Indice del Archivo |
Pronunciado: En la Conferencia científico-teórica internacional dedicada al 60 aniversario de la Revolución de Octubre, realizada en Moscú, 10-12 de noviembre de 1977.
Fuente para la presente edición: Gus Hall, "La época de Octubre y la crisis general del imperialismo", en Triunfo de las ideas leninistas: El Gran Octubre y la época contemporánea. Conferencia científico-teórica internacional, dedicada al sesentenario
de la Gran Revolución de Octubre, Moscú, 10-12 de noviembre de 1977. Documentos de la sesión plenaria. Editorial Progreso, Moscú, 1978, págs. 65-70.
Esta edición: Marxists Internet Archive, noviembre de
2013. Digitalizado por Juan Fajardo.
Queridos camaradas:
Los camaradas M. A. Súslov y B. N. Ponomariov, basándose en la experiencia de sesenta años de construcción del socialismo y desarrollando los postulados del informe del camarada L. I. Brézhnev[1], han dado una caracterización teórica precisa de los acontecimientos contemporáneos.[2]
Mirando los acontecimientos desde la ciudadela del imperialismo mundial, nosotros, los comunistas de los EE.UU., siempre saludamos y tenemos en alta estima cada posibilidad del cambio colectivo de opiniones y la evaluación colectiva de las tendencias del desarrollo mundial. Siempre estuvimos seguros que este es el único camino por el que las fuerzas del proceso revolucionario mundial podrían dominar por completo las posibilidades engendradas por la marcha objetiva del desarrollo de los acontecimientos.
Tales intercambios amplían y enriquecen el contenido del internacionalismo proletario y son el estilo y método marxista-leninista del trabajo.
En cierto sentido, celebramos dos aniversarios entrelazados: el 60 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre que puso fin al monopolio mundial del capitalismo y que de este modo dio comienzo a la crisis general del capitalismo mundial. La ligazón entre ellos es la que hay entre el proceso del crecimiento y la vida y el proceso de descomposición y desaparición.
El capitalismo es su propio sepulturero. Su crisis general la acentúan sus propias leyes internas. Mas, no menos cierto es que la comunidad creciente de los países socialistas y su fuerza atractiva revolucionaria aceleran el proceso de descomposición capitalista, con lo que meten el último clavo en el ataúd de ese régimen caduco y desgastado. En relación con esto podemos aprender una lección de la ley, bien conocida a todos los obreros ferroviarios, según la cual el grapón clavado por tres martillos al unísono, entra cuatro veces más de prisa que el grapón clavado por un martillo.
Una de las manifestaciones importantes de la crisis general del capitalismo es la acción de las tendencias centrífugas en su campamento.
Esta acción de las fuerzas centrífugas es un factor importantísimo en nuestra lucha contra la política de la agresión imperialista. Fue el factor esencial para el cese de la agresión de los EE.UU. en Indochina y para la crisis petrolera en 1974. El año pasado, al calor de ese factor, la conferencia de Londres de los países capitalistas quedó reducida a tomar el té.
Debemos más profunda y minuciosamente estudiar estas tendencias.
El crecimiento de las tendencias centrífugas aumenta la importancia y abre nuevas posibilidades para la aplicación de la táctica leninista de aprovechar las contradicciones internas y rivalidad, propias del imperialismo. Considerárnosla como arma extraordinariamente eficiente en la lucha contra el imperialismo de EE.UU. Sin embargo, la eficiencia de este arma depende de la "ley de los obreros ferroviarios", de la unidad de fuerzas que clavan grapones en la 'Vía férrea" de la lucha antiimpe-rialista.
La adaptación al imperialismo o la capitulación ante él, por cualesquiera consideraciones, hacen esa táctica estéril. El objetivo preciso y justo de la táctica leninista está en el debilitamiento del imperialismo.
Con semejanza al ritmo de los obreros ferroviarios que actúan al unísono, es posible asestar golpes poderosos sólo cuando estén unidas todas las fuerzas del proceso revolucionario mundial. Aprovechar la escisión en las filas de los países capitalistas en interés nuestro, o permitir aprovechar las divergencias en el proceso revolucionario mundial contra nosotros, es una gran diferencia.
Nosotros, en EE.UU., vemos las consecuencias de la crisis general y el resultado de la acción de las fuerzas centrífugas mencionadas en un contexto histórico que testimonia que desde hace varios años la ley del desarrollo desigual socava las posiciones dominantes del capitalismo estadounidense.
