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Redactado: El 1 de marzo de 1969, como respuesta a las preguntas presentadas por los trabajadores del campo de las ciencias y la
enseñanza.
Publicado: No consta.
Digitalización: Por Juan Nogueira, para Colectivos de Jóvenes
Comunistas.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, diciembre de 2009.
Derechos: Libre reproducción, siempre y cuando se señale CJC
como fuente.
A través del Departamento de Ciencias y Enseñanza del Comité Central del Partido, me hicieron llegar en abril de 1968 unas preguntas de los teóricos sobre algunos problemas relacionados con la teoría de la economía socialista. Pero no pude ofrecerles oportunamente las respuestas porque me fue imposible disponer del tiempo necesario, ya que el año pasado la situación del país se había vuelto tensa y se estaban efectuando además los actos festivos en ocasión del XX aniversario de la fundación de la República. Se dice que hasta el presente algunos trabajadores dirigentes de la economía y algunos teóricos no tienen una comprensión clara de estos problemas y entran en polémicas. Por eso quisiera exponer hoy mi opinión al respecto.
En estos días entre algunos economistas circula la "teoría" de que en la sociedad socialista aumenta sin cesar la economía, pero llegada a cierta etapa de desarrollo, su ritmo no pasa del 4 al 5 ó del 6 al 7 por ciento anual. Se dice que en la actualidad, entre los trabajadores dirigentes de nuestros organismos económicos del Estado, también hay quienes parlotean que este ritmo ya sería alto si lográramos aumentar cada año la producción industrial aunque sólo fuera en un 6-7 por ciento, siendo así que en los países capitalistas la producción apenas alcanza un crecimiento del 2 al 3 por ciento anual.
Ellos toman como argumento de tal planteamiento el hecho de que en el período de la reconstrucción las reservas de aumento de la producción merman en comparación con el de la restauración, y que por eso,disminuye la posibilidad de aumentar más la producción a medida que se desarrolla la economía y se agranda su tamaño: Dicho en otra forma, cuanto más se desarrolla la industria, tanto más disminuyen gradualmente las reservas y desciende el ritmo de crecimiento de la producción. Dicen que también en nuestro país existían muchas reservas en el período de la restauración de postguerra, pero que hoy, cuando ya se han echado los cimientos de la industrialización socialista y entramos en el período de la reconstrucción técnica total de la economía nacional, no se puede aumentar continuamente y a gran velocidad la producción debido a la escasez de reservas.
Los que piensan así son personas que no se dan cuenta de la verdadera superioridad del sistema económico socialista o no quieren verla.
La sociedad socialista tiene posibilidades ilimitadas que permiten desarrollar sin cesar la economía a una velocidad tan alta que ni siquiera se puede imaginar en la sociedad capitalista, y estas posibilidades se agrandan más a medida que avanza la construcción socialista y se consolida la base económica.
En la sociedad capitalista la producción no puede desarrollarse de modo incesante porque el proceso de reproducción se interrumpe cíclicamente y una gran cantidad de trabajo social se despilfarra debido a las crisis de superproducción; pero en la sociedad socialista se pueden utilizar del modo más racional todos los recursos de mano de obra y las riquezas naturales del país y elevar continuamente la producción en forma planificada. Esas posibilidades para el aumento de la producción se multiplican a medida que el equilibrio entre las ramas de la economía nacional se hace más racional y la economía del país se organiza mejor, gracias a que la dictadura del proletariado se fortalece en sus funciones de organizador económico del Estado y se eleva el nivel de administración y manejo económico de los funcionarios. El Estado socialista puede destinar gran cantidad de fondos a la acumulación y, utilizándola del modo más racional, puede efectuar sin interrupción y en gran escala la reproducción ampliada socialista, puesto que pone bajo su control unificado la producción y la distribución, la acumulación y el consumo, y los realiza de manera planificada.
Además, las relaciones socialistas de producción abren un ancho camino para el desarrollo continuo de las fuerzas productivas, y el Estado socialista, aprovechando esta posibilidad, puede hacer progresar la técnica en forma planificada y con rapidez. Sustituir las viejas técnicas por las nuevas y éstas por otras más nuevas, mecanizar el trabajo manual, convertir sin cesar la mecanización en semiautomatización y ésta en automatización, es un proceso legítimo de la construcción del socialismo y el comunismo. Es una verdad evidente que en la sociedad socialista la productividad del trabajo aumenta sin conocer fin y la producción se desarrolla a gran velocidad, a medida que progresa con rapidez la técnica.
El factor decisivo que impulsa vigorosamente el desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad socialista es el alto entusiasmo revolucionario de los hombres. La superioridad esencial del régimen socialista consiste en que los trabaj adores, emancipados de la explotación y la opresión, laboran con entusiasmo consciente e iniciativa creadora por la Patria y el pueblo, por la sociedad y la colectividad y por su propia felicidad. En la sociedad capitalista los trabaj adores no tienen ningún interés en el desarrollo de la producción y la técnica, dado que laboran de mala gana, viéndose obligados por la amenaza del desempleo y el hambre; pero en la sociedad socialista los trabaj adores realizan con celo su labor para desarrollar la producción, y es porque son profundamente conscientes de que el resultado de su trabajo redunda en bien de ellos mismos, su pueblo y su Patria. El Partido y el Estado del proletariado, según se desprende de su propia función, cuanto más intensifiquen la revolución ideológica entre los trabaj adores y eliminen gradualmente las supervivencias de las viejas ideologías que quedan en su mente, tanto más lograrán que ellos trabajen consagrando todo su talento y vigor para desarrollar la producción socialista. De esta manera, se registrará un progreso y una innovación continua en todos los campos de la administración económica, en la organización de la producción y el trabajo y en el desarrollo de la técnica.
Todo esto prueba que es totalmente incierta la "teoría" según la cual en la sociedad socialista disminuyen gradualmente las reservas para el aumento de la producción, y de que no se puede elevar continuamente la producción a gran velocidad, a medida que la economía progresa y crece en tamaño.
Asimismo, la experiencia práctica de la construcción socialista en nuestro país demuestra claramente lo incorrecta que es esa "teoría".
Vamos a hablar primeramente de los hechos ocurridos cuando cumplíamos el Plan Quinquenal. En aquel tiempo los miembros de nuestro Partido y los trabajadores restauraron en lo fundamental la economía destruida y estabilizaron también la vida del pueblo, después de haber realizado con éxito el Plan Trienal de la economía nacional; pero la situación de la vida en nuestro país era en general muy difícil. Además, los enemigos internos y externos llegaron al paroxismo para atentar contra las conquistas de nuestra revolución y frustrar los trabaj os constructivos de nuestro pueblo. En estas circunstancias, se presentaba ante nosotros la apremiante tarea de echar rápidamente las bases de la industrialización para desarrollar la economía del país y mejorar la vida del pueblo, y con miras a ellos se necesitaba una cantidad enorme de materiales de acero.
