Redactado: Para la
Conferencia Nacional de Militantes por el Congreso Obrero, realizado en el
Palais des Congres, Versalles, Francia, los dias 5 y 6 de febrero de 1972.
Fuente del Texto: GrupGerminal.org
Esta Edición: Marxists Internet Archive, noviembre de 2013.
Los días 5 y 6 de febrero de 1972, en el Palais des Congrès en
Versalles, en respuesta al llamamiento de la Organisation Communiste
Internationaliste (pour la reconstruction de la VIè Internationale) apoyada por
la Alliance Ouvrière y la Alliance des Jeunes pour le Socialisme, se reunirá
la Conferencia Nacional de los militantes por el Gobierno Obrero.
Nosotros, militantes que combatimos para que se organicen en un partido
revolucionario trabajadores y jóvenes, que hemos decidido agruparnos para
construir el partido de la revolución socialista en Francia, y llamamos a la
vanguardia de los trabajadores y de la juventud a unirse a nuestros combate a
fin de acabar con el capitalismo portador de miseria y ruina, nosotros lo
decimos: no pretendemos poseer una verdad revelada, un ábrete sésamo que
permitiría abrir todas las puertas, no tenemos esquemas preestablecidos,
salidos de nuestra cabeza, por los que querríamos hacer pasar la acción de la
clase obrera. Sabemos, como lo permite establecer el arma de la teoría, y cómo
la experiencia del combate de la clase obrera lo atestigua desde hace más de un
siglo, que “la emancipación de los trabajadores será obra de los mismos
trabajadores”.
Contra todas las aserciones mentirosas e interesadas que pretenden redorar el escudo del imperialismo en putrefacción, (contra las confusas teorías que tienden a hacer creer que la clase obrera se habría devenido incapaz de cumplir su misión histórica, que la lucha de clases estaría superada y no constituiría ya el motor de la historia, nosotros llamamos al reagrupamiento, a la organización de los militantes, trabajadores y jóvenes que, para la defensa de la clase obrera y de las capas explotadas, quieran combatir al capital y su estado, sustituir el gobierno de los capitalistas por el gobierno obrero, el gobierno de las organizaciones obreras unidas, única forma de preservar a las masas de la ofensiva del capital y el estado, y de abrir la vía a la revolución socialista, por el poder organizado de los trabajadores, por el estado de los consejos obreros.
Nosotros, militantes de la OCI, de la AO y de la AJS, decimos: si no se suprime el capitalismo, si al desorden y la anarquía del capital no le sustituye el orden proletario, la dictadura de los obreros y campesinos, la humanidad en su conjunto será arrastrada a la barbarie.
Ya es hora, más que hora, de organizarse.
El objetivo de la burguesía y de todos los gobiernos a su servicio, como lo dice el informe por la conferencia nacional de militantes por el gobierno obrero que presentamos en este folleto, es obligar a los trabajadores a aceptar cargar con los gastos de la supervivencia del capitalismo. El objetivo del Frente Único es la unidad de todos los trabajadores deseosos de combatir contra el capitalismo, es la unidad de las organizaciones que los reagrupan y de los dirigentes que hablan en su nombre. Es el combate que entablamos en las empresas, localidades, facultades, escuelas; llamamos a los trabajadores, militante y jóvenes a organizar con nosotros la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero para llevar adelante el combate por la realización de la unidad del frente proletario.
A los trabajadores, a los jóvenes, a los militantes, les decimos: con vosotros, en el marco del libre juego de la democracia obrera y de las opiniones, en las fábricas, oficinas, localidades, escuelas, nos incumbe organizarnos, reagruparnos y elegir delegados a razón de uno por diez militantes reunidos para la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero, conferencia que alzará la fuerza militante que entable el combate por la unidad del frente de clase, por el partido obrero.
El folleto que sometemos a discusión está compuesto por tres documentos; primero, el informe político para la Conferencia Nacional de los días 5 y 6 de febrero de 1972; segúndo, el llamamiento adoptado durante la reunión común del Comité Central de la Organización Comunista Internacionalista, del Comité Nacional de la Alianza Obrera y del Comité Nacional de la Alianza de los Jóvenes por el Socialismo de los días 9 y 10 de octubre de 1917; por fin, la declaración del Buró Político de la OCI del 20 de agosto de 1971 en contestación al discurso de Nixon sobre la crisis monetaria y financiera.
Elaborados durante un período de cinco meses en función de las obligaciones y necesidades del combate político de la OCI, la AO y la AJS, por el reagrupamiento de la vanguardia combatiente por la revolución socialista en este país, estos textos presentan en algunos lugares numerosas repeticiones. El lector podrá encontrar en tal o cual párrafo que lo dicho ya se ha dicho en otro de los tres textos; pero estas repeticiones eran inevitables si se quería mantener en estos documentos la dinámica del pensamiento político que preside el documento, y que se ha precisado en el mismo curso del combate de la clase obrera y de la juventud contra el gobierno Pompidou-Chaban, en el curso mismo de la lucha política que se entablaba en la clase obrera, desde septiembre de 1971, la OCI, la AO y la AJS, y del cual la manifestación del 31 de octubre en París como, también, el Segúndo Congreso de la AJS fueron importantes momentos.
Si, a pesar de estas repeticiones, nos ha parecido necesario volver a publicar completas las declaraciones y llamamientos es porque, más allá de los inconvenientes que entrañaban tales repeticiones, se impone una misma línea política, una línea de fuerza a través de su lectura: se trata ahora, como una tarea mayor, esencial, de reagrupar la fuerza política que permita abrir la vía al combate victorioso de la clase obrera por la revolución socialista; se trata de los militantes obreros, en la lucha por el reagrupamiento de los militantes que quieren combatir por el gobierno obrero, el gobierno de las organizaciones obreras unidas, se organicen pues la ausencia de un verdadero partido obrero es lo que no permitió la victoria de la huelga general de mayo-junio de 1968.
A los trabajadores, a los jóvenes, a los militantes, les decimos: juzgad vosotros mismos; la vida muestra la justeza de lo que os proponemos.
Pasados los primeros suspiros de satisfacción después de la entrevista de
las Azores entre Nixon y Pompidou, pasados los cantores del testimonio taciturno
del imperialismo francés, llega la dura realidad, se pone de manifiesto la
inflexibilidad de las leyes del capital. Como lo constataba Raymond Aron en “Figaro”
(diciembre de 1971): “Los periodistas que se explayan en frases líricas sobre
la “victoria” diplomática francesa y sobre la caída de Su Majestad el
Dólar ofrecen testimonio de una inocencia nacionalista y dolorosa.” Tras las
cortinas de humo de las declaraciones lenitivas, muy rápidamente las palabras
“paro”, “rentabilización”, “racionalización” han reaparecido. Como
dice la declaración del Buró Político de la OCI del 20 de agosto de 1971: “Los
hombres políticos de la burguesía francesa saben que la única salida que les
queda consiste en hacer pagar a los trabajadores, en prohibirles reivindicar
mejores condiciones de vida y trabajo, en obligarles a aceptar condiciones de
trabajo agravadas.”
El proletariado y las masas trabajadores deben defenderse ante la ofensiva del capital y su estado. Ningún militante fiel a su clase aceptaría, en tal situación, responsabilizarse de una política que se limita a protestar, a enviar cartas y peticiones, a desencadenar huelgas rotativas sin futuro y manifestaciones sin continuidad, a prohibir y bloquear de hecho toda lucha seria, como hacen las direcciones de las grandes organizaciones obreras.
Como lo han hecho los trabajadores de la RATP exigiendo “los permanentes a
nuestro servicio”, “los sindicatos para nosotros”, los militantes,
trabajadores y jóvenes exigirán a los dirigentes obreros que las
organizaciones obreras sirvan para lo que fueron construidas, exigirán un “gobierno
para nosotros”, un gobierno sin patrón, del que estén excluidos los
representares de los partidos burgueses.
Este es el combate en el que nosotros, militantes de la OCI, de la AO y de la AJS, nos comprometemos preparando la Conferencia Nacional de Militantes por el Gobierno Obrero, para ese combate llamamos, en las fábricas, tajos, localidades, oficinas y escuelas, a los militantes y jóvenes a organizarse eligiendo a sus delegados, recaudando el dinero necesario para su participación, los días 5 y 6 de febrero de 1972, en el Palacio de Congresos de Versalles, en la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero. |
El capitalismo que sobrevive, paraliza y arruina las conquistas económicas y sociales arrancadas por el proletariado, amenaza el futuro de la cultura y civilización humana.
Se trata del derecho al trabajo
Se trata del derecho a la sanidad
Se trata del derecho a un salario y jubilación decentes
Se trata del derecho a los estudios
Pretenden negar todo esto a millones y millones de hombres, de mujeres, a las jóvenes generaciones.
Los militantes de la OCI (por la reconstrucción de la IV Internacional), con el apoyo de los militantes organizados en la Alianza Obrera y en la Alianza de Jóvenes por el Socialismo, han convocado para los días 5 y 6 de febrero una Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero a fin de responder a los interrogantes que cada uno se plantea:
¿Para qué luchar? ¿Por qué objetivos? ¿Cómo luchar?
La realidad de los problemas planteados a las masas se define así: en la época de la dominación del capital financiero, del imperialismo, estadio supremo del capitalismo, las necesidades vitales de las masas son irreconciliables con la supervivencia de la sociedad capitalista. La explotación no es el resultado de la mala voluntad de los capitalistas sino la ineluctable consecuencia del sistema de la propiedad privada de los medios de producción. De aquí se deduce que el resultado final del modo de producción capitalista es el caos, el desorden político, económico y financiero, que solo pueden ser superados por la revolución proletaria.
La burguesía ya no tiene sentido, ha cumplido ya su función; la actual época significa la descomposición y dislocación del sistema capitalista basado en el régimen de la propiedad privada de los medios de producción. La tarea del proletariado es la conquista inmediata de los poderes públicos. Esta conquista del poder consiste en la destrucción del aparato del estado burgués, instrumento de dominación de la clase dominante y en la institución de un nuevo estado basado en la democracia obrera de los consejos.
La experiencia de la lucha de clases internacional del proletariado, y las enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, verifican que el socialismo solo puede ser instaurado por la revolución y que si no se derroca al capital es imposible suprimir la explotación y opresión.
