenas de miles de militares norteamericanos y más de mil artefactos nucleares desplegados en el Sur de Corea constituyen el origen fundamental de la tensión y del peligro de conflicto nuclear en la Península Coreana. Tenemos que esforzarnos por hacer que se retiren cuanto antes las tropas norteamericanas y las armas nucleares de Corea del Sur, a fin de conjurar el peligro de guerra nuclear que amenaza la existencia de nuestra nación, y disponer de una garantía firme para la paz en la Península Coreana. Todos los compatriotas del Norte, del Sur y del extranjero de- ben desarrollar una lucha a escala nacional para lograr el retiro de las tropas norteamericanas y las armas nucleares del Sur de Corea y convertir la Península en una zona desnuclearizada y de paz.
Para alcanzar la gran unidad nacional es necesario realizar una alianza organizativa de todos los partidos, agrupaciones, organizaciones y compatriotas de diversos sectores que luchan por la reunificación de la Patria en el Norte, el Sur y el extranjero.
Sólo cuando todos los compatriotas que poseen el espíritu patriótico proreunificación, se unan y se organicen en una agrupación será posible lograr una unidad nacional sólida y asegurar la unidad e identidad de acción en sus esfuerzos por la reunificación de la Patria.
Para la unidad organizativa de toda la nación hace falta una agrupación a la que puedan incorporarse voluntariamente y por igual los compatriotas de diversos sectores del Norte, del Sur y del extranjero. Tal organización puede ser, creo, la Alianza Pannacional por la Reunificación de la Patria, nacida según la resolución de la Conferencia Pannacional del pasado año. Esta Alianza fue creada por los esfuerzos conjuntos de las agrupaciones y organizaciones patrióticas y personalidades de diversos sectores del Norte, del Sur y del extranjero que aspiran a la reunificación independiente y pacífica del país. Es una agrupación patriótica del movimiento proreunificación que tiene como su misión lograr este objetivo sobre la base de tres principios fundamentales: la independencia, la reunificación pacífica y la gran unidad nacional, y representa la voluntad común de los compatriotas del Norte, del Sur y del extranjero. Son importantes su deber y responsabilidad en la batalla por alcanzar la gran unidad nacional y adelantar la reunificación de la Patria. Le incumbe ampliar y fortalecer sin cesar sus filas entre los compatriotas y desarrollar de modo dinámico diversas formas de actividades para acelerar el proceso de reunificación de la Patria.
En el camino de la reunificación están interpuestos todavía muchos obstáculos y dificultades, pero vemos claramente una perspectiva radiante de llevarla a cabo.
La inclinación de nuestra nación a la reunificación se acentúa sin precedente. Los compatriotas del Norte, del Sur y del extranjero se incorporan activamente al movimiento proreunificación con la decisión de lograrla infaliblemente en la década de 1990. Hoy en día nadie puede quebrantar la voluntad de nuestro pueblo por reunificar a la Patria, y ninguna fuerza es capaz de detener su impetuoso avance para cumplir con este objetivo. Nuestro pueblo, con su fuerza unida, la alcanzará tras eliminar los obstáculos y dificultades interpuestos en su camino.
Una vez reunificada la Patria, seremos una nación digna y poderosa y nuestro país aparecerá en la palestra mundial como un Estado independiente y soberano con más de 70 millones de habitantes, una cultura nacional floreciente y una economía poderosa. Nuestra nación es laboriosa e inteligente, y nuestro país es un lugar hermoso y agradable para vivir. Si se une la nación y se reunifica la Patria, no tendremos nada que temer ni envidiar. Nuestro pueblo dará pruebas de su inteligencia y poderío con honor y nadie se atreverá a violar su soberanía. Si, después de la reunificación, toda la nación desarrolla la economía y la cultura con todas sus fuerzas y talentos mancomunados, nuestro país se hará más rico y culto y podrá contribuir mejor a la causa común de los pueblos de Asia y del resto del mundo por la paz y la prosperidad.
Hoy, luchar con abnegación por la reunificación de la Patria es la tarea más honrosa y digna para los miembros de la nación coreana. Los que hayan contribuido a esta gloriosa causa recibirán el amor y respeto de la nación y serán apreciados altamente en nombre de la Patria reunificada.
Creo que ustedes, al frente de la lucha por la reunificación, cumplirán exitosamente con las honrosas tareas asignadas por la Patria y la nación.