Hasta ese momento en nuestro país no había más que un laminador blooming cuya capacidad nominal no rebasaba las 60 mil toneladas. Teníamos que construir ciudades, aldeas y fábricas y producir más máquinas, cosa que estábamos muy lejos de poder hacer con 60 mil toneladas de materiales de acero.
Nuestro Partido decidió entonces calar en la clase obrera, discutir con ella y superar así la difícil situación imperante, del mismo modo que en los días pasados, durante todas las arduas luchas revolucionarias, había vencido los obstáculos y dificultades confiando en la clase obrera y apoyándose en sus fuerzas.
Fuimos a la Acería de Kangson por encargo del Comité Político del Comité Central del Partido. Cuando preguntamos a los trabaj adores dirigentes de dicha acería si podían aumentar la producción de materiales de acero a 90 mil toneladas, algunos, moviendo la cabeza, respondieron que eso era difícil de realizar. Así que reunimos a los obreros y les dijimos: ahora nuestra situación es tal que apenas tenemos restaurada más o menos la economía destruida, pero los fraccionalistas levantan la cabeza contra el Partido, los chovinistas de gran potencia ejercen presión sobre nosotros y los imperialistas yanquis y la camarilla títere de Syngman Rhee meten un ruido frenético con eso de la "marcha hacia el Norte"; pero, ¿acaso podríamos por eso perder el ánimo y arrodillarnos ante las severas dificultades que estorban el logro de la causa de la revolución y la construcción? De ninguna manera; nosotros confiamos sólo en la clase obrera, grueso de nuestra revolución, y no tenemos a nadie más que ustedes en quienes apoyarnos; por lo tanto, ustedes deben impulsar más vigorosamente la construcción económica, produciendo más y edificando mejor, con ánimo y entusiasmo, para superar esta grave situación que confronta nuestro Partido.
Una vez que hubimos realizado así el trabajo político, los obreros de Kangson decidieron producir las 90 mil toneladas de materiales de acero. Se movilizaron activamente y produjeron así ese año 120 mil toneladas, en vez de 90 mil, como resultado de haber luchado agregando máquinas y equipos a los ya existentes y resolviendo los problemas pendientes. Para hoy, dicha acería ha podido elevar la capacidad de producción del taller del laminador blooming al nivel de 450 mil toneladas, es decir, casi 8 veces más que la capacidad nominal.
No sólo en la Acería de Kangson, sino en todas las ramas de la economía nacional y en todas las fábricas y empresas, se hizo pedazos la vieja capacidad nominal, surgieron grandes innovaciones, se realizaron día a día prodigios que asombraban al mundo y la economía de nuestro país se desarrolló a una velocidad enceguecedora. De esta manera terminamos en dos años y medio el Plan Quinquenal, que preveía un aumento de 2.6 veces para el valor total de la producción industrial, y cumplimos o sobrecumplimos en 4 años el plan de producción general de los principales artículos industriales por índices.
Durante los 7 u 8 años que van desde el cumplimiento del Plan Quinquenal hasta hoy, en nuestro país se le dio un enérgico impulso a la tarea de la revolución técnica total y, de este modo, se crearon muchas nuevas ramas industriales, se mejoró radicalmente el equipamiento técnico de la industria y creció varias veces el tamaño de la producción. Si fuera justa la "teoría" de algunos que dicen que la velocidad de incremento de la producción desciende a medida que se agranda el tamaño de la producción, no habría sido posible seguir asegurando en nuestro país esa alta velocidad en el período posterior a la terminación del Plan Quinquenal. Sin embargo, en nuestro país la economía sigue desarrollándose con gran velocidad también durante el período del Plan Septenal, pese a que se destinó adicionalmente una gran parte de la acumulación a la construcción de la defensa nacional a medida que se fueron agravando las maniobras agresivas del imperialismo norteamericano. De modo particular, el plan de la economía nacional para el año 1967, como plan del primer año para cumplir las resoluciones de la Conferencia del Partido encaminadas a desarrollar paralelamente la construcción económica y de defensa nacional, era un plan ambicioso que contemplaba un aumento del 12.8 por ciento en el valor total de la producción industrial en comparación con el año anterior. Pero, realmente, en 1967 nos fuimos muy por encima de lo que fijaba el plan, y así acrecentamos la producción industrial en un 17 por ciento en un solo año. Si ese año no hubiéramos sufrido los daños que ocasionó una inundación sin precedentes, habríamos elevado en más del 20 por ciento la producción industrial. Esto es resultado de que nuestro Partido, al fortalecer la revolución ideológica entre los trabajadores, les hizo desplegar su entusiasmo consciente y luchó resueltamente contra la pasividad, el conservatismo y todas las demás formas de la vieja ideología que impedían nuestro movimiento de avance.
Tomemos el ejemplo de la Mina de Songjung. En 1967 los cuadros de la Mina de Songjung se presentaron con un plan muy bajo, y el Consejo de Ministros los persuadió para que lo elevaran un poco más; pero con todo seguía siendo todavía bajo con respecto a las exigencias del Partido. Por eso el Comité Central del Partido convocó a reunión a los cuadros superiores a jefes de sección de la Mina de Songjung, a fin de realizar un trabajo político entre los trabaj adores de dicha mina. Allí les dijimos que en la Mina de Songjung deberían explotar más metales no ferrosos para poder materializar con éxito la línea de desarrollo paralelo de la construcción económica y de la defensa nacional, presentada por la Conferencia del Partido. Entonces, estos compañeros tomaron la decisión de extraer una cantidad mayor de metales no ferrosos que la fijada por el Consejo de Ministros. Al fin y al cabo produjeron metales no ferrosos en cantidad que casi doblaba la que ellos mismos habían propuesto al principio.
Vamos a sacar otro ejemplo.
En 1967 fuimos a la Fábrica de Maquinaria de Riongsong y prendimos allí las llamas de la innovación, puesto que los cuadros de la industria mecánica decían que en su rama no había reservas. Como resultado, los obreros de dicha fábrica se pusieron en movilización y dieron así cumplimiento el 10 de octubre, o sea con una anticipación de dos meses y veinte días, al ambicioso plan anual, incluyendo el plan de sobreproducción.
También fueron encontradas inmensas reservas en el curso de la lucha por llevar a cabo el plan de la economía nacional del año pasado.