Si no se suprime el capitalismo, la descomposición y dislocación de todo el sistema capitalista mundial seguirá, la cultura y la civilización están amenazas de hundimiento. Por ello, nosotros, militantes, combatimos para que los trabajadores, militantes y jóvenes se agrupen en un Partido Revolucionario para acabar con el capitalismo y sus contradicciones, contradicciones que, si la burguesía continua manteniendo el poder, solo pueden encontrar salida en la decadencia y el hundimiento de la humanidad. Los intrigantes del sistema pretendían, no hace mucho tiempo, que había alguna razón para suponer que, tras el período de destrucción económica, política y social engendrado por la Segúnda Guerra Mundial, había llegado una nueva época de restablecimiento y expansión del capitalismo.
Los hechos han inflingido a los charlatanes de toda suerte el más mordaz desmentido. La crisis monetaria, expresión más espectacular de las contradicciones del capitalismo, ha reducido a pedazos todos los falaces temas inventados durante estos últimos años para adormecer y equivocar a las masas trabajadoras.
No queda nada de las construcciones pseudocientíficas con las que la burguesía, y sus agentes en las organizaciones obreras, querían demostrar, con la ayuda de un arsenal de pretendidos argumentos económicos, políticos o filosóficos, que el capitalismo, en la era del imperialismo, habría descubierto la llave mágica para resolver durablemente su crisis del sistema.
Sin embargo, la vanguardia no debe limitarse a constatar la quiebra de las teorías confusas: neocapitalismo o capitalismo monopolista de estado que no tendrían otra función más que la de embellecer la sociedad burguesa. No nos podemos permitir ninguna duda: para defender la dominación de los explotadores sobre los explotados, en el terreno del movimiento tendente a la dislocación del régimen de la propiedad privada de los medios de producción, los charlatanes encontrarán nuevas explicaciones en vistas a negar el derecho del proletariado a la revolución. Ya las han encontrado levantando contra la lucha de clases por el poder la utopia reaccionaria del pretendido socialismo autogestionario, versión camuflada del corporativismo. Prevenir a los trabajadores, a la juventud y a los militantes contras las aserciones tramposas según las cuales, una vez la clase obrera devenida incapaz de cumplir su misión histórica, la lucha de clases ya no sería el motor de la historia, tal es una de las tareas mayores que se asigna la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero.
Asistimos a un curioso espectáculo. Parece imposible que hombres políticos, periodistas y economistas, hubiesen afirmado por escrito que los milagros económicos (milagro alemán, italiano o japonés), sucediéndose, encadenándose uno tras otro, habían aniquilado o superado al marxismo. Cada uno de ellos aportaba su piedra a ese bello edificio. Los economistas e ideólogos de la burguesía, los economistas del PCF y MALLET-GORSE del PSU, MANDEL y J. RUEFF, del instituto, todos los dirigentes de la CFDT, en primera línea, y otros más pronosticaban un bello futuro a las fuerzas productivas puestas en movimiento por lo que ellos llamaban la tercera revolución industrial y que según ellos, continuando su crecimiento, conocerían un desarrollo sin precedentes.
Ha sido suficiente con un discurso, el discurso pronunciado por Nixon, portavoz del imperialismo norteamericano, el 15 de agosto de 1971, para que todas las contradicciones del sistema mundial del capitalismo, antes ocultas tras esos “milagrosos” durante los veinte últimos años, se revelasen con un estallido sin precedentes.
Todas las medidas tomadas después por el capital financiero dan testimonio de que el capitalismo no ha cambiado de naturaleza.
Las leyes del capital, establecidas por MARX hace ya más de un siglo, el análisis de LENIN sobre el imperialismo, el Programa de Transición de la IV Internacional, elaborado en 1938, todavía suministran al proletariado revolucionario, si no a todo hombre de buena fe, el único método para comprender la marcha de la economía capitalista.
El imperialismo ha intentado superar las contradicciones inherentes a su sistema, utilizando la economía de armamentos. Después del corto período de reconstrucción de las economías devastadas por la Segúnda Guerra Mundial, a partir de 1950 (guerra de Corea), la economía de armamentos creó un extenso mercado para las ramas fundamentales de la economía. La fabricación de medios de producción se transformó en fabricación de medios de destrucción, sirviendo de motor a todos los sectores de la producción. Así es cómo la economía de armamento debía constituir el fundamento de una prosperidad que estaba “garantizada” por el frenético despilfarro de enormes fuerzas productivas. Aquí se trata del mismo proceso de destrucción que señalaba MARX en 1845 cuando decía que en un determinado estadio de su desarrollo, si el capitalismo no era abolido por la revolución, las fuerzas de producción se trasformarían en su contrario, en fuerzas de destrucción.
La economía de armamentos substrae del mercado productos no “consumibles” inmediatamente, rompe los mecanismos fundamentales de la producción y distribución de mercancías. La economía de armamentos, que ha devenido el factor económico más potente, entraña el más gigantesco despilfarro de trabajo humano. ¡Y es en la economía de armamentos en la que los revisionistas del marxismo de toda laya reconocen una nueva época orgánica de desarrollo capitalista, asegurando el crecimiento de las fuerzas productivas! Los marxistas, quienes rechazan juzgar lo real por las apariencias, han establecido que en el sector de armamentos, concentrando los medios más modernos de la técnica, se asiste a una liquidación de los otros sectores productivos (minas de hierro, construcción naval, siderurgia, etc.) llevando a una desinversión de hecho, que toma, por otra parte, su dimensión, todo su aspecto trágico, en lo que concierne a los equipamientos denominados colectivos (educación nacional, sanidad, carreteras, ferrocarriles, vivienda, etc.).
Lo que toma la forma de un fabuloso enriquecimiento de una minoría de capitalistas es el mismo proceso de esta decadencia de las fuerzas productivas. La economía de armamentos separa capitales que, al no encontrar cómo invertir en sectores productivos, se transforman en capitales especulativos. El capital ficticio se hincha en la medida misma en que el capital productivo es destruido. El sistema de crédito, medio de circulación de las mercancías, se transforma en un medio de movilización de los recursos para la economía de armamentos, incluyendo a aquellos que deberían ser creados para las generaciones futuras (pago de intereses, devolución de los empréstitos). El estado de dependencia en que el papel-moneda se encuentra colocado en relación con la base material de la producción está definitivamente roto. La depreciación total de los billetes de banco oculta la crisis general que afecta a la circulación de los productos en el régimen capitalista. Tal es el contenido real del “milagro” de la economía de armamentos. Es así como, al precio de la transformación de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas, se asiste a un crecimiento sin precedentes del capital ficticio, de la especulación desenfrenada, a una unión cada vez más extendida de los gobiernos burgueses actuando en concierto con los monopolios.
El capital financiero, al fusionarse con el estado militar-policíaco, asegura el papel regulador y director de la economía que garantiza el sistema del beneficio por la militarización, de tal manera que el capital solo puede cumplir sus funciones económicas esenciales a través del desenfrenado despilfarro de la economía de armamentos.
Ha hecho falta, durante estos últimos años, una buena dosis de cinismo y de inocencia inconsciente o interesada, doblados por una crasa ignorancia, para escribir en innumerables artículos de prensa, que pesan volúmenes, que las crisis quedaban descartadas pues el capitalismo había logrado superar sus contradicciones.
La crisis financiera, reacción contra la prosperidad ficticia, ha liquidado todas esas falaces aseveraciones sobre una nueva época de crecimiento orgánico del capital.
El objetivo de la burguesía y de todos los gobiernos a su servicio es obligar a los trabajadores a aceptar pagar los costes de la supervivencia del capitalismo. El objetivo del Frente Único es la unidad de todos los trabajadores deseosos de combatir contra el capitalismo, es la unidad de las organizaciones que los reagrupan y de los dirigentes que hablan en su nombre. Ese es el combate que entablamos en las empresas, localidades, facultades y escuelas; llamamos a los trabajadores, militantes y jóvenes a organizase con nosotros en la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero para ese combate, para realizar la unidad del frente proletario.
Hacer creer a los trabajadores, a los militantes y la juventud, que será posible obtener el poder económico y el derecho de administrarse las masas por sí mismas renunciando a la lucha revolucionaria por la conquista del poder es propagar las más mortales ilusiones.
Para intentar conjurar la crisis económica amenazante, el imperialismo busca restablecer el mercado mundial dislocado. Pero esa tentativa tiene como condiciones absolutas la intensificación de la explotación, la inseguridad en el dominio del empleo y el paro, las perspectivas de futuro cerradas para la juventud, el alza de precios y la inflación comportando un nuevo reparto de la renta nacional en detrimento de la clase obrera, de los funcionarios y empleados, en detrimento de las capas más débiles de la pequeña burguesía de las ciudades y el campo que, en relación con la regresión de la economía rural, verán progresar el éxodo de los campesinos hacia la ciudad preñada del ejército de parados.
Para el capital y su estado, la resistencia al imperialismo norteamericano pasa, necesariamente, por la aplicación de medidas que tienden todas ellas a que los trabajadores acepten limitar sus reivindicaciones (contratos de progreso) para que los precios franceses puedan ser competitivos en los mercados internacionales. Para “reforzar” el franco, el capital y los gobiernos burgueses disminuirán todavía más los gastos del estado en detrimento de las masas: los presupuestos de la Seguridad Social, de la Salud, de la Educación Nacional, carcomidos, la construcción de viviendas frenada, el alza de los impuestos, tales son los planes del capital. En la guerra comercial, que hace ya estragos entre los estados, la burguesía buscará la forma de reanimar su economía disminuyendo los gastos de producción por la explotación acrecida de la clase obrera.
Hay que decirlo y repetirlo. Es necesario convencerse:
Renunciar a la lucha revolucionaria por la conquista del poder y, al mismo tiempo, preconizar una política, dicha de independencia nacional, implica, necesariamente, que los trabajadores franceses y la juventud deberán aceptar todas las medidas que los gobiernos burgueses se verán obligados a tomar para defender los intereses del imperialismo francés frente a sus rivales más potentes, particularmente frente al imperialismo USA.
Renuncia a la lucha revolucionaria por la conquista del poder es hacer creer que la alianza con un ala cualquiera de la burguesía, y con los partidos burgueses denominados de izquierda, podrá aportar satisfacciones durables a las aspiraciones de las masas trabajadoras. Es una mentira y una trampa de parte a parte pues todas las medidas tomadas por un gobierno en el que se sentarán ministros burgueses (aunque solo sea en minoría) siempre tenderán a enriquecer a los capitalistas, banqueros y especuladores.