Todas las manifestaciones y trastornos, provocados por la crisis general, influyen de forma activa en las posiciones económicas y políticas de EE.UU. ya que las raíces principales del capitalismo mundial se han entretejido estrechamente con el capitalismo monopolista de Estado en este país.
La nueva fase de la crisis general del mundo capitalista constituye una de las causas de que el boom económico se haya frenado. Encuentra su expresión en la crisis de la industria de fundición de acero en el mundo capitalista, así como en la cirisis monetaria mundial.
Tras cierto auge de los dos últimos años, la economía de EE.UU. tropezó con el dilema de los cuatro cuernos: inflación, alto nivel de desempleo, déficit sin precedente de la balanza comercial (25.000 millones de dólares) y reducción de las inversiones de capitales.
Desde luego, el capitalismo monopolista de Estado norteamericano tiene hasta ahora la posibilidad de opción. La reducción del presupuesto militar y beneficios de las corporaciones serían un paso en la dirección necesaria.
Se han dado pasos para elaborar conjuntamente las medidas tendientes a superar la acción de las fuerzas centrífugas en el mundo capitalista y buscar solución a las contradicciones entre los principales Estados impe-rialistas.
Ha sido una maniobra del imperialismo para hacer frente a las fuerzas del proceso revolucionario mundial, una tentativa para unir las reservas económicas, financie ras y militares de los principales Estados imperialistas, reflejo de la aspiración del capitalismo mundial a salir de la crisis general.
George Meany, cabecilla de la AFL-CIO, tiene fama por sus absurdas expresiones como: "Yo nunca estuve en piquetes", o "la ideología es un disparate", o "no nos proponemos adaptar la sociedad americana a un modelo ideológico concreto". Y esto se dice del país que es el centro mundial del capital monopolista y empapado todo en su ideología. Las palabras de Meany son el eco de aquel dilema con que se tropieza el capital monopolista en la etapa de su crisis general, ya que la crisis general del capitalismo se extiende también a su ideología. Los representantes del capital monopolista se esfuerzan por enmascarar su ideología de descomposición, explotación y racismo, echando peroratas acerca de que la ideología no existe, o de que "la ideología es un disparate".
La finalidad de la campaña, en el curso de la cual se hacen aseveraciones de que "la ideología es un disparate" o que las ideologías han envejecido, está en rebajar y, si sé logra, liquidar por completo las ideologías que se identifican con la clase obrera.
Cuando George Meany dice que "no nos proponemos adaptar la sociedad americana a ningún modelo ideológico concreto", falsea la verdad, porque no puede haber un Estado sin base ideológica, un poder estatal sin ideología, que no se guíe por unos intereses de clase o por una ideología de clase.
El Estado no es una mariposa que revolotea. Cada Estado se ocupa de cuestiones concretas, y las cuestiones concretas están entretejidas sin falta con unos intereses de clase. Y aquí entra en juego la ideología de las clases correspondientes.
Si el movimiento revolucionario mundial ha aprendido algo, es que toda visión del mundo debe corresponder a un sistema económico-social concreto. La ideología es tan real como son reales las clases y la lucha de clases.
En todo caso, nosotros en los Estados Unidos no podemos predecir o aseverar como va a proceder el capital monopolista, sobre todo cuando se encuentre entre la espada y la pared.
Podemos decir, y decimos que obraremos de modo que limitemos su capacidad de reaccionar. Sin embargo, la historia muestra que el imperialismo jamás ha desistido, sin lucha y de propia voluntad, de su ideología, de sus privilegios o del poder político. Nosotros sabemos que nuestro deber es llevar esta verdad a las masas. En esto consiste la lección dada hace 60 años por la Revolución de Octubre.
_______________________
[1] Previamente a la apertura de la conferencia, Leonid Ilich Brézhnev, entonces Secretario General del CC del PCUS y Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, presentó un informe a los delegados en una "reunión solemne" en el Kremlin. [N. de marx.org]
[2] Ver: M. A. Suslov, "Discurso de apertura" en op. cit., págs. 5-18; y, B. N. Ponomariov, "La importancia histórica mundial de la Gran Revolución Socialista de Octubre", op. cit., págs. 19-51. [N. de marxists.org]