Viendo que los imperialistas norteamericanos levantaban con frenesí una histeria de guerra con motivo del incidente del barco "Pueblo", el Comité Central del Partido apeló a las fábricas y empresas de todas las ramas de la economía nacional para que cumplieran antes de la fecha fijada todas las metas de producción y construcción para el año pasado; y con la mano de obra, los materiales y los equipos así ahorrados produjeran mucho más.
Todas las fábricas y empresas respondieron a este llamamiento revolucionario del Partido y muchas de ellas exigieron más tareas, llevadas por el fogoso deseo de expulsar a los imperialistas yanquis de nuestra tierra patria y de reunificarla cuanto antes; y cumplieron excelentemente con su resolución.
Todo esto demuestra que, por más grande que sea el tamaño de la economía, se la puede desarrollar todo lo rápido que se quiera si se eleva la conciencia política de las masas, se pone en juego su entusiasmo revolucionario y se renueva continuamente la técnica, todo ello mediante una buena realización del trabajo político, conforme a la orientación presentada por nuestro Partido.
La teoría de que disminuyen las reservas y no se le puede asegurar un alto ritmo de crecimiento a la producción industrial una vez que esta última llega a cierta etapa de desarrollo, no tiene nada en común con la teoría económica del marxismo-leninismo. La "teoría" según la cual una economía de gran tamaño no puede desarrollarse rápidamente no es sino un sofisma para justificar el hecho de que la técnica no logra un progreso rápido ni la economía se mueve de su sitio porque ciertas personas no han educado a los trabajadores so pretexto de la "liberalización" o el "desarrollo democrático", y por ende éstos, relajados ideológicamente, no trabajan bien, dedicándose a la juerga.
Refiriéndose a las tareas inmediatas del Poder soviético después del triunfo de la Revolución Socialista de Octubre, Lenin presentó la famosa tesis de que el Poder soviético plus la electrificación de todo el país era el comunismo. Sencilla es esta tesis de Lenin, pero ella encierra un profundo significado. El que nosotros comprendamos correctamente esta tesis y la pongamos en práctica tiene, a mi parecer, una importancia trascendental para la construcción del socialismo y el comunismo. ¿Qué significa el Poder soviético de que hablara Lenin? No es otra cosa sino la dictadura del proletariado. Es por esta razón que el Estado de la clase obrera debe proseguir la lucha de clases y realizar la revolución ideológica y cultural para, de este modo, transformar la conciencia de las personas y elevar su nivel técnico y cultural, así como debe cumplir la tarea de claseobrerizar y revolucionarizar a toda la sociedad. La palabra electrificación significa que hay que desarrollar la técnica a un nivel tan alto como para poder automatizar todos los procesos de producción y consolidar muy firmemente la base material y productiva de la sociedad. En conclusión, esta tesis de Lenin nos enseña que el comunismo sólo se realizará cuando, llevando a cabo la revolución técnica, se asiente una sólida base material y técnica capaz de ponerse a la altura de las muy altas fuerzas productivas, al mismo tiempo que se cumple la revolución ideológica y cultural y se revolucionari-za y se claseobreriza toda la sociedad mediante la consolidación de la dictadura del proletariado.
Si se descuida una de estas dos cosas —la dictadura del proletariado o la revolución técnica de que hablara Lenin—, no es posible desarrollar ininterrumpidamente la economía socialista a un alto ritmo, ni construir a la larga la sociedad comunista. Para construir la sociedad comunista se debe, por lo tanto, robustecer la dictadura del proletariado e impulsar enérgicamente la revolución técnica. Es necesario que comprendamos y llevemos a cabo correctamente esta tesis de Lenin, dado que él desapareció del mundo sin experimentar personalmente la construcción del comunismo. Sin embargo, ciertas personas no quieren comprender y poner en práctica esta tesis de Lenin tal como es. En el futuro tendremos que oponernos categóricamente al oportunismo de derecha en el campo de la teoría económica para acelerar a más alta velocidad la construcción del socialismo. Si no nos oponemos a la tendencia derechista en el campo económico, si debilitamos la dictadura del proletariado y no realizamos el trabajo político, fomentamos el egoísmo en las personas, y tratamos de movilizarlas meramente a fuerza de dinero, no podremos poner enjuego su heroísmo colectivo y su iniciativa creadora, ni por ende cumplir exitosamente las tareas de la revolución técnica ni de la construcción económica. Asimismo, nos sería difícil ofrecerles trabajo a todas las personas y sustentarlas si no logramos desarrollar a un ritmo rápido la economía por seguir las teorías oportunistas de derecha. Si así van las cosas, ¿cuándo nosotros, que heredamos las muy atrasadas fuerzas productivas de la vieja sociedad, alcanzaremos a los países desarrollados y construiremos una sociedad comunista donde las personas trabajen según su capacidad y reciban según su necesidad? Debemos rechazar las teorías oportunistas de derecha y defender a cabalidad y materializar hasta el fin la ideología revolucionaria de nuestro Partido y su teoría de la construcción económica, para continuar así la gran marcha de Chenlima en la construcción del socialismo.
Entre algunos economistas se ha entablado una polémica, según se dice, en relación con el problema de si en la sociedad socialista los medios de producción constituyen o no mercancías y si actúa o no la ley del valor en la esfera de su producción y circulación.
Me parece que no se debe tratar de la misma manera estas cuestiones. En la sociedad socialista los medios de producción pueden ser mercancías o no, según los casos. Así, en el caso de ser mercancías los regirá la ley del valor, pero en caso contrario ésta dejará de actuar. Porque la ley del valor es una ley de la producción de mercancías.
Entonces, ¿en qué caso los medios de producción son mercancías y en qué caso no? Para dar una correcta solución a este problema considero preciso, ante todo, tener una clara comprensión de la esencia de las mercancías y el origen de su producción.
Las mercancías son objetos producidos, no para consumo propio, sino para la venta. En otras palabras, no todos los productos constituyen mercancías, sino los géneros producidos con objeto de cambio. De ahí está claro que los productos pasan a ser mercancías cuando existe, en primer lugar, la división social del trabajo que permite producir diversos objetos y, en segundo, quien los venda y quien los compre: el que con la venta de un objeto pierde el derecho a su posesión y el que obtiene la propiedad con su compra. A saber, para que se realice la producción de mercancías deben existir la división social del trabajo así como diferencias en las relaciones de posesión de los productos. Pues no puede haber producción de mercancías en el caso de que no exista la división social del trabajo, o que la forma de posesión sea única sin haber diferencias de posesión.