Nosotros, militantes que hemos decidido reagruparnos para construir el Partido de la Revolución Socialista en Francia, que llamamos a la vanguardia de los trabajadores y de la juventud a retomar nuestro combate, decimos claramente:
Si los militantes trotskystas de la OCI (por la reconstrucción de la IV Internacional), si los militantes de la AJS y los militantes de la Alianza Obrera que han decidido convocar la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero, los días 5 y 6 de febrero de 1972, no están organizados en las grandes organizaciones políticas tradicionales (PCF, PS) es que existen desacuerdos.
Pero el proletariado y las masas trabajadoras deben defenderse en cualquier caso contra la ofensiva del capital y del estado.
Decimos: Si existen divergencias entre los partidos obreros, si se admite la pluralidad de los partidos y tendencias en la clase obrera, no se trata, para unos y para otros, de alinearse con la política de los otros partidos. Caso contrario, habría que declarar abiertamente que sólo se tiene derecho a la existencia de un “Partido Único”.
Bajo esas condiciones, si se quieren poner en acuerdo las palabras y los actos, hay que admitir, con la pluralidad de los partidos, la libre discusión entre las tendencias de la clase obrera, la necesidad de la lucha común que se deduce de las decisiones del capital y del estado burgués para desencadenar una ofensiva general contra las masas trabajadoras y la juventud.
Decimos:
Nosotros, militantes revolucionarios, no creemos en la voluntad de los dirigentes para organizar una lucha eficaz contra la burguesía. Si no fuera ese el caso, seríamos adherente de esos partidos.
No lo pensamos porque, como todos los trabajadores y la juventud, constatamos lo que es incontestable:
*En mayo-junio 68 los dirigentes dijeron a la huelga general de diez millones de trabajadores y jóvenes:
“No podéis obtener las reivindicaciones generales pues no se puede cambiar el gobierno. Hay que acabar con la huelga general.”
Así, el potente movimiento de huelga general fue sustituido por débiles torrentes.
Los dirigentes añadieron:
“Hay que entablar luchas parciales, y por categorías, por reivindicaciones parciales y gremiales”
Aseguraron a los trabajadores:
“Las más amplias acciones generales nacerán de la multiplicación de tales acciones limitadas.”
Tras la llamada de socorro de Renault, los ferroviarios, los profesores de Segundo Grado, los conductores de la RATP, los trabajadores, entablaron huelgas profesionales, parciales y por categorías.
Los dirigentes dijeron entonces:
“No podéis obtener las reivindicaciones parciales y por categorías. No se puede cambiar el gobierno. Hay que volver al trabajo sin haber obtenido satisfacción.” Así es como los dirigentes ponen trabas a los esfuerzos aislados de los trabajadores para resistirse a la explotación, a la trasformación de esos esfuerzos aislados en una lucha de clase única contra el gobierno. De hecho, traban toda acción real, reduciendo los sindicatos a la ineficacia.
He aquí porque no creemos en la voluntad de los dirigentes para preparar las luchas y llevarlas a la victoria. Pero también constatamos que la mayoría de los trabajadores y de los militantes no ven todavía cómo podrían entablar acciones contra el capitalismo sin el concurso y apoyo de las organizaciones que tienen vocación de unir y no de dividir a la clase obrera. Nosotros, militantes que trabajamos en la construcción del Partido Revolucionario con el objetivo de preparar la revolución proletaria, no pedimos que los militantes adherentes a las otras organizaciones obreras aprueben nuestras críticas. Están en su derecho de apoyar a sus partidos y organizaciones. Estamos en nuestro derecho de considerar que sus dirigentes han abandonado el marxismo y la lucha por la República de los Soviets en Francia.
Pero la mayoría de los trabajadores y militantes son conscientes de que solo en la lucha por los intereses obreros y las reivindicaciones se puede forjar el Frente Unido del proletariado contra la burguesía. Trabajadores y militantes saben que así, en la lucha, se podrá poner fin a las divisiones en el seno del proletariado, divisiones que constituyen la base sobre la que la burguesía puede llevar adelante la ofensiva para degradar aun más las condiciones de vida y de trabajo.
Los militantes de la Alianza Obrera, de la OCI y de la AJS que preparan la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero no pretenden poseer el remedio infalible para todos los males. Militantes y jóvenes, se esfuerza en extraer las lecciones de la experiencia de las luchas de la clase obrera para preparar el futuro. De esta experiencia, que los trabajadores hacen ellos mismos en la lucha de clases y con sus organizaciones, deducen perspectivas, tácticas de lucha, consignas y reivindicaciones que proponen a las masas trabajadoras y a la juventud. Militantes revolucionarios, solo reconocen y admiten las fórmulas revolucionarias que son las de la acción de las masas. Condenan las pretendidas “acciones” ejemplares por las que desde 1968 las organizaciones “izquierdistas”, de las cuales algunas están completamente descompuestas, pretenden “incitar” a los trabajadores a la “acción”, como si los trabajadores y la juventud fuesen masas “maleables” de los intelectuales pequeño burgueses que podrían imprimir al movimiento de la clase lo que sale de su cerebro.
Militantes revolucionarios, no rechazan ninguna de las formas de organización o de lucha creadas en el curso del desarrollo del movimiento obrero: lucha en los sindicatos, huelgas reivindicativas o huelgas políticas, huelgas limitadas o huelga general, manifestaciones o mítines, participación o rechazo a la participación en las elecciones, difusión de periódicos. Todas esas formas de organización o de lucha pueden o no ser válidas según las circunstancias, el estado de espíritu de las masas, las relaciones de fuerza entre las clases, no debiendo ser elevada ninguna de ellas en calidad de panacea. Todas esas formas de lucha, y cada una de ellas, se pueden preconizar en relación con la necesidad de preparar la Revolución Proletaria, la lucha obrera por la abolición de la propiedad de los medios de producción y del estado burgués. Lo mismo vale para las elecciones. En mayo-junio de 1968, la huelga general de diez millones de trabajadores y jóvenes lo podía todo y, en particular, podía abrir de inmediato la perspectiva del gobierno obrero salido del Comité Central y Nacional de delegados elegidos en los comités de huelga, que debería haberse transformado en comité central de los consejos obreros que, en todos los niveles (empresas, localidades y departamentos), y contra el estado burgués, habría abierto la vía a la República Obrera. Los dirigentes “contrataron” en Grenelle con Pompidou-De Gaulle, dictaron a los trabajadores: “debéis detener la huelga general”. La dirección del país continuó en manos de De Gaulle, del gobierno burgués.
La huelga general descarriada de sus fines y objetivos de poder, las grandes organizaciones obreras que tienen la confianza de las masas cediendo voluntariamente su “poder” a la burguesía, la reacción logró la victoria en las elecciones del 30 de junio de 1968. Los trabajadores reintegrándose a la fábrica, al astillero, a la oficina, las condiciones de trabajo explotado, incluso sin lograr la satisfacción de las reivindicaciones. De Gaulle intentó imponer la integración de los sindicatos en el estado. En el referéndum corporativista, del 28 de abril de 1969, se trató de la vida o la muerte de las organizaciones obreras independientes; las masas populares, teniendo solo a su disposición la lucha en el terreno electoral, tienen el deber marcado: ocupar ese terreno, llamar al pueblo de Francia a votar “no” en el referéndum.
Militantes obreros que hemos denunciado las elecciones-traición de la huelga general del 30 de junio de 1968, hemos combatido en las organizaciones por el Frente Único Obrero, a favor del no en el referéndum. Un mismo combate por la unidad de la clase obrera y de las organizaciones contra el gobierno, combate del que se han abstenido voluntariamente organizaciones que, siguiendo a la CFDT (PSU, Liga Comunista, Izquierdistas, ETC.) han preconizado la abstención en el referéndum como también han rechazado luchar en la huelga general por el comité central y nacional de los comités de huelga.
Nosotros, militantes obreros que consideramos que la historia de la lucha de clases confirma, en todos los países, que no existe ninguna etapa intermedia (parlamentaria) entre el capitalismo y el socialismo, nosotros que afirmamos la más absoluta imposibilidad de aplicar los métodos del parlamentarismo para crear las formas de la democracia de los consejos, nosotros no oponemos la movilización de las masas a las luchas en el terreno electoral. Pero decimos claramente: “¿Existe una sola conquista social que se haya logrado en el parlamento? No, o, para ser más exactos, el parlamento, en el mejor de los casos, no ha hecho otra cosa más que registrar lo que la clase había arrancado. Tal fue el caso en 1936, tal fue el caso en 1945.
Los hechos, los acontecimientos, están ahí para probarlo (al esforzarse en obligar a los trabajadores a mantenerse en el marco parlamentario, al oponer las elecciones a la lucha de clases, no se combate ni por el socialismo ni por las reivindicaciones más inmediatas). En 1968: los 1000 francos de salario mínimo, la escala móvil, la derogación de las ordenanzas contra la Seguridad Social, la jubilación a los 60 años, que la huelga general podía y debía arrancar, no fueron obtenidos por las elecciones.
Pensemos: si incluso la representación obrera conquistase la mayoría en las elecciones (y así lo deseamos), la burguesía ¿permitiría su expropiación por la vía parlamentaria? Nos permitimos dudarlo. Pero si incluso se considera que esta perspectiva de mayoría parlamentaria puede realizarse y, al fin, se realiza ¿hay que esperar para arrancar las reivindicaciones? ¿hay que aceptar diferir la lucha hasta 1973? Aceptarlo es dejar el campo libre a la burguesía y su gobierno. Incluso colocándose en el plano parlamentario ¿no se debe entablar inmediatamente el combate para exigir la dimisión de los diputados de los partidos burgueses? ¿hay que aceptar que prevaricadores como Rives-Henrys, y quienes le apoyan, puedan continuar sentándose en el Parlamento, aportando su apoyo a todas las medidas antiobreras que toma y tomará el gobierno Pompidou-Chaban-Giscard?
