Pronunciado: Cannon pronunció el siguiente discurso en 6 de febrero de 1949 en una reunión convocada para protestar contra el primer juicio a los dirigentes del Partido
Comunista de los Estados Unidos (CPUSA). Dicho juicio fue uno de los
cañonazos iniciales de la cacería de brujas anticomunista que acompañó a la Guerra Fría en Estados
Unidos, especialmente en la década de los 1950.
Historial de publicación: Se publicó en The
Militant, 14 de febrero de 1949. Después fue publicado en la antologia de
Cannon, Speeches for Socialism, en 1971.
Versión castellana: El ensayo en castellano se
publicó en Spartacist, núm. 27,
diciembre 1996.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2012.
Fuente: Versión digital de la traducción al
castellano tomada de la página de internet de Revolutionary
Regroupment.
Hay una impresión popular muy extendida de que los dirigentes del Partido Comunista en el banquillo de la corte federal en Foley Square son criminales y deben ser sometidos a juicio. En lo personal, estoy de acuerdo con ese sentimiento. Los dirigentes estalinistas son en efecto criminales, y deberían ser juzgados por sus crímenes. Pero no estamos de acuerdo con este juicio. Este es un caso de los criminales correctos acusados del crimen equivocado. Y están siendo juzgados en el tribunal equivocado.
Como el camarada Dobbs, yo podría testificar como un testigo experto sobre estas cuestiones. Por este medio ofrezco públicamente a los abogados de los estalinistas enjuiciados mis servicios en su defensa contra acusaciones falsas. Estoy calificado como tal experto, por lo siguiente:
Fui un miembro activo del Partido Comunista desde su fundación en 1919 hasta 1928, es decir, durante nueve años. Soy un estudiante de la teoría marxista y leninista que los estalinistas están falsamente acusados de enseñar. He sido un oponente activo del estalinismo durante 20 años.
Y, finalmente, estoy familiarizado con la sección sobre la libre expresión de la Constitución de los Estados Unidos que dispone que “El Congreso no aprobará ley alguna... que límite la libertad de expresión o de la prensa.” Aprendí esto en la escuela, y después tuve la oportunidad de leerlo de nuevo y pensar al respecto durante 13 meses en una universidad federal en la penitenciaría Sandstone.
Así que, armado con este currículum, rechazo la acusación contra los dirigentes del partido estalinista por tres razones:
l. El crimen de que se les acusa – que “conspiraron para llamar” por el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos mediante la fuerza y la violencia – no es un crimen en este país bajo la Constitución.
2. Los estalinistas ni siquiera son culpables de este crimen que no es crimen. No llaman por el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos mediante la fuerza y la violencia, ni mediante ninguna otra forma.
3. El tribunal federal del capitalismo estadounidense no tiene ningún derecho a juzgarlos, pues los crímenes del estalinismo no han sido dirigidos contra el sistema que este tribunal representa. Los dirigentes estalinistas deberían ser juzgados ante un tribunal de la clase obrera internacional por altos crímenes y delitos contra la clase obrera del mundo, y de este país también, durante un largo período de años; altos crímenes y delitos que van desde perversiones del marxismo hasta colaboración de clases y apoyo al gobierno imperialista de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, e incluyendo todo tipo de ofensas contra la ética del movimiento obrero, desde el falseamiento y la falsificación hasta el embuste y el asesinato.
Los estalinistas son culpables de estos crímenes. Los estalinistas son los más grandes criminales en la historia. Pero el juicio actual en el tribunal federal del Distrito Sur de Nueva York en Foley Square es un embuste contra ellos. No son culpables del cargo presentado contra ellos, de que llamaron por el derrocamiento del gobierno capitalista de los Estados Unidos.
Todo el curso del estalinismo, desde su nacimiento, ha servido para apoyar al capitalismo mundial y no para derrocarlo. El estalinismo empezó hace 25 años con la promulgación de su teoría básica del “socialismo en un solo país”, es decir, Rusia. Ello significó “nada de socialismo en ningún otro país”. Significó la renuncia a toda perspectiva de revolución internacional; una oferta de la burocracia soviética para comprometerse con el capitalismo mundial a costas del movimiento obrero internacional. Esa es la teoría de la que se originó el estalinismo.
La práctica siguió a la teoría: la expulsión, los embustes y los asesinatos masivos de decenas de miles de bolcheviques que hicieron la revolución y que estaban, en realidad, por la revolución internacional contra todas las instituciones capitalistas; la conducta de los estalinistas en España, donde sostuvieron y apoyaron al gobierno burgués al precio de asesinatos masivos de revolucionarios españoles; la política del “frente popular” de colaboración con partidos capitalistas y participación en gobiernos capitalistas; el pacto nazi-soviético, en el que los estalinistas unieron sus manos con Hitler al iniciar la Segunda Guerra Mundial; el Pacto Anglo-soviético-americano, bajo el cual los estalinistas estadounidenses vendieron a la clase obrera norteamericana y se alinearon para apoyar la guerra.
Sí, el historial muestra claramente que los estalinistas son criminales. Pero los tribunales capitalistas non están calificados, por este historial de hechos conocidos y por la clara disposición de la Constitución de los Estados Unidos, e incluso por consideraciones de gratitud por servicios recibidos de los estalinistas, especialmente durante la guerra, para juzgarlos.
Por otro lado, a pesar del hecho de que acusamos formalmente a los estalinistas de criminales, nosotros y todas las demás organizaciones obreras, que no tenemos razón para sentir amor o agradecimiento hacia los estalinistas, tenemos un interés vital en protestar contra su proceso en este caso particular. Ese es el propósito de nuestra reunión esta noche.
Este no es un juicio criminal por presuntas acciones en violación de leyes constitucionales definidas. Este es un juicio político. La libertad de “llamar” por cualquier doctrina, incluyendo la revolución, es básica para la libre expresión y la democracia. Este juicio golpea las raíces mismas de estos derechos democráticos de todas las organizaciones obreras.
Debe tenerse en mente que la acusación contra los estalinistas no les levanta cargos ni por una sola acción contra el gobierno de los Estados Unidos. La única base para el juicio es que conspiraron para “llamar” por el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos. Es decir, conspiraron para hablar y escribir.
La disposición misma de la Constitución a la que me he referido fue diseñada específicamente para impedir que el Congreso aprobara leyes que proscribieran el “llamado” por cualquier doctrina. Pero esta acusación bajo la Ley Smith – la misma ley bajo la que nosotros fuimos procesados y convictos en Minneapolis – es una acusación contra el hablar y escribir. Ahora, una vez que se establece el precedente de que es posible proscribir un tipo de habla o “llamado”, se sienta la base para la supresión de cualquier otro tipo. Se legitima la supresión de la libertad de expresión y la libre prensa.
Desafortunadamente, nuestro juicio y convicción bajo la Ley Smith en Minneapolis y nuestro posterior encarcelamiento, y la negativa de la Corte Suprema a revisar el caso, han sentado ya un precedente. Ese fue un duro golpe contra la libertad de expresión y la democracia en este país, y los estalinistas en juicio están sufriendo ese precedente.
Es cierto, como lo señaló el camarada Dobbs, y como creo que todos ustedes saben, que los estalinistas hicieron todo lo que pudieron, de todas las sucias maneras que sabían, para ayudar a la fiscalía a ponernos en prisión. Hicieron todo lo que pudieron para mantenernos en prisión por la duración plena de nuestra condena. Es cierto que estos sinvergüenzas incluso trataron de sabotear y romper nuestro Comité de Defensa, de impedirle reunir fondos de organizaciones con simpatía por el caso para pagar a los abogados. De ser por los estalinistas, no habríamos podido emplear una defensa legal para implementar una defensa legal. Su vergonzosa conducta pavimentó el camino para su propio enjuiciamiento bajo la misma ley.
Todo eso es cierto, como ha sido relatado tan gráficamente esta noche por el camarada Dobbs. Pero eso no puede determinar la política de una organización revolucionaria, o de cualquier organización obrera, si a esas vamos. El puro interés en uno mismo, para nosotros y para cualquier organización obrera honesta, es más importante que cualquier sentimiento de revancha en este caso.
Si el precedente establecido en nuestro caso es reforzado por otra convicción, de los estalinistas en este caso, y sancionado por la opinión pública hasta que sea aceptado como una costumbre, las libertades tradicionales que el movimiento obrero necesita para el avance progresista, cederán ante nuevos abusos en toda la línea. La siniestra tendencia hacia el control del pensamiento bajo un estado policíaco será grandemente acelerada.
Esa es la cuestión mayor que transciende todas las demás consideraciones, en el juicio actual de los estalinistas. Es por ello que estamos tan preocupados y apelamos a todas las organizaciones obreras, especialmente a las que nos apoyaron en nuestro juicio, a protestar contra el juicio político contra los estalinistas. Creo que hemos dejado suficientemente claro que nuestro punto de vista en este caso no está motivado por el perdón cristiano o por la suavidad de pensamiento, y mucho menos por la conciliación política con el pérfido estalinismo. Nuestra posición se basa únicamente en nuestro concepto del más vital interés de la clase obrera y sus luchas futuras.
Solía darse por hecho en el movimiento obrero que a pesar de todas las diferencias y disputas entre distintos partidos, fracciones y grupos, todos se unirían y cooperarían cuando cualquier sector del movimiento obrero estuviera bajo ataque en los tribunales del enemigo de clase. Hemos recorrido un largo camino desde la vieja tradición de la solidaridad contra el enjuiciamiento y los embustes. Era una buena tradición y deberíamos tratar de restaurarla en cierta medida.
Algunas de las páginas más brillantes de la historia obrera estadounidense se escribieron en luchas unidas por la justicia y la libertad de expresión. El movimiento obrero de hoy en día, que no cayó del cielo, es el producto y fruto de muchas luchas en el pasado, y le debe mucho a estas luchas de frente unido por la libertad de expresión y la justicia y la libertad de organización.
Mi primer interés en el movimiento obrero y socialista surgió por el gran movimiento de protesta en favor de Moyer y Haywood en 1906. Fueron arrestados y llevados a juicio sobre falsos cargos de asesinato, pero su verdadera ofensa fueron sus actividades obreras, su combatividad e incorruptibilidad. No se les dejó solos para que se defendieran ellos mismos como mejor pudieran. Eran dirigentes de la Federación Occidental de Mineros, que entonces estaba afiliada al IWW [Trabajadores Industriales del Mundo]. No obstante, todos los sectores del movimiento obrero reconocieron la amenaza para sí y para todo su futuro en el intento de legitimar el embuste contra los dirigentes obreros.
Se construyó una tremenda maquinaria de protestas y defensa, de un extremo del país al otro, en la forma de “Conferencias Moyer-Haywood”. Todo tipo de organizaciones, representando todo sector del movimiento obrero y todos los puntos de vista, enviaron delegados a estas conferencias de frente unido. Sindicatos de la AFL [Federación Estadounidense del Trabajo] e independientes, el IWW, el Partido Socialista, el Partido Laborista Socialista, los grupos anarquistas y grupos de liberales, y gente de buena voluntad, todos marcharon juntos bajo las “Conferencias Moyer-Haywood” para hacer un movimiento poderoso en defensa de los acusados. La tierra tembló a su paso.
Los conspiradores que habían tratado de tomar las vidas de Moyer y Haywood fueron echados atrás. El embuste fue derrotado por la amenaza del movimiento obrero unido. El gran Bill Haywood, de queridos recuerdos, estaba en lo cierto cuando habló a la primera gran reunión de masas de 200 mil personas en Chicago, quienes lo felicitaron por su liberación de la cárcel, y dijo: “Le debemos nuestras vidas a su solidaridad.”
La misma solidaridad fue mostrada en defensa de Ettor y Giovanitti, dirigentes de la huelga de Lawrence en 1912; y en la defensa de Mooney y Billings. Fue cierto, a un grado considerable, en el caso de los líderes del IWW durante la Primera Guerra Mundial, y en los casos de Debs y de Sacco y Vanzetti. Todos los obreros con conciencia de clase sintieron que era una obligación elemental, como cosa de rutina, unirse contra los ataques del enemigo de clase.
El mismo Partido Comunista fue una vez el defensor de esta orgullosa tradición de solidaridad. La International Labor Defense [Defensa Obrera Internacional], que fue formada en 1925 bajo la inspiración directa del Partido Comunista, estaba dedicada expresamente al principio de la defensa obrera no sectaria, a la defensa de cualquier miembro del movimiento obrero, sin tener en cuenta sus opiniones, que sufriera persecución por los tribunales capitalistas a causa de sus actividades u opiniones.
Yo puedo hablar con autoridad sobre ello porque yo participé en la planificación de la ILD, y fui su Secretario Nacional desde su incepción hasta que fuimos expulsados del Partido Comunista en 1928. La International Labor Defense realmente “nació en Moscú”; tengo que admitirlo, aunque fue estrictamente una institución estadounidense en sus métodos y prácticas. La ILD nació en Moscú en discusiones con Bill Haywood. El viejo luchador, quien fue exilado de Estados Unidos amenazado con una condena de 20 años [de prisión], estaba profundamente preocupado por la persecución de los obreros en los Estados Unidos. Él quería que se hiciera algo por los hombres casi olvidados que yacían en las cárceles a lo largo del país.
Había más de cien hombres – organizadores sindicales, dirigentes de huelgas y radicales – en las prisiones en ese tiempo en los Estados Unidos: miembros del IWW, anarquistas, Mooney y Billings, Sacco y Vanzetti, McNamara y Schmidt, los prisioneros de Centralia, etc. Durante discusiones ahí en Moscú en 1925 elaboramos el plan y la concepción de la International Labor Defense como un cuerpo no sectario que defendería a cualquier miembro del movimiento de la clase obrera, sin importar sus opiniones o afiliaciones, si sufriese persecución por la ley capitalista.
Nunca olvidaré esas reuniones con Bill Haywood. Cuando completamos los planes que más tarde se hicieron realidad con la formación de la ILD; y cuando yo le prometí que regresaría a Estados Unidos y aseguraría que los planes no quedasen solamente escritos en papel; que realmente íbamos a trabajar en serio e ir en ayuda de los hombres olvidados en las prisiones; los ojos del viejo león – es decir, su ojo único – brillaba con el viejo fuego. Dijo, “Ojalá pudiera regresar para echar una mano en ese trabajo.” No podía regresar porque era un proscrito en los Estados Unidos, no por haber cometido ningún crimen, sino por todas las cosas buenas que había hecho por la clase obrera norteamericana. Hasta el final de su vida siguió siendo un participante activo en el trabajo de la ILD por medio de la correspondencia.
Los planes para la International Labor Defense como una organización de defensa no sectaria, elaborados ahí en el cuarto de Bill Haywood en Moscú, fueron llevados a cabo durante sus primeros años de existencia. Había 106 prisioneros de la guerra de clases en los Estados Unidos: decenas de miembros del IWW condenados falsamente en California, Kansas, Utah y otros estados bajo las leyes contra el sindicalismo criminal. Localizamos a un par de anarquistas poco conocidos en Rhode Island; un grupo de mineros del carbón de la AFL en West Virginia; dos organizadores sindicales en Thomaston, Maine; aparte de los prisioneros más prominentes y mejor conocidos mencionados antes. Sumaban 106 personas en prisión en aquel tiempo en esta tierra de los hombres libres, por actividades en el movimiento obrero. No eran criminales para nada, sino dirigentes de huelgas, organizadores, agitadores, disidentes; nuestra propia clase de personas. ¡Ni siquiera una de estas 106 personas era miembro del Partido Comunista! Pero la ILO los defendió y ayudó a todos.
La ILD adoptó como su política el recordarlos y reunir dinero para ellos. Creamos un fondo para que todos los meses se mandaran cinco dólares a cada uno de los 106 prisioneros de la lucha de clases. Cada Navidad reuníamos un fondo especial para sus familias. El grupo de Centralia del IWW, medio olvidados durante años, fueron recordados, se le dio publicidad a su caso y se hicieron esfuerzos para ayudarles. Fue igual con todos los antiguos casos medio olvidados. La ILD fue el centro de organización del gran movimiento mundial de protesta para los anarquistas Sacco y Vanzetti. Todo este trabajo de solidaridad tuvo el respaldo y apoyo del Partido Comunista, pero eso fue antes de que éste quedara completamente estalinizado y expulsara a los revolucionarios honestos.
El principio de la International Labor Defense, que fue lo que la hizo tan popular y tan valorada entre los militantes, fue la defensa no sectaria libre de discriminación política. El principio fue la solidaridad. Cuando se considera todo esto y se compara con las prácticas posteriores de los estalinistas; cuando se recuerda lo que ha ocurrido en los últimos veintitantos años, se tiene que decir que los estalinistas han hecho más que nadie para deshonrar esta tradición de solidaridad. Ellos han hecho más que nadie para desorganizar la unidad para la defensa contra el enemigo de clase.
Esa terrible corrupción en la falta de unidad ante el enemigo de clase también ha penetrado otras secciones del movimiento obrero. Los socialdemócratas dedican mucho tiempo a devotas prédicas sobre la moralidad de los estalinistas, pero su conducta no es mucho mejor, si es que es mejor en algún grado. Generalmente, no protestan contra la persecución de los estalinistas. Los funcionarios sindicales, tanto del CIO [Congreso de Organizaciones Industriales] como de la AFL, se mantienen al margen, y muchos incluso apoyan a la fiscalía.
Ellos piensan que no hay por qué preocuparse por la Ley Smith; eso sólo es para los estalinistas. Eso fue lo que pensaron los estalinistas cuando nosotros estábamos en juicio hace siete años – que esta ley maligna e inconstitucional era solamente para los trotskistas. Oí en San Francisco que un orador estalinista, acosado por un interrogador sobre la relación entre su juicio y el nuestro, dijo, “Este juicio es un error y un malentendido. La Ley Smith era para los trotskistas.” Pero los estalinistas pagaron las consecuencias de la Ley Smith, y la misma cosa puede pasarle a otros también.
Si los estalinistas son condenados, estableciendo otro precedente para reforzar el precedente de nuestro caso, la misma ley puede ser invocada contra otras organizaciones políticas, contra profesores universitarios, y hasta los pastores religiosos que quizás tengan opiniones contrarias a las de los poderes que mandan, y que tengan el coraje de expresarlas. Es un gran error, un terrible error, descuidar este juicio y negarse a protestar; un error por el que tendremos que pagar todos – ellos y nosotros, y todos nosotros – todos los que aspiran a través de cualquier medio, o a través de cualquier programa o doctrina, a un mundo mejor y más libre por medio de la solidaridad de los obreros. Todos tendremos que pagar si el fiscal federal gana este caso y lo hace efectivo con el apoyo de la opinión pública. Es por eso que nos gustaría ver todo esfuerzo posible, incluso ahora mientras se desarrolla el juicio, para invertir el sentido de la tendencia actual, para superar la pasividad y la indiferencia.
Es, por supuesto, utópico esperar que un gran movimiento unido, colaborando lealmente como en los tiempos de antes, pueda ser formado con los estalinistas. Los estalinistas no pueden colaborar lealmente con nadie. Les ofrecimos un frente unido. Lo rechazaron. Incluso ahora, cuando la cacería de brujas y las purgas por deslealtad [a la patria] son dirigidas contra ellos, se niegan a decir una palabra en defensa de James Kutcher, el veterano sin piernas quien fue despedido de su trabajo en la Administración de Veteranos en Nueva Jersey por sus opiniones políticas como militante del Socialist Workers Party.
A causa de la actitud de los estalinistas, y también por otras consideraciones, sería utópico esperar un frente unido que incluya a todos. Pero los sindicatos y las organizaciones políticas antiestalinistas deberían unirse, por sus propias razones y en sus propios intereses, para protestar contra esta acusación. Nos uniríamos y le daríamos apoyo a tal esfuerzo. Pero en todo caso, aunque pueda ser cooperando o por separado, todos deben levantar sus voces en protesta contra el juicio político que está transcurriendo en Foley Square. No por el bien de la pandilla estalinista, sino por el bien de la libertad de expresión, por aquellos derechos democráticos que el movimiento obrero ha conseguido a gran costo y que necesita desesperadamente para llevar a cabo su lucha informada y consciente para alcanzar un terreno más alto.