Pepita Gherra

 

¡Estridentes!

 


Publicado: Pepita Gherra, “¡Estridentes!”, en La Voz de la Mujer Nº 9,  1 de enero de 1897, Buenos Aires.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, febrero 2020.
Fuente de la edición: Pepita Gherra, “¡Estridentes!”, en La Voz de la Mujer Nº 9,  1 de enero de 1897, facsímil en nuestros archivos.  Transcripción y HTML por Juan Fajardo.


 

 

 

Obreros de mi siglo, gladiadores incansables del trabajo, vosotros los que tenéis un corazón que late, que siente y que palpita al unísono de lo que es justo y grande y noble; vosotros los que lucháis infatigables para dar a los pueblos de la tierra y a las razas humanas todas nuevos y mejores derroteros y más amplios y espléndidos mirajes; vosotros los que sentís en vuestras frentes la llama abrasadora de la luz prístina y esplendente del mañana; vosotros los que cual yo amáis a la humanidad y nos os limitáis al círculo estrecho y vil de la familia; vosotros los que forjáis en vuestras mentes con miles de arabescos deslumbrantes, gigantescas y brillantes proyecciones del fúlgido esplendor de la prístina aurora ya cercana, aurora de nuestra redención de la ignominiosa esclavitud tirana; vosotros los que alzáis en el concierto humano vuestra voz de protesta atronadora; vosotros, en fin, los que ponéis vuestros brazos, vuestra energía, vuestra inteligencia y vuestra vida toda al servicio de la causa que creéis justa; anarquistas en fin del mundo entero, ¡yo os saludo!

Sí, yo os saludo y desde lo más recóndito de mi corazón, que os quiere y que os ama, os envío los ardientes votos de mi eterna simpatía.

Yo os saludo indomables y altaneros portavoces de la rebelión humana,yo os saludo.

No os importe que hoy las inconscientes muchedumbres os desprecien o que encogiéndose de hombros con irónica indiferencia os vuelvan la espalda, no os importe; esa misma multitud mañana os llamará hermanos, cuando haya comprendido vuestras ideas, no lo dudéis anarquistas, no lo dudéis, porque vosotros llevaréis el amor y la esperanza en vuestros labios, en vuestros corazones y ¿cómo no engendrar el amor y el cariño al calor de vuestras nobles y justas aspiraciones?

No cejéis, no cejéis en vuestra obra, en vuestra tarea demoledora de absurdos, de infamias y de preocupaciones, esa multitud que hoyos mira indiferente u os desprecia; ha largos siglos que vive huérfana del amor y de[ ... ][1] el látigo y la cadena del esclavo, y es por eso que se ríe y que encuentra extraño que le habléis de libertad y de cariño. Mas no importa, ya llegará un día que os comprenda y que os ame, y el día de la lucha, no lo dudéis, anarquistas, estará a vuestro lado.

Sed nobles cuanto podáis con ellos, explicad les con amor vuestras ideas, tratadles como a los niños, con cariño, que al fin os entenderán.

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¡Ah! yo sé que hoy vagáis como espectros maldecidos, sin pan, sin amor y sin caricias, sin hogar y sin ternezas, de ésas que tanto el corazón ansía, arrojados, perseguidos como fieras; mas que eso no llegue a abatiros, vuestra obra es la obra de los grandes, de los buenos, de los incansables, y en ella, ya lo sabéis, ningún laurel pagará vuestros esfuerzos, ninguna mano amiga vendrá a levantaros si caéis, ni tampoco a cerrar vuestros ojos vidriados el día en que la muerte venga traidora a sorprenderos en la mitad de la jornada ...

Mas ¿qué importa hermanos míos? ¿No vale más un solo latido de vuestros bravos y serenos corazones, una sola sonrisa de afecto, de las que como yo con todo corazón os aman, que toda la mentida grandeza y el vano aplauso de la inconsciente multitud embravecida por códigos infames, por absurdas leyes, por torpes fanatismos, por estúpidas preocupaciones? ¡De esa misma multitud que falta de energía y escasa de valor y de osadía, gime desconsolada, derramando ardiente lloro sobre las cadenas que la oprimen o al pie de la tumba de los suyos, muertos de hambres y de frío, en medio de las deslumbrantes esplendideces de las urnas!

¿No creéis que vale más uno solo de esos diamantinos ensueños que lleváis en vuestra mente que todo el oropel del mundo entero?

No cejéis en vuestra obra ¡oh anarquistas! ¡Yo bien sé que vosotros seréis los náufragos perdidos en los procelosos mares de la vida, que de las tormentas por el rayo heridos: en desierto peñón el mar los bate, donde los negros buitres los devoran cuando han muerto!

Mas a pesar de todo, mientras quede en nuestras venas una sola gota de esta sangre ardiente y generosa de obreros conscientes y rebeldes que llevan en sus pálidas y pensadoras frentes proyecciones de la luz radiante del sol del porvenir; ¡al aire nuestro rojo estandarte de pelea!, e irguiendo altivas nuestras frentes, pálidas sí, pero altaneras: ¡guerra a la mentira y a la infamia! ¡guerra a la infamante explotación inicua y a la opresión envileciente! ¡guerra!

Alcemos, sí, con valor nuestro estandarte, bajo cuyos pliegues gigantescos caben todos los que trabajan, los que aman, la raza toda humana de la tierra y ... ¡muerte a la opresión! sea nuestro grito de pelea.