Estos interrogantes sólo tienen una respuesta: entablando una campaña unida por la dimisión es como se puede y debe unir a los trabajadores de las ciudades y el campo, y a sus organizaciones, a fin de realizar en cada localidad la Alianza Obrera y Campesina: los candidatos de los partidos obreros deben comprometerse a rechazar, bajo todas las formas y bajo cualquier circunstancia, ceder sus votos a los candidatos de partidos burgueses. Hay que admitirlo, las prórrogas y una política equívoca es lo que turba la conciencia de las masas trabajadoras. En todos los dominios, igual que en el dominio electoral, hay una voluntad firme, un programa coherente, y para ello hay que luchar bajo la consigna: “Candidato obrero contra candidato burgués”. Así es como la inmensa mayoría de los trabajadores se reagrupará en todos los terrenos, incluyendo el electoral, hará ceder a la ínfima minoría de los explotados capitalista y a su mayoría trucada a la que los partidos obreros unidos dirigirán el ultimátum: “Vosotros, representantes en quiebra del sistema capitalista periclitado, cuya supervivencia amenaza con la decadencia absoluta a una importante fracción del proletariado y la juventud condenada al paro permanente y a la descalificación, vosotros no tenéis ningún derecho a dirigir el país. ¡Retiraos!
Así es como, con lo métodos de la lucha de clases, la clase obrera puede y debe utilizar las elecciones, a fin de imponer en cualquier caso un gobierno responsable ante las organizaciones y las masas trabajadoras, no ante los diputados de la burguesía.
La huelga general de mayo-junio de 1968 y su consecuencia, el referéndum de 1969 que expulsó a De Gaulle, las luchas que prosiguieron en los más amplios sectores, todo ello atestigua que la clase obrera y las masas trabajadoras están prestas a cuestionar el poder de la burguesía y el conjunto de su política.
En el curso de estos últimos años se perfila la completa quiebra del capitalismo; las ilusiones de las capas pequeño burguesas, de las ciudades y el campo, sobre la posibilidad del estado burgués para aportarles soluciones positivas se disipan, mientras se refuerza la tendencia a la unidad.
Tales son los contornos de una situación que demuestra que los trabajadores están prestos para el combate. Serán obligados a ello aun más a causa del restablecimiento del mercado mundial dislocado por Nixon y que tiene como condición la intensificación de la explotación, la inseguridad en el dominio del empleo, el paro. Los combates van a desarrollarse y afirmarse bajo la presión de esas consecuencias y se fortalecerá la voluntad de las masas para derrocar a la sociedad capitalista.
Por otra parte, si el objetivo del capital es obligar a los trabajadores a aceptar pagar los costes de su supervivencia, todos los partidos burgueses (UDR, independientes y giscardianos, Centro Demócrata, Partido Radial) están desechos, en un estado de crisis tan evidente que no pueden plantearse oponer un frente coherente contra las masas y las organizaciones si los dirigentes de los grandes partidos obreros y sindicatos decidiesen acabar con el régimen, La crisis de dominación de clases de la burguesía, la situación económica y política refuerzan multitud de problemas y contradicciones susceptibles de abrir, en cualquier momento, un período de hundimiento a nivel del estado. Situación prerrevolucionaria en la cual la crisis revolucionaria puede estallar de imprevisto.
Pero la cuestión se reduce siempre a lo siguiente: la dominación de la burguesía es irreconciliable con la democracia y la satisfacción durable de las aspiraciones de las masas; no se pueden defender las reivindicaciones si no se quiere marchar hacia el socialismo, lo que implica la voluntad de unir a los trabajadores para la destrucción del estado burgués. En realidad, la cuestión fundamental de la que dependen, literalmente, el futuro inmediato de millones y millones de seres humanos, es que el capital financiero gobierne mediante una absoluta fusión con el estado. El poder político de los monopolios burgueses, totalmente estructurado con su estado mayor militar, judicial, policial, administrativo, con sus curas, constituye en las manos de la burguesía el más potente instrumento de gobierno.
Se puede discutir hasta el infinito sobre el socialismo y sobre los falsos
problemas de los diferentes modelos o de las vías parlamentarias para alcanzar
el socialismo, las cuestiones a las que tienen que responder todos aquellos que
hablan en nombre del movimiento obrero son estas:
El mantenimiento de la propiedad privada de los medios de
producción es contrario a los intereses de las masas y del socialismo; Toda acción seria para asegurar la defensa de los
intereses inmediatos de los trabajadores, incluso si su punto de partida es
una reivindicación parcial, lleva a abrir la lucha fundamental por la
abolición del sistema de la propiedad privada de los medios de producción
a partir del cual se han generado los monopolios; el capitalismo se ha
transformado, necesariamente y en el curso de su evolución, en capitalismo
de los monopolios que tienen a su disposición a todo el aparato del estado
burgués; Todo militante serio, dedicado a la causa obrera, sabe
que la burguesía no aceptará el socialismo, que la patronal no aceptará
las reivindicaciones. Combatir por la satisfacción de las reivindicaciones
es combatir en la perspectiva de la expropiación política y económica de
la burguesía
Toda la situación económica y política lleva a los trabajadores a la lucha contra el capitalismo. La crisis del sistema capitalista muestra, y mostrará más aun, a las masas trabajadoras que no hay salida en el marco del mantenimiento de la dominación de clase de la burguesía sobre la sociedad.
Así es como, tanto las perspectivas históricas como la relación de fuerzas real entre el gobierno Pompidou-Chaban, desacreditado, la clase obrera y las organizaciones obreras, colocan la solución del gobierno obrero al orden del día como una necesidad.
Toda organización obrera deseosa de defender los intereses de los trabajadores y de la juventud no puede contentarse con criticar la carencia de los otros partidos obreros y oponer sus reivindicaciones a las de ellos. En una coyuntura política en la que las luchas obreras, necesarias, por el aumento de los salarios y las jubilaciones, contra la agravación de las condiciones de vida y de trabajo, contra el paro, solo logran resultados escasos, el aumento de los precios, la sobreexplotación bajo todas sus formas impuesta por el gobierno al servicio de la patronal, anulan siempre cada éxito. En una situación en la que toda acción seria, incluso si, repitámoslo, su punto de partida es una reivindicación parcial, lleva a plantear la cuestión fundamental del poder, cada organización debe formularse y presentar a los trabajadores la solución gubernamental más conveniente a los intereses de los trabajadores. La voluntad de las masas trabajadoras y de la juventud para lograr la satisfacción de sus reivindicaciones y aspiraciones no ofrece lugar a dudas, pero para que esa voluntad se materialice es necesario un objetivo inmediato: substituir el gobierno Pompidou-Chaban por un gobierno obrero.
¿Qué gobierno?
Un gobierno que responda positivamente a las aspiraciones de las masas porque se apoye en la movilización de los trabajadores en lucha contra la patronal y el estado. La clase obrera espera de sus organizaciones respuestas claras. La conquista del Poder gubernamental no puede resumirse en un cambio de personas en la constitución de los ministerios. Tampoco en frases generales contra los monopolios, sólo una ruptura política y orgánica con los capitalistas franceses, y todos los partidos burgueses, podrá encontrar la orientación por los actos, en la práctica y no por palabras, hacia un cambio de gobierno. Nosotros no dejaremos de decirlo y volver a decirlo, de repetirlo una y otra vez, seguros de expresar la voluntad de las masas trabajadoras.
Hay que definir claramente el contenido y contornos políticos del gobierno que responda a las aspiraciones de los trabajadores pues será éste el que, apoyado en las masas en lucha contra la patronal y el estado, decidirá las medidas a tomar. Si no se dice claramente: “ningún ministro capitalista, ningún representante de los partidos burgueses se sentará a nuestro lado en el gobierno”, se admite la colaboración de clases, y no se habrá hecho nada para avanzar en la vía de la lucha contra la vida cara y el paro, por la verdadera satisfacción de las reivindicaciones. Ser políticamente responsable es decir a los dirigentes de las grandes organizaciones que afirman hablar en nombre de los intereses de los trabajadores: “Aceptar que en el seno del gobierno estén los representantes de la burguesía, aunque sólo sea en número limitado, es rechazar plantearse atacar el derecho de propiedad de los grandes medios de producción, es abrir de parte a parte la puerta a la deterioración desenfrenada de las condiciones de vida y trabajo, es dejar en pie el estado policíaco que Marcellin ha edificado para defender los interese del capital.”
Sólo sobre esas bases, el gobierno de las organizaciones obreras unidas, por el que los trabajadores están prestos para combatir, responderá a las exigencias de los trabajadores y la juventud. La necesidad de la lucha en común por el gobierno obrero se deduce de las decisiones tomadas por el gobierno, y cuyas consecuencias serán reforzar la ofensiva general del capitalismo contra la clase obrera. El gobierno obrero es una necesidad económica pues la lucha del proletariado para defenderse contra la explotación ha devenido una lucha política por las reivindicaciones. Hay que derrocar gobiernos y gobernantes burgueses, y hacerlo rápidamente. La unidad de todos los trabajadores deseosos de combatir al capitalismo, de las organizaciones que los reagrupan y de los dirigentes que hablan en su nombre, debe imponer el gobierno obrero. Para este objetivo hay que combinar y unir en un potente frente único a las organizaciones obreras que deben comprometerse a luchar verdaderamente contra el gobierno burgués. El socialismo no es un provenir lejano, obscuro. La voluntad de combatir por el gobierno obrero representa, hoy en día, el paso inmediato a realizar pues la lección que asimilan, cada vez más, las inmensas masas, reside en esto: si no derrocamos el poder del capital no se puede suprimir la explotación.
Cierto, no se trata de preconizar medidas antes que éstas se hayan impuesto tanto en la realidad política como en la conciencia de las masas. Pero una cosa está clara: la clase obrera comprometida en las acciones contra el capital y el estado capitalista es llevada a utilizar todos los elementos de la democracia obrera que ha conseguido para resistir a la explotación. Las conquistas sociales, derecho al trabajo y a la educación, las condiciones de vida y de trabajo, están amenazadas por la supervivencia del sistema capitalista en putrefacción. La clase obrera combatirá por sus libertades y derechos, buscará de ahora en adelante que sus organizaciones, y en particular sus sindicatos, funcionen al servicio exclusivo de sus intereses, fueron construidos en la lucha de clases para eso. Los conductores de la RATP, cuando impusieron a los dirigentes la Asamblea General de huelguistas, en la que reclamaron: “los liberados a nuestro servicio”, “los sindicatos para nosotros”, tradujeron en palabras concretas la lección de los combates y fracasos de todas las luchas obreras de estos últimos años. El combate por el Frente Único Obrero y el Gobierno Obrero tiene ese significado, la lucha para que los elementos de la democracia obrera, sindicatos, libertades, etc., sean colocados en la base de un sistema político en el que la propiedad privada esté abolida, los medios de producción colectivos sirvan para la satisfacción de las necesidades de la humanidad. Ese sistema político es la República de los Consejos tomando en sus manos, a partir de las fábricas, oficinas, astilleros y localidades, por ramas profesionales y, sobre el plan departamental, bajo la dirección del gobierno central de los consejos obreros, las tareas de la construcción del socialismo. Cierto que la significación de los consejos no está todavía clara entre amplias masas de trabajadores; la burguesía y la pequeña burguesía intentan, además, obscurecer su significado con utopías reaccionarias y corporativistas sobre la autogestión (pero cada vez deviene más claro para todos la necesidad de luchar por otro gobierno en el que no figuren ministros burgueses pues el capitalismo, que se sobrevive a sí mismo, ha entrado en la fase en que la acción destructiva de la lucha de la burguesía para preservar su sistema arruina y paraliza las conquistas económicas y sociales arrancadas por el proletariado.
