LA MUJER Y EL SOCIALISMO

LAS MUJERES Y
LA REVOLUCIÓN FRANCESA
POR

AUGUST BEBEL

(1879)

 


Escrito: 1879.
Fuente de esta edicion:La mujer y el Comunismo. Antologia de los grandes textos del marxismo, 1951, Paris. Editions Sociales, 64. Boulevard Auguste Blanqui, Paris.
HTML: Marxists Internet Archive, septiembre de 2016


 

El gran movimiento intelectual, que se encarna en el transcurso del siglo XVIII en hombres como Montesquieu, Voltaire, d'Alembert, Holbach, Helvetius, La Mettrie, Rousseau y otros, no deja indiferentes a las mujeres. Si bien muchas de ellas se unían al movimiento para estar a la moda, o para satisfacer su deseo de intrigas, o por otros motivos poco serios, otras muchas tomaron parte activa en el movimiento que iguala las bases de la sociedad y arruina el sistema feudal.

Durante los veinte años que preceden a la explosión de la gran Revolución de 1789, que pasó por Francia como una tormenta purificadora, dislocó todo el viejo organismo social y liberó los espíritus, ellas acudían en masa a los círculos políticos y científicos. Ayudaron a preparar la Revolución que hizo pasar la teoría a la práctica.

Cuando en julio de 1789 la gran Revolución comenzó por fin con la toma de la Bastilla, fueron tanto las mujeres de las clases altas como las del pueblo las que tomaron parte activa en el movimiento, ejercieron una notable influencia en pro o contra este movimiento. Excesivas tanto para bien como para mal, cooperaron allí donde se presentaba la ocasión. La mayor parte de los historiadores solo han tomado acta de los excesos cometidos, excesos inevitables porque provenían de la indescriptible corrupción, de la explotación, de la opresión, del desprecio y de la traición de las clases reinantes hacia el pueblo. Han minimizado o silenciado las acciones heroicas. Bajo la influencia de este juicio superficial, Schiller canta que " Las mujeres se transformaron en hienas y se burlaron del miedo ". Y sin embargo, ellas han dado tantos ejemplos de heroísmo, de grandeza de alma, de admirable abnegación durante estos años terribles que la redacción imparcial de un libro sobre " Las mujeres durante la gran Revolución " equivaldría a la erección de un monumento en su honor 55 . Michelet dice que las mujeres fueron la vanguardia de la Revolución.

Como siempre, la miseria general que pesaba sobre el pueblo francés durante el régimen de los Borbones, golpea sobre todo a las mujeres. Excluidas por ley de toda profesión honesta, caían por decenas de miles en la prostitución. Súmese a eso la hambruna de 1789, que lleva su miseria y la de sus próximos a su punto culminante. Llegaron al asalto del ayuntamiento en octubre, y se dirigieron en masa hacia Versalles, donde residía la Corte. Otras pidieron a la Asamblea Nacional " que se restablezca la igualdad entre el hombre y la mujer, que se les acuerde la libertad de trabajo y que se las admita en las funciones a las que las predisponían sus aptitudes ". Como ellas sabían que debían ser fuertes para poder obtener estos derechos, y que la fuerza no se obtiene más que por medio de la organización y la unión, organizaron por toda Francia círculos de mujeres en los que algunos contaron con un gran número de miembros. Entrarán igualmente en los clubes masculinos. Mientras que la Sra. Roland trataba, gracias a su inteligencia, de jugar un papel político preponderante entre los Girondinos, estos " hombres de Estado " de la Revolución, la ardiente y elocuente Olimpia de Gouges tomó la dirección de las mujeres del pueblo y las defendió con el exuberante entusiasmo que la caracterizaba.

Cuando, en 1793, la Convención proclamó los Derechos del Hombre, las mujeres perspicaces se dieron cuenta bien rápido que no se trataba más que de los derechos de los hombres. Olimpia de Gouges, Rosa Lacombe y otras más le opusieron los " derechos de la mujer " en diecisiete artículos, basados en esta declaración hecha el 28 brumario (20 noviembre de 1793) ante la Comuna de París: " Si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, también debe tener el de subir a la tribuna ". Estas pretensiones fueron rechazadas. Pero se confirma de forma sangrante lo que ellas habían dicho sobre el derecho de subir al cadalso. La defensa de los derechos de la mujer por un lado, la lucha contra la violencia de la Convención por otro, la señalaron para la guillotina. Olimpia de Gouges fue decapitada durante el mes de noviembre del mismo año; la Sra. Roland muere cinco días después. Las dos murieron como heroínas. Poco tiempo antes de su muerte, el 17 de octubre de 1793, la Convención había demostrado su antipatía por las mujeres cerrando todos los clubes femeninos. Más tarde, como las mujeres no dejaban de protestar contra la injusticia de la que eran víctimas, se les cierró incluso al acceso a la Convención y las reuniones públicas, y se las trató de rebeldes.