El hecho de que en la sociedad socialista subsistan las relaciones mercantil-monetarias debería explicarse también por la existencia de la división social del trabajo y las diferencias en la posesión de los productos. Como es sabido por todos, en la sociedad socialista no sólo existe la división del trabajo, sino que cada día se desarrolla más. Y en lo que se refiere a las relaciones de posesión, siguen existiendo la propiedad estatal y la cooperativa sobre los medios de producción, así como la tenencia personal de los artículos de consumo, aunque la propiedad privada fue eliminada en el curso de la revolución socialista y las diversas formas de economía, existentes al principio del período de transición, se van convirtiendo gradualmente en una sola forma económica socialista. Además, el Estado socialista necesita realizar el comercio exterior, dada la condición de que el comunismo no ha triunfado aún en escala planetaria y existen fronteras.
Todas estas son las condiciones que dan pie a la producción de mercancías en la sociedad socialista. Desde luego, la producción de mercancías en la sociedad socialista es la que se realiza sin capitalistas, y por eso la ley del valor tampoco actúa ciegamente como sucede en la sociedad capitalista, sino que rige en una esfera limitada y el Estado la utiliza de manera planificada como palanca económica para una mejor administración de la economía. En un futuro, cuando concluya el período de transición y la propiedad cooperativa se transforme en el sistema de propiedad de todo el pueblo, predominando así ésta como única forma de propiedad, los productos sociales de entonces, sin tomar en consideración el comercio exterior, podrán ser llamados meramente medios de producción, artículos de consumo, o tener otro nombre, en vez de llamarse mercancías. Entonces la ley del valor también dejará de tener efecto. Por supuesto, aun en esa época seguirá desarrollándose la división social del trabajo, pero no habrá producción de mercancías.
Actualmente, por falta de una correcta comprensión del problema de si son mercancías o no los medios de producción en la sociedad socialista, muchas personas, tanto los teóricos como los trabajadores dirigentes de la economía, cometen errores de derecha o de izquierda en el campo teórico, lo mismo que en la administración económica. De ahí que algunos de ellos, siguiendo las teorías revisionistas exageren la importancia de la producción de mercancías y la ley del valor, deslizándose así hacia la desviación derechista de administrar la economía en forma capitalista, y que otros ignoren el carácter transitorio de nuestra sociedad y no reconozcan en absoluto la producción de mercancías y el rol de la ley del valor, debido a lo cual caen en el error de extrema izquierda de no racionalizar la administración de las empresas, con lo cual causan un gran derroche de medios de producción y mano de obra. Comprender y solucionar correctamente este problema tiene un significado de gran trascendencia para la construcción económica socialista. En fin de cuentas, la cuestión de aprovechar las relaciones mercantil-monetarias constituye un problema importante al cual el Estado de la clase obrera debe dar correcta solución en el período de transición del capitalismo al socialismo. Si se comete un error de derecha o de izquierda en dicha cuestión, ello podrá acarrear graves pérdidas.
Dentro de la sociedad socialista en qué caso son mercancías los medios de producción y en qué caso no lo son: el origen de esto hay que encontrarlo también en las diferencias de propiedad. En la sociedad socialista los medios de producción llegan a ser mercancías cuando cambian de poseedor, pero si esto último no ocurre entonces no son mercancías aunque se trasladen de un lugar a otro. De ahí se sacan en claro las siguientes conclusiones:
Primero, tanto en el caso de que los medios de producción fabricados bajo propiedad estatal pasen a ser propiedad cooperativa, como en el caso contrario, en que los medios de producción manufacturados en la propiedad cooperativa pasen a ser tenencia estatal, todos son mercancías y por eso en ambos casos rige la ley del valor; segundo, en la propiedad cooperativa todos los medios de producción que se intercambian entre las granjas cooperativas, entre las cooperativas de producción o entre éstas y aquéllas, son mercancías y también en esto actúa la ley del valor; tercero, cuando los medios de producción se exportan a otro país son mercancías y su transacción se realiza según el precio del mercado internacional o el del mercado socialista. Por ejemplo, cuando los países como Indonesia y Cambodia piden a nuestro país máquinas-herramientas y nosotros se las vendemos, se trata de mercancías y por ellas se debe recibir el pago correspondiente. Además, cuando se ponga en práctica el sistema federativo entre el Norte y el Sur de nuestro país, de acuerdo con la propuesta de nuestro Partido acerca de la reunificación de la Patria — aunque actualmente esto no está en vigor—, y los empresarios surcoreanos nos pidan así máquinas y equipos, nosotros tendremos que vendérselos. En tal caso, las máquinas y equipos que se vendan serán mercancías y en esto la ley del valor no puede sino presentarse como una cuestión.
Y ahora, ¿qué cosa son los equipos, materiales y materias primas que circulan entre las empresas estatales? Estos no son mercancías. Porque la producción de estos medios de producción se basa en la producción cooperativa socialista y el Estado socialista conserva, como siempre, el derecho de propiedad sobre dichos medios de producción, aunque los mismos se trasladen de una empresa a otra; y el suministro de esos medios de producción no se realiza por medio de la libre compraventa, sino que el Estado los suministra de modo planificado y de acuerdo con el plan de aprovisionamiento de máquinas y materiales. Igual que se envían armas al ejército, el Estado abastece de esos medios de producción a las empresas cuando lo considera necesario, aunque éstas no lo soliciten. Por eso no podemos decir que las máquinas y equipos, materiales y materias primas que circulan entre las empresas estatales sean mercancías que se realizan bajo la acción de la ley del valor.
Y de no llamarse mercancías, ¿cómo podríamos llamar a aquellos medios de producción que van y vienen entre las empresas del Estado? ¿Qué otra cosa que no sea la acción de la ley del valor podemos decir que entra en juego cuando se calculan el precio en el intercambio de los medios de producción y el precio de fábrica en la producción de éstos? Sería justo decir que los medios de producción que se intercambian entre las empresas del Estado, según el plan de suministro de máquinas y materiales y el de producción cooperativa, no constituyen mercancías, sino que tienen forma mercantil, y por eso también la ley del valor rige en esto, no de una manera substancial como en la producción de mercancías, sino de una manera formal.
En otras palabras, estos medios de producción no son mercancías en sentido propio, sino que sólo revisten la forma de mercancías. Por eso, en esto se utiliza la acción de la ley del valor no en sentido propio, sino de manera formal, y en la producción y el intercambio de los medios de producción se utiliza no el valor sino la forma del valor como mero instrumento para el cálculo económico.