Una vez más los hechos responden.
El imperialismo mundial, y en primer lugar el imperialismo USA, cree haber logrado alejar el espectro de la crisis económica mediante la inyección en aumento de créditos para armamentos, pero en la misma medida en que la militarización de la economía se acentúa, las contradicciones, la competencia, la anarquía del sistema capitalista alcanzan la mayor agudeza, arruinando las finanzas de cada estado. La economía de armamentos, que se les ha subido a la cabeza tanto a los economistas burgueses como a los “economistas” y políticos pequeño burgueses que pretenden renovar el marxismo, ha obtenido resultados efímeros que ahora decuplican todas las dificultades. El papel moneda en general, y ante todo el dólar, moneda del imperialismo más potente, al perder cada vez más su valor de medio y de regulador del intercambio de mercancías, se ha transformado en un instrumento de conquista de mercados y de opresión económica. La crisis financiera abierta con el discurso de NIXON atestigua que la curva de la economía caerá, tarde o temprano, de su altura ficticia actual, y más rápidamente cuanto más alto lugar se hace creer que ha alcanzado.
Al mismo tiempo, Wall Street y su representante en la Casa Blanca, intentan prescribir una nueva reorganización sobre la base de una reestructuración y una nueva delimitación de las bases económicas de Europa, Japón y otros países. NIXON busca imponer una nueva división del trabajo mundial en la que el mundo entero se convierta en mercado exclusivo del capital financiero USA. Pero esta “solución”, conforme a las necesidades de supervivencia del sistema capitalista, entraña al mismo tiempo que la acelerada decadencia de Europa, Japón y los países atrasados, denominados del Tercer Mundo, la exacerbación de la competencia. La verdad es esta: el capitalismo en el impas, en la fase imperialista, disloca el mercado mundial que constituía una de las más importantes conquistas del capitalismo en su fase ascendente. El mercado mundial está desorganizado, los tipos de cambio flotantes y el abandono del patrón oro devienen obstáculos casi insuperables para el comercio internacional. Todas las medidas tomadas para detener la crisis monetaria, todas las que saldrán de las discusiones más ásperas que se desarrollan en París, Nueva York, Londres, Tokio, Bruselas o Roma y, que bajo una u otra forma, han restablecido una nueva y provisional paridad entre las monedas, tendrán solo una consecuencia: se han establecido teniendo en cuenta la relación real de fuerzas entre los imperialismos que se disputan los mercados, asegurando la hegemonía norteamericana sobre el mercado mundial; servirán de base y motor para la más desenfrenada especulación. La caída económica de Europa que se perfila, la guerra económica, financiera y comercial que hace estragos entre los “Seis”, y que devendrá todavía más desenfrenada con la entrada de Inglaterra en el Mercado Común moribundo, atestiguan que los estados nacionales han devenido demasiado estrechos para la expansión de las fuerzas productivas.
El imperialismo USA afirma, desde el fin de la guerra, que sólo persigue objetivos “humanitarios”: ayudar a Europa. Sólo ayuda a reconstruir los estados burgueses y a proteger, así, la dominación de clase de las burguesías europeas y el sistema de la propiedad privada de los medios de producción. Preparada por toda la marcha de la historia del capitalismo, tras dos guerras, la política que NIXON define él mismo cuando declara: “Vamos a ser duros” busca avasallar a Europa para llevarla, “con los brazos caídos” como lo constata con melancolía un periodista burgués del Figaro, a aceptar sin protestas el predominio norteamericano sobre todos los mercados de la industria, la agricultura, las finanzas y las inversiones de capitales. Toda la organización económica europea y, en particular, el mercado común agrícola puesto en pie penosamente en estos últimos años, caen por tierra. Sin ninguna duda, el capitalismo intentará en todos los países superar las contradicciones de su régimen social aplastando a las masas trabajadoras. A pesar de la identidad de las líneas fundamentales de la política de todos los gobiernos imperialistas contra el proletariado, se mantienen las contradicciones más profundas, se manifiestan y se manifestarán todavía más en el futuro. Las potencias europeas, a pesar de estar en contradicción con los intereses de los USA, tienen intereses que las oponen recíprocamente entre ellas, buscarán reajustar todas las partes descoyuntadas del sistema capitalista contra el proletariado, aceptando de mala gana la hegemonía norteamericana, resistiendo, sin embargo, en una línea de retirada. Santa Alianza, dividida, desgarrada en sí misma, que, porque desgarrada, prepara las crisis económicas, políticas, financieras y sociales mayores; pero santa alianza contrarrevolucionaria de todas las burguesías contra los pueblos, tal es la esencia de la política del imperialismo mundial, contra la que el proletariado debe oponer su propia política de unidad europea.
Sólo en el marco de la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa se puede, en efecto, proceder a una verdadera reorganización económica del continente, lucha que, tras haber sustituido en cada país el estado burgués por el estado obrero de los consejos, garantizará que los medios de producción, que han sido creados por la colectividad de los trabajadores, vuelvan a manos de la colectividad unida del trabajo y no a quienes sólo sacan de ellos beneficios: los Estados Unidos Socialistas, federando a los estados obreros de Europa del Oeste liberados del capitalismo y a los estados de la Europa del Este y de la Unión Soviética en los que la propiedad de los medios de producción ha sido abolida, que hayan destruido el poder político de la burocracia y reintegrado las conquistas obreras de la Revolución a sus verdaderos fines.
Los hechos, los acontecimientos, la realidad, verifican la perspectiva marxista de la Revolución tal y como MARX, ENGELS, LENIN y TROTSKY la formularon.
O bien la burguesía logrará imponer contra las masas su dominación de clase y su estado, y eso será el caos económico, financiero y político. O bien la clase obrera de los países más avanzados, en particular Francia y Europa, se apoderará en nombre de los intereses de toda la humanidad de la vida económica, amenazada de dislocación por el sistema capitalista, asegurando, así, el desarrollo armonioso de una economía liberada de las cadenas de la propiedad privada de los medios de producción. Alcanzar ese objetivo, abreviar la época de crisis que vivimos, sólo es posible por los métodos de la revolución proletaria, instaurando el estado obrero, que no tendrá en cuenta el derecho de propiedad sobre los medios de producción, que sólo considera la necesidad de satisfacer las reivindicaciones de la mayoría, que no tiene más que este fin: reconstruir la sociedad sobre bases socialistas. Hay que responder a quienes explican, de nuevo, como lo hicieron en 1945: si el proletariado toma el poder en Francia, el imperialismo norteamericano atacará. Esta afirmación, si se plantea en concreto, implica que los trabajadores franceses y la juventud deberían aceptar todas las medidas que el gobierno Pompidou-Chaban decidiese para defender el beneficio. Pues es evidente que todo gobierno burgués, como todo patrón, si no se ve obligado por la lucha de clases a ceder, no concede nada. Si no, sería necesario hacer creer a los trabajadores que la satisfacción de sus reivindicaciones procede de la buena voluntad gubernamental y patronal. Si el hecho de derrocar al gobierno burgués por la lucha de clases o por la vía parlamentaria, no importa, conduce a un ataque del imperialismo norteamericano, si no hay que enfrentar esa amenaza, entonces hay que someterse y dejar de parlotear sobre el programa común o el gobierno de unión popular. A no ser que ese gobierno no sea un nuevo gobierno burgués. Será necesario decirlo a los trabajadores. Nosotros, militantes obreros, decimos que la lucha para acabar con el capitalismo en Francia, no sólo es indispensable para arrancar las satisfacciones durables a las aspiraciones de las masas trabajadoras sino que desencadenará, en el mundo entero, una oleada de entusiasmo y de solidaridad proletarias. Cierto, semejante política encontrará la oposición de NIXON-POMPIDOU-HEAT, de todos los imperialismos, pero se beneficiará de la simpatía de los trabajadores de todos los países. Es suficiente con mencionar los ardientes combates que llevaron adelante los obreros norteamericanos contra la política de rentas que quiere imponerles Nixon, la hostilidad profunda del pueblo de los Estados Unidos hacia la guerra sucia del Vietnam. Es suficiente con mencionar las huelgas de los obreros ingleses contra la política del gobierno conservador, las huelgas de los metalúrgicos alemanes contra los capitalistas alemanes, las luchas revolucionarias y antiimperialistas en Bolivia, en América Latina, en África o en el Próximo Oriente, para comprender bien cómo el proletariado francés y su juventud pueden contar, en su combate contra el capitalismo y sus gobiernos, con las aspiraciones de los pueblos del mundo entero. Pues la crisis del imperialismo es mundial y el deber consiste en echar abajo la dominación de clase de la burguesía en cada país. No es únicamente un deber, es una necesidad, pues es más que urgente acabar con la explotación capitalista que arrastra la civilización al abismo.
Para la vanguardia de los militantes y la juventud, para los trabajadores manuales e intelectuales, no hay otros términos en la alternativa en la que se juega la suerte de la humanidad.
Durante su 17º Congreso, en el mes de mayo de 1971, la Organización Comunista Internacionalista (por la reconstrucción de la IV Internacional), tras haber analizado las perspectivas de la situación en Francia en el marco de la coyuntura económica y política mundial, afirmaba la necesidad de entablar el combate para organizar a las fuerzas militantes en vistas a convocar en París una “Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero”.
El CC de la OCI dirigía esta propuesta a las instancias dirigentes de la Alianza de los Jóvenes por el socialismo y de la Federación de Comités de Alianza Obrera. Durante los meses del verano, los militantes de la OCI, de la AJS y de la Alianza Obrera, han trabajado y discutido para redactar proyectos de llamamiento. El secretariado de la Alianza Obrera, habiendo reagrupado los textos e iniciativas múltiples, presentó un proyecto de llamamiento a los trabajadores y jóvenes, a los militantes obreros de todas las tendencias, para invitarles a organizarse a fin de preparar en común la Conferencia Nacional para imponer el gobierno de las organizaciones obreras unidas.