Y cuando la Convención declaró " la patria en peligro " frente a toda la Europa reaccionaria marchando contra ella e invitó a todos los hombres en estado de portar armas a acudir inmediatamente para salvar la Patria y la República, entusiastas parisinas se ofrecieron a hacer lo que veinte años antes hicieron las mujeres prusas contra el despotismo de Napoleón: defender la patria con el fusil en la mano.

Auguste Bebel, La Mujer y el Socialismo

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LA HISTORIA DE LA MUJER
ES LA HISTORIA DE SU OPRESIÓN
P O R

AUGUST BEBEL

La mujer y el trabajador tienen esto en común: los dos están oprimidos. Esta opresión ha sufrido modificaciones en cuanto a la forma, según el tiempo y el país, pero la opresión se ha mantenido. A través de la historia, los oprimidos tuvieron habitualmente conciencia de su opresión, y esta conciencia condujo a modificaciones y alivios en su situación. Pero ellos no pudieron determinar la verdadera naturaleza de esta opresión. Tanto en la mujer como en el trabajador, este conocimiento data de nuestros días.

Era necesario antes de nada conocer la verdadera naturaleza de la sociedad y de las leyes, que sirvieron de base a su desarrollo, antes de desencadenar, con alguna posibilidad de éxito, un movimiento para poner fin a situaciones reconocidas como injustas. La importancia y la extensión de un movimiento semejante dependen de la conciencia de las capas golpeadas y de la libertad de movimiento que ellas tengan.

Bajo esta doble relación la mujer es inferior al trabajador, tanto por los usos y la educación como por la libertad que le es dada. Por otra parte, las condiciones mantenidas durante una larga serie de generaciones acaban por convertirse en costumbres: la herencia y la educación las hacen aparecer como " naturales " a las dos partes interesadas. Es así como la mujer acepta todavía hoy su situación de inferioridad como una cosa evidente por sí misma. Nos cuesta mucho demostrarle que su situación es indigna de ella, y que ella debe buscar por convertirse en un miembro de la sociedad que posea los mismos derechos que el hombre, y sea su igual bajo toda relación.

Si hay muchos puntos parecidos entre la situación de la mujer y la del obrero, también hay una diferencia esencial: la mujer es el primer ser humano que tuvo que sufrir la servidumbre. Ella ha sido esclava, antes de que lo fuera el esclavo.

Toda dependencia social encuentra su origen en la dependencia económica del oprimido frente a la del opresor. Desde tiempos inmemoriales, la mujer se encuentra en esta situación; la historia del desarrollo de la sociedad humana nos lo enseña.

Auguste Bebel : La Mujer y el Socialismo .

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LA CUESTIÓN DE LA MUJER ES
UN ASPECTO DE LA CUESTIÓN SOCIAL
P O R

AUGUSTE BEBEL

Somos los contemporáneos de una gran evolución social que toma día a día proporciones más vastas. Un movimiento, una agitación de espíritus se manifiestan en todas las clases de la sociedad con una intensidad cada vez mayor. Todos se dan cuenta de que la tierra se hunde bajo sus pies. Ha surgido una masa de cuestiones sobre la solución de las cuales se discute en los dos sentidos. Una de las más importantes que se plantea es la que llamamos la cuestión de la mujer.

¿Qué lugar debe tomar la mujer en nuestro organismo social, cómo puede desarrollar todas sus fuerzas y todas sus aptitudes a fin de convertirse en miembro completo de la sociedad humana, teniendo los derechos de todos, pudiendo dar la medida completa de su actividad? En nuestra opinión, esta cuestión se confunde con la de saber cual será la organización que deberá recibir la sociedad humana para sustituir a la opresión, a la explotación, a la necesidad y la miseria bajo sus mil formas, una humanidad libre, una sociedad en plena salud tanto desde el punto de vista físico como desde el punto de vista social. La cuestión de la mujer no es por lo tanto para nosotros más que uno de los aspectos de la cuestión social general, que ocupa en este momento a todas las inteligencias, que pone todos los espíritus en movimiento. No puede, en consecuencia, encontrar su solución definitiva más que en la supresión de las contradicciones sociales y en la desaparición de los males que de ellas resultan.

Auguste Bebel : La Mujer y el Socialismo

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FEMINISMO BURGUÉS Y
LUCHA DE CLASES

P O R
AUGUSTE BEBEL

Resulta que todas las mujeres, sin distinción de rango social, están interesadas, en su situación de sexo dominado y vejado por los hombres, en modificar este estado de cosas por reformas en el estado social existente, por medio de la revisión de las leyes. La inmensa mayoría de las mujeres tiene el mayor interés en modificar completamente esta situación. Es así que desaparecerán el esclavismo del salario, bajo el que sollozan la mayor parte de ellas, y el esclavismo sexual, que está íntimamente ligado a las condiciones de propiedad e industria.

Las mujeres que se ocupan del movimiento femenino burgués no comprenden la necesidad de un cambio radical semejante. Influenciadas por la situación privilegiada que ocupan en la sociedad, ven en el movimiento feminista proletario y sus diferentes aspiraciones y tendencias peligrosas y poco razonables que deben ser combatidas. Es así como la diferencia de clases, que origina un abismo entre los obreros y los capitalistas, hace igualmente sentir estos efectos en el movimiento feminista. Y estos efectos se vuelven más grandes en la medida que la situación se vuelve más tensa.

Auguste Bebel: La Mujer y el Socialismo .

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BAJO EL TALÓN DE HIERRO
P O R

AUGUSTE BEBEL

En las clases inferiores, por así decirlo, no suele haber matrimonios por cuestiones de dinero. Por regla general, el trabajador se casa por amor; sin embargo, no faltan motivos que obstaculicen la felicidad del matrimonio del obrero.

La incertitud es la característica de su existencia. Estos golpes de suerte amargan los caracteres, y es sobre la vida doméstica que influyen ante todo, cuando cada día, a cada hora, mujer y niños reclaman al padre lo estrictamente necesario, sin que él pueda darles satisfacción. Estallan las disputas y la discordia.

Todo ello arruina el matrimonio y la vida en familia. O bien el hombre y la mujer van los dos al trabajo.

Entonces, los niños quedan abandonados a su suerte o a la vigilancia de hermanos y hermanas mayores, que a su vez tienen necesidad de cuidados y educación. Lo que se llama desayuno, la miserable comida del mediodía, es devorada a toda velocidad, en caso de que los padres tengan la oportunidad de regresar al hogar, cosa que en el mejor de los casos es imposible vista la distancia existente entre el taller y el domicilio y la corta duración del descanso.

A la tarde, los dos vuelven a casa, extenuados de cansancio. En lugar de un interior agradable y apacible, encuentran una vivienda pequeña, insalubre, a la que le falta aire, luz, y normalmente las comodidades más indispensables. La miserable manera de alojar a los obreros, con todos los inconvenientes que de ello se derivan, es uno de los aspectos más oscuros de nuestra sociedad y deriva en grandes males y bastantes crímenes. A pesar de todos los intentos que en torno a esto se han hecho en las ciudades y barrios obreros, la situación se vuelve peor cada año. Golpea a medios cada vez más extensos: pequeños industriales, empleados, profesores, pequeños comerciantes, etc. La mujer del obrero, que vuelve extenuada a la tarde, tiene entonces trabajo añadido; a toda prisa, debe hacer el trabajo más indispensable. Los niños, gritando y montando jaleo, son acostados; la mujer se sienta, cose y zurce hasta bien entrada la noche.

Las distracciones intelectuales, los consuelos más indispensables del espíritu brillan por su ausencia.

El marido carece de instrucción, no sabe gran cosa, la mujer menos todavía; lo poco que hay para decirse no da mucho de sí. El hombre va al cabaret a buscar la conversación que le falta en casa; bebe, y a poco que gaste, ya es mucho para sus medios. A veces se abandona también al juego, vicio que genera más particularmente víctimas entre las clases elevadas, y pierde diez veces más de lo que se gasta en beber.

Durante este tiempo, la mujer atada a su trabajo, se deja llevar por el rencor hacia su marido: trabaja como un animal de carga, no hay para ella ni un instante de reposo ni un minuto de distracción. El hombre hace uso de la libertad que debe al azar de haber nacido hombre. La desinteligencia es completa.

Si la mujer es menos fiel a sus deberes, si, al regresar a la tarde cansada del trabajo busca las distracciones a las que tiene derecho, entonces el hogar marcha de pena, y la miseria se vuelve doblemente mayor. Sí, en realidad vivimos en el "mejor de los mundos ".

Auguste Bebel, La mujer y el Socialismo

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