Entonces, ¿cómo podríamos explicar el hecho de que los medios de producción que se intercambian entre las empresas estatales no constituyen mercancías, sino que sólo conservan la forma mercantil? Se explica por el hecho de que las empresas estatales disponen entre sí de una autonomía relativa en la utilización y administración de los medios de producción y en la gestión de la economía, como si fuesen empresas de diferentes propiedades, aunque todas forman parte de la misma propiedad estatal. Todas las empresas de autofinanciamiento en el sector estatal integran la propiedad del Estado, pero cada una recibe los medios de producción de otras empresas y ios utiliza separadamente, conforme a un plan único del Estado, al cual tienen que aportar cierto beneficio luego de cubrir por cuenta propia sus gastos de producción.
Así, la autonomía de gestión que tienen todas las empresas de autofinanciamiento en el sector estatal da la impresión de que los medios de producción que se intercambian entre ellas son tan mercancías como los medios de producción que pasan de una propiedad a la otra, aunque son empresas de la misma propiedad. Por eso, aun entre las empresas de autofinanciamiento pertenecientes al mismo sector estatal, los medios de producción no se trasladan de una empresa a otra sin ningún orden, gratis o a un precio barato, sino a un precio unitario fij ado por el Estado a base del gasto de trabajo socialmente necesario y según el principio de compensación equivalente. Aun entre las propias empresas estatales se distingue lo mío de lo tuyo, y la transacción de los medios de producción se realiza a base de un cálculo estricto.
Entonces, ¿por qué se debe dar autonomía en la gestión a las empresas dentro del sector estatal y realizar el intercambio de los medios de producción'de acuerdo con un cálculo estricto sobre el principio de la equivalencia, aunque los medios de producción que se cambian entre ellas no constituyen mercancías? Esto tiene que ver con las características de la sociedad socialista, sociedad transitoria. En la sociedad socialista el desarrollo de las fuerzas productivas no ha alcanzado aún el punto en que cada cual trabaja según su capacidad y recibe según sus necesidades. Aparte de esto, no todas las personas poseen el noble espíritu colectivista de cuidar y administrar con responsabilidad los bienes del Estado como cosa de su propiedad. Se dan no pocos casos de que incluso personas con una educación considerable no acogen como suya la labor de otros organismos o empresas estatales, ni trabajan en cuerpo y alma para ella, para no hablar de las personas que, ofuscadas por el departamentalismo y el egoísmo regionalista, conservan ese residuo de viejas ideologías que es roer los intereses del Estado o de otras instituciones y empresas, poniendo mezquinamente por encima los intereses de su organismo y su región. Además, bajo el socialismo el trabajo constituye, desde luego, una cosa honorable y digna, pero aún no se concibe como la primera necesidad para la vida, como sucederá en la sociedad comunista. Todo esto, precisamente, exige un estricto cálculo compensatorio en la transacción entre las empresas, aunque en el socialismo todas éstas son propiedad estatal. Si en nuestra sociedad fueran muy abundantes los objetos, y iodos los administradores de empresas y los trabaj adores estuvieran libres de egoísmo, consideraran como suyos todos los haberes del Estado y participaran con abnegación en todas las labores del Estado, considerándolas como suyas, no sería necesario el cálculo compensatorio.
Utilizar correctamente la forma mercantil y la comercial en el campo de la fabricación y la circulación de los medios de producción tiene cierta significación para el aumento sistemático de la rentabilidad de las empresas y la acumulación estatal, ya que se elimina el derroche de trabajo social y se intensifica el régimen de ahorro. Por eso es necesario que todas las ramas y empresas de la economía nacional utilicen correctamente estas formas.
Antes que nada, en el campo de la fabricación de los medios de producción hay que esforzarse por utilizar de modo correcto la forma del valor y, de esta manera, intensificar el sistema de cálculo estricto y el control mediante won sobre el uso de las materias primas, materiales y mano de obra y rebajar de manera sistemática la norma de consumo de materiales por unidad de producto.
Asimismo, en el campo de la circulación hay que utilizar suficientemente la forma comercial junto con una buena elaboración del plan de suministro de máquinas y materiales, a fin de liquidar el despilfarro de maquinarias y equipos, materias primas y materiales, y utilizarlos racionalmente. El hecho de que hayamos creado empresas para la compra y venta de materiales y materias primas es también con el fin de llevar a cabo bien esta labor de suministro.
Sin embargo, nuestros funcionarios de la economía no realizan perfectamente esta labor. Incluso, en los manuales de economía política se dice solamente que los medios de producción se excluyen de la esfera de la circulación mercantil y se suministran en forma planificada a las empresas; mas no se escribe nada de cómo y en qué forma se hace esto concretamente. En los manuales de economía política no se habla casi del problema del abasto de los medios de producción; y en particular, la cuestión de la compraventa de materiales y materias primas entre las empresas estatales ni siquiera se menciona.
De ahí que surjan muchos defectos en el suministro de materiales. Al abastecerse de materiales y materias primas, las empresas se los llevan tal como se los dan, baratos o caros, y no le prestan mayor atención a su precio. Y, además, hay a veces casos en que en algunas empresas se encuentran amontonados preciosos materiales sin ser utilizados, mientras que en otras la producción tropieza con obstáculos debido a la falta de los mismos.
La causa de esto radica, sin duda, en la mala elaboración del plan de abasto de materiales en el Comité Estatal de Planificación, pero más que en esto el mayor problema está en que no ven que también el suministro de materiales o materias primas se lleva a cabo en forma comercial; o sea, como entre las empresas estatales se adopta la forma de compraventa, los materiales y materias primas se realizan en forma de circulación mercantil, pero esto lo han descuidado. Por eso, cuando el organismo de planificación elabora defectuosamente el plan de abastecimiento de materiales nadie se responsabiliza, a pesar de que se dejan sin usar o se despilfarran materiales; y esto se deja pasar sin que se le ponga coto en ningún lado.
Para poner en orden esta cuestión hay que elevar ante todo el papel de las empresas de materiales. Cuando éstas cumplan bien con su trabajo no concurrirán numerosas personas para procurarse materiales; y un material, aunque exista en poca cantidad, podrá ser utilizado eficientemente si se suministra en cantidad adecuada a las empresas que lo necesiten, y asilen las empresas desaparecerán igualmente los casos de desaprovechamiento o despilfarro, causados al recibir sin cálculo y a la buena de dios tanto lo necesario como lo innecesario.
Nosotros hemos de saber que los medios de producción, tales como maquinarias y equipos, materias primas y materiales que se producen en las fábricas y empresas, aun siendo propiedad estatal, cuando van o vienen entre las empresas adoptan la forma de circulación mercantil. Entonces, como aquí el problema lo constituye el precio, aun cuando se haga mal el plan, esto se puede remediar en el proceso práctico del suministro.