Los días 9 y 10 de octubre de 1917, el CC de la OCI, el Comité Nacional de la Federación de Comités de Alianza Obrera y el Comité Nacional de la AJS, reunidos conjuntamente, adoptaron un primer llamamiento sobre la base de las discusiones libres y abiertas realizadas en las células de la OCI, los Círculos de la AJS y los Comités de Alianza Obrera, llamamiento que se publica también en este folleto.
El 31 de octubre, en respuesta al llamamiento de la AJS, apoyado por la OCI y la Alianza Obrera, más de 20.000 jóvenes y trabajadores desfilaron en París desde République a Nation por el gobierno obrero.
El 1 y 2 de noviembre, el 2º Congreso de la AJS decidió movilizar a jóvenes obreros, estudiantes de enseñanza media, estudiantes de CET y en general, ha participar en el trabajo militante organizado por la OCI y la Alianza Obrera en las empresas, oficinas, astilleros y localidades por la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero. Militantes de la OCI, militantes de la Alianza Obrera y de la AJS, nos dirigimos a los militantes obreros y a los jóvenes de todas las tendencias para que se organicen con nosotros a fin de imponer lo que es justo para las masas trabajadoras y la juventud.
Todos nosotros estamos convencidos que el mantenimiento de la dominación del capitalismo francés lleva a la sobreexplotación, a la reacción política, al despilfarro de la economía de armamentos, a la amenaza de destrucción completa de la sociedad civilizada.
Todos nosotros, militantes obreros que en las empresas y profesiones combatimos por la defensa de las reivindicaciones, sabemos que la “paz social” es una engañifa incluso si continúa existiendo en la práctica del “diálogo” y de la “concertación”. Todos nosotros consideramos que la lucha de clases pone prácticamente al orden del día los problemas candentes por resolver.
Entonces, nosotros, militantes de la OCI, de la Alianza Obrera, y de la AJS, decimos:
“Nos falta debatir conjuntamente las consignas y objetivos hacia los que tienden las masas más profundas de la clase obrera y la juventud, que se han planteado en la lucha contra el capitalismo y el estado burgués.”
Nosotros decimos que es contrario a los intereses de los trabajadores impedir que las acciones parciales de diferentes categorías no solamente llevar a sino, sobretodo, fusionarse en una acción general de la clase contra el gobierno Pompidou-Chaban. La tarea de la hora actual consiste en centralizar los contingentes de la clase obrera que actúan en diferentes puntos y no en dividirlos.
Negarlo, sería faltar a la verdad. El crecimiento del movimiento de dislocación del sistema de la propiedad privada de los medios de producción, que lleva a los capitalistas a atacar las condiciones de vida y, a la vez, de trabajo de los obreros, arrastra a éstos a resistir frente a la sobreexplotación. Esta tensión de la lucha de clases suscita el esfuerzo de la burguesía y de sus agentes para renovar el arsenal de pseudoteorías en vistas a adormecer al proletariado y hacerle aceptar la explotación.
La realidad de la crisis económica, política y social se encarga de destruir esas construcciones mentirosas e hipócritas que sólo tienen, todas ellas, un único objetivo: negar la lucha de clases como motor de la humanidad en marcha hacia el socialismo. Nosotros, militantes obreros, decimos: todos aquellos que predican el neocapitalismo, la revolución por el individuo, el conflicto generacional, substituyen el conflicto de clases por espurias teorías sobre las “nuevas vanguardias”, y muy recientemente por la “autogestión”, todos ellos tienden a negar el derecho del proletariado a la revolución socialista.
Nosotros, militantes que llamamos a los trabajadores y jóvenes a reunirse en las empresas, ciudades, institutos y facultades para designar sus delegados a la Conferencia de los días 5 y 6 de febrero por el gobierno obrero, nosotros decimos: tenemos que unirnos, resistir, defender las conquistas sociales, pues esta lucha representa para el imperialismo y la burguesía un enorme peligro social, el peligro que se hunda su poder bajo los golpes de las masas obreras y de la juventud. Nosotros proponemos incansablemente el Frente Único Obrero a las organizaciones, para la defensa de los intereses y aspiraciones de los trabajadores. Afirmamos que, cuando los dirigentes rechazan tomar las disposiciones para la lucha contra el capital y el gobierno, por el gobierno obrero, rechazan combatir por la defensa de los intereses obreros. Los trabajadores exigen que se acabe con las ilusiones y las palabras. Hay que dejar de protestar verbalmente, de adoptar resoluciones, de enviar cartas y peticiones sin futuro. Son necesarios actos concretos, no palabras.
Trabajadores y militantes, jóvenes, sabéis, como nosotros, que la huelga general de mayo-junio 68 no zanjó las cuestiones que todos y cada uno de nosotros se plantean. La dura experiencia de la lucha de clases aporta respuestas, que todos se concentren alrededor de la cuestión principal a resolver: ¿qué tipo de gobierno deberé reemplazar al gobierno de Pompidou-Chaban Giscard?
Cierto, sería pueril creer que existe ya una suficiente claridad sobre los métodos, medios y objetivos a lograr. Mucho más porque de todas partes se busca obscurecer las respuestas. Pero hay un denominador común entre todos los militantes que quieren unir las fuerzas obreras en la lucha contra el capitalismo.
Unos se pronuncian como nosotros, militantes de la OCI, de la AJS, y de la Alianza Obrera, por la República de los Consejos Obreros y la Revolución Socialista. Otros consideran que los dirigentes pueden abrir otra vía, la vía parlamentaria hacia el socialismo.
Hay un denominador común a todos: defensa de las libertades y reivindicaciones, en una coyuntura en la que la clase obrera, hay que decirlo y repetirlo, ve amenazadas sus conquistas sociales, acelerarse el rendimiento y desarrollarse el paro, mientras que todas las categorías soportan los efectos de la inflación y el alza de precios que llevan a la estagnación y a la disminución de los salarios reales.
Hay un denominador común que impone la situación: unificar las fuerzas dispersas de las masas trabajadoras y de la juventud para oponerse al ataque del capitalismo con el objetivo de acabar con el gobierno de los capitalistas.
La iniciativa que la OCI ha tomado, apoyada por la Alianza Obrera y la AJS, de convocar la Conferencia de militantes por el Gobierno Obrero los días 5 y 6 de febrero solo persigue un objetivo: asegurar el desarrollo positivo de la lucha de clases en el marco del libre ejercicio de la democracia obrera, ayuda a hacer todo lo posible para unir a los trabajadores y las organizaciones para que el gobierno de las Organizaciones Obreras Unidas responda a las aspiraciones de los trabajadores.
En cuanto a nosotros, continuaremos exponiendo nuestro programa, nuestras soluciones revolucionarias, explicando cómo se corresponden con los interese y reivindicaciones de las masas y la juventud.
Nosotros, militantes revolucionarios, estamos seguros que, por su propia experiencia, trabajadores, militantes, jóvenes, aquellos que quieren combatir seriamente por una verdadera política obrera, serán llevados a luchar por la construcción del Partido Revolucionario en Francia pues la conquista del poder por el proletariado exige un Partido Revolucionario dirigiendo la lucha de las masas, que pondrá fin a las maniobras de los capitalistas. En esa lucha por el poder, cuyo primer paso consiste en reagrupar y unir las fuerzas obreras contra el gobierno de los capitalistas, por un gobierno obrero, la necesidad de la lucha por la República de los Consejos en Francia exige una organización unificada, común e internacional de todos los militantes y organizaciones que se sitúan en ese terreno.
Es un hecho: la situación en Francia, como la situación internacional, exigen el contacto más estrecho entre las diferentes partes del proletariado que en Alemania, Francia, Inglaterra, USA, América Latina, en el mundo entero, están comprometidas en la lucha contra el imperialismo y su propia burguesía, que en la URSS, en Hungría, en Checoslovaquia, en Polonia, en China y en los países en los que la propiedad privada de los medios de producción ha sido abolida, combaten por el socialismo y la vuelta a los soviets de LENIN-TROTSKY. La unión de los militantes y las organizaciones en una internacional preparará la unión de los países en los que la Revolución Socialista haya triunfado. Para aquellos militantes que, organizados en la OCI, combaten por la reconstrucción de la IV Internacional, todos los acontecimientos ayudan a demostrar que el movimiento de clase, a pesar de los avances y retrocesos, tan pronto más netamente como más confusamente, sigue en el fondo la ruta trazada hacia el estado obrero en todos los países, hacia la República Universal de los Soviets. La única vía para salir del callejón sin salida en que el capitalismo y el imperialismo encierran a la humanidad es construir el Partido Revolucionario en Francia y reconstruir la IV Internacional sobre el programa de MARX LENIN-TROTSKY.
Esta es la política de los trotskystas, política que presentan abiertamente, sin disimulo, a la clase obrera y a los militantes, pues sus intereses no podrían oponerse a los intereses de toda la clase obrera y de los militantes fieles a la causa obrera.
Se puede estar de acuerdo o no con los métodos propuestos por la OCI, la AJS y la Alianza Obrera, pero todos aquellos para quienes la expresión de la lucha contra el gobierno Pompidou-Chaban es un imperativo tienen el deber de responder a la pregunta:
“¿En que, concretamente, debe consistir la preparación inmediata a la lucha por el socialismo?”
Solo hay una respuesta:
“Hay que unir a la clase obrera y a las organizaciones por el Gobierno Obrero.”
Es importante, en consecuencia, definir primero, según la experiencia práctica de las masas, el movimiento hacia el poder, después definir en qué puede y debe consistir el trabajo preparatorio y sistemático en vistas a la realización de esas consignas y, por fin, cuáles vías y medios utilizar para avanzar. Este informe que abre una discusión sobre los problemas de la hora actual, proseguirá los días 5 y 6 de febrero. Es un deber de todos los trabajadores, jóvenes y militantes organizarse y elegir delegados a la CONFERENCIA NACIONAL POR EL GOBIERNO OBRERO.
El sistema de propiedad privada de los medios de producción multiplica los escándalos. Las organizaciones obreras que hablan en nombre de la clase obrera deben asumir solas el poder
Se mire hacia donde se mire, los signos de descomposición del sistema capitalista se multiplican. Todos los días, la radio, los hombres políticos, señalan y denuncian los escándalos: escándalo de la Garantie Fòncier, tras el escándalo de La Villette, de los transportes, de las autopistas, de la vivienda, de los hospitales viejos y sobresaturados, de los retrasos en los pagos, de la magra jubilación a los viejos trabajadores, escándalo de los impuestos, escándalo de las condiciones en la enseñanza (en la que los alumnos son aparcados en clases sobrecargadas cuando, por otra parte, se suprimen aulas).