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¡No más gemir ya, hermanos míos! Basta de calma.

¡A las armas, compañeros! ¡A combatir o a triunfar o a morir! ¡Volemos!

¡Corramos, sí, corramos! ¡Mirad que el minotauro burgués se prepara a abatir nuestra entereza, mirad que quiere devorarnos!

¡Anarquistas! ¡Anarquistas! ¡Oíd mi voz que el entusiasmo inflama, sacudamos hermanos el marasmo que tiene entumecidos nuestros miembros, despertad de la apatía, obreros, mirad que el rasero de la iniquidad amenaza segar nuestras cabezas!

¡Despertad! ¡Despertad!

¡Tended la vista por doquier! España, Francia, Italia, Rusia, Turquía, Cuba, América; doquier sangre, doquier luto, muerte y exterminio. ¿Quiénes son los que mueren? ¿Quiénes, quiénes son las víctimas? ¡Los obreros siempre! ¡Siempre el inconsciente pueblo!

¡Barcelona allá! ¡Horror de horrores, sangre! ¡Crimen tras crimen!

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¡Vivir es luchar, hermanos míos! En estos instantes supremos en que todo se desploma, en que todo naufraga y cae, en que todo va a perecer, en estos momentos de espantosa prueba en que lo viejo, lo malo, lo podrido saca fuerzas de los mismos estertores de su agonía, y que en un formidable esfuerzo pretende aniquilamos; en estos momentos en que las religiones bajan a la tumba del olvido, cubiertas con el fúnebre sudario del polvo de los años [ ... ] en que las viejas instituciones […] de su apolillado y carcomido […] supremos instantes […]ma, como esos in[…] […]do el sol abrasador los […]ientes rayos, no tan fuertes como la irrefutable lógica de nuestras igualadoras ideas, serenidad y valor hermanos míos, firmeza en el pulso compañeros y guerra por doquiera a los potentes y hasta a la misma guerra ¡guerra!

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¡Anarquistas del mundo entero! Oíd: los potentes del mundo todo, desde el Japón, ebrio de orgullo por sangrientas y recientes victorias, hasta la carnicera burguesía de la Europa entera y hasta la misma de la semi-salvaje Turquía, pretenden exterminamos, y España da la prueba; desde el autócrata zar de la nebulosa Rusia, recorriendo la larga escala hasta los embaucadores socialistas, todos, todos sin dejar uno, son y están contra nosotros.

Pues bien, ya que todos ellos amontonan y apiñan fantásticos nublados sobre nuestras cabezas altaneras, y pretenden aplastarnos con la fuerza de su fuerza ¿creéis que debemos limitamos a ser, en este mar bravío y proceloso, el abrupto peñón que firme en su asiento inconmovible, desafía la furia embravecida de las olas y las huracanadas ráfagas de la azotante tempestad asoladora?

¡No, voto a Luzbel! ¡Muerte a la muerte!

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¡Obreros todos! Nuestras ideas son de paz, son de cariño, son de fraternidad y de armonía, mas ya que así se nos trata, y así se nos acosa, oídlo, bien, que alto lo decimos: Ya que el mundo entero nos declara audaz, sangrienta guerra, nosotros la aceptamos y despreciamos al mundo entero, ¡sí, lo despreciamos, no le tememos!

¡Puede, pues, arrojamos el guante de pelea!

Que conste, pues: Los tiranos quieren cebarse en nuestras carnes con furor, preñados de orgullo, de odio, de cinismo, de maldad y de ambición, pues bien: nosotros abatiremos su maldad, su orgullo, su cinismo, su valor (?) Y su ambición.

Anarquistas, hermanas mías: ¡Tiembla mi labio y febril por el papel vuela mi pluma; yo quisiera hablaros de la idea de amor, de propaganda y de cariño, mas no puedo, no, no puedo como tampoco puedo llorar y lo quisiera; mas ¿qué mucho, que esto así suceda?

He tenido días sin pan y de amargura infinita, noches de insomnial tristeza, en que manando sangre el corazón herido, las sienes ardientes me latían y yo me contenía y oprimíalas y me oprimía el pecho, y entonces revolcándome con infernal e impotente rabia, nada de rencor y de venganza ansiosa, soñaba como hoy sueño, con montañas de escombros humeantes y arroyos de sangre de opresores. Y entonces golpeaba mis sienes, clavaba frebricente las uñas en mi seno y desgarraba mis carnes y respiraba rencor, odio y venganza, y me espantaba de mí misma; mas hoy, oh, hermanas mías, después de lo hecho en Barcelona, ya nada, nada me espanta, yo os lo juro!

¿Cuándo se cumplirán nuestros sueños de venganza?

Hermanos anarquistas, vosotros los que ya hacéis lúgubres prisiones en los horrendos y negros cadalsos, los que inciertos vagáis años tras años, atravesando mares y montañas desiertos, como si fuerais espectros infernales; pero siempre serenos, siempre altivos, yo os saludo y entre los fervientes votos de mi fraternal simpatía, os envío mis besos como hermana y como mujer, las vibraciones de mi sereno corazón altivo.

¿Cuándo será el día de estrecharos las manos durante la pelea?

¡Acordaos de Barcelona y de Montjuich, hermanos míos!

 

 

 

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[1] En adelante, los elipsis entre corchetes indican puntos en que el facsímil del periódico es ilegible. (Nota del transcriptor)