No hay duda de que en nuestra sociedad todo se produce en forma planificada, se suministra en forma planificada y se consume en forma planificada. Sobre todo, en la propiedad de todo el pueblo la producción, el abastecimiento y el consumo se planifican totalmente. Sin embargo, no resulta nada fácil planificarlo todo correctamente. Aunque ya hace más de 20 años que hemos venido practicando una economía planificada y hemos recalcado de continuo que se elaboren los planes objetivamente, todavía el trabajo de planificación no se lleva a cabo bien.
Lo mismo ocurre con el plan de suministro de materiales y materias primas. Algunas cosas necesarias se omiten de este plan y otras que son innecesarias se incluyen para ser suministradas. ¿En dónde se puede encontrar la falla? Pues en las empresas de materiales. En otras palabras, estos problemas tienen que contemplarse y corregirse en el proceso de la compraventa de materiales y materias primas que se realiza a través de esas empresas.
Y, además, aun cuando se hagan correctamente todos los plabes de suministro de materiales, si no se realiza bien el trabajo mismo de suministro, esos planes no podrán cumplirse. Si en el abastecimiento de materiales y materias primas se ignora la forma comercial, o sea, la forma de compraventa, y se los suministra solamente de acuerdo con el plan, las empresas podrán usar descuidadamente los materiales y despilfarrarlos. Ya que nuestros funcionarios y trabajadores no se han hecho todos comunistas, es muy posible que ocurran estas cosas.
Por lo tanto, hay que elevar el papel de las empresas en el suministro de materiales y materias primas y lograr que se utilice suficientemente la forma de circulación mercantil. Y de esta manera hay que hacer que no se pueda comprar otro material cuando se haya comprado demasiado algún otro; y cuando se despilfarren los materiales, esto debe hacerse pesar grandemente sobre la gestión de las empresas. Sólo cuando se pongan estas condiciones en el abasto de materias primas y materiales, los trabaj adores de las empresas se pondrán a calcular el costo de los materiales y del transporte, justipreciarán los materiales, los guardarán y administrarán mejor y se esforzarán por rebajar la norma de consumo por unidad de producto en la utilización de los materiales.
Ahora quisiera exponer algunas opiniones sobre el problema de la correcta utilización de la ley del valor en el campo de la producción de mercancías y su circulación.
Lo más importante en la utilización de la ley del valor es la correcta fijación del precio de la mercancía. El precio hay que fijarlo tomando bien en consideración las exigencias de la ley fundamental de la economía socialista y la ley del valor.
Ante todo, cuando se fija el precio hay que basarse correctamente en el trabajo socialmente necesario invertido en la mercancía. Si el precio no es fij ado sobre la base del gasto del trabajo socialmente necesario, no será posible mantenerse el equilibrio entre los precios ni hacer de manera correcta la distribución socialista, lo cual podrá ejercer una mala influencia sobre el desarrollo de la producción social.
Vamos a tomar ejemplos. Hace tiempo visité una tienda en el distrito de Changsong, provincia de Piong-an del Norte; allí un metro de tela de hilo torcido, producida con 200 gramos de hilo, costaba 3 wones; y un rollo de hilo de 50 gramos, 5 wones y 40 zonés. Esto quiere decir que un rollo de hilo cuesta dos veces más que la tela fabricada con 4 rollos de hilo, a lo que hay que agregar el torcido y el teñido. Pienso, claro está, que como en la fábrica de industria local no se ha mecanizado bien el hilado, se habrá necesitado mucha mano de obra y habrá sido bastante grande el costo de producción, pero es imposible que esto cueste más que tejer la tela, ya que el hilo no fue sacado de la rueca. Y aun en el caso de que fuera tan alto el costo de producción no se puede fijar el precio sin tomar en consideración el gasto del trabajo socialmente necesario, por lo que elevar el precio tan absurdamente no se aviene con la lógica.
Después, cuando se fija el precio, hay que procurar reducirlo para los artículos de consumo masivo. Desde luego, como he dicho antes, el precio de la mercancía hay que fijarlo tomando en cuenta su valor. Sin embargo, esto no quiere decir de modo alguno que sea imposible desviar el precio de la mercancía de su valor. El Partido y el Estado de la clase obrera deben fijar precios baratos para los artículos de consumo masivo, desviando activamente el precio de la mercancía de su valor. Es decir, las cosas imprescindibles para la vida material y cultural del pueblo como arroz, tela, zapatos, mosquiteros, hilo de coser, fósforos y artículos escolares, hay que venderlas a precios baratos. Esto sí es utilizar correctamente la ley del valor y corresponde a la demanda esencial del régimen socialista que permite que los trabajadores coman, se vistan y vivan bien todos por igual.
Si, por el contrario, nosotros fijáramos precios altos para los artículos de consumo masivo, no podríamos demostrar en grado suficiente la superioridad del régimen socialista y podríamos ocasionar percances en la vida del pueblo. Por ejemplo, si eleváramos el precio de una tela que tiene tan gran demanda entre nuestras gentes, como es la tela mezclada con vinalón, no podrían todos vestirse debidamente. Además, si fuera alto el precio de los artículos escolares como manuales, lápices, libretas y carteras, aun teniendo como tenemos el sistema de enseñanza obligatoria no podríamos lograr que los niños aprendieran como es debido.
Sin embargo, entre nuestros funcionarios existe la tendencia a incrementar el ingreso del presupuesto financiero del Estado mediante la elevación injusta del precio de los artículos de consumo masivo, incluyendo la tela. De ahí que, aun produciendo muchos tejidos, cuya cantidad es de 20 metros per cápita, por su alto precio los trabajadores no pueden comprarlos como quisieran para vestir bien a sus hijos. Por supuesto, la causa principal por la que no se destina gran cantidad de tela a nuestro pueblo estriba en que no se producen todavía en nuestro país diversas telas de precio módico. Pero hay que comprender claramente que una causa principal de que no se destine gran cantidad de tela al pueblo radica también en esa actitud incorrecta de los funcionarios, como es asegurar el ingreso del presupuesto financiero estatal por medio del alza de precio de la tela. Debido a esta incorrecta actitud de los funcionarios, durante algunos años el precio de las telas ha seguido elevándose injustamente.
Si nuestros funcionarios no corrigen esta idea y actitud hacia el trabajo tan incorrectas, no podrán mejorar rápidamente la vida del pueblo. En realidad, a veces dejan amontonada durante mucho tiempo la tela, ya que no se vende debido a su precio demasiado elevado, por lo cual finalmente se ven obligados a venderla a precio rebaj ado. Esto, a la larga, perjudica la vida del pueblo e imposibilita asegurar el ingreso del presupuesto financiero estatal.
Por eso, nuestro Partido y el Gobierno han fij ado una tasa de ingreso de circulación y procuran que se aplique un precio barato sólo en cuanto a los artículos de consumo masivo; y, sobre todo en cuanto a los artículos para uso de los niños, un precio muy bajo que apenas cubre el costo de producción, a riesgo de que no se pueda aumentar el ingreso del presupuesto financiero estatal. Este principio debemos seguirlo manteniendo también en el futuro.
Pero, a su vez, para controlar la demanda sobre los artículos de preferencia, de lujo y las telas de buena calidad para trajes y otras cosas, cuya cantidad de suministro todavía está limitada, hay que fijar un precio más elevado que el de los artículos de consumo masivo. No sólo con relación a las mercancías, sino en cuanto a los establecimientos de beneficio como las viviendas, también hay que aplicar las tarifas sobre el mismo principio. Por ejemplo, si se trata de una casa de uno o dos cuartos con instalaciones ordinarias, hay que fijar una tarifa baja; pero si son casas de más de tres cuartos magníficamente equipadas, como no son muchas, hay que fijar una tarifa alta. Por supuesto que cuando nuestras fuerzas productivas se desarrollen de manera que puedan asegurar suficientemente todas las mercancías y establecimientos que demanda el pueblo, no habrá por qué tomar estas medidas.
Para fijar correctamente el precio de las mercancías, hay que unificarlo. Si analizamos los precios mal establecidos parcialmente hasta ahora, ello se debe a que los trabaj adores dirigentes del Comité Estatal de Planificación, el Ministerio de Finanzas y algunos otros organismos económicos han dejado a merced de los presidentes de los comités populares de las provincias la fijación del precio de los artículos producidos en las empresas de la industria local, sin tomarlo a su cargo, so pretexto de que son de importancia local. Por lo tanto, al igual que hemos creado las comisiones regionales de planificación y hemos unificado el trabajo de planificación, crearemos las Comisiones regionales de precios, unificaremos la fijación del precio hasta sobre los artículos producidos en las empresas de la industria local y lograremos que los organismos económicos como el Comité Estatal de Planificación, el Ministerio de Finanzas y la Comisión de Fijación de Precios refuercen su control sobre la fijación del precio.
El mercado campesino es una forma de comercio a través de la cual los campesinos le venden a la población, en un lugar determinado y directamente, una parte de sus productos agrícolas y ganaderos obtenidos en el marco de la economía común de las granjas cooperativas y la economía complementaria individual de los campesinos cooperativistas. El mercado campesino conserva muchos residuos capitalistas aunque es una forma de comercio dentro de la sociedad socialista. ¿Cuáles son estos residuos capitalistas del mercado campesino? En él los precios se fijan espontáneamente según la demanda y la oferta, y por eso en cierta medida la ley del valor rige ciegamente. El Estado no planifica la demanda, la oferta ni los precios del mercado campesino. Por supuesto, a medida que se desarrolla el comercio estatal y se intensifica la acción reguladora del Estado sobre el mercado campesino, su espontaneísmo se ve restringido en cierto grado, pero en la etapa socialista no se puede abolirlo por completo.
Originalmente, la palabra zang (mercado—tr.), no es un término proveniente del régimen socialista ni del capitalista, sino un término que desciende de la sociedad feudal. En esta época, con el desarrollo de la artesanía apareció el zang. Desde la antigüedad, los coreanos llamaron zangsakun (mercader—tr.) al comerciante, para significar la persona que hace su negocio en el zang. Así, el zang es una forma de comercio atrasada, originada en la sociedad feudal. Por lo tanto, sería bueno en principio que bajo el avanzado régimen socialista no existiera el mercado campesino, forma atrasada de comercio.
Sin embargo, bajo el socialismo el mercado campesino no puede dejar de existir, dado que subsisten la economía cooperativa y la producción complementaria individual, y de ninguna manera es malo que permanezca. Al parecer, algunos camaradas consideran que el Estado debe comprar hasta los productos complementarios y suministrarlos en forma planificada. Esto no es correcto ni de hecho se puede hacer. Hay que permitir que los productos de la economía compleméntaria individual sean consumidos por sus mismos productores y que el resto se venda o se cambie por otros objetos en el mercado, según se desee. Desde luego, el Estado debe acopiar la mayor parte de los productos ganaderos y de las cosechas industriales que se producen en la economía común de la granja cooperativa, pero otra parte debe distribuirse entre los campesinos. Estos podrían usarlos para su propio consumo o venderlos al acopiador o en el mercado campesino. No deben obligar a los campesinos a que los vendan únicamente al acopiador, sino dejar que los. vendan a quien ellos deseen, según su voluntad. Haciéndolo así la vida del pueblo resulta también favorecida.
Tampoco en los manuales de economía política se trata correctamente la cuestión del mercado campesino. ¿Qué se dice aquí? Pues sólo dicen que el mercado campesino ejerce una influencia negativa sobre el desarrollo de la economía común y fomenta la ideología pequeñoburguesa y el egoísmo de los campesinos. Pero no dicen con claridad porque se necesita el mercado campesino en la sociedad socialista, qué papel desempeña, y cuándo puede desaparecer.
No tiene nada de malo que en la sociedad socialista subsistan la producción complementaria privada y el mercado campesino; al contrario, es una cosa buena. Nosotros aún no hemos logrado que el Estado pueda suministrar en abundancia todos los objetos necesarios para la vida del pueblo, en particular artículos de uso diario de poca monta, tales como escobas, cuencos y alimentos auxiliares como carne, huevos, ajonjolí y sésamo silvestre. En estas condiciones, ¿qué de malo tiene producirlos en la economía complementaria privada y llevarlos al mercado para vender? Aunque sea un método atrasado, es preciso aprovecharlo cuando con el método avanzado no se puede resolver todo.
Algunos funcionarios le tienen miedo a la producción complementaria privada y al mercado campesino, como si éstos fueran a traer de inmediato la restauración del capitalismo. No hay que tenerles miedo. Por ejemplo, si la parcela individual que se da a los miembros de la granja cooperativa fuera demasiado grande, podría suceder que ellos no participaran bien en el trabajo común, entregándose sólo a su economía privada, y que así cobraran cuerpo los elementos capitalistas. Pero cada parcela individual de nuestros campesinos no pasa de unas decenas de piong, y uno o dos cerdos y una decena de gallinas es todo lo que comprende la ganadería complementaria individual. Así, pues, el cultivo de unas cuantas plantas de tabaco que trabajan los campesinos en su parcela no puede ser economía capitalista, ni tampoco se convierten ellos en capitalistas porque vendan algo caro unas cuantas gallinas en el mercado campesino.
No obstante esto, si se disuelve por medio de un decreto el mercado campesino, so pretexto de que la producción complementaria privada y el mercado campesino ejercen una influencia negativa sobre la economía común y fomentan el egoísmo, ¿qué sucedería? El mercado desaparecerá,,no hay duda, pero el tráfico clandestino seguirá existiendo. Los campesinos andarían por las cocinas ajenas o por los recovecos de las calles para vender gallinas o huevos de su producción complementaria. Y cuando sean descubiertos en eso pagarán la multa o serán penados según la ley. Por eso, con la abolición forzosa del mercado campesino no se resuelve nada, sino que, al contrario, puede acarrear incomodidades a la vida del pueblo y hacer gratuitamente delincuentes a numerosas personas.
Por lo tanto, dado que el Estado no puede producir y suministrar en medida suficiente todo lo necesario para la vida del pueblo, debemos cuidarnos estrictamente de la tendencia izquierdista de apresurarse en abolir el mercado campesino.
Entonces, ¿cuándo desaparecerán la producción complementaria privada y el mercado campesino?
Primero: éstos pueden desaparecer sólo cuando el país sea industrializado y la técnica se haya desarrollado a un alto grado, de manera que abunden todos los artículos de consumo demandados por el pueblo. Si se logra comprar todos los artículos en los almacenes estatales, nadie tendrá por qué ir al mercado campesino para conseguírselos; además, tales artículos ni se venderán allí. Por ejemplo, si en las fábricas se producen grandes cantidades de fibras químicas baratas y de buena calidad, las personas no querrán ir al mercado para comprar algodón a alto precio, y por otra parte, aunque algunos campesinos intenten venderlo a un precio caro, no lo lograrán. Aun en las condiciones actuales las mercancías que colman las necesidades del pueblo no se intercambian en el mercado campesino y se realizan a igual precio en todas partes de nuestro país indistintamente, ya en las grandes ciudades como Jamjung, ya en las aldeas de las regiones montañosas remotas como Pote, al pie del monte Bektu. Cuando abunden así los artículos y se realicen a un mismo precio, esto será igual que el sistema de suministro.
Sin embargo, no debemos olvidar que aquellas mercancías que no cubren las demandas del pueblo se negocian clandestinamente o se revenden en el mercado campesino aunque el Estado fije un precio unitario. De ahí surge el fenómeno de que alguien guarde artículos comprados en el almacén y los revenda a precio más alto cuando otra persona los demanda con urgencia. Aquí tenemos el problema de la venta de huevos. En este momento tenemos construidas granjas avícolas en Pyongyang y en varios lugares, donde se producen huevos; pero por el momento esta producción no ha alcanzado un nivel tal que se pueda suministrarlos en abundancia al pueblo. Por esp existe una diferencia entre el precio estatal y el del mercado campesino en cuanto al huevo, por lo que aparece la tendencia de aprovecharlo para reventa.
Desde luego, no podemos mandar a la cárcel como a un delincuente al que ha revendido unos cuantos huevos; ahora, para controlar esto de otra manera, no queda más remedio que tomar algunas medidas prácticas como la regulación del volumen de ventas. Pero si bien deben tomarse también estas medidas, con ellas sólo es posible restringir en cierto grado la tendencia al acaparamiento de mercancías en manos de unos cuantos individuos. Mas de ninguna manera estas medidas permitirán eliminar de raíz el fenómeno de la reventa o del tráfico clandestino en el mercado campesino.
Para dar una solución a esta cuestión es necesario producir artículos en grandes cantidades. Cuando se construyan más granjas de ponedoras y lleguen a producirse huevos en cantidad suficiente como para poder satisfacer las demandas del pueblo, la compraventa de éstos en el tráfico clandestino desaparecerá, e igualmente se eliminará de por sí esta compraventa en el mercado campesino. Si, al paso que va dando satisfacción a las demandas del pueblo, el Estado va reduciendo así, una tras otra, las mercancías que se intercambian aquí, al fin y al cabo el mercado campesino se hará innecesario.
Segundo: la producción complementaria individual y el mercado campesino dejarán de existir sólo cuando la propiedad cooperativa haya pasado a ser propiedad de todo el pueblo.
Como señalé en las tesis sobre el problema rural socialista, cuando la propiedad cooperativa se convierta en propiedad de todo el pueblo, mediante la combinación orgánica de las dos propiedades y con el incremento incesante del papel dirigente de la última sobre la primera, desaparecerá el fenómeno de compraventa en el mercado campesino.
Una de las causas principales por la cual subsiste por ahora el mercado campesino es que, junto con la economía estatal, existen la economía cooperativa y la complementaria individual.
Por lo tanto, cuando las dos propiedades se transformen en propiedad única de todo el pueblo, será liquidada la economía complementaria individual por efecto del desarrollo de las fuerzas productivas, como resultado de lo cual desaparecerá el mercado campesino y se hará innecesaria la circulación de mercancías en su conjunto. Para entonces los productos se distribuirán según el sistema de suministro. En la actualidad, suministramos cereales y algunos otros artículos de gran necesidad para los obreros y empleados a través del sistema de racionamiento, el cual, claro está, no es un sistema de suministro realizado en virtud de la abundancia de bienes materiales ni tampoco es el que se realiza según las condiciones de la propiedad única de todo el pueblo. Esto tiene como finalidad ejercer un control que les permita a las personas comer y vivir por igual, en vista de que las cosas no abundan. A diferencia del sistema de abastecimiento que realizamos actualmente con fines de control, el sistema de suministro de productos que pondremos en vigencia cuando las fuerzas productivas estén muy desarrolladas y las dos formas de propiedad hayan convergido en la propiedad única de todo el pueblo, es un sistema de aprovisionamiento encaminado a asegurar en mejor forma, de acuerdo con la variedad de demandas del pueblo, los artículos de consumo producidos en abundancia.
En conclusión, sólo cuando las fuerzas productivas se desarrollen a tal punto que el Estado esté en condiciones de producir y abastecer suficientemente cuantos artículos necesite el pueblo, y la propiedad cooperativa se convierta en propiedad de todo el pueblo, podrán desaparecer el mercado campesino y el tráfico clandestino, y el comercio pasará definitivamente a ser un sistema de aprovisionamiento.