Todo el mundo lo dice. Todo el mundo lo reconoce. Todo el mundo lo afirma
La responsabilidad del diputado gaullista RIVES-HENRYS, que el gobierno y la mayoría continúan protegiendo, es, ciertamente, total pero no puede ocultar el hecho que la multiplicación infinita de los escándalos caracteriza a un régimen defensor del beneficio. Todo el mundo lo dice. Todo el mundo lo reconoce. Todo el mundo lo afirma.
Las medidas tomadas por NIXON provocan un ajuste de cuentas entre los imperialismos que se reparten el mundo. La crisis monetaria, expresión de la crisis del sistema de producción capitalista, pesa sobre la humanidad como una terrible amenaza de crisis económica mundial, con su cortejo de decenas de millones de parados en todos los países.
La sombra de la crisis económica se cierne sobre todos los países. En todos lugares, en los USA y en Inglaterra, en Francia y en Alemania, el número de parados, y especialmente de jóvenes en paro, va creciendo mientras que, por todas partes, el trigo, la comida, los automóviles, sobran.
Cuando los medios de la técnica permitirían construir viviendas decentes para todos, la crisis de la vivienda se profundiza y los alquileres son cada vez más exorbitantes, permitirían construir carreteras y autopistas, pero las vías de comunicación están en plena decadencia, permitirían construir escuelas, institutos, universidades y facultades, formar maestros y alumnos, asegurar un desarrollo sin precedentes de la cultura y la civilización, pero los gobiernos capitalistas se adentran cada vez más en la vía de la selección que expulsa a los jóvenes de la enseñanza y del derecho a un oficio cualificado, rechazan la satisfacción de las justas reivindicaciones de los maestros concediendo, al mismo tiempo, millares de millones a esa hoguera de oscurantismo que representa la enseñanza libre y confesional.
Nadie lo niega: la automatización, prodigiosa conquista de la técnica si es usada para satisfacer las necesidades del hombre, permitiría una masiva disminución de las horas de trabajo y un infinito aumento de la producción de bienes. Pero la automatización, en las manos del capital, hace pesar la amenaza de la pérdida del empleo, de la descualificación, impone un ritmo de trabajo y cadencias aun más inhumanas.
Todo el mundo lo admite: la inflación mina el poder de compra, agrava la situación de todos y particularmente la de los más pobres, es causa de desorden financiero y, sin embargo, el gobierno POMPIDOU-CHABAN-GISCARD, junto al resto de gobiernos, continua financiando los gastos del estado a través de la emisión de papel moneda, mediante la inflación que anima a la especulación, frena la economía y es la causa de la carestía de la vida.
Es inútil proseguir la enumeración de los males de toda suerte engendrados por el sistema capitalista. Apenas es útil mostrar que la política de todos los gobiernos burgueses solo tiene un único y mismo objetivo: hacer pagar la crisis del sistema capitalista a las masas trabajadoras.
Pero una cosa está clara: para combatir realmente, hay que señalar con claridad al enemigo al que se debe abatir y, al mismo tiempo, es necesario precisar el objetivo por el que se combate.
Para clarificar las condiciones del combate obrero, los militantes de la OCI, de la AJS y de la Alianza Obrera, han decidido llamar a los trabajadores manuales e intelectuales, jóvenes y militantes, a organizarse para preparar con ellos la CONFERENCIA NACIONAL POR EL GOBIERNO OBRERO
Todos los gobiernos burgueses, todos los hombres del capital, no hacen otra cosa más que engañar a las masas trabajadoras cuando lanzan discursos sobre la necesidad de luchar contra el alza de precios. La razón de esas mentiras es simple. El capitalismo, basado en la propiedad privada de los medios de producción, se transforma, necesariamente, en capitalismo de los monopolios, en imperialismo, estadio superior del capitalismo como dijo LENIN. El capitalismo de los monopolios es el resultado final de un sistema de producción basado en la propiedad privada de los medios de producción. No se puede luchar, pues, contra el capitalismo de los monopolios sin combatir por la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Pretender lo contrario es embaucar a las masas trabajadoras y aportar sostén a la burguesía. Parece que, sobre este punto, todas las organizaciones que se reclaman de la clase obrera, construidas todas ellas para unir a los trabajadores en su lucha para expropiar al capital, no pueden más que estar de acuerdo. Es necesario, sin embargo, ir más lejos y, ante todo, extraer las consecuencias. No se juzga a un hombre por lo que dice de sí mismo sino por lo que hace. Esta verdad es aun más cierta para los partidos y los hombres políticos.
La política real de las organizaciones se debe juzgar por sus actos.
Tomemos un ejemplo de entre millares: la lucha contra la especulación financiera. Por la lectura de la prensa, escuchando los discursos, se podría creer que los pueblos se enfrentan a una fuerza oscura y, sin embargo, todo hombre sensato sabe perfectamente que ni los trabajadores, ni la gente corriente, ni los jóvenes, son quienes especulan. No son ni los artesanos ni los pequeños comerciantes, ni los pequeños campesinos propietarios, pues la especulación pone en movimiento millares de millones y de decenas de millares de millones de francos.
Entonces, ¿quiénes son los especuladores?
Aquellos que sacan beneficio de las grandes sociedades industriales y comerciales, de las compañías de seguros, de la banca; solo ellos son quienes manejan los miles de millones robados por la explotación del hombre por el hombre, y solo ellos son los que recogen de nuevo miles de millones a través de la especulación.
La especulación no es un hibrido mitológico de siete cabezas. Los empleados de banca llevan las cuentas de todas las grandes sociedades. Conocen los ingresos de todos los capitalistas. Yugular a los especuladores deviene, pues, un asunto muy simple. Los sindicatos de empleados y cuadros de la banca deberían ser investidos con el poder de abolir el secreto comercial, de hacer públicas las cuentas de los especuladores, de todos los capitalistas.
Convocando conferencias de todos los empleados y cuadros de la banca, los sindicatos abolirían el secreto bancario, instituirían el control, por comités de empleados, sobre las cuentas bancarias, pondrían en conocimiento público todos los nombres y fabulosos beneficios embolsados por los especuladores. Un gobierno digno de ese nombre tomaría inmediatamente, aplicando leyes existentes, todas las medidas para perseguir y cazar a los especuladores. Los miles de millones embolsados por la especulación, una vez confiscados, retornarían a la caja del estado. Una de las fuentes de la inflación quedaría, así, cegada. Así se tomarían las primeras medidas contra el alza de los precios. Está claro que esas medidas representarían un primer paso hacia la abolición de la propiedad privada, medidas que ninguna de ellas serían dirigidas contra los pequeños comerciantes, los pequeños campesinos que no especulan en absoluto con la moneda. Muy al contrario, con los miles de millones de beneficios recuperados se podrían bajar los tipos de interés.
Pero no está menos claro que no se puede esperar del gobierno POMPIDOU-CHABAN-GISCARD que tome semejantes medidas. Es igualmente engañar a las masas hacerles creer que esas medidas honestas se podrían imponer al gobierno POMPIDOU-CHABAN cuyo papel, cuyo lugar, cuya misión son, bajo cualquier circunstancia, asegurar la defensa del capital y de la propiedad privada que han generado los monopolios y que sólo mediante la especulación pueden sobrevivir.
Todo el mundo, incluso el gobierno, reconoce de palabra que hay que hacer algo contra el alza de los precios. Pero el gobierno sólo propone una política que, a través de los acuerdos contra la carestía y de la tentativa de asociar a los sindicatos a una política de rentas, trata de hacer pagar a los trabajadores, de agravar las condiciones de vida y de trabajo.
En cuanto a la lucha contra la carestía de la vida, las medidas gubernamentales sólo son polvo en los ojos.
En realidad, toda la cuestión de la lucha contra la vida cara y la satisfacción de las reivindicaciones se resumen en la cuestión del control. Pero esta cuestión se reduce a saber quién es el controlador y quién es el controlado, es decir, en beneficio de qué clase se ejerce el control, qué clase ejerce el control.
El control de la economía, del Estado y del gobierno, por los capitalistas es, necesariamente, un control ejercido contra los intereses de las masas trabajadoras y de la juventud. Hay que sustituir, pues, ese control capitalista por el control obrero. Y aquí es donde los sindicatos obreros deberían ejercer plenamente su papel. En lugar de solicitar el “diálogo” y de mendigar la “concertación” con el gobierno y la CNPF, en lugar de sentarse en los organismos de colaboración de clases, tales como el Consejo Económico y Social, que materializa el control de la economía por el capital, los sindicatos obreros ¿no tienen el debe de movilizar a los trabajadores a partir de la empresa, de la localidad, de todas las ramas de la economía, para organizar, en conferencias de comités de delegados elegidos, el control obrero sobre la producción y el reparto de los productos?
El papel y las prerrogativas del sindicato independiente de todo estado y de todo gobierno serían respetadas porque el sindicato obrero cumpliría las tareas para las que fue creado: unir a los trabajadores para arrancar de las manos del capital y de los propietarios de los medios de producción que organizan la vida cara, el paro y la descualificación, que rechazan satisfacer las justas reivindicaciones, el control de la economía.
La clave de todo control es la abolición de los secretos de todo tipo, (secreto comercial, secreto de fabricación y de producción, etc.), por los que el capitalismo arranca el beneficio y se dota de los medios para la especulación. La cuestión del control conduce a la necesidad de avanzar por el camino de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, que ha engendrado al capitalismo de los monopolios y al que está ligado orgánicamente.
El problema se sitúa aquí, y no en ningún otro lugar. La burguesía y su gobierno rechazarán siempre que las masas trabajadoras ejerzan el control. Pueden aceptar asociar a un “control burocrático” a los representantes de los sindicatos. Este es el significado de la política de rentas que no es otra cosa más que la integración de los sindicatos al control capitalista de la economía. Sólo un gobierno obrero podría substituir ese control capitalista y burocrático por el control obrero democrático a través de los comités elegidos por los trabajadores. Rechazar combatir por el control obrero democrático es engañar a las masas sobre el contenido real de la democracia.
Repitámoslo: miremos por donde miremos los problemas, los trabajadores se encuentran enfrentados a una sola pregunta: ¿qué gobierno puede satisfacer durablemente las aspiraciones de las masas trabajadoras?
Los monopolios, el capital financiero, resultado final de todo el desarrollo anterior del capitalismo, de la propiedad privada de los medios de producción, dominan al estado, sacan sus beneficios del estado. Substraer al estado de la dominación de los monopolios es avanzar reivindicaciones serias a las que un gobierno exclusivo de los trabajadores daría satisfacción de inmediato:
Contra el alza de precios: escala móvil integral basada en los índices de precios establecidos por los sindicatos. ¡Abajo los índices gubernamentales amañados!
Contra la vida cara: indemnización mensual e igual para todos de 200 F.
Contra la congelación salarial bajo cualquier forma. Abajo los contratos de progreso y los contratos antisubida de precios por los cuales el gobierno propone a los sindicatos aceptar la política de rentas que impediría la lucha por las legítimas reivindicaciones.
Para acabar con la especulación urbanística; nacionalización, sin indemnización ni rescate, del suelo urbano. No, no es suficiente con hablar de reformas. Hay que indicar claramente aquello por lo que se llama a luchar a los trabajadores. El capitalismo ya ha caducado. Solo puede aportar a las masas trabajadoras paro y agravación de las condiciones de vida. El capitalismo de los monopolios debe desaparecer, y con él el régimen de la propiedad privada de los medios de producción del que ha nacido y al que está ligado por miles de lazos de explotación.
Nacionalización, sin indemnización ni rescate y bajo control obrero, de los truts de la siderurgia, bancos, gran comercio, grandes almacenes y monopolios en la industria de la alimentación.
Reestructuración de las nacionalizaciones de la SNCF, del gas y la electricidad, etc., expulsando de los consejos de administración a los representantes del estado burgués y del capital financiero. Control por los trabajadores de la SNCF, por los trabajadores del gas y la electricidad, y todos los servicios públicos gestionados por delegados elegidos por los trabajadores, por los representantes de los sindicatos y de los elegidos por los usuarios.
Nacionalización de las empresas del transporte, bajo control obrero, sin indemnización ni rescate.
El capitalismo caduco sólo puede aportar a la juventud decadencia. Hay que acabar con la participación en las estructuras de la reforma FAURE-GHICHARD en la universidad que excluye a millares de estudiantes de la posibilidad de obtener un diploma indispensable para el empleo cualificado. Hay que acabar con las frases vacías sobre los pretendidos aspectos positivos de la reforma de la enseñanza. No hay nada de positivo para los estudiantes de enseñanza media, para los alumnos de CET, en las medidas tomadas por GUICHARD. Hay que decir claramente que la enseñanza debe ser gestionada en todos los niveles de los institutos, de los CET y de la universidad, por los representantes de padres de alumnos, sindicatos de la enseñanza y delegados elegidos por los alumnos y los estudiantes. Para defender la laicidad no sólo hay que suprimir los créditos a la enseñanza libre y confesional sino suprimir, también, la enseñanza libre y confesional y combatir por una sola escuela. Separación real de la Iglesia y del estado.
Está claro que estas reivindicaciones, y otras que los trabajadores decidirán ellos mismos, que abren efectivamente la vía hacia el socialismo liberador, ¡no las pueden aceptar ni el actual poder, ni ningún gobierno en el que se sienten representantes del capital!
Únicamente un gobierno que tomase esas medidas sería un gobierno responsable ante las aspiraciones de los trabajadores. Inversamente, todo gobierno que rechazase tomar esas medidas debe ser reconocido como un gobierno enemigo del pueblo contra el que hay que unirse para combatirlo y derrocarlo.
Ni el gobierno Pompidou-Chaban-Giscard, ni cualquier otro gobierno en que se sienten, aunque solo sean en pequeño número, representantes del capital puede satisfacer las reivindicaciones del programa obrero por le gobierno de unidad obrera
Nadie que pretenda tener la cualidad de responsable serio, deseoso de defender los intereses de los trabajadores, podrá objetar, a las medidas propuestas más arriba, que no sean perfectamente realizables y que estas reivindicaciones sólo se realizarán si otro gobierno substituye al gobierno POMPIDOU-CHABAN-GISCARD. ¿Qué gobierno? Hay que definir claramente el contenido político del gobierno que tomará esas medidas inmediatamente realizables, dando, así, satisfacción a las reivindicaciones. Dicho de otra forma, ¿qué fuerzas políticas, expresión de las clases en presencia en la sociedad francesa, deberán ser representadas en ese gobierno de defensa de los intereses de los trabajadores? Cae por su peso que ningún representante del Capital aceptará sentarse en un gobierno que tomase medidas contra los intereses del Capital.
El señor CHICHARD, ministro de Educación Nacional, acaba de expresar claramente no sólo la posición del partido burgués de UDR sino la de todos los partidos burgueses cuando ha escrito a los dirigentes del SNES: “vuestras exigencias representan sin duda los intereses de vuestros mandatos, pero los intereses de quienes yo represento están en completa contradicción con aquellos”.
Sí, GUICHARD establece correctamente la correlación de fuerzas de las clases en presencia. En substancia afirma: los intereses de la clase que yo represento, siendo independientes de la forma política del gobierno burgués, están en contradicción, bajo cualquier circunstancia, con los intereses de la clase obrera.
Un primer punto se consigue así: dejar en el gobierno a los representantes de la burguesía, aunque sólo sea en pequeño número, es rechazar tomar las medidas expuestas más arriba que, repitámoslo de nuevo, son inmediatamente realizables, las únicas que responden a las necesidades de las masas.
Nadie puede pretender lo contrario. Dejar en el gobierno a los defensores de la propiedad privada de los medios de producción es aceptar la especulación, la vida cara y la agravación de las condiciones de trabajo, el paro y la descualificación, la degradación de la enseñanza, nuevos y graves atentados a la Seguridad Social; una jubilación miserable para los trabajadores viejos.
Respecto a esto, precisamos: cuando decimos “es preciso entablar la lucha contra la propiedad privada de los medios de producción”, no se trata, evidentemente, de atacar el derecho de propiedad del pequeño artesano, del pequeño comerciante o del pequeño campesino. El marxismo ya hace tiempo que hace caso omiso de esas interesadas calumnias del capitalismo y sus agentes estableciendo que las pequeñas empresas sólo juegan un papel ínfimo en el conjunto de la economía.
Así pues, después de todo lo que vivimos, ante la crisis económica que nos amenaza, buscar un entendimiento con la burguesía es no solo un error sino una verdadera traición a las masas.
Los militantes de la OCI, de la AJS y de la Alianza Obrera que convocan el Segundo Congreso de la AJS y la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero, como militantes serios, afirman con toda la claridad necesaria:
Las esperanzas en una coalición con la burguesía, en un entendimiento con cualquiera de sus formaciones políticas, son y serán anuladas por la marcha de los acontecimientos. Cierto, todos los partidos burgueses, UDR e independientes giscardianos, Centro Demócrata, Partido Radical, están en su conjunto, y cada uno de ellos, asolados por las más profundas crisis. Pero si LECANUET y DUHAMEL, Maurice FAURE y J-J SERVAN-SCHREIBER, PONIATOWSKY y DEBRE divergen entre ellos sobre los medios, están, sin embargo, completamente de acuerdo en el objetivo: salvar, a no importa qué precio, al régimen burgués, al sistema de la propiedad privada de los medios de producción.
Únicamente la lucha por un nuevo gobierno, excluyendo a todo representante del capital, está de acuerdo con los intereses de las masas trabajadoras. La clase obrera, lo demuestra cada día, está presta para el combate por la defensa de su nivel de vida, por la defensa de las libertades.
Los escándalos múltiples desacreditan, cada día un poco más, a un gobierno que es cómplice y a un sistema económico que es el causante. Los dirigentes de los partidos obreros y de los sindicatos que controlan a la clase obrera tienen entre sus manos todas las posibilidades de preservar al país de la crisis económica que le amenaza, todas las posibilidades de asegurar el bienestar y la libertad.
Si las organizaciones obreras deciden hoy en día tomar el poder, unirse para formar el gobierno obrero para aplicar las reivindicaciones del programa obrero, tendrán asegurado el apoyo de la clase obrera y de la inmensa mayoría de las capas explotadas de las ciudades y el campo. La aplastante mayoría del pueblo trabajador apoyándoles, está asegurada la victoria del gobierno de las organizaciones obreras unidas contra la burguesía. A la inversa, rechazando unir a las masas para organizar el combate por el gobierno obrero que imponga medidas de defensa de la intereses de los trabajadores, los dirigentes dejarán una vez más escapar esta posibilidad de acabar, bajo las mejores condiciones, con el poder desacreditado del capital, con el capitalismo y el estado burgués.
Los militantes de la OCI, de la AJS y de la Alianza Obrera, confían plenamente en que las soluciones de unidad que proponen respondan por sí mismas a las aspiraciones de todos.
Nosotros, militantes de la OCI, de la AJS y de la Alianza Obrera, deseamos que las organizaciones obreras realicen la unidad por el gobierno obrero. Deseamos y luchamos por esa solución pues es la mejor solución, la que permitirá asegurar un desarrollo orgánico de la lucha de clase del proletariado contra la burguesía y el estado burgués, por el socialismo, con los mínimos costes, con el mínimo de choques y violencia. Los capitalistas son sólo una ínfima minoría, el pueblo trabajador que aspira al socialismo representa a la aplastante mayoría.
A los trabajadores, jóvenes y militantes les decimos: con vosotros, en el marco del libre juego de la democracia obrera y del respeto a las opiniones, nos incumbe ayudar a hacer todo lo posible para asegurar ese desarrollo. Pero también decimos: no aceptaremos, como no debéis aceptarlo vosotros tampoco, hacernos cargo de una política que se limita a protestar, a adoptar resoluciones, a enviar cartas, a convocar huelgas escalonadas sin futuro y manifestaciones sin consecuencias. Por nuestra parte, continuaremos el combate exponiendo nuestro programa, ofreciendo nuestras soluciones, explicando cómo se corresponde con los intereses y reivindicaciones de las masas y de la juventud el programa de unidad que proponemos
Decimos a los trabajadores, a los jóvenes y militantes: ¡juzgad vosotros mismos! La vida muestra la justeza de lo que proponemos. Uníos al combate de los militantes que organizan el Segundo Congreso de la AJS y la Conferencia Nacional por el Gobierno